El antisemitismo que anima la pretensión de Putin de ‘desnazificar’ Ucrania
El presidente ruso Vladimir Putin en Israel antes del Quinto Foro Mundial del Holocausto en Jerusalén en 2020. Foto: Heidi Levine/EPA

Cuando Vladimir Putin anunció la invasión rusa contra Ucrania en la madrugada del jueves, justificó la “operación militar especial” indicando que su objetivo era “desnazificar” Ucrania. La justificación no es defendible, pero sería un error descartarla sin más.

El mismo Vladimir Putin es un autócrata fascista, uno que encarcela a los líderes de la oposición democrática y a los críticos. Es el líder reconocido de la extrema derecha mundial, que cada vez se parece más a un movimiento fascista global.

Ucrania sí tiene un movimiento de extrema derecha, y entre sus defensores armados se encuentra el batallón Azov, un grupo de milicias nacionalistas de extrema derecha. Sin embargo, ningún país democrático se libra de los grupos nacionalistas de extrema derecha, incluido Estados Unidos. En las elecciones de 2019, la extrema derecha ucraniana quedó humillada, recibiendo solo el 2% de los votos. Se trata de un apoyo claramente inferior al que reciben los partidos de extrema derecha en toda Europa occidental, incluyendo países indiscutiblemente democráticos como Francia y Alemania.

Putin menciona a los neonazis y a los drogadictos en un extraño discurso ante el consejo de seguridad ruso.

Ucrania es un país democrático, cuyo presidente popular fue elegido, en unas elecciones libres y justas, con más del 70% de los votos. Ese presidente, Volodymyr Zelenskiy, es judío y procede de una familia parcialmente aniquilada en el Holocausto nazi.

La afirmación de Putin de que Rusia está invadiendo Ucrania para desnazificarla es, por lo tanto, absurda a primera vista. No obstante, entender el motivo por el que Putin justifica la invasión contra una Ucrania democrática de esta manera arroja una luz importante sobre lo que está sucediendo no solo en Europa del Este, sino en todo el mundo.

El fascismo es un culto al líder, el cual promete una restauración nacional frente a la supuesta humillación por minorías étnicas o religiosas, liberales, feministas, inmigrantes y homosexuales. El líder fascista afirma que la nación fue humillada y su masculinidad se ve amenazada por estas fuerzas. Debe recuperar su antigua gloria (y con frecuencia su antiguo territorio) con violencia.

Se presenta a sí mismo como el único que lo puede restaurar.

El fascismo centroeuropeo consiste en la idea de que los judíos son los agentes de la decadencia moral. De acuerdo con el fascismo europeo, los judíos son los que ponen a un país bajo el dominio de la élite global (judía), mediante el uso de las herramientas de la democracia liberal, el humanismo secular, el feminismo y los derechos de los homosexuales, los cuales son empleados para introducir la decadencia, la debilidad y la impureza. El antisemitismo fascista tiene un origen racial más que religioso, focalizando a los judíos como una raza sin patria corrupta que busca la dominación global.

El fascismo justifica su violencia al ofrecer proteger una identidad religiosa y nacional supuestamente pura de las fuerzas del liberalismo. En Occidente, el fascismo se presenta como el defensor del cristianismo europeo contra estas fuerzas, así como contra la migración musulmana masiva. Por lo tanto, en Occidente, cada vez es más difícil distinguir el fascismo del nacionalismo cristiano.

El antisemitismo que anima la pretensión de Putin de 'desnazificar' Ucrania - pro-ucrania
Manifestantes pro-Ucrania se reúnen durante una protesta en Tel Aviv esta semana. Foto: Abir Sultan/EPA

Putin, el líder del nacionalismo cristiano ruso, ha llegado a considerase a sí mismo como el líder global del nacionalismo cristiano, y los nacionalistas cristianos de todo el mundo, incluso en Estados Unidos, lo consideran cada vez más como dicho líder. Putin se ha convertido en un líder de este movimiento en parte debido al alcance global de los recientes pensadores fascistas rusos como Alexander Dugin y Alexander Prokhanov que sentaron sus bases.

Resulta sencillo reconocer, en la invasión de Putin contra Ucrania, la guía establecida en los últimos años por Dugin y Prokhanov, figuras importantes en la Rusia de Putin. Tanto Dugin como Prokhanov consideraban a una Ucrania independiente como una amenaza existencial para su objetivo, que Timothy Snyder, en su libro de 2018 The Road to Unfreedom, describe como “un deseo de regresar el poder soviético en una forma fascista”.

La forma de fascismo ruso que defendieron Dugin y Projanov se parece a las versiones centrales del fascismo europeo, explícitamente antisemita. Como escribe Snyder, “… si Projanov tenía una creencia central, era la lucha interminable de los pueblos del mar, vacíos y abstractos, contra los pueblos terrestres, cordiales y justos. Al igual que Adolfo Hitler, Projanov culpaba a la comunidad judía mundial de inventar las ideas que esclavizaron a su patria. También los culpó del Holocausto”.

La versión dominante del antisemitismo que sigue viva en algunas partes de Europa del Este es que los judíos utilizan el Holocausto para arrebatar la narrativa del victimismo a las “verdaderas” víctimas de los nazis, es decir, los cristianos rusos (u otros europeos del este no judíos). Aquellos que adoptan la ideología nacionalista cristiana rusa serán especialmente susceptibles a este tipo de antisemitismo.

“Al igual que Hitler, Projanov culpó a la comunidad judía mundial de inventar las ideas que esclavizaron a su patria”. Timothy Snyder

Con estos antecedentes, podemos entender el motivo por el que Putin eligió las acciones que realizó, así como las palabras que utilizó para justificarlas. Ucrania siempre ha constituido el objetivo principal de aquellos que pretenden restaurar “el poder soviético en forma fascista”.

Repitiendo temas antisemitas fascistas conocidos, en un artículo de 2021, el expresidente ruso Dmitry Medvedev denunció a Zelenskiy como repugnante, corrupto y desleal. La elección democrática libre de un presidente judío confirma en el pensamiento fascista que el fantasma fascista de la democracia liberal como herramienta para la dominación judía global es real.

Al afirmar que el objetivo de la invasión es “desnazificar” Ucrania, Putin recurre a los mitos del antisemitismo contemporáneo de Europa del Este, según los cuales un grupo mundial de judíos fue (y es) el verdadero agente de la violencia contra los cristianos rusos y que las verdaderas víctimas de los nazis no fueron los judíos, sino este grupo. Los cristianos rusos son objeto de una conspiración por parte de una élite mundial que, mediante el vocabulario de la democracia liberal y los derechos humanos, ataca la fe cristiana y la nación rusa. La propaganda de Putin no está dirigida a un Occidente evidentemente escéptico, sino que apela a nivel interno a esta corriente de nacionalismo cristiano.

En este caso existe una moral más amplia. El ataque contra la democracia liberal en Occidente proviene de un movimiento fascista global, cuyo centro es el nacionalismo cristiano. Será difícil desvincular este movimiento del antisemitismo (aunque sea una versión del antisemitismo que se asocia con las fuerzas que impulsan un estado nacionalista judío en Israel). Como es de esperar, los defensores de la perspectiva de que una nación cristiana necesita protección y defensa contra el liberalismo, el “globalismo” y su supuesta decadencia, se verán impulsados a sus acciones más violentas cuando los rostros de la democracia liberal libre, secular y tolerante incluyan prominentemente a los judíos.

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