La pelea de almohadas podría ser el próximo gran deporte de combate, no, de verdad
Los luchadores del PFC Oscar "Abel" Rodríguez y Danilo Gurgel durante su pelea en Miami Lakes, Florida, el 29 de enero. Foto: Bryan Cereijo/The Guardian

“Existe algo tan catártico en recibir un golpe en la cabeza con una almohada”, plantea Steve Williams mientras asa un par de bistecs en la cubierta trasera de su catamarán. Los bagres giran en las luces neón de la popa del yate, escudriñando la superficie del agua en busca de restos de comida en el puerto de Boca Ratón.

Reproduce un video en su teléfono. Es la segunda pelea de exhibición producida por el Campeonato de Peleas de Almohadas (PFC), una organización que Williams fundó en el sur de Florida con el objetivo de convertir las peleas de almohadas en un deporte profesional. La pelea ocurrió en octubre, pero esta noche está disponible por primera vez, de forma gratuita en Fite.tv, el principal servicio de transmisión directa al consumidor de deportes de combate.

A pesar de tener el estómago lleno, dos botellas de cabernet vacías y el canturreo de los vientos alisios, hay un atisbo de ansiedad en el rostro de Williams.

Me muero por saber las estadísticas de esta pelea“, dice.

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La gente anima a los luchadores en el Campeonato de Peleas de Almohadas del PFC. Foto: Bryan Cereijo/The Guardian

Desde el punto de vista de Williams, esas estadísticas, o el número de transmisiones, determinarán la viabilidad a largo plazo de su última empresa. Dentro de una semana presentará el PFC Pound Down en Miami, la pelea de almohadas más grande que organiza su empresa y el primer evento de pago por transmisión, en el que se coronarán a los campeones inaugurales de este deporte. Una audiencia dispuesta sería una gran ayuda para su causa.

“No es necesario explicarles (las peleas de almohadas) a las personas, esa es su belleza”, dice Williams.

Las almohadas –que hacen un sonido como el de un pañal seco cuando se mantienen quietas y crujen como un látigo cuando chocan con un pómulo– son de tamaño queen, están rellenas de espuma y cubiertas de una lona de nailon. Los luchadores son emparejados según su tamaño y nivel de experiencia por lo que se denomina un “matchmaker” en el universo de los deportes de combate. Solo hay tres asaltos de 90 segundos, porque lanzar una almohada ancha con la torsión de un palo de golf se vuelve prácticamente imposible después de la marca de cuatro minutos, incluso para los atletas en forma de élite.

Williams, un emprendedor en serie con un expediente muy especializado –desde servicios de roaming para celulares de terceros hasta “teléfonos de emergencia” para aeropuertos, pasando por una especie de plataforma prototipo de suscripción musical de iTunes–, tiene el don de combinar lo útil con la novedad. En su opinión, la pelea de almohadas no es únicamente un truco.

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Steve Williams fundó el Campeonato de Peleas de Almohadas. Está trabajando para convertir la pelea de almohadas en un deporte profesional. Foto: Mary Beth Koeth/The Guardian

Existe una agresividad extrema en las peleas de almohadas, pero nadie sale herido. Muchas personas ya no quieren ver la sangre y la violencia”.

Williams presenta al PFC como la próxima UFC -la organización de artes marciales mixtas (MMA) más grande del mundo–, inspirándose en gran medida en el modelo de negocio de franquicias de esta última y en su marca escabrosa y agresiva. Al ir de puerta en puerta vendiendo su concepto a los estudios de artes marciales y a los gimnasios de boxeo del sur de Florida, reclutó a docenas de luchadores activos de MMA, estrellas de reality shows, boxeadores a mano limpia, mecánicos, madres solteras y veterinarios para que comenzaran a entrenar con sus almohadas. Después organizó peleas de exhibición en gimnasios y casinos en el sur de Florida.

