Los jóvenes de toda Europa revelan que la pandemia los volvió impacientes por un cambio sistémico después de haber sufrido la peor parte de las consecuencias.
La generación Z de Europa. Foto compuesta: Equipo de diseño de The Guardian
Las políticas aplicadas por el Covid-19 corren el riesgo de dejar cicatrices psicológicas y socioeconómicas en millones de jóvenes de toda Europa, con consecuencias de gran alcance para ellos y para la sociedad, según reveló un amplio proyecto de The Guardian.
Adolescentes y jóvenes adultos expresaron una intensa ansiedad sobre su futuro y acusaron a los gobiernos de haberles fallado a medida que los 15 meses de confinamiento desestabilizaban su bienestar mental, su educación y sus perspectivas de empleo.
“Toda nuestra generación fue dejada de lado como un problema del que se tendrán que ocupar después”, respondió un joven de 17 años en el norte de Inglaterra. Desde Alemania, un joven de 21 años escribió: “Somos la menor prioridad“. Y en Francia, un joven de 21 años dijo que se consideraba parte de “una generación sacrificada”.
Aunque es el grupo con menos probabilidades de enfermarse de coronavirus, la Generación Z se ha visto afectada de forma desproporcionada por la interrupción educativa más grande de la historia moderna, el aumento del desempleo y los efectos psicológicos del aislamiento del confinamiento. Los jóvenes trabajadores también son el grupo con menos probabilidades de haber recibido una ayuda económica por la pérdida de empleo.
La profundidad del abatimiento y el enojo que reflejan las respuestas probablemente hará sonar las alarmas políticas, justo en el momento en que los gobiernos europeos están controlando la crisis sanitaria con programas de vacunación y reabriendo cautelosamente las golpeadas economías.
Reflejan una investigación que revela que el 64% de los jóvenes europeos está en riesgo de sufrir depresión, en comparación con el 15% anterior a la crisis derivada del Covid-19. Un cálculo inédito de la fundación de la UE para la vida y el trabajo revela que para los jóvenes de 18 a 29 años la situación es incluso peor. Las mujeres de 18 a 24 años registraron los niveles más bajos de bienestar mental.
Massimiliano Mascherini, director de política social de la fundación, comentó a The Guardian: “El riesgo para el futuro radica en que tenemos un grupo que ha pasado casi un año y medio de su vida joven en una suspensión total, sin adquirir experiencia ni capital humano. Es posible que representen una parte de la población activa que sufrirá durante toda su vida”.
Cientos de jóvenes de entre 16 y 25 años de 30 países participaron en la convocatoria europea de The Guardian, realizada conjuntamente con medios de comunicación de Alemania, Francia, Italia y España, para conocer de boca de la Generación Z la forma en que los había afectado la crisis del Covid-19. Es el primer ejercicio de este tipo desde el inicio de la pandemia y ofrece un panorama de la forma negativa en que los adolescentes y los jóvenes adultos del continente perciben la gestión de la crisis.
Klaus Hurrelmann, profesor de salud pública en la Hertie School en Berlín, comentó que “olvidar” a los jóvenes era un error político que podría conducir a una “guerra de generaciones” en la década posterior a la pandemia. “Esto perjudica a todo el mundo, esta decisión de transmitirles a los jóvenes el mensaje: ‘No son una prioridad, primero tenemos que atender a las personas mayores'”.
La conmoción estimulará a los miembros más resilientes de este grupo de edad a tomar la lucha por el clima y otras batallas en sus manos, según sugieren las respuestas. “Tenemos tantos problemas que afrontar, tantas revoluciones que liderar”, dijo un joven de 16 años en Francia. Es incluso posible que el Covid-19 esté politizando a la Generación Z de formas imprevistas, del mismo modo que los trascendentales acontecimientos mundiales históricamente moldearon a las generaciones que alcanzaron la mayoría de edad en su apogeo.
Los encuestados de países de toda Europa señalaron que la crisis los volvió impacientes por un cambio sistémico y decididos a que su generación cree sociedades más solidarias en el futuro.
“Necesitamos una completa reestructuración. ¿Cómo podemos justificar el hecho de vivir en una economía en la que la gente que conozco celebró que los suspendieran momentáneamente por lo mucho que les disgustaba su trabajo?”, comentó un joven de 17 años de las West Midlands en Inglaterra. “Una pandemia no nos puede derrotar. Somos más fuertes que esto“, dijo otro.
