‘El ataque se habría evitado’: el coautor del informe del 11-S reflexiona sobre las oportunidades perdidas
Thomas Kean escuchando el testimonio durante una audiencia sobre los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Foto: Mike Theiler/Getty Images

“El martes 11 de septiembre de 2001 fue un día templado y casi sin nubes en el este de Estados Unidos. Millones de hombres y mujeres se preparaban para ir a trabajar“. Así comienza el informe de la Comisión del 11 de septiembre en una prosa límpida.

Sin embargo, Thomas Kean pasó una larga noche debido al dolor de su mandíbula. “Fui al dentista”, recuerda, “y mi dentista me llamó para ver cómo estaba y me dijo: ‘Enciende la televisión. Está pasando algo en el World Trade Center’”. Así que la encendí y no la apagué sino hasta que llegó el segundo avión“.

Kean, que llegaría a presidir la Comisión del 11 de septiembre y a ser coautor del informe, en ese entonces era el presidente de la Universidad Drew que se ubica en Nueva Jersey. Corrió al campus preocupado por la posibilidad de que, dada su proximidad a Nueva York, sus estudiantes se encontraran entre los muertos por el ataque de los terroristas de Al Qaeda que secuestraron dos aviones y los estrellaron contra las Torres Gemelas.

No fue así, pero Kean, cuyas visitas al World Trade Center eran recurrentes, perdió amigos, conocidos y viejos colegas. “Cerca de donde vivo, todos se vieron afectados”, comentó el hombre de 86 años en una entrevista desde Far Hills, Nueva Jersey. “En todo el país hubo pérdidas. El recuerdo más triste que tengo es el de pasar por la estación del tren, los pasajeros que entraban y salían, y ver que la gente no regresaba por sus carros“.

Kean asistió a las ceremonias conmemorativas en Nueva Jersey y Nueva York. Se respiraba el dolor. “Recuerdo el discurso que di durante el servicio conmemorativo en la Catedral de San Juan el Divino. Fue el único momento en el que casi me quedé sin palabras, porque en la primera fila se encontraban muchos de los sobrevivientes, muchos de ellos eran mujeres que iban acompañadas de sus hijos, niños de muy corta edad, o embarazadas cuyos hijos nunca verían a su otro padre”.

“Me levanté, lo primero que vi fueron las dos primeras filas con aquellas personas, y me costó mucho trabajo hablar. Todos los que vivíamos en esta zona teníamos un vacío en el estómago y no desapareció. Duró mucho tiempo”.

Cerca de 3 mil personas murieron en el peor atentado terrorista perpetrado en suelo estadounidense. Las familias de las víctimas exigieron una investigación sobre el qué, el cómo y el por qué sucedió, en qué se falló y qué lecciones se podían aprender para evitar que se repitiera.

En el 2002, la primera elección del presidente George W. Bush para dirigir la Comisión del 11 de septiembre fue Henry Kissinger, exsecretario de Estado, junto con el exsenador George Mitchell como vicepresidente, pero ambos se negaron por conflicto de intereses. En su lugar, los puestos los asumieron Kean, exgobernador republicano de Nueva Jersey, y Lee Hamilton, excongresista demócrata de Indiana.

Sería una de las investigaciones más trascendentales en la historia de Estados Unidos y un arma de dos filos para quien la realizara. Kean recuerda: “Me sentí como si me hubiera caído una montaña encima. Tres presidentes me ofrecieron puestos en el gabinete y los rechacé”.

“Decidí que ya había terminado mi servicio al gobierno y que ahora estaba enfocado en otras cosas, pero dado el hecho de que perdí amigos, y que es muy difícil decirle no al presidente de Estados Unidos, pensé que no tenía opción. Así que dije que sí e inmediatamente pensé: Dios, en qué me acabo de meter“.

La comisión se creó en un momento muy difícil: Bush, un presidente con el que hubo una división marcada, y que, además, buscaba la reelección. Cuando Kean entró en la sala para la primera reunión de la comisión, observó que los republicanos estaban sentados en una esquina y los demócratas en la otra.

