Cómo el secreto bancario suizo permitió un sistema financiero mundial desigual
El sistema financiero suizo es el tercero más secreto del mundo, indican los datos. Foto compuesta: Guardian

Los reyes franceses encontraron el refugio ideal para sus riquezas: una ciudad-estado situada entre los Alpes nevados y las prístinas aguas del lago de Ginebra. La realeza católica acudió a Ginebra en el siglo XVIII para intentar ocultar sus negocios con los banqueros protestantes.
En 1713, las autoridades de Ginebra, que adquirirían fama de ser discretas, introdujeron normas que prohibían que los banqueros revelaran detalles sobre sus clientes.

Ese centenario código de silencio, que posteriormente quedó consagrado en la ley suiza, volvió a ser objeto de interés esta semana tras una filtración de datos del banco Credit Suisse que reveló que sus clientes estuvieron implicados en torturas, tráfico de drogas, lavado de dinero, corrupción y otros delitos graves, lo que sugiere fallos generalizados en la aplicación de la diligencia debida por parte del banco.

Las revelaciones suscitaron un debate nacional en Suiza, a pesar de que se suponía que el tan anunciado “fin del secreto bancario tal y como lo conocemos” había ocurrido en 2014, cuando los ministros de 50 países y territorios acordaron por primera vez un intercambio mundial de información sobre la información financiera de sus respectivos contribuyentes.

La reunión ministerial de ese año en París fue considerada un acontecimiento monumental, entre otras cosas porque el enfant terrible de la banca aceptó a regañadientes unirse al club. Suiza prometió compartir información sobre las cuentas bancarias de sus clientes con las autoridades fiscales participantes de todo el mundo.

Para un país que durante más de 80 años penalizó el intercambio de información sobre sus clientes con países extranjeros, la adopción del denominado estándar común de reporte (ECR) constituyó un paso importante. Significó que Suiza y los demás signatarios intercambiarían información sobre los extranjeros que tuvieran cuentas bancarias en sus países, como parte de los esfuerzos para combatir la evasión y el fraude fiscal.

Sin embargo, incluso después de que los datos del ECR suizo comenzaron a cambiar de manos en 2018, los críticos argumentaron que el compromiso del país con dicho sistema había creado una “estrategia cebra”.

Por una parte, los bancos suizos podían aceptar dinero “limpio” de clientes de países industrializados y desarrollados, que formaban parte de acuerdos de intercambio automático de información. Pero la puerta no estaba cerrada en cuanto a la aceptación de fondos de clientes potencialmente dudosos de países en vías de desarrollo, donde las autoridades que investigan la evasión fiscal no tenían acceso automático a las cuentas secretas de sus ciudadanos en Suiza.

“A pesar de las muchas afirmaciones contrarias: el secreto bancario no está muerto”, dijo Dominik Gross, analista de impuestos y finanzas del centro de estudios para el desarrollo global Alliance Sud de Suiza.

Más de 90 países, entre ellos algunos de los menos desarrollados del mundo, todavía no han intercambiado información bancaria con Suiza.

En lo que respecta a estos países, “nada ha cambiado en comparación con el pasado”, señaló Sébastien Guex, experto bancario y profesor en la Universidad de Lausana. “Los banqueros suizos siguen ayudando a los ricos de estos países a esconder sus activos de las autoridades fiscales de su propio país“.

Credit Suisse indicó que “rechaza enérgicamente las acusaciones e inferencias sobre las supuestas prácticas comerciales del banco” que provienen de la filtración de datos de Suisse secrets, y destacó que mantenía “una estricta política de tolerancia cero respecto a la evasión fiscal y está plenamente comprometida con el cumplimiento de los esfuerzos globales de transparencia fiscal”, entre ellos el ECR.

Reputación de paraíso fiscal

A pesar de haber firmado el ECR, el sistema financiero del país alpino que no tiene salida al mar es el tercero más secreto del mundo, después de las Islas Caimán y Estados Unidos, según la Red de Justicia Fiscal, y supone una pérdida de 21 mil millones de dólares en ingresos fiscales para los países extranjeros cada año.

Casi la mitad de los 7.9 billones de francos suizos de activos gestionados en el país pertenecen a clientes extranjeros. Ha contribuido a construir una industria que representa el 10% del PIB suizo y un porcentaje similar de empleos en Suiza. Y aunque Suiza alberga alrededor de 243 bancos, Credit Suisse y su rival más grande, UBS, representan juntos cerca de la mitad de los activos bancarios del país.

Aunque la tradición del secreto bancario en Suiza se remonta al siglo XVIII, sus ventajas se volvieron más evidentes a principios del siglo XX, cuando los prestamistas suizos se convirtieron en un imán de las élites que querían guardar su riqueza, cada vez más variable, en un estado políticamente neutral.

