¿Quedarse o huir? Kiev acepta el desastre de la invasión rusa
Gente esperando para salir de Kiev en una estación de autobuses el jueves. Foto: Pierre Crom/Getty Images

Comenzó en la oscuridad poco después de las 4:30 de la madrugada, hora local. Hubo explosiones lejanas en la capital ucraniana, Kiev, y el ruido de las alarmas de los carros. Una nación despertó de golpe. Lo que habían predicho los gobiernos occidentales, los expertos y -a última hora del día- el presidente del país, Volodymyr Zelenskiy, estaba ocurriendo de verdad. Rusia estaba atacando e invadiendo.

El aparente objetivo de Vladimir Putin: subyugar una nación, una cultura, un pueblo. Era impensable en el siglo XXI. Y, sin embargo, con la fanfarronería imperial, las tropas, los tanques y los aviones rusos emprendieron la marcha.

La catástrofe se desencadenó en una mañana gris y normal del jueves, salpicada por la lluvia. A las 5 de la mañana, los amigos y seres queridos se llamaban unos a otros, miraban sus teléfonos y tomaban decisiones de vida o muerte.

¿Quedarse o huir? Algunos prepararon sus maletas y se prepararon para irse; otros se refugiaron en los sótanos de los edificios de departamentos. Un garaje subterráneo comenzó a llenarse en Yaroslaviv Val, cerca de la histórica puerta dorada de Kiev, que data del siglo XI y de la Rus Kyivan, una dinastía previa a Moscú. Llegó una familia. Una madre llevaba a sus dos hijos, con los ojos somnolientos, a un lugar seguro. Los niños llevaban libros para colorear, poca defensa contra los misiles rusos.

A la hora del desayuno se volvió evidente la magnitud del multitudinario asalto militar ruso. Las ambiciones de Putin, resultó, iban mucho más allá de la región del Donbás, cuyos territorios separatistas reconoció a principios de esta semana. Abarcaban prácticamente todo el país: el este, el sur, el norte e incluso el oeste. La ciudad portuaria de Mariúpol, en el Mar de Azov; la ciudad de Kharkiv, hogar de 1.4 millones de personas; Odesa, en el Mar Negro, y Kherson; las ciudades y pueblos controlados por Ucrania en la línea del frente del Donbás, todos eran pulverizados y bombardeados.

Largas filas de tránsito mientras la gente huye de la capital ucraniana, video


Rusia estaba atacando fríamente las defensas de Ucrania: aeródromos, bases militares, depósitos de municiones. Fue una operación de choque y temor, llevada a cabo con una despiadada indiferencia respecto al costo humano.

En medio de este ostentoso ataque hubo momentos de normalidad. Algunos habitantes de Kiev sacaron a pasear a sus perros. Se formaron filas frente a los cajeros automáticos. La mayoría de los cafés estaban cerrados, pero Aroma Coffee abrió como siempre, vendiendo croissants y comida para llevar.

El ambiente era de conmoción, miedo y silenciosa repugnancia por el hecho de que Putin -sin razón ni pretexto racional- había decidido desencadenar la guerra. “Rusia está 100% equivocada”, dijo Viktor Alexeyvich, hablando en la plaza Maidan Nezalezhnosti de la capital.

Detrás de él se encontraba el monumento a la independencia de la ciudad, una columna de mármol en la que alguna vez estuvo la estatua de Vladimir Lenin. Encima -al menos por ahora- había una mujer con una rama de rosa en los brazos, símbolo de la independencia de Ucrania, bajo un capitel dorado.

¿Qué iba a hacer ahora? “Voy a sacar a mi nieto de la ciudad. Y después regresaré”, respondió. “No tengo armas, pero estoy dispuesto a defender a mi país. Tal vez la guardia nacional me ayude”. Alexeyevich dijo que le llamó a su hijo cuando escuchó las primeras explosiones y encendió la televisión. Vio cómo el presidente Zelenskiy se dirigió a la nación, decretó la ley marcial e instó a los ciudadanos a mantener la calma, explicó. “Putin es el agresor aquí. Está invadiendo Ucrania porque no queremos vivir bajo sus restricciones, su modelo“. La plaza, normalmente llena de turistas y compradores, tenía menos gente de lo habitual. Unas pocas personas esperaban bajo la lluvia a que llegara un trolebús municipal.

Durante meses, el gobierno prooccidental de Kiev ha dicho que Ucrania resistirá el ataque y la ocupación rusos. Sostiene que las fuerzas armadas del país se encuentran en mejor forma que en 2014, cuando se debilitaron ante la superioridad de la potencia de fuego rusa. En teoría, esto es cierto: Ucrania cuenta con 220 mil soldados, 400 mil veteranos con experiencia en combate y armas modernas suministradas recientemente por Estados Unidos, Reino Unido y otros aliados. El comando operativo ucraniano informó el jueves sobre algunos éxitos iniciales al rechazar los ataques procedentes de las ciudades tomadas por los rebeldes de Donetsk y Luhansk, gobernadas durante los últimos ocho años por los leales apoderados de Moscú.

