Los científicos intentan resolver el misterio de por qué algunas personas no se contagian de Covid-19
Phoebe Garrett, que participó en el primer ensayo de desafío del mundo sobre el Covid-19, no desarrolló síntomas ni dio positivo. Foto: Andy Hall/The Observer

Phoebe Garrett asistió a sus clases en la universidad sin contagiarse de Covid-19; incluso organizó una fiesta en la que, posteriormente, todos dieron positivo, excepto ella. “Creo que me he expuesto de forma consciente unas cuatro veces“, dijo la joven de 22 años de High Wycombe.

En marzo de 2021, participó en el primer ensayo de desafío de Covid-19 en el mundo, que consistió en rociar en su nariz el virus vivo y cerrar sus fosas nasales durante varias horas, en un intento deliberado de infectarla. Sin embargo, su cuerpo resistió.

“Nos realizaron múltiples rondas de pruebas, y diferentes métodos de análisis: muestras faríngeas, muestras nasales, otros tipos de muestras que nunca me había realizado antes, como los tapones nasales -en los que se mantiene una muestra en la nariz durante un minuto-, así como análisis de sangre, pero nunca desarrollé síntomas, nunca di positivo“, comentó Garrett.

“Mi madre siempre ha dicho que nuestra familia nunca se enferma de gripa, y me he preguntado si tal vez existe un motivo para ello”.

La mayoría de las personas conocen a alguien que se ha resistido obstinadamente a contraer Covid-19, a pesar de que todo el mundo a su alrededor se haya enfermado. Precisamente la forma en que logran esto sigue siendo un misterio, sin embargo, los científicos están comenzando a encontrar algunas pistas.

La esperanza consiste en que la identificación de estos mecanismos podría conducir al desarrollo de medicamentos que no solo protejan a las personas de contraer Covid-19, sino que también impidan su transmisión.

Garrett no es la única participante en el ensayo de desafío que evitó contagiarse. De los 34 participantes expuestos al virus, 16 no desarrollaron una infección (definida como dos pruebas de PCR positivas consecutivas), aunque alrededor de la mitad de ellos dieron positivo de forma pasajera a bajos niveles del virus, con frecuencia varios días después de la exposición.

Los científicos intentan resolver el misterio de por qué algunas personas no se contagian de Covid-19 - sars-cov-2
Imagen de microscopio electrónico de transmisión del virus Sars-CoV-2. Foto: Phanie/Alamy

Posiblemente, esto era un reflejo de que el sistema inmunológico frenaba rápidamente una infección temprana. “En nuestros estudios anteriores con otros virus, hemos observado respuestas inmunológicas tempranas en la nariz que están asociadas con la resistencia a la infección”, comentó el profesor Christopher Chiu del Imperial College de Londres, que dirigió el estudio. “En conjunto, estos hallazgos suponen que existe una lucha entre el virus y el huésped, que en nuestros participantes ‘no infectados’ se traduce en la prevención del desarrollo de la infección”.

Algunos de ellos también manifestaron algunos síntomas leves, como congestión nasal, dolor de garganta, cansancio o dolor de cabeza, aunque, debido a que estos síntomas son habituales en la vida cotidiana, es posible que no estuvieran relacionados con la exposición al virus.

“En cualquier caso, los niveles del virus no subieron lo suficiente como para desencadenar niveles detectables de anticuerpos, células T o factores inflamatorios en la sangre que suelen acompañar a los síntomas”, dijo Chiu.

Otros estudios también sugieren que es posible deshacerse del Covid-19 durante las primeras etapas de la infección, antes de que se establezca debidamente. Por ejemplo, durante la primera ola de la pandemia, el Dr. Leo Swadling, del University College de Londres, y sus colegas realizaron un seguimiento intensivo de un grupo de trabajadores del sector salud que regularmente estaban expuestos a pacientes infectados, pero que nunca dieron positivo ni desarrollaron anticuerpos ellos mismos. Los análisis de sangre revelaron que alrededor del 15% de ellos tenían células T reactivas contra el Sars-CoV-2, además de otros marcadores de infección viral.

Posiblemente, las células T de memoria de infecciones anteriores de coronavirus -es decir, las responsables de los resfriados comunes– provocaron una reactividad cruzada con el nuevo coronavirus y las protegieron del Covid-19.

Resulta complicado comprender la frecuencia con la que las personas abortan las incipientes infecciones por Covid-19 en la era de la variante ómicron, ya que se necesitan pruebas intensivas –para el virus, los anticuerpos, las células T y otros indicadores de la infección– y debido a que se ha vacunado un gran número de personas.

