Menstruación en la pandemia: por qué los ciclos de las mujeres se han vuelto locos
"Es como estar en el mar dentro de ti mismo". Ilustración: Tatjana Prenzel / The Guardian

Cuando recordemos el año pasado no lo vamos a pensar como uno de colección para el cuerpo humano. Desde marzo de 2020 muchos de nosotros hemos experimentado manifestaciones físicas del estrés que corresponden a lo que vivimos en una pandemia global.  Esto incluye falta de energía, dolores de cabeza, cambios de humor y alteración en los patrones de sueño: nuestro ritmos están aterrados. Y muchas mujeres han experimentado alteraciones en un ritmo fundamental: el ciclo menstrual.

Rachel Burns siempre ha padecido síndrome premenstrual, SPM, pero durante los últimos doce meses las cosas han empeorado. “Unos días antes de mi periodo siempre me sentía rara pero ahora me he vuelto totalmente inalcanzable y me siento ansiosa durante una semana”, dice la mujer de 36 años de Kent. “Mi pareja dice que el cambio es mucho”. Antes de Navidad, su síndrome hizo que sintiera que se estaba volviendo loca, como un ataque de pánico del que no podía salir. Los efectos de su periodo siguen presentes. Se siente enferma, adolorida, “completamente vacía, física y emocionalmente”. Haciendo cuentas, resulta que “sólo tiene una buena semana al mes”. “Es como tener el mar dentro de uno”, dice.

Cuando la ginecóloga Anita Singh, que escribe y firma como Gynae Geek, publicó una encuesta informal en instagram en mayo y preguntaba a las mujeres si habían notado cambios en sus ciclos o síntomas hormonales, 65% de las 5,677 participantes dijeron que sí. Un estudio, no revisado por los colegas y que realizaron los científicos del deporte y la compañía bioanalítica Orrego, demostró que 53% de las 749 mujeres entrevistadas reportaron cambios en su ciclo menstrual como cambios de humor o ciclos más largos.

Te puede interesar: ¿Saber más de la menstruación puede ayudar a ganar un Mundial?

Para entender lo que sucede, tenemos que pensar en los mecanismos básicos del ciclo menstrual. En un ciclo de 28 días, la ovulación sucede hasta el día 14. El folículo vacío de donde sale el óvulo formará algo llamado el corpus luteum, una glándula temporal que produce altos niveles de la hormona progesterona, y niveles más bajos de estrógeno para preparar al útero para el embarazo si el huevo queda fertilizado. Si no es así, el corpus luteum se deshace y provoca que los niveles de progesterona y estrógeno caigan. Esto sucede alrededor de una semana antes del periodo, en el día 21.

La caída de estas hormonas puede afectar los químicos del cerebro incluyendo la serotonina. Muchas mujeres que experimentan un SPM saben que en cuanto empieza el sangrado los niveles hormonales se estabilizan y los síntomas desaparecen. Pero las hormonas sólo son parte del panorama.

“El SPM no es solamente biológico porque el mismo proceso de la subida y la bajada de estrógeno y progesterona le sucede a todas las que tienen un ciclo y no nos afecta igual”, dice la ginecóloga Heather Currie, directora médica asociada de Dumfries and Galloway Royal Infirmary. “Las mujeres con SPM no tienen niveles anormales de hormonas, pero parecen estar más sensibles a los cambios de progesterona y estrógeno”.

Lo que provoca que algunas mujeres sean más sensibles que otras es la pregunta del millón de dólares. Existe una evidencia temprana para sugerir que algunas mujeres tienen mayor vulnerabilidad genética a los cambios hormonales, particularmente con el desorden disfórico premenstrual, que es una experiencia más severa de SPM. “Hasta qué grado pueden afectar los niveles hormonales a alguien puede depender del estado psicológico en el momento”, dice Currie. “Así es que ya sabemos que los eventos de la vida pueden empeorar los síntomas del SPM y eso nos ayuda a explicar lo que está pasando a causa de una pandemia global que cambia y consume la vida”.

George Pearce, de 29 años, es maestra en Southampton. Desde hace años ha tenido ciclos de 28 días y “por lo general se da cuenta de la llegada de su periodo con un día o dos de anticipación”. Las cosas han cambiado. “Sangro por unos días y luego ya no. Luego vuelvo a sangrar y después no lo hago durante seis semanas. Es como si mi periodo estuviera molesto”. Pearce dice que nunca ha sido una persona ansiosa, pero se siente como “un resorte”. Como un zumbido extraño. Pienso más en las cosas y no hay a donde ir”.

Los niveles permanentes de estrés nos dejan suspendidos en modo pelea o huye. En situaciones de amenaza, un camino hormonal en el cuerpo llamado el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal que relaciona al cerebro con las glándulas de adrenalina, provoca la liberación de la hormona del estrés, cortisol, y nos prepara para responder a una amenaza.