Otros jóvenes revelaron que los largos periodos de aislamiento los hicieron comprender la necesidad de interacciones humanas “genuinas”. “No se puede vivir la vida en las redes sociales o en las videollamadas. Necesitamos gente a nuestro alrededor para darnos sentido a nosotros mismos“, señaló un estudiante holandés.
Sin embargo, por el momento, el impacto de la ansiedad, la soledad, el estrés académico y la inseguridad crónica se transmite a través de términos aplastantes: “una montaña rusa”, un “calvario”, “abrumador”, “aterrador” y “agotamiento” son los términos utilizados para describir cómo se siente la vida para muchos jóvenes adultos.
“Nos han quitado muchas cosas. La falta de apoyo que recibimos, el simple hecho de que se espere que nos recuperemos no es realista”, dijo un alumno de sexto grado en Inglaterra. “Mi salud mental se deterioró mucho. Tuve que empezar a tomar antidepresivos“, dijo un estudiante universitario del Reino Unido.
Una joven de 18 años de Barcelona comentó que estar “encerrada” durante meses en un pequeño departamento con su numerosa familia, y compartir una sola computadora, la dejó en un estado mental “terrible”.
“Me siento constantemente ansiosa”, dijo una estudiante de 23 años en Estonia. “Lo que más me duele es la incertidumbre sobre el futuro”.
Muchas de las respuestas, de las que hoy publicamos 50, reflejan el temor de que, aunque se enfrenten al mercado laboral más precario de las últimas décadas, los jóvenes tendrán que recoger los pedazos que deje el doble desafío del Covid-19 y la emergencia climática. Un adolescente español resume esa opinión: “Las generaciones anteriores dejaron un mundo espantoso y nos dicen: ‘Ustedes tienen que resolver esto’. Eso simplemente no es justo”.
Mascherini comentó: “Se trata de una mezcla muy desoladora de impactos de salud mental, económicos y sociales. En las recesiones anteriores, aquellos que más sufrieron, en términos de mercado laboral, arrastraron las cicatrices en la posibilidad de empleo posterior. Nunca se recuperaron”.
El riesgo, recalcó, es que una corriente de descontento juvenil, combinada con el colapso de la confianza, “podría ser aprovechada por las fuerzas políticas que están interesadas en socavar la fe de los jóvenes en la democracia“.
En opinión de Hurrelmann, los gobiernos deberían ofrecer educación universitaria gratuita, garantías de empleo y otros tipos de apoyo. “Tienen que transmitir la señal: queremos que puedan entrar en la sociedad y comenzar su vida”.
El agotamiento respecto a las aplicaciones y las redes sociales es un tema constante. “Aunque estamos acostumbrados a las redes sociales, al internet, a nuestros celulares y computadoras, ahora ya no los soportamos“, fue la opinión de un joven de 18 años que terminó sus estudios en Atenas.
“Deberíamos volver a realizar cosas como socializar de forma espontánea y tener contacto físico”, señaló un estudiante de una universidad británica.
Un estudiante de Friburgo, Alemania, añadió: “Celebrar tu 18 cumpleaños en una videollamada de Zoom no es una experiencia de la que te seguirás riendo con tus amigos dentro de cinco o diez años“.
La enseñanza en línea resulta casi universalmente poco popular: “Ahora sé lo malas que son las clases en línea, incluso con grandes profesores”, señaló un estudiante universitario de matemáticas de 20 años en Francia.
“Arruinó por completo mi experiencia universitaria y la calidad de mi carrera”, dijo un estudiante de último año de una universidad londinense. “Odio estudiar en línea, y lo odio aún más sabiendo que estoy pagando el precio completo por un par de clases en Zoom a la semana“.
La mayor parte de los encuestados dijeron que tuvieron dificultades para conseguir ayuda para los efectos psicológicos derivados de la pandemia.
“No conozco a ningún amigo que no esté deprimido o ansioso. Mi salud mental se deterioró tanto este año que tuve que comenzar a tomar antidepresivos”, comentó un estudiante de Gales.
Sin embargo, la percepción compartida de que los jóvenes importan menos que cualquier otro grupo de la sociedad podría estar fomentando una nueva solidaridad dentro de la Generación Z, indicó Hurrelmann.
“Toda una generación, no solo aquellos que se sienten desfavorecidos y deprimidos, ahora creen que ‘nuestros intereses como grupo, nuestros deseos y necesidades, no contaron’. En este sentido, la pandemia creó una unidad entre la Generación Z; impulsó la solidaridad dentro de esta generación”.
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