China impondrá límites más estrictos a los rascacielos
Vista del horizonte de Shangai en la que se ve la Torre de Shangai, en el centro, el segundo edificio más alto del mundo. Foto: Zimu Liu/Alamy

China anunció que restringirá la construcción de “superrascacielos” en las ciudades más pequeñas, como parte de una campaña más amplia contra los “proyectos de vanidad” y para reducir el consumo de energía.

Los rascacielos que superen los 150 metros de altura estarán estrictamente limitados, y aquellos que superen los 250 metros estarán prohibidos en las ciudades con menos de 3 millones de habitantes.

Las autoridades también limitarán las estructuras de más de 250 metros en las ciudades con más de 3 millones de habitantes.

No es la primera vez que los reguladores chinos intervienen para limitar la altura de los rascacielos. En julio, la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma de China, la principal agencia de planificación del país, prohibió la construcción de nuevos rascacielos de más de 500 metros y restringió la construcción de aquellos que superaran los 250 metros.

En aquel momento señaló que ya no se aprobarían nuevos rascacielos de más de 500 metros de altura, y que los que superaran los 250 metros estarían estrictamente limitados. Se pueden conceder exenciones después de que el gobierno compruebe los planos detallados del edificio, como los relacionados con la capacidad de extinción de incendios.

El regulador también endureció este verano las normas para los edificios superiores a 100 metros. En ellas se incluyeron requisitos sobre la capacidad antisísmica de los edificios y la posibilidad de equiparar la capacidad de extinción de incendios y rescate de las ciudades en las que se ubican.

El ministerio de vivienda y desarrollo urbano-rural y el ministerio de gestión de emergencias, un departamento ejecutivo a nivel de gabinete responsable de la gestión de emergencias y la seguridad laboral, emitieron conjuntamente la declaración más reciente en los últimos días.

En ella se añadió que aquellas entidades que aprueben nuevos proyectos que infrinjan las normas más recientes tendrán que asumir “responsabilidades de por vida“.

China alberga algunos de los edificios más grandes del mundo. La Torre de Shanghái de 128 pisos y 632 metros de altura, por ejemplo, es el edificio más alto de China y el segundo más alto del mundo. China también es uno de los mayores mercados para diseñadores como Arup, con sede en Londres. Y durante años, este país en rápido desarrollo ha sido un experimento para ambiciosos arquitectos internacionales como Rem Koolhaas y la difunta Zaha Hadid.

Pero en los últimos años las autoridades se han encontrado con cada vez más dificultades para gestionar estos edificios. En los medios de comunicación estatales y en las redes sociales aparecen con frecuencia informes sobre posibles incidentes de salud y seguridad en estos rascacielos.

En marzo se produjo un incendio en un edificio residencial de gran altura en la ciudad de Shijiazhuang, en el norte de China. Y en agosto se produjo otro en la ciudad nororiental de Dalian, en la provincia de Liaoning. Ambos incidentes generaron intensos debates en las redes sociales chinas.

En mayo, un edificio de 72 pisos y casi 300 metros de altura en el sur de Shenzhen comenzó a sacudirse misteriosamente, provocando la evacuación de las personas que se encontraban en su interior mientras los peatones miraban horrorizados. Posteriormente se descubrió que la causa fue una combinación de vientos, líneas de metro y temperaturas fluctuantes.

En los últimos años, los reguladores han criticado públicamente algunos de los audaces diseños, llamándolos “proyectos de vanidad” que solo fomentarían que las ciudades chinas compitieran entre sí de forma inadecuada. A principios de este año, Beijing prohibió la “arquitectura fea”.

“Nos encontramos en una etapa en la que la gente se muestra demasiado impaciente y ansiosa por producir algo que realmente pueda pasar a la historia”, señaló en abril Zhang Shangwu, subdirector de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Tongji, citado por el South China Morning Post.

Y añadió: “Todo edificio pretende ser un referente, y los promotores y planificadores urbanos intentan alcanzar este objetivo llegando al extremo de la novedad y la rareza”.

De acuerdo con el periódico estatal Global Times, los reguladores publicaron el año pasado un documento en el que aclaraban la forma en la que debía reforzarse la gestión de la arquitectura en las ciudades chinas. Concluyeron que los grandes edificios con un estilo extraño eran “un desperdicio de recursos“.

Páginas web de arquitectura, como Archcy.com, animan a los ciudadanos a descubrir diseños curiosos en todo el país y a votar por una lista del “salón de la vergüenza” de los 10 edificios más “feos” de China.

El organizador del concurso comentó que el objetivo de la votación era “provocar la reflexión sobre la belleza y la fealdad de la arquitectura y promover la responsabilidad social de los arquitectos”.

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