Lee: Tres meses sin tampones: así se vive la prohibición en la CDMX

Sin embargo, si el cerebro te dice que el cuerpo tiene que “responder” todo el tiempo, a pensamientos de ansiedad, circunstancias cambiantes, el estrés de la escuela en casa, el impacto de la soledad, enfermedad, duelo, el cortisol no regulado puede suprimir los niveles normales de hormonas reproductivas en el cuerpo. Esto provoca una ovulación anormal que altera el ciclo o lo suspende del todo.

“Es importante para las mujeres tratar de reconocer lo que pasa en sus vidas que puede hacer que sus síntomas empeoren”, dice Currie. Incluso nuestra experiencia de cólico menstrual, que se entiende sencillamente como que las paredes del útero se contraen con fuerza para que el recubrimiento se desprenda, puede resultar afectado por nuestro estado emocional. Algunos estudios han relacionado los períodos dolorosos con los empleos inseguros que no proporcionan apoyo emocional, lo cual sirve como evidencia de que el estrés puede profundizar nuestra percepción del dolor. El dolor puede resultar estresante y el estrés puede ser doloroso. No hay membranas entre lo físico y lo emocional.

La ausencia de nuestras distracciones acostumbradas y nuestras estrategias para lidiar con las cosas hacen que nuestros pensamientos sean más difíciles. “No hay válvulas de escape”, dice la doctora Sue Ward, ginecóloga consultora y vicepresidenta del Royal College of Obstetricians and Gynaecologists. “Muchos somos miserables. Cualquier condición que tiene un elemento psicológico se complicará con el confinamiento. Es una tormenta perfecta y el cuerpo puede contar la historia del estrés de muchas formas”.

Ward cree que no deberíamos subestimar el impacto de que las mujeres no puedan reunirse ni desahogarse. “Cuando puedes hablar de salud y problemas emocionales con otros haces legítimos los pensamientos. Cuando puedes reírte se va el dolor. Buscamos soluciones y afirmación en nuestras compañeras mujeres y muchas no hemos podido hacerlo”. La carga doméstica y la imposibilidad de escapar de nuestros compañeros nos hace sentir expuestas de una forma desconocida para nosotras.

Durante el segundo confinamiento, Sarah Adams, de 35 años, se acercó a su médico general para preguntarle sobre su SPM que empeoraba. “Durante años me he sentido desconectada y triste durante la segunda parte de mi ciclo, y ahora sé que tenía que haberlo resuelto, pero el volumen de mi autocrítica durante el último año ha sido tan fuerte que me llega a espantar”. Ella atribuye esto, en parte, “ a no ser capaz de ir con sus sentimientos a ninguna parte, como a la biblioteca, o a la alberca, o al pub”.

Adams vive en el este de Londres y tiene una tienda con su novio. Hasta que tuvieron que cerrar, organizaron los horarios para no tener que trabajar juntos todo el tiempo. Ahora, dice, están “juntos las 24/7”. “Las mujeres están siempre dispuestas a analizar nuestro comportamiento y pensamiento sobre cómo nos perciben. Dudamos más de nosotras mismas cuando no podemos estar con otras mujeres. Pierdes la noción de lo que es normal o comprensible”.

Lo mismo aplica para las mujeres que viven solas. Sam Davies, de 38 años, es gerente de producto y vive en Hertfordshire. Dice que siempre ha tenido algo de SPM. Pero cuando estuvo sola los primeros seis meses de la pandemia “todo se exacerbó. Siempre sentía que estaba atorada, con mis sentimientos, en mi casa, sola”. Para Davies, el SPM normalmente se caracteriza por sentimientos depresivos.  “Me siento desesperanzada, con dolor de cabeza y ganas de llorar, pero también me siento muy enojada, tengo pensamientos intrusivos y misofonía, o sensibilidad extrema a los sonidos”. Está trabajando con un terapeuta privado, y eso le está ayudando. “Es difícil saber si mi SPM ha empeorado durante la pandemia por los cambios en la rutina y los niveles de estrés más altos o si mi capacidad para lidiar con las cosas ha cambiado. Tal vez son las dos cosas”.

No te pierdas: Reducir la brecha digital es clave para empoderar a las mujeres, señala la ONU

Un lado perverso de la pandemia es que nos ha presentado una oportunidad de apreciar lo que verdaderamente es el “estrés” y lo mucho que puede afectar a nuestro cuerpo. Si nuestras menstruaciones se volvieron locas este último año, probablemente es una consecuencia del estrés que prevalece. Es una señal del cuerpo para pensar qué herramientas y hábitos pueden nutrir nuestro bienestar emocional. Una vez que la vida regrese un poco a la normalidad, será más fácil mantener las rutinas y podremos calmarnos y es probable que los ciclos menstruales erráticos también se calmen.

Síguenos en

Google News
Flipboard