El secreto del éxito de Jacinda Ardern está en su conservadurismo
Primera ministra designada a Jacinda Ardern antes de la toma de posesión / Foto: Gobernador general de Nueva Zelanda

El error más grande sobre Jacinda Ardern es que ella es una pionera progresista o socialista. Esto pasa especialmente fuera de Nueva Zelanda. 

Comprensiblemente los medios globales pintan a la primera ministra como lo opuesto a otros líderes de derecha o menos liberales. De la misma manera muchos activistas e intelectuales progresistas de todo el mundo la ven como alguien de quien pueden aprender en su búsqueda para un camino para la izquierda política

Aún así la lección más grande del “Ardernismo” es el poder del conservadurismo en una crisis. Ahí es donde la política del partido laborista sobresale, en 2020 y antes, como líder. A sus 37 años tomó el mando de un partido en crisis en 2017, que tenía solo el 24% en las encuestas, y volvió al partido laborista un gobierno de coalición semanas después. En la última elección general su partido ganó un récord del 50% del voto, lo que le dio la oportunidad histórica de formar un nuevo gobierno sin la necesidad de socios de coalición. 

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Como primera ministra se destaca en el manejo de crisis, lidia con múltiples desastres y amenazas. En estas crisis la mayoría de los neozelandeses quieren conservadurismo más que cualquier tipo de radicalismo. El pueblo busca un gobierno sólido, confiable. 

Por mucho, Ardern y su gobierno entregan esto. Por eso la primera ministra está por encima de cualquier otro político en su país. Sí, ella es una líder carismática, pero también es competente y políticamente centrista

Los instintos de Arden son proteger y conservar. Ella pisa con cuidado en la pandemia, les da tranquilidad y la promesa de normalidad a los que viven con miedo de lo peor. 

Hasta el líder del partido de derecha ACT, David Seymour, dijo esta semana: “Ella es muy buena para leer la actitud del público y para dar mensajes de unificación”. Él explicó correctamente: “Ella ya hizo eso tres veces. Lohizo después de Christchurch, después de White Island y durante el periodo de Covid-19”. Seymour concluyó que Ardern fue “un gran frente para el liderazgo de la casa”. 

Sería ingenuo sugerir otra cosa. Nueva Zelanda entra a la temporada festiva sin casi ninguna restricción por Covid-19 en el país. No hay transmisión comunitaria del virus. 

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Los neozelandeses le dan al liderazgo Ardern el crédito por salvar vidas y la economía. La ven como alguien “que sigue la ciencia”, y que tuvo una estrategia compasiva cuando “fue duro y pronto” cuando el virus llegó en marzo, con un confinamiento más grande que el de cualquier otro país. 

El liderazgo de Ardern durante el Covid-19 no es particularmente de izquierda. Con la mejor tradición conservadora unificó a la nación, como lo hizo con otras crisis. Esta estrategia para el Covid-19 tuvo el consenso de gran parte del espectro político (con algunas diferencias respecto a su implementación). 

No fue una sorpresa cuando en la elección general de octubre muchos votantes del Partido Nacional eligieron al Partido Laborista, para recompensar a Ardern. Los líderes corporativos la elogian, y ella sí escucha a los negocios (parece que más que a los sindicatos). Naturalmente toda la campaña del Partido Laborista fue sobre Ardern, y su victoria contra el Covid-19 fue central para esto, su mantra de elección fue que ella logró “un gobierno fuerte y estable”. 

Ahora, con el año que termina,hasta los comentaristas de política de derecha elogian a Ardern. Es como si ella fuera la política centrista que quisieran para el Partido Nacional. Quieren reclamar a Ardern como una compañera conservadora

Esto no es para decir que no hay nada progresista en Ardern, o que ella es de derecha. Puede estar a la derecha de los laboristas, y adopta muchas de las políticas y estrategias del partido Nacional, pero hace algo que sus oponentes no pueden emular: usa la compasión como parte de su conservadurismo. Sus “políticas de amabilidad” no son particularmente revolucionarias, ni muy tangibles, pero son completamente ciertas para aquellos que han visto a Ardern navegar las crisis de la nación. 

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Sin embargo, la izquierda política se eriza cada vez más por el conservadurismo de Ardern. Hay molestias crecientes por la falta de progreso en la agenda tradicional del Partido Laborista. Los activistas por la pobreza protestan contra Ardern. Greta Thunberg tuitea con decepción sobre su falta de acción contra el cambio climático. Los columnistas se quejan por la falta de acción de Ardern contra la crisis inmobiliaria. Se dice que los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres durante su turno. Y al descartar cualquier tipo de impuestos para la riqueza en 2020, Ardern irritó a aquellos que quieren ver una transformación. 

La reputación de Ardern con los progresistas cayó particularmente este año por la reforma de las drogas, por negarse a apoyar la legalización de la marihuana antes del referendo. Los reformadores sabían que el apoyo de Ardern habría levantado la campaña, pero Ardern sabía que quedarse en la banca era menos riesgoso para su popularidad. 

Ardern ahora responde a las quejas con el argumento conservador por excelencia, dice que quiere hacer un cambio incremental “que funcione” al ganar consenso. Explica que ella es una “pragmática idealista” que cada vez se traduce más como que la guía la opinión pública. 

La izquierda política puede celebrar un año triunfal en el que su partido principal y política son muy populares. Pero también tienen que aceptar que esto es el resultado directo del enfoque conservador de Ardern

Ardern empezó a usar la línea tradicional del Partido Nacional sobre la necesidad de “gobernar para toda Nueva Zelanda” (en lugar de lo que se espera por la izquierda, una agenda progresiva que ponga primero los intereses de los que están abajo). Este enfoque conservador es lo que antes mantuvo al partido de la derecha esencialmente en el poder por décadas, hasta arriba del estatus quo. Ahora parece que es momento de que los conservadores de la izquierda hagan lo mismo en el futuro cercano. 

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El Dr Bryce Edwards es analista político residente en Victoria University of Wellington, Nueva Zelanda, donde es director del Democracy Project.

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