Los luchadores profesionales apreciaron la intensidad y la competitividad tanto como los novatos. Debido a la gravedad de las palizas en una pelea de MMA, los competidores solo pueden soportar una o dos al año. El PFC encarna la idea de pelear sin arriesgarse a sufrir lesiones corporales graves.

“Toda mi vida he estado en las artes marciales, y les puedo decir que esto será más grande que todas ellas“, comenta Yuri Villefort, un luchador profesional brasileño de MMA que dirige Indio Dojo en Boca Ratón, uno de los primeros gimnasios que se asociaron con Williams. “Cualquiera puede competir y cualquiera puede ganar. No importa tu tamaño, edad o procedencia”.

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Santiago Seijo hace un swing contra su oponente, Markus ‘Maluko’ Pérez. Foto: Bryan Cereijo/The Guardian

La primera pelea de exhibición de Williams ocurrió en septiembre y la segunda en octubre. No tenían entradas, pero generaron contenido de video, que era todo lo que Williams necesitaba para difundir el evento fuera del sur de Florida. Los clips cortos se volvieron virales en Instagram, los retomó Barstool Sports y terminaron en programas matutinos en Inglaterra, lo que avivó una ola de nuevos aspirantes.

“Nunca he visto que algo despegue así”, comenta.

Williams cuenta que ha invertido más de 350 mil dólares de su propio dinero para organizar estas peleas y no ha ganado ni un centavo a cambio. En su opinión, todo valdrá la pena cuando suene la campana en el Pound Down, el primer torneo “profesional”, que significa, en términos generales, que los atletas recibirán un pago por su participación. Habrá cinturones de campeones en juego, y el mundo (con un poco de suerte) estará observando.

“En vivo para todo el mundo, estamos listos para dos asaltos explosivos de peleas nocturnas de almohadas”, dice el presentador vestido con un saco de esmoquin que no le queda bien.

Son las 9 de la noche en un extenso parque industrial a 20 millas al oeste del centro de Miami. Una multitud de influencers marginalmente famosos en las redes sociales y de luchadores con orejas de luchador se reúnen en primera fila de cuadrilátero. Resplandeciente con una chaqueta de terciopelo azul, Williams posa para las fotos con el entrenador de boxeo de Logan Paul. La sección VIP es una litera sobre la zona de los asientos, donde una pareja elegantemente vestida se reclina torpemente. En total, hay unas pocas docenas de espectadores y potenciales inversionistas. Todos los demás presentes están relacionados con el bizantino esfuerzo de producción del video.

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Con cinco meses de experiencia, Terrell ‘TJ’ Jenkins es considerado un veterano de este deporte. Foto: Bryan Cereijo/The Guardian

Dieciséis hombres y ocho mujeres de Estados Unidos y Sudamérica compiten en un asalto de eliminación individual por una oportunidad de ganar el título y el premio de 5 mil dólares. Todas las peleas duran dos asaltos, excepto la final, que es de tres. Algunas mejoras son evidentes: cada luchador ahora tiene un entrenador y un cutman en su esquina, y un uniforme de la marca PFC. (En las anteriores peleas de exhibición de Williams, los competidores usaban guantes de golf y su propia ropa de gimnasio que no combinaba).

En una pantalla gigante situada en la parte superior, una transmisión en vivo muestra a Terrell “TJ” Jenkins en su lento recorrido desde los vestidores hasta el cuadrilátero para su primera pelea. El público corea su nombre mientras sube a través de las cuerdas. Hace flexiones y sonríe con fuerza. En la esquina opuesta, Mike Trujillo, luchador profesional de MMA y de pelea a mano limpia, lo mira amenazadoramente.

Con tan solo cinco meses de experiencia, Jenkins es uno de los pocos veteranos de este naciente deporte.

Durante varias semanas anteriores a su primera pelea profesional, ha estado entrenando con pesas y practicando MMA en el dojo de Villefort.