“Les dije que declaraba abierta la sesión en ese momento y todos tomaron sus asientos y les dije que se cambiaran de asiento, que no quería ver en esta comisión a un republicano sentado junto a otro republicano ni a un demócrata sentado junto a otro demócrata, ya sea en público o en privado. Me miraron y no es que estuvieran muy de acuerdo, pero todos lo hicieron. De vez en cuando nos sentamos así y tratamos de hacer las cosas juntos”.

Cuando invitaron a Kean a aparecer en el programa político estrella de la NBC, Meet the Press, se aseguró de que Hamilton lo acompañara, lo que sentó un precedente para que los comisionados hicieran apariciones en los medios de comunicación en parejas de ambos partidos, pero a Kean le costó trabajo ganarse la confianza de las familias de las víctimas, que a su parecer eran “gente maravillosa”.

Dice: “Estaba entre la espada y la pared. Creían que había muchas cosas que no habían salido a la luz y tenían razón, pero pensaban que había incluso más cosas de las que en realidad tenían y querían asegurarse de que moviéramos cielo, mar, y tierra en busca de cualquier prueba que pudiera existir“.

“Muchas de las familias, casi la mayoría, tenían la sospecha desde el primer día de que el presidente sabía algo que no le había contado a los estadounidenses: que diario existía un informe presidencial por parte de la inteligencia que informaba que en un momento dado los terroristas considerarían usar aviones como bombas. Estaban bastante convencidos, y querían que lo descubriéramos“.

Kean y su equipo hicieron que el jefe de la inteligencia británica volara a Estados Unidos para una reunión secreta. Entrevistaron al expresidente Bill Clinton, al vicepresidente en funciones, Dick Cheney, y al propio Bush, cuya sesión ya había durado dos o tres horas cuando Kean decidió que tenían que concluirla.

Kean recuerda: “El presidente me miró y dijo: ‘Estaré aquí todo el tiempo que tengan preguntas. No me iré hasta que responda todas sus preguntas’. Pensé, ¿en qué otro lugar del mundo podría ocurrir esto? Un grupo de ciudadanos comunes que no fue electo, y que en ese momento no ocupaba ningún cargo, podía entrar en la Casa Blanca y hacer que el presidente de Estados Unidos dijera que iba a responder a todas las preguntas. Fue uno de mis momentos parteaguas“.

El informe final deja claro que, si tanto Clinton como Bush hubieran actuado de otra manera, existe la posibilidad de que los atentados se hubieran frustrado. “Creo que ambos presidentes consideraron que, dadas las circunstancias a las que se enfrentaban en ese momento, tomaron decisiones razonables, pero que, en retrospectiva, y con la suma de muchos hechos, ambos llegaron a la conclusión: Si lo hubiéramos sabido, hubiéramos hecho las cosas de otra manera“.

Bajo la constante presión de las familias, que asistieron a las audiencias públicas con fotos de la gente que perdieron, la comisión intentó no dejar piedra sin mover en su búsqueda de registros gubernamentales. Pero no fue fácil tener transparencia durante el proceso.

“No quisieron dárnosla. Tuvimos que luchar para conseguir entrevistas con el presidente, luchar para ver las sesiones informativas diarias del presidente, luchar para conseguir información que en ocasiones decían que era clasificada incluso para nosotros, pero al final, conseguimos todo lo que pedimos y pudimos escribir el informe que hicimos porque tuvimos pleno acceso a toda la información“.

Kean y sus colegas obtuvieron acceso sin precedentes a los informes diarios del presidente, un resumen de información clasificada y análisis de cuestiones de seguridad nacional. Los documentos los sacaban de las cajas fuertes para que los comisionados pudieran leerlos y tomar notas, dichas notas no podían salir de la sala.
Una de ellas estaba fechada el 6 de agosto de 2001 y se titulaba “Bin Laden determinado a atentar contra Estados Unidos“. Los comisionados convencieron a la Casa Blanca de que ese representara el primer informe diario del presidente que la población vería.

Kean considera que tres cuartas partes de los documentos que estaban clasificados no deberían serlo. Las familias llevan mucho tiempo pidiendo que se hagan públicos los resultados de una investigación del FBI sobre la posible complicidad de Arabia Saudita en los atentados, incluidos los contactos entre funcionarios saudíes y dos secuestradores que vivieron en California previo al 11 de septiembre de 2001.