“Es probable que los individuos vacunados estén expuestos al virus y bloqueen la replicación viral y la infección detectable con mayor frecuencia”, explicó Swadling.

Tampoco existe ninguna prueba comercial que pueda distinguir entre la inmunidad provocada por la vacunación y las distintas variantes, por lo que, a menos que una persona haya dado positivo recientemente, es casi imposible saber si estuvo expuesta a la variante ómicron o no.

Es posible que los coronavirus estacionales no sean la única fuente de reacciones inmunológicas cruzadas. La profesora Cecilia Söderberg-Nauclér, inmunóloga del Instituto Karolinska en Estocolmo, comenzó a investigar esta posibilidad, después de que Suecia evitó verse sobrepasada por los casos durante la primera ola de la pandemia, a pesar de su enfoque poco estricto respecto a las restricciones. La modelación matemática realizada por su colega Marcus Carlsson, de la Universidad de Lund, sugirió que solo se podía explicar este patrón de infecciones si una gran proporción de personas tenía algún tipo de inmunidad protectora.

Su equipo examinó las bases de datos de las secuencias de proteínas de los virus existentes, en busca de pequeños segmentos (péptidos) parecidos a los del nuevo coronavirus, a los que probablemente se unirían los anticuerpos. Cuando identificaron un péptido de seis aminoácidos en una proteína de la influenza H1N1 que coincidía con una parte crucial de la proteína espiga del coronavirus, “casi me caí de la silla”, dijo Söderberg-Nauclér.

Desde entonces, han descubierto anticuerpos contra este péptido en hasta el 68% de los donadores de sangre de Estocolmo. La investigación, que aún no ha sido revisada por pares, podría sugerir que las respuestas inmunes activadas por la influenza H1N1 -que fue la responsable de la pandemia de gripa porcina de 2009-2010- y posiblemente las cepas posteriores relacionadas, podrían dotar a las personas con una protección parcial, aunque no completa, contra el Covid-19. “Proporciona un amortiguador, pero no te protegerá si una persona infectada tose en tu cara”, señaló Söderberg-Nauclér.

Incluso es posible que una pequeña proporción de personas sea genéticamente resistente al Covid-19. En octubre, un consorcio internacional de investigadores inició una búsqueda mundial para encontrar algunos de ellos, con la esperanza de identificar genes protectores.

“No buscamos variantes genéticas comunes que proporcionen una modesta protección contra la infección, lo que buscamos son variantes genéticas potencialmente muy poco comunes que protejan completamente a una persona contra la infección”, señaló el profesor András Spaan, de la Universidad Rockefeller en Nueva York, que dirige la investigación.

Están especialmente interesados en las personas que compartieron casa y cama con una persona contagiada, y evitaron el contagio por sí mismos. “Por ejemplo, el otro día estuve hablando con una señora mayor de Holanda, que cuidó a su esposo durante la primera ola. Al final, su esposo ingresó a la UCI, pero ella pasó la semana anterior cuidándolo, compartiendo el mismo cuarto y sin acceso a cubrebocas”, comentó Spaan. “No podemos explicar la razón por la que ella no se contagió”.

Se sabe que esta resistencia existe en otras enfermedades, entre ellas el VIH, la malaria y los norovirus. En estos casos, un defecto genético provoca que algunas personas no tengan un receptor utilizado por el patógeno para entrar a las células, por lo que no se pueden infectar. “Es muy posible que, en algunos individuos, exista un defecto de este tipo en un receptor utilizado por el Sars-CoV-2”, explicó Spaan.

La identificación de estos genes podría conducir al desarrollo de nuevos tratamientos para el Covid-19, del mismo modo que la identificación de los defectos del receptor CCR5 en las personas resistentes al VIH ha conducido a nuevas formas de tratar el VIH.

Spaan considera que es poco probable que la mayoría de las personas que han evitado contraer Covid-19 sean genéticamente resistentes, aunque tengan cierta protección inmunológica parcial. Esto significa que no existe ninguna garantía de que no se contagien eventualmente, como descubrió Garrett a finales de enero. Tras haber esquivado el virus durante casi dos años, se sorprendió cuando una prueba rutinaria de flujo lateral arrojó una siniestra segunda línea roja.

Poco después, desarrolló síntomas leves de Covid-19, pero ya se recuperó.

La ironía consiste en que, habiendo evitado contagiarse de Covid-19 de familiares cercanos, amigos y en un laboratorio médico especializado, probablemente fue un pariente desconocido quien la contagió. “No tengo ni idea de dónde me contagié; pudo haber sido alguien de mi coro local, o tal vez del gimnasio“, comentó.

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