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TJ Jenkins se enfrenta a Mike Trujillo en la prueba PFC Pound Down. Foto: Bryan Cereijo/The Guardian

“No puedes aplicar demasiada técnica. De lo contrario, te quedarás bloqueado”, dice. “Me parece bien ser el menos favorecido. Es parte de mi identidad”.

Jenkins, que mide 1.87 metros y tiene los hombros como Dwight Howard, tuvo unos orígenes ciertamente problemáticos en Yonkers, Nueva York. “No teníamos las cosas que la mayoría de las personas tienen, dinero, un hogar estable, figuras paternas. Y lo que te falta en casa lo buscas en otra parte”. Pasó una década en libertad condicional en Nueva York y varias semanas sin hogar tras aterrizar en el sur de Florida en 2019. Poco a poco fue ahorrando para abrir su propio negocio de servicio móvil de lavado detallado de autos, su primera oficina se encontraba en un edificio comercial propiedad de Williams.

“Nos llevamos bien enseguida”, dice Jenkins. Cuando Williams fundó el PFC, invitó a Jenkins para que lo intentara. “Me sentí como un niño pequeño otra vez”, dice melancólicamente. “Me devolvió oleadas de esa misma alegría y emoción. Necesitaba transmitirle eso a otras personas”.

Al parecer, se encuentra en un estado de asombro perpetuo respecto a cómo ha evolucionado su vida, propietario de un negocio que es capaz de emplear a miembros de su familia, y favorito local para ganar el evento principal del sábado.

“Cuando subo al cuadrilátero, pienso en mi pasado, pienso en todo lo que intentó romperme”, comenta.
“¡Trabaja la mano trasera, y quédate sobre él!” Villefort grita desde la esquina de Jenkins.

Jenkins sostiene la almohada con ambas manos y hace un swing como si intentara enviar una pelota de béisbol al campo izquierdo. En este caso, la pelota es la cabeza de Trujillo, y a los 20 segundos del segundo asalto Jenkins hace lo impensable: envía a Trujillo a la lona. El árbitro detiene la pelea y declara a Jenkins ganador por nocaut técnico (TKO), la primera victoria de este tipo en la corta historia del PFC. El público estalla. Jenkins baja del cuadrilátero y abraza a su hermano.

“Espero que esté bien”, dice, mientras ve cómo el médico del cuadrilátero acompaña a Trujillo fuera del cuadrilátero y al hospital. Tanto como para no salir herido.

En medio de toda esta emoción, una de las luchadoras, Meriah Hall, hace rebotar tranquilamente a su hijo de un año, Alaric, sobre sus rodillas. Se muestra inesperadamente relajada.

Una semana antes, se mostraba con una actitud similar, empujando a Alaric por un parque en la zona oeste de Delray Beach, Florida. Hall prefiere entrenar al aire libre en lugar de hacerlo en el gimnasio, sus entrenamientos consisten en largas carreras y meditación. En el cuadrilátero, se le conoce como “Shuttle Launcher”, una referencia a su ciudad natal, cerca de Cabo Cañaveral, y a su estilo de pelea.

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FOTO: Los luchadores del PFC Meriah Hall, Xavier “Hurricane” Santana, Phillip Aughinbaugh y Krystal Tait reciben golpes durante sus peleas en la prueba Pound Down del PFC Campeonato de Peleas de Almohadas. Fotos: Bryan Cereijo/The Guardian

“Lo necesitaba”, comenta sobre las peleas de almohadas. “Las cosas cambiaron cuando me convertí en madre. Era una salida para desahogar todas mis frustraciones sobre mi nueva vida, la maternidad y la pandemia”.

El pasado mes de octubre, aproximadamente cuando el PFC organizó su segunda exhibición, su prima murió por complicaciones de Covid-19, dejando un esposo y tres hijos. Unas semanas más tarde, también murió su tía.