La semana pasada, Joe Biden cedió ante la presión y anunció la revisión y desclasificación de los archivos de la investigación del FBI. Quince de los 19 secuestradores eran ciudadanos saudíes, pero el país niega cualquier implicación en el complot e impugna una acción legal presentada por las familias en un tribunal federal de Nueva York.

El informe de la comisión no encontró “prueba alguna de que el gobierno saudita como institución o altos funcionarios saudíes financiaran” a Al Qaeda. En una entrevista realizada la semana pasada en el podcast Politics Weekly Extra de The Guardian, Kean mencionó: “En todos los documentos que leí, incluidos los que las familias quieren que se hagan públicos, no encontré nada que indicara participación alguna de los funcionarios del gobierno saudí“.

“Ahora bien, si hubo o no ciudadanos de Arabia Saudita implicados en algún momento, no lo sé. Soy cercano a las familias, me llevo bien con ellas pero les comento, no creo que vayan a conseguir algo. Encontré más información sobre la posible implicación de Irán que de Arabia Saudita“.

Kean estaba decidido a seguir todas las pistas, por muy descabelladas o improbables que estas fueran. Por teléfono comenta: “En ese momento existían un montón de teorías conspirativas sobre lo ocurrido, cosas ridículas. Se decía que los judíos estaban detrás. También se decía que era una conspiración de la derecha. Hubo una teoría que aseguraba que la administración de Bush había sacado a la familia Bin Laden y a todos los árabes de alto nivel del país antes de que el FBI pudiera interrogarlos”.

“Dije: ‘Solo terminaremos nuestro trabajo si se investiga cada teoría conspirativa, si es cierta, se incluirá en el informe; si no es cierta, no la incluiremos. Así que pusimos personal a cargo de cada teoría conspirativa y descartamos la mayoría“.

La comisión creó 41 recomendaciones sobre cuestiones como la seguridad nacional, la respuesta ante emergencias, la reforma del Congreso y la política exterior, y recaudó fondos privados para mantener una pequeña plantilla que le permitiera presionar para su implementación. Para Kean, quizás la más importante fue la de compartir información para evitar nuevos ataques terroristas, la mayor reforma de inteligencia en la historia de Estados Unidos.

Explica: “Si el FBI y la CIA y las otras 14 agencias de inteligencia hubieran hablado entre sí, la mayoría de nosotros cree que el atentado se habría evitado. Reorganizamos todo el aparato de inteligencia, de modo que en lugar de varias agencias ahora existe un jefe, el director de inteligencia nacional, por lo que ahora los miembros de las diferentes agencias se reúnen y comparten información“.

El informe se publicó el 22 de julio de 2004. Kean y sus colegas comisionados lo llevaron a una editorial privada para hacerlo más asequible para la población en comparación con el típico documento oficial. La obra de la historia, en prosa fluida, se convirtió en un bestseller nacional y, en torno al 20º aniversario, podría gozar de un renovado interés.

Dio mejores resultados de los que Kean esperaba. “Todavía existen algunos teóricos de la conspiración, pero eso es todo. Pensé que saldrían cosas nuevas que no sabíamos o no podíamos descubrir. El informe surtió efecto. Estoy complacido, pero sorprendido“.

Las dos décadas posteriores al 11 de septiembre de 2001 han sido testigos de las guerras entre Irak y Afganistán (y una retirada abrupta, caótica y sangrienta el mes pasado), las elecciones de Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden y un debate sobre la posición de Estados Unidos en el mundo. ¿Cree Kean, quien ahora es presidente del consejo de administración de la Corporación Carnegie de Nueva York, que los acontecimientos de aquel día templado y casi sin nubes causaron a la nación un trauma psicológico?

“Obviamente, algo que sea tan importante y trágico va a dejar una cicatriz y evidentemente así fue, no solo en una familia sino en el país, pero creo que lo más importante que hay que recordar es: hay que adelantarse a las cosas. Reconocer el hecho de que se cometieron errores, errores que no los cometió gente mala, sino gente buena, y que, si hubieran hecho las cosas de otra manera, el suceso no habría ocurrido. Así que hay que adelantarse a las cosas, utilizar la inteligencia de manera adecuada. Que todos y cada uno hagan la parte que les corresponde”.

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