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Un grupo de personas junto a fragmentos de equipo militar después de un aparente ataque ruso en Kharkiv el jueves. Foto: Andrew Marienko/AP

Sin embargo, los carros que salían de Kiev contaban su propia historia. Desde primera hora del día, las calles estaban atascadas ya que los civiles buscaban una salida, hacia Zhytomyr, al oeste de la ciudad, y desde ahí hacia Lviv y la frontera polaca. El tránsito en los bulevares avanzaba lentamente. No había pánico como tal, sino la comprensión de que la posibilidad de salir comenzaba a cerrarse.

Los informes sugerían que las formaciones rusas estaban avanzando hacia la capital desde Bielorrusia y el norte, a dos horas de viaje por carretera y 160 km de distancia. Habían atravesado el puesto de control internacional y -aparentemente- estaban avanzando hacia Kiev a través de un paisaje primordial de pinos y pantanos. Parecía que Bielorrusia también estaba facilitando la guerra contra Kiev.

Oleg Olegovich, un oficial del ejército ucraniano de 30 años, dijo que fue convocado a las 4 de la mañana para ir a trabajar. Su oficina se encontraba en el centro de Kiev. “Los civiles se están yendo. Pero nosotros nos quedaremos”, dijo. ¿Podrá Ucrania derrotar a la poderosa Rusia, con su vasto poderío aéreo y su armada en el Mar Negro? “Los destrozaremos”, respondió. “El ejército se encuentra en buena forma, nuestras comunicaciones funcionan”.

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Personas saliendo de Kiev a primera hora de la mañana del jueves. Foto: Valentyn Ogirenko/Reuters

Lyudmila -una joven policía de la ciudad que había salido a tomar un café- señaló que seguiría adelante. “No dormí anoche”, dijo. “Intenté dormir antes del trabajo pero no pude”. “Chao”, dijo con una sonrisa.

Cerca de ahí, el edificio de los sindicatos con vista a la Maidan, tocaba el himno nacional ucraniano a través de un altavoz. Pocos estuvieron cerca para escucharlo. El himno desempeñó un papel fundamental en las protestas del Euromaidan en 2013 y 2014 contra el presidente prorruso del país, Víktor Yanukóvich. El levantamiento hizo que Yanukóvich huyera a Rusia.

Desde entonces, el país ha tomado un rumbo claramente favorable respecto a la Unión Europea y la OTAN. Putin respondió en 2014 con la anexión de Crimea y el inicio de una revuelta prorrusa en el este. Ocho años después, parece estar decidido a detener la integración de Ucrania hacia el oeste para siempre. Su táctica es conocida por las sangrientas guerras de Rusia en Chechenia: la fuerza militar bruta.

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Manifestantes antigubernamentales reforzando una barricada durante las protestas del Euromaidan en diciembre de 2013. Foto: Brendan Hoffman/Getty Images

El presidente Zelenskiy -una estrella de la televisión y comediante antes de dedicarse a la política- seguía en Kiev y en su trabajo, dijo su servicio de prensa. Los historiadores pueden reprocharle que no preparó a Ucrania para un inevitable ataque del Kremlin. Pero en un discurso que pronunció en la noche del miércoles -la víspera de la invasión, como resultó- Zelenskiy se dirigió directamente al pueblo ruso. Les recordó los lazos que unen a Ucrania y a Rusia -de familia, amistad y amor- y les dijo que el panorama descrito por la televisión estatal rusa de una Ucrania fascista no se parecía en absoluto a su realidad dinámica, moderna y tolerante. Fue su mejor momento.

‘Nos defenderemos’ de Rusia, dice el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskiy en un discurso, video

El destino personal de Zelenskiy y el del país que dirige sigue siendo incierto. Parece probable que Rusia exigirá su rendición y su sustitución por una administración títere prorrusa. Por el momento, está en el poder, simplemente.

Mientras tanto, el ritmo familiar de Kiev continúa. Las campanas del monasterio con cúpulas de San Miguel marcaban la hora, como lo han hecho durante siglos. El edificio barroco se encuentra al otro lado de la plaza de la catedral de Santa Sofía, un edificio del siglo XI de color turquesa intenso. Los lugareños que protestaban el martes en el exterior de la embajada rusa, ahora vacía, señalaron con ironía que, cuando la construyeron, Moscú era un simple bosque.

Explosiones en los principales aeropuertos de Ucrania mientras Rusia comienza la invasión, video

El parque infantil de la plaza estaba vacío, y ahora albergaba unas cuantas grajillas y un perro callejero. Europa estaba en guerra. El mundo -dos décadas después de haber iniciado el siglo- había llegado a una crisis que probablemente resonaría mucho más allá de las primeras horas nubladas de invasión y depredación.

Fue Mijaíl Bulgákov, en su magistral novela The White Guard, escrita hace casi un siglo, quien apodó a Kiev la Ciudad, con C mayúscula. La Ciudad perdurará. Pero parece que es cuestión de tiempo antes de que tenga nuevos y más severos dueños.

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