Lo que las feministas latinoamericanas le pueden enseñar a las estadounidenses sobre la lucha por el aborto
'En Argentina, existen múltiples razones detrás de la expansión de la marea verde y la demanda de aborto legal desde abajo'. Foto: EPA

Cuando se filtró la noticia de la posible anulación del caso Roe vs. Wade, comenzaron a circular tuits y comentarios que llamaban a la población de Estados Unidos a aprender de las experiencias de Argentina, México y Colombia –países que recientemente lograron despenalizar el aborto– o de Chile, donde está incluido en el nuevo proyecto constitucional. Este llamado es interesante porque revela una nueva y poderosa fuerza que surge de Latinoamérica, donde el derecho al aborto se logró gracias a un movimiento feminista masivo en las calles. También desafía el mapa convencional del progreso y los derechos de las mujeres. Ya no se trata de una cuestión de un “primer mundo” o del “norte global” avanzado, mientras que el “sur global” se queda atrás. Se trata de una oportunidad política única para reflexionar sobre las estrategias y los argumentos a favor de la libertad reproductiva expuestos por la “marea verde”, que lucha por el derecho al aborto.

En Argentina, existen múltiples razones detrás de la expansión de la marea verde y la demanda de aborto legal desde abajo. Por un lado, se encuentra la larga historia de activismo de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, constituida hace 15 años como una red a nivel nacional, definida por su carácter federal y su énfasis en la democracia participativa y el pluralismo. Por otra parte, en fechas más recientes el movimiento feminista alcanzó la escala de masas con las movilizaciones de “Ni Una Menos. Vivas y libres nos queremos”, en contra de las múltiples e interconectadas formas de violencia por motivos de género. Estas estuvieron vinculadas a la organización de las huelgas feministas internacionales que establecieron conexiones entre la violencia económica feminizada y la precariedad y otras formas de violencia de género.

Un elemento importante para entender el carácter masivo de estas movilizaciones consistió precisamente en la forma en que la lucha por el aborto se entrelazó con otras luchas feministas. Esto permitió conectar de manera cognitiva y política los diferentes tipos de violencia contra las mujeres y los cuerpos feminizados en forma de violencia sistémica. La violencia del aborto clandestino, con frecuencia mortal y costoso, se relacionó de este modo con la violencia doméstica, el acoso sexual y la brecha salarial de género en los centros de trabajo, y con los asesinatos de mujeres activistas medioambientales e indígenas en las zonas rurales. A su vez, esto permitió estructurar la demanda de aborto en términos que trascienden un derecho puramente individual, cuestionando la idea del cuerpo como propiedad privada.

La marea verde inundó espacios en todas partes, incluyendo escuelas, barrios marginales, sindicatos, plazas y comedores comunitarios. A través de este carácter transversal, el cuerpo que fue puesto en debate adquirió una dimensión colectiva y de clase. Esto ocurrió debido a que el debate sobre la condición clandestina del aborto se refería de manera directa a los costos que lo hacen riesgoso de forma diferencial según la posición social y económica de cada persona. Las más perjudicadas por la penalización del aborto eran las mujeres y las personas con capacidad de gestar que tenían menos recursos económicos, aquellas que no podían pagar un aborto seguro. Por lo tanto, el derecho al aborto fue considerado como algo inseparable de la exigencia de que estuviera garantizado en el sistema de salud pública. A su vez, la exigencia de una educación sexual integral en los planes de estudio de la educación pública permitió profundizar los debates sobre las sexualidades, las corporeidades, las relaciones y los afectos, desplazando la cuestión de forma radical.

De este modo, la ampliación del debate sobre el aborto ocurrió en términos de autonomía y clase. Las personas jóvenes tomaron el liderazgo en las calles, con el apoyo paciente de las “pioneras” de las generaciones mayores. El nuevo vocabulario se convirtió en sentido común, utilizando términos neutros en el idioma español, sumamente marcado por el género, y hablando específicamente de personas gestantes, gracias a la lucha de las personas no binarias y los hombres trans. El movimiento combinó la presión parlamentaria con las prácticas autónomas de las redes clandestinas autoorganizadas que hicieron que el aborto fuera posible para muchas personas cada año con movilizaciones masivas y heterogéneas en la calle.

Por último, la marea verde se ha convertido en un impulso internacionalista que traza luchas y legislaciones, agrupando una agenda feminista que abarca mucho más que la demanda de un derecho individual. La comprensión de la relación entre el trabajo no remunerado y/o mal remunerado y los abortos costosos e inseguros permitió un análisis más extenso de las formas de precariedad de nuestras vidas, de las modalidades de control efectuadas en nombre de la democracia del mercado laboral y de la tutela eclesiástica sobre el deseo y la autonomía de la toma de decisiones. Además, el aborto se ha convertido en el estandarte de las fuerzas retrógradas reavivadas que articulan una verdadera contraofensiva conservadora. Una perspectiva internacionalista nos permite tanto trazar la dimensión global de esas fuerzas conservadoras, así como inspirarnos y aprender de las luchas que lograron vincular el derecho al aborto con otras reivindicaciones feministas y ataques contra la autonomía colectiva.

Verónica Gago es líder del movimiento argentino #NiUnaMenos. Es la autora de Feminist International: How to Change Everything (La potencia feminista o el deseo de cambiarlo todo).

Síguenos en

Google News
Flipboard