El número de Cecilio Pineda, periodista asesinado en 2017, aparece en lista vinculada a Pegasus
Credenciales de prensa de Pineda entre las pertenencias que guarda su esposa. Después de independizarse en 2012, rápidamente se ganó una reputación de reportar desde las escenas de crimen. Foto: Nina Lakhani

Los sicarios fueron por Cecilio Pineda Birto mientras se balanceaba en una hamaca en un autolavado, esperando a que limpiaran su camioneta.

El reportero independiente, de 38 años, fue asesinado a tiros el 2 de marzo de 2017 en Ciudad Altamirano, una ciudad guerrerense en la región de Tierra Caliente, un campo de batalla para las facciones rivales del crimen organizado.

Unas horas antes, Pineda había acusado en una transmisión en Facebook Live a la policía estatal y a políticos locales de confabulación con un capo violento conocido como El Tequilero.

En semanas anteriores, Pineda había recibido una serie de amenazas de muerte anónimas. Casi al mismo tiempo, su número de celular fue elegido como posible blanco de vigilancia por parte de un cliente mexicano de la empresa de software espía NSO Group.

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Una infección exitosa permite que un cliente de NSO acceda a todo el contenido del dispositivo, incluyendo contactos, mensajes de chat y ubicación exacta. El celular de Pineda desapareció de la escena de su asesinato, por lo que no fue posible realizar un análisis forense para determinar si su celular fue atacado o infectado con el programa de espionaje.

Los sicarios que lo asesinaron pudieron haberse enterado de su ubicación en un autolavado público a través de herramientas no relacionadas con la tecnología de NSO o sus clientes. Pero sus atacantes supieron exactamente dónde encontrarlo, a pesar de que la hamaca donde se recostaba no era visible desde la calle.

La gente con poder puede hacer lo que quiera a quienes quieran”, dijo su viuda, Marisol Toledo, cuando se le comentó que Pineda había sido elegido como potencial blanco. “Si tuvieron éxito (en infectar su teléfono), habrían sabido dónde se encontraba en todo momento”.

Uno de los presuntos sicarios fue encontrado muerto algunos meses después, pero nadie ha sido procesado por el asesinato.

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NSO dice que sus productos solo tienen licencia para que los usen sus clientes para combatir delitos graves y terrorismo. Sin embargo, al menos 26 números telefónicos de periodistas mexicanos aparecen en la información filtrada que sugieren personas de interés para los clientes de NSO entre 2016 y 2017.

Aquellos cuyos números telefónicos aparecen en la lista incluyen reporteros de investigación independientes, editores senior de las principales organizaciones de noticias del país y el exjefe de la oficina del New York Times Azam Ahmed. La información, a la que tuvieron acceso Forbidden Stories y Amnistía Internacional, fue compartida con The Guardian y sus 15 socios mediáticos.

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El autolavado donde les dispararon a muerte a Pineda el 2 de marzo de 2017.

Si bien la filtración de la información revela teléfonos que fueron seleccionados como posibles objetivos por los clientes gubernamentales de NSO, no es posible decir si los teléfonos se infectaron con el software espía sin un análisis forense del dispositivo.

Los abogados de NSO Group no comentaron si el celular de Pineda había sido atacado por el programa. Sin embargo, dijeron que “incluso si” eso fuera cierto, “eso no significa que el cliente de NSO Group o la información recolectada por el programa de NSO Group estuvieran relacionados de alguna forma con el asesinato del periodista el mes siguiente. La correlación no equivale a la causalidad, y los sicarios que asesinaron al periodista podrían haberse enterado de su ubicación en el autolavado a través de cualquier números medios no relacionados con NSO Group, su tecnología o sus clientes”.

México es el país más peligroso del mundo para los periodistas fuera de las zonas de guerra. El mes pasado, dos reporteros fueron asesinados en una semana, aumentando el índice de muertes a al menos 86 desde 2010, de acuerdo con el Comité para la Protección de los Periodistas. Aquellos en mayor riesgo son los reporteros que investigan las redes de influencia e interés tejidas por el crimen organizado, las fuerzas de seguridad y los funcionarios corruptos.

