Mejilla con mejilla: Así mantienen vivo el tango durante la pandemia en Buenos Aires
Milonga organizada clandestinamente por un grupo de amigos en el parque Lezama, entre los vecindarios de San Telmo y La Boca. Buenos Aires. Foto: Anita Pouchard Serra

En una pequeña y bonita plaza a un costado de las vías del tren, existe la prueba de que ni una pandemia puede separarnos.

Cinco parejas se recargan, mejilla con mejilla, al tiempo que marcan los pasos que reflejan la tortuosa ruta de la vida. Si existe un mapa, este sale de una bocina portátil junto con la poesía melancólica de un tango.

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Nadia Spencer y su novio, con el músico Emi Faryna y la cantante Luisina Mathieu durante la grabación de la presentación en línea de Vinilo Tinto en el club social Luzarriaga, ubicado en la colonia Parque Patricios. El espectáculo es online por la pandemia, pero anteriormente era un punto de reunión para los amantes del tango. Foto: Anitun Pouchard Serruna
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Nadia Spencer y Sheila Loy preparan un baile para la grabación.

“Como dice el refrán: No conozco a nadie que tomando yogur haya escrito un tango”, reflexiona Juan Carlos González, de 64 años. “Para escribir un tango tienes que sufrir, tienes que haber pasado por muchas situaciones difíciles”.

Y ha sido un año de pandemia muy difícil para Argentina. Con 4.4 millones de casos y una cifra de defunciones acercándose a las 100,000, el país de 45 millones de habitantes ha luchado con uno de los peores niveles de contagios en el mundo. Su sistema de salud cuelga de un hilo, abrumado por un alto número de muertes diarias por cada millón de personas que durante los últimos siete días ha sido el tercero más alto del mundo.

Opuesto a este escenario de devastación, también hay pérdidas menos tangibles que lamentar. La era del distanciamiento social ha hecho que el tango encarne todo lo que esta prohibido: el calor del otro, la proximidad entre extraños, tocarse. Aquellos que encuentran vitalidad en el baile argentino, y que es su sustento, experimentan ahora ese sentido de nostalgia capturado en la canción.

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Protesta por parte de la comunidad del tango y directores de milonga después de un año de cancelaciones.

Corredores que atraían multitudes de bailarines semanalmente, llamados milongas, aún se encuentran cerrados. Los bailarines enseñan en línea o se reinventan para poder sobrevivir. Otros, como las parejas que se reúnen en la pequeña plaza de Buenos Aires, asisten a milongas clandestinas en los parques. También han estado de luto por algunos de ellos, por ejemplo, Juan Carlos Copes, una leyenda del baile y coreógrafo que murió a los 89 años por complicaciones relacionadas con covid.

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Nicolás Ponce y su novia en su nueva tienda temática de tango llamada Flores Negras. Nicolás es un DJ de tango y bandoneista. Cuando sus actividades en el tango se detuvieron por la pandemia, comenzó a vender plantas desde la casa de su novia y en Instagram, bajo el usuario de Flores Negras. En noviembre abrieron su primera tienda oficial en Villa Urquiza.

Para nosotros, es como si nos hubieran cortado las alas, nuestros pies, todo”, dice Valeria Buono, violinista y una de las organizadoras de la milonga al aire libre Villa Lugano.

“No podemos reunirnos con nuestros amigos, sentarnos y platicar con ellos, escuchar música. Todo eso es tan argentino. Tenemos este afecto que es muy característico de nuestra cultura”, dice Buono, de 46 años. “Chocar puños como una manera de saludo resulta ridículo para nosotros. Sigo sin poder hacerlo. Necesito dar abrazos, besar y tocar”.

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Mario Bulacio es codirector del club Catedral, lugar donde también vive y es uno de los escenarios icónicos de milonga en la colonia Almagro en Buenos Aires. Comenzó hace 22 años, mezclando turistas, bailarines locales y personas que querían disfrutar del ambiente y tomar una bebida. Desde el inicio de la cuarentena estuvo cerrado. Cerca de 50 trabajadores, incluyendo meseros, profesores y DJs, no han podido regresar a trabajar desde el 20 de marzo.
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Diego Benbassat es bandoneista de la Orquesta Misteriosa, una famosa orquesta que presenta un espectáculo de tango para los turistas y que representa su principal y regular ingreso. Desde marzo no ha podido trabajar y se quedó sin ingresos durante dos meses. En junio decidió hacer algo y comenzó a laborar como repartidor para plataformas de ventas en línea hasta que pudo volver a tocar.

El tango, ahora popular en todo el mundo, se originó a lo largo de la cuenca del Río de la Plata en Argentina y Montevideo, donde inmigrantes europeos descendientes de esclavos africanos e indígenas esclavizados se mezclaron en un caldero de diversidad que creó una identidad cultural única. Es una industria grande en Argentina, incluye a los bailarines, los músicos, los coreógrafos y compositores y tiene un lugar en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco.

Pero la gran mayoría de sus trabajadores en Argentina tienen empleos informales, no cuentan con seguridad en la cual puedan apoyarse. Así como ha pasado en otras esferas alrededor del mundo, la pandemia expuso rápidamente las condiciones precarias en las que viven los trabajadores del tango.