También creció su reputación como paraíso fiscal, ya que las familias adineradas se apresuraron a encontrar un lugar donde esconder sus fortunas en medio de la introducción de impuestos sobre la herencia en países como Francia en 1901. Los prestamistas aprovecharon la oportunidad, distribuyendo folletos, anunciándose en los periódicos locales y desplegando a los banqueros por toda Francia para conseguir nuevos negocios.

No obstante, en medio de la creciente indignación por la pérdida de ingresos fiscales y la fuga de capitales, Francia emprendió una redada policial contra los banqueros suizos radicados en París en 1932. Esta operación reveló los nombres de cientos de ricos clientes franceses que tenían cuentas secretas en Suiza, entre ellos obispos, generales y exministros. La comunidad bancaria suiza, por su parte, se enojó y presionó para que se tomaran represalias.

En 1934, los políticos acordaron convertir en ley el secreto bancario –el “deber de silencio absoluto”-, convirtiendo en delito el hecho de compartir la información bancaria de los clientes, especialmente con las autoridades extranjeras.

Polémicamente, la ley, combinada con la neutralidad política de Suiza, convirtió al país en un refugio para los oficiales nazis. Los banqueros suizos colaboraron estrechamente con Adolfo Hitler y su régimen, ofreciendo créditos financieros y ayudando a los nazis que huían a esconder su botín tras la segunda guerra mundial.

Salen a la luz las explotaciones escandalosas

Hasta esta semana, la oposición al secreto bancario dentro de Suiza ha sido relativamente tenue. Cuando el partido socialista llevó a cabo un referéndum a mediados de la década de 1980 que habría suprimido las leyes de secreto bancario y obligado a los bancos a cooperar con las autoridades extranjeras que investigan a los evasores fiscales, el gobierno se opuso a la propuesta. Fue criticada como una invasión a la privacidad de los ciudadanos y una amenaza para el sistema bancario y la economía del país, y fue rechazada de forma contundente.

Sin embargo, en otros lugares, los reguladores mundiales se sentían cada vez más frustrados por su incapacidad de entrar en el sistema bancario suizo para investigar el fraude y la evasión fiscal a nivel mundial.

A principios de la década de 2000, los bancos suizos promocionaban agresivamente sus servicios a clientes ricos que deseaban evadir a las autoridades fiscales de su país, esta vez en Estados Unidos. Los detalles salieron a la luz después de que el banquero del UBS Bradley Birkenfeld compartió información con las autoridades estadounidenses en 2007, mostrando la forma en que el banco ayudó a miles de estadounidenses ricos a evitar el pago de impuestos al esconder miles de millones de dólares en cuentas secretas.

Las revelaciones de una investigación posterior del Senado indignaron a las autoridades estadounidenses, que multaron a UBS y a Credit Suisse por su papel en contribuir a la evasión fiscal de Estados Unidos y llevaron a Suiza a revelar unilateralmente información sobre las cuentas de los contribuyentes estadounidenses a partir de 2014.

Ese mismo año, Suiza se incorporó al ECR junto con otros 50 países y jurisdicciones.

El impacto del secreto bancario en la población pobre del mundo

En este contexto, el sector bancario suizo sostiene que sus leyes sobre el secreto bancario son asunto del pasado. “Ya no existe el secreto bancario suizo para los clientes extranjeros“, afirma la Asociación Suiza de Banqueros (SBA), añadiendo que el intercambio automático de información bancaria “se ha convertido en la norma, tanto para los bancos como para los clientes bancarios”.

“Los bancos suizos cumplen con sus deberes e implementan todas las regulaciones internacionales. Somos transparentes, no hay nada que ocultar en Suiza”.

No obstante, las revelaciones de Suisse secrets sugieren que todavía quedan restos en las bóvedas de los bancos suizos. Los activistas siguen preocupados por las “débiles” competencias del regulador nacional y por la forma en que los delincuentes y los evasores fiscales de los países en vías de desarrollo parecen seguir accediendo al sistema financiero suizo.

El organismo suizo de lucha contra la corrupción Public Eye dijo que organizaciones como la SBA minimizaban “el impacto perjudicial de este modelo de negocio tan exitoso de la industria financiera suiza, especialmente para los países más pobres”.

El ganador del premio Nobel y economista Joseph Stiglitz secundó esas preocupaciones y dijo que las revelaciones volvieron a poner, con justa razón, las leyes de secreto bancario del país en el centro de la atención. “Sin duda, Suiza debe conocer el efecto escalofriante de su legislación: casi con toda seguridad, esa era la intención, preservar sus modelos de negocio el mayor tiempo posible, de tomar una pequeña parte de las ganancias ilícitas de otros, a cambio de proporcionar un lugar seguro y secreto para acumular y almacenar el dinero”, dijo.

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