En Tierra Caliente, donde Pineda vivió y murió, estos pactos han permitido durante mucho tiempo que los cárteles y los políticos consoliden su poder y que controlen este corredor estratégicamente importante para la transportación de drogas, armas y personas.

Esta región cálida y seca está fuertemente militarizada, con fuerzas de seguridad federales y estatales y agencias de inteligencia operando en la región.

Los periodistas locales deben navegar entre normas opacas y amenazas directas que dictan lo que pueden o no pueden cubrir. Los salarios de los reporteros son extremadamente bajos, y muchos, como lo hizo Pineda, dependen de los famosos sueldos de agradecimiento por cubrir eventos.

“Esta es la precaria realidad en la que Cecilio tuvo que mantener a su familia, y si bien no hay justificación para aceptar sueldos de gratitud o regalos, tienes que entender el contexto en el que los periodistas viven, trabajan y mueren en Guerrero”, dijo Vania Pigeonutt, periodista especializada en crimen organizado. “Es imposible mantener a todos felices. Y no son los narcos quienes tienen el poder absoluto, son los narcopolíticos”.

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Pineda le tenía miedo a la sangre, pero cuando se independizó en 2012, rápidamente desarrolló una reputación de reportajes exclusivos de escenas de crímenes. Toledo y sus antiguos colegas lo describieron como trabajador, extrovertido e interesado por la sociedad, pero también como un mujeriego al que le gustaba lucirse con ropa de diseñador falsa y autos comprados a crédito.

No fumaba, no tomaba alcohol o drogas, pero amaba comer tacos y ver películas con sus dos hijas. La familia vivía en un cuarto, un sofocante garaje adaptado en la casa de su madre.

“Mi hijo me dijo que no tuviera miedo, que él iba a estar bien”, dijo su madre, Crizanta Birto Melecio, de 71 años, secándose las lágrimas. “Pero él dijo: ‘Si me pasa algo, será culpa de los políticos’”.

Pineda cambiaba con frecuencia los números porque temía que los suyos pudieran verse comprometidos, según sus colegas y familiares. En un momento, se publicó en un diario nacional la transcripción de una conversación entre Pineda, un colega y una fuente.

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Pineda con su amigo Agustín Hernández, a la derecha.

Como la mayoría de los reporteros que cubren crímenes locales, Pineda recibió con frecuencia amenazas de muerte. Pero mientas que otros reporteros casi siempre trataban de evitar problemas a través de la autocensura, Pineda minimizó los riesgos, dijo Agustín Hernández, un amigo cercano y antiguo colega. “Cecilio se metía en problemas porque era muy directo. Le decíamos que se lo tomara con calma, pero él siempre decía que todo iba a estar bien”, contó.

Aun así, Pineda sufrió ataques de pánico e insomnio, y en 2015 contactó al Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, una agencia cuasi independiente dentro de la Secretaría Gobernación.

The Guardian obtuvo una grabación de la última reunión de Pineda con el mecanismo en octubre de 2016, cuando expresó estar temeroso por una amenaza proveniente del pueblo de San Miguel Totolapan. Las autoridades reconocieron la gravedad de la situación pero cerraron el caso de Pineda porque se negó a reubicarse en otro estado.

En la grabación dice que está manejando los riesgos: “La gente que podría hacerme daño podría contratar asesinos, pero no sabrían mi paradero”.

Unas semanas después fue elegido como posible blanco de vigilancia por parte de un cliente de NSO.

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Una foto de Pineda exhibida en su ataúd.

San Miguel Totolapan en un municipio montañoso a unos 50 km al sureste de Ciudad Altamirano, y una de las principales áreas de cultivo de amapola en Guerrero.