Para muchos, un mes sin trabajo fue suficiente para ponerlos en situaciones financieras complicadas, dice Gaby Mataloni, profesora y bailarina. Ella es parte de la asociación de Trabajadores del Tango Danza (TTD), la cual ha repartido despensas a las personas que trabajan dentro del círculo del tango desde mayo de 2020, gracias a las donaciones locales e internacionales.

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Gaby Mataloni y Andrea Uchilet son parte de la TTD y organizan la distribución de despensas para los integrantes de la comunidad de tango. Esta semana ocuparon la casa del arqueólogo alemán y amigo de Andrea Uchitel, un bailarín de tango y profesor. La casa esta vacía y es el lugar perfecto para organizar las despensas, las cuales son posibles gracias a las donaciones de productos y dinero.
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Andrea Uchitel empaca las despensas que serán entregadas por la TTD.

A lo largo de todos estos meses de la pandemia, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires “no dio ni un peso para apoyar a los trabajadores culturales”, cuenta Mataloni, quien fue parte de la creación de la TTD hace cuatro años después de que un famoso bailarín de tango de Buenos Aires hiciera público las condiciones informales del trabajo.

La gente ha comenzado a entender que si no nos unimos para hacer estas demandas, las condiciones no van a mejorar”, dice Mataloni, quien trabajó como farmacéutica antes de volverse bailarina de tango y andar de gira por el mundo. La contingencia obligatoria no ha sido fácil para ella. Ha tenido la posibilidad de enseñar en línea, pero tuvo que regresar a casa de sus padres por el golpe financiero.

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Ines Muzzopappa es una bailarina e integrante activa de la TTD. Unas semanas después de que comenzara la pandemia empezó a enseñar en línea. La mayoría de sus estudiantes no continuaron, pero muchos otros comenzaron a aparecer, especialmente del extranjero. Da esta clase junto con Corina, su compañera, desde su sala con un set especial, mezclando español, inglés e italiano.

Nunca me había quedado sin trabajo”, dice su amiga Inés Muzzopappa y también bailarina y profesora de tango en línea. “Nunca me imaginé el tango en el mundo virtual”, dice. Sin embargo, Muzzopappa se ha dado cuenta de que la gente ansiaba tener al menos algún tipo de conexión durante los momentos más solitarios de la pandemia.

La comunidad de tango reconoció anteriormente el riesgo inherente en la proximidad y cerró los lugares antes de que el gobierno declarara la cuarentena en 2020. Pero mientras los meses siguen pasando, surgió una división después de que algunas personas presionaran para realizar eventos, mientras que otras preferían esperar. Mientras tanto, la TTD ha organizado nuevos métodos para realzar el talento local como presentaciones en línea y clases virtuales.

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Zunilda en su departamento tomando la clase tango de Sheila Loy.
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Sheila Loy después de organizar su cuarto para enseñar tango por medio de Zoom.

Como cualquier otra forma de arte, el tango está vivo y evoluciona. Y así como las feministas y los artistas queer han reinventado los fundamentos patriarcales, Mataloni cree que la danza seguirá transformándose sin importar cómo luzca la realidad postpandemia.

Nos dimos cuenta de que la gente necesita seguir disfrutando la vida, a pesar de lo que nos está sucediendo”, considera Buono, mientras navega en su lista musical de tangos en Villa Lugano. “Los abrazos son terapéuticos para nosotros. Son sanadores, mantienen el deseo de vivir”. De hecho, los romances surgían de estos parques. “Las cosas pasaron”, dice con coraje.

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La milonguita del parque Chacabuco es clandestina y apareció a principios de noviembre en el parque Chacabuco, un jardín que cruza la carretera. Esta idea comenzó con Valeria Buono y Juan Carlos González. Para mucha gente, especialmente para los retirados que practican tango como un pasatiempo y una forma de vida, es un lugar esencial. Oficialmente esto no está permitido aún, pero la policía no los interrumpe.

Recuerda la primera milonga que organizó en septiembre con González durante la pandemia en un parque amplio al sur de la ciudad. Solo eran ellos dos. Lo peor que podía pasar, pensaron, era que la policía les pidiera retirarse. No lo hicieron. Desde entonces han organizado milongas cada semana, la mayoría entre parejas que ya se conocen. No habían tenido problemas hasta hace un mes, cuando llegaron los policías para reforzar las medidas de distanciamiento social y separar a las parejas de adultos mayores que estaban bailando.

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Juan Carlos González (último a la derecha) es el fundador de la milonguita del Parque Chacabuco.

Pero ya regresaron y no irán a alguna otra parte, a menos que René Serrudo tenga que decir algo al respecto. El mecánico de 65 años viajó durante casi dos horas, desde su casa en Berazategui hasta la milonga de Villa Lugano.

En la capital puedes bailar”, cuenta. “En la provincia, las cancelan”.

Hace 14 años, después de una separación que le rompió el corazón, eligió bailar tango y fue a bailes para levantarse el ánimo. Un día, una mujer le dijo: “Bailas muy bien, pero el tango te espera”.

Tomó clases y encontró su salvación. “Solía ir a la Iglesia y todo eso, pero cuando encontré esto, nunca lo solté”.

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