Crece el escepticismo en El Salvador sobre la apuesta del bitcoin
Una protesta en San Salvador contra la adopción prevista de bitcoin como moneda de curso legal. Foto: Marvin Recinos/AFP/Getty

Litha María de Los Ángeles pone en el comal dos pupusas rellenas de queso, el pan sin levadura de maíz de El Salvador. Con un clic de la cámara sobre el código QR recibe su pago: cuatro milésimas de bitcoin. Entonces, mientras la lluvia cae sobre el tejado de hierro corrugado y una ráfaga de viento levanta los manteles de plástico azul, se va la luz.

A El Salvador le esperan unas semanas agitadas, mientras se prepara para ser el primer país en adoptar el bitcoin, la moneda digital descentralizada más popular del mundo, como moneda de curso legal el 7 de septiembre. Al acercarse la fecha límite, una serie de desafíos –tecnológicos, financieros y criminales– amenazan con hacer fracasar el plan del presidente, Nayib Bukele, de sacar a la economía centroamericana de sus actuales aguas agitadas con la ayuda de una ola de criptomonedas.

El Zonte, un pueblo surfista con aproximadamente 3 mil habitantes y una playa de arena negra y piedras, es un lugar insólito para una revolución financiera global. Pero desde 2018 el proyecto Bitcoin Beach del pueblo ha sido una placa de Petri para la adopción de criptomonedas. Respaldado por donantes californianos, el proyecto entregó 50 dólares (unos mil pesos mexicanos) en bitcoin a cada familia local, promovió la adopción de la criptomoneda por parte de los vendedores locales y pagó con ella docenas de proyectos sociales, desde los salvavidas hasta la recolección de basura.

Ahora puedes comprar comida, pupusas o pagar tu internet con bitcoin“, comenta José Román Martínez, de 30 años, uno de los fundadores de Bitcoin Beach. “Para muchas personas, es la primera vez que reciben un pago digital”.

De acuerdo con Martínez, los turistas conocedores de las criptomonedas se han interesado por el proyecto, lo que ha proporcionado un nuevo impulso a El Zonte y ha provocado un crecimiento inmobiliario en la ciudad. “Cuando era niño, los salvadoreños solo querían cruzar la frontera y dirigirse a Estados Unidos. Ahora los niños de aquí sueñan con cosas mejores”.

¿Puede un experimento de economía circular respaldado por un grupo de criptoevangelistas extranjeros aplicarse a nivel nacional? Los salvadoreños no han opinado hasta ahora, pero están a punto de averiguarlo.

Bukele anunció su plan de convertir el bitcoin en moneda de curso legal en junio (un mes antes de su cumpleaños número 40) con su habitual espíritu millennial: a través de un enlace de video en una conferencia sobre criptomonedas en Miami. Desde entonces, al igual que Elon Musk, con un mandato presidencial, ha publicado prolíficamente memes y promesas sobre bitcoin en su cuenta de Twitter.

Apenas cinco días después del anuncio, los legisladores aprobaron el proyecto de ley por una gran mayoría. Se está desarrollando un monedero digital nacional llamado Chivo, jerga local para “genial”, con un valor de 30 dólares de bitcoin depositados en cada uno como saldo inicial. Las transacciones en bitcoin estarán exentas del impuesto sobre las plusvalías, y los extranjeros que inviertan tres bitcoins en el país (aproximadamente 140 mil dólares) obtendrán la residencia.

En agosto, una nota de investigación de Bank of America mostró entusiasmada la capacidad de la nueva ley para reducir el costo de las transacciones internacionales (las remesas representan el 20% del PIB de El Salvador), aumentar la inserción digital en un país en el que el 70% de la población aún no utiliza bancos y atraer la inversión extranjera como primer paso en la adopción de la criptomoneda.

Desde entonces, sin embargo, el veredicto de las organizaciones financieras internacionales, y de los propios salvadoreños, se ha vuelto decididamente pesimista.

Se adoptó la ley con suma rapidez, sin un estudio técnico ni un debate público“, dice Ricardo Castañeda, economista local. “No creo que el presidente haya entendido del todo las implicaciones de la ley, su potencial de provocar graves problemas macroeconómicos y convertir al país en un paraíso para el lavado de dinero“.

Todavía no se ha publicado el marco normativo para la adopción y hay rumores de retrasos en la aplicación Chivo. Los banqueros de la capital afirman que han recibido llamadas de clientes ansiosos que amenazan con retirar sus fondos antes de arriesgarse a exponerse a los volátiles mercados de las criptomonedas.

La agencia de calificación Moody’s degradó la deuda salvadoreña por el temor al “debilitamiento del gobierno” evidenciado por la nueva ley, y el Fondo Monetario Internacional (FMI), con el que el gobierno está negociando un préstamo de mil millones de dólares, publicó un artículo en su blog destacando los riesgos de adoptar la criptomoneda como moneda nacional.

El cambio de la euforia al escepticismo ha sido muy rápido“, dice Castañeda.

Probablemente se exageren los beneficios potenciales identificados por el Bank of America. Un estudio de la Universidad Johns Hopkins afirma que el costo de las remesas a través de bitcoin será mayor en comparación con los métodos tradicionales, y una encuesta que se realizó en julio reveló que casi dos tercios de los salvadoreños no estarían dispuestos a aceptar pagos en bitcoin.

Eric Grill, director general de Chainbytes, que fabrica cajeros automáticos de bitcoin, comentó a The Guardian que su plan de trasladar la producción a El Salvador se ha enfrentado a graves problemas de abastecimiento de piezas. Los expertos locales en energía geotérmica afirman que el plan de Bukele de impulsar las actividades de minería de bitcoin, que requieren mucha energía, a partir de los volcanes del país es muy optimista.

El gobierno insiste en que los salvadoreños tendrán libertad para cambiar su bitcoin por dólares estadounidenses, divisa que el país adoptó como moneda nacional en 2001, y ha propuesto un fondo de 150 millones de dólares para garantizar la convertibilidad. Sin embargo, dado el escepticismo popular, los críticos dicen que esto probablemente no será suficiente. También crearía la posibilidad de que los actores ilegales conviertan el bitcoin, que se hizo famoso en Silk Road, un mercado negro en línea, y que se enorgullece del anonimato de sus transacciones, en dólares a través de un banco nacional y así blanquear sus ganancias.

Sin embargo, tal vez la mayor preocupación es que expone a una población con poca educación financiera, que en su mayoría no cuenta con una red de seguridad económica, a la suerte de los mercados altamente volátiles de las criptomonedas.

“La ley bitcoin esencialmente juega con dos monederos públicos, el del gobierno de El Salvador y el del FMI”, comenta Daniel Munevar, un economista colombiano dedicado a la justicia de la deuda. “Una cosa es que un estadounidense apueste su cheque de estímulo en criptomonedas con la esperanza de obtener grandes rendimientos, pero esto es una inversión Yolo (solo se vive una vez) llevada al nivel nacional“.

En El Zonte, los lugareños están desarrollando sus propias estrategias de inversión basadas en el sentido común. Dominga Peña vende minutas, raspados con sabor a jarabes de frutas, en la playa. Dice que uno de cada 10 clientes paga con bitcoin y que guarda la mayor parte como un fondo de gastos de emergencia para compras pequeñas.

La gente de Bitcoin Beach me explicó los beneficios y las desventajas (de recibir criptopagos)”, señaló. “Cambió mi mentalidad respecto a la inversión, pero no guardaría demasiado dinero en bitcoin. El precio ha subido y bajado mucho últimamente.

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