Hall ganó sus dos peleas de exhibición el año pasado. Le gustaría proteger ese récord invicto, pero, sobre todo, quiere honrar a sus familiares fallecidos.

“Quién sabe adónde me llevará todo esto”, comenta. “Pero tiene un nuevo significado ahora que se fueron”.


Hall se muestra más moderada que de costumbre cuando sube al cuadrilátero en la noche del sábado. Sus seguidores especulan sobre si se trata de una estrategia o de una noche complicada. Independientemente de ello, gana su primera pelea sin problemas contra una cinturón azul de jiu-jitsu del Bronx y pasa a las semifinales. Pero Hall no tiene respuesta para la luchadora brasileña de la UFC y dos veces campeona mundial de Muay Thai, Istela Nunes, que pasa a ganar la categoría femenina y a levantar el cinturón del título al final de la noche.

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Presentan a Hall antes de su pelea. Foto: Bryan Cereijo/The Guardian

Bebiendo una cerveza en primera fila del cuadrilátero, observando las semifinales masculinas, Hall está visiblemente agotada. “Me siento igual que después de mi primera pelea. Supongo que no entrené lo suficiente”, comenta. “También me vendría bien una niñera”.

Jenkins, por su parte, aún le queda una pelea por el título. En las semifinales, se enfrenta a Hauley Tillman, un chico local, pero pierde por decisión no unánime. Un crescendo de abucheos se eleva detrás de la cabina de los jueces, el público dice que fue un robo.

Antes de bajar del cuadrilátero, Jenkins abraza a su oponente. “Todo es amor”, dice. “Puse mi nombre en el mapa. Nadie en mi familia lo ha hecho nunca. Regresaré”.

De los muchos ganadores y perdedores del PFC Pound Down, el que más tenía que ganar es Williams, y en la mañana del domingo ya está dando vueltas de victoria en la marea de titulares previsiblemente sensibleros, desde el New York Post hasta Haaretz, que surgió durante la noche.

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Hall recurrió a la pelea de almohadas como una forma de combatir el estrés de la maternidad y la pandemia. Foto: Mary Beth Koeth/The Guardian

“No creerías lo que está pasando”, dice por teléfono. “Japón, Inglaterra, Brasil, Estados Unidos, todos quieren saber sobre la pelea de almohadas”.

Su plan para implantar el programa en las escuelas, los gimnasios y los dojos de todo el mundo se está gestando rápidamente con el modelo de venta por correo, que consiste en llamar a PFC y recibir una caja de las almohadas oficiales de PFC (con patente en trámite) en la puerta de tu gimnasio en una semana. La maquinaria sigue funcionando cuando piensa en la liga infantil, señalando que la conexión entre los deportes de contacto y las enfermedades neurológicas como la encefalopatía crónica traumática (ETC) ha provocado que los padres se inclinen menos por el fútbol americano y las artes marciales. Y también está el tema de la publicidad: comenta que la ausencia de sangre y gore hace que esto sea más atractivo para las empresas convencionales.

“Bed, Bath, and Beyond tendría sentido”, comenta. Entre los patrocinadores actuales se encuentra una empresa de sábanas llamada Pillow Guy. “No hay que confundirla con ‘el MyPillow guy’: no intentamos meternos en política”.

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Istela Nunes es declarada ganadora de su pelea contra Meriah Hall. Nunes ganó la categoría femenina del Campeonato PFC. Foto: Bryan Cereijo/The Guardian

Esa ansiedad de la semana anterior claramente se vio sustituida por la euforia. Williams dice que tiene las cifras de la transmisión del sábado de Pound Down, pero no quiere hacerlas públicas, ya sea porque son insignificantes, o porque son tan contundentes que quiere mantenerlas en secreto. Se trata de un recordatorio más de que este es su deporte, y él establece las reglas.

No importa, todavía le sobra confianza. “Estoy seguro de que un día tendremos una pelea de almohadas multimillonaria, y el mundo estará observando.

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