En ese tiempo, el área estaba controlada por Los Tequileros, una facción de grupos locales que se separó del cártel de la Familia Michoacana aproximadamente en 2012 y que lanzó una oleada masiva de secuestros que dejó decenas de muertos.

De acuerdo con diversas fuentes, el padrino político de Los Tequileros era Saúl Beltrán Orozco, un político local del Partido Revolucionario (PRI). Él ha negado las acusaciones. Beltrán también era el coordinador de campaña de Héctor Astudillo, quien fue electo como gobernador del estado después de prometer traer “orden y paz”.

En diciembre de 2016, lugareños armados capturaron a la madre y amigos del jefe de Los Tequileros en represalia por los últimos secuestros. Esta facción nueva se presentó a sí misma como un grupo de ciudadanos comunes hartos del crimen, y Pineda simpatizó con su causa, dijo Israel Flores, periodista local. “Él comenzó a nombrar a los políticos que él creía eran los responsables de lo que estaba pasando. Esto fue un error”.

Pero el grupo en realidad estaba alineado con el cártel la Familia Michoacana, la cual estaba tratando de recuperar el territorio perdido. No está claro si Pineda sabía esto, aunque reportó ampliamente sobre la crisis, acusando al gobernador del estado y a las fuerzas policiacas de proteger a Los Tequileros.

A medida que la violencia se intensificaba, uno de los clientes mexicanos de NSO seleccionó el número telefónico de Pineda nuevamente. Aproximadamente durante el mismo tiempo, los números telefónicos de Beltrán y Astudillo también aparecieron en los datos, así como el del fiscal jefe del estado, Xavier Olea, quien investigaría posteriormente la muerte del periodista. No fue posible realizar un análisis forense para determinar si los celulares de Beltrán, Astudillo u Olea fueron atacados.

Ni Astudillo ni Beltrán respondieron a la petición de sus comentarios.

Olea, quien fue el fiscal general de Guerrero entre diciembre de 2015 y abril de 2018, tuvo una demostración del programa de espionaje israelí. En una entrevista, describió cómo a principios de 2016 lo visitaron dos hombres de negocios, un israelí y un mexicano, que habían sido recomendados por la Coordinación Nacional Antisecuestro.

Los hombres dijeron que el programa era capaz de escuchar las llamadas y descargar mensajes de WhatsApp. Como parte de su demostración, se infiltraron en el teléfono de la esposa de Olea.

Olea comentó que estaba impresionado con dicha tecnología, pero que nunca se aprobó el presupuesto para el contrato. Dos años después, el gobernador estatal accedió a comprar el programa, reveló Olea.

Nuestra investigación sugiere que Pineda fue elegido como posible blanco por parte la Secretaría de Defensa Nacional, primer cliente de NSO. También se cree que varias fuerzas de seguridad estatales accedieron al programa de espionaje y que las conexiones cercanas entre el crimen organizado y los políticos ha generado preocupaciones sobre si este podría terminar en las manos equivocadas.

La línea entre los buenos y los malos no es clara”, dijo Jorge Rebolledo, asesor de seguridad e inteligencia ubicado en la Ciudad de México.

NSO aseguró que no operaba el sistema que vende a los clientes gubernamentales investigados para luchar contra el crimen y el terrorismo, y que no tenía acceso a la información de los objetivos de sus clientes.

En febrero de 2017, Pineda pudo haber sentido que se le acababa el tiempo. Comenzó a estacionar su carro de reversa y le preguntaba repetidamente a su esposa si había checado que las puertas estuvieran cerradas. “En la última semana se veía preocupado y asustado”, reveló Toledo. “(Pero) nunca nos dijo los detalles, entre menos sepamos mejor”.

Pineda transmitió su último reporte el 2 de marzo, afirmando que el gobernador estatal y los elementos de la fuerza policiaca del estado sabían exactamente dónde se escondían Los Tequileros.

En cuestión de horas, ya estaba muerto.

Reporte adicional por Paloma Dupont de Dinechin desde Forbidden Stories.

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