Con la ayuda de niños y mujeres, el arquitecto africano Francis Kéré construyó una de las escuelas más innovadoras en Burkina Faso
Francis Kéré en el exterior de su pabellón Serpentine en Hyde Park, Londres, en 2017. Foto: David Levene/The Guardian

Pocos arquitectos han experimentado un ascenso tan meteórico, en contra de todo pronóstico, como Francis Kéré. Nacido en una remota aldea en Burkina Faso sin servicio de agua potable ni electricidad, comenzó su carrera construyendo una escuela de adobe para su comunidad, antes de ser elegido para diseñar el parlamento nacional del país menos de 15 años después. Ahora continúa su inigualable trayectoria, al ser nombrado ganador del premio Pritzker 2022, el mayor galardón internacional de la arquitectura.

“Es increíble”, dijo Kéré hablando desde su oficina en Berlín. “No sé cómo ha pasado todo esto. En primer lugar, estoy feliz y abrumado, pero el premio también conlleva un gran sentido de la responsabilidad. Mi vida no será más sencilla“.

Es el primer arquitecto africano premiado en los 43 años de historia del prestigioso galardón, lo cual refleja el sesgo abrumadoramente blanco, masculino y de clase media de la profesión, resultado de la discriminación sistémica que sigue plagando el sector.

“No quiero hablar directamente de racismo”, comentó, “pero este es un campo en el que uno necesita muchos recursos. Realmente hay que ser fuerte y tener suerte, ya que los concursos no siempre son tan abiertos. Espero que los jóvenes de África me vean y sepan que este es un camino posible para ellos también”.

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La escuela primaria de Kéré en Gando, Burkina Faso. Foto: Erik-Jan Ouwerkerk

Kéré se ha dado a conocer con una serie de escuelas e instalaciones médicas en África que parecen haber crecido fuera de su contexto, construidas por las comunidades locales con los mínimos recursos. Sus edificios, que suelen contar con paredes de ladrillos de adobe cubiertas por grandes techos de lámina ondulada, se adaptan con elegancia a su clima árido -ya sea en Malí, Togo, Kenia, Mozambique o Sudán- y utilizan un sistema de ventilación natural para evitar la necesidad del aire acondicionado.

“Toda la obra de Francis Kéré nos muestra el poder que tiene la tangibilidad enraizada en el lugar”, dijo el jurado del Pritzker, presidido este año por el activista-arquitecto chileno Alejandro Aravena. “Sus edificios, para y con las comunidades, pertenecen directamente a esas comunidades, en su fabricación, sus materiales, sus programas y su naturaleza única. Tienen una presencia sin pretensiones y un impacto moldeado por la gracia”.

Nacido en Gando en 1965, Kéré era el hijo mayor del jefe de la aldea, un estatus privilegiado que todavía está marcado en su rostro en forma de cicatrices tribales radiales que representan los rayos del sol. Fue el primero de su comunidad en ir a la escuela, enviado a los siete años, y después ganó una beca para estudiar carpintería en Alemania. Al ver las escasas perspectivas de desarrollar una carrera de carpintería en un país que tenía poca madera, se cambió a la carrera de arquitectura en la Universidad Técnica de Berlín. Para su proyecto de fin de carrera diseñó una escuela primaria para su aldea natal, y comenzó a recaudar fondos y a movilizar a amigos y familiares para que quedara construida. Se materializó en 2001, con un coste aproximado de 20 mil libras.

“Sabía que tenía un deber con mi pueblo”, dijo. “Quería hacer todo lo posible para encontrar una técnica adecuada para construir una escuela, que tuviera condiciones climáticas que dieran la comodidad básica para una verdadera enseñanza, aprendizaje y emoción”. Lo motivó su propia experiencia en la escuela, atrapado en un aula de tabicón durante horas y horas, con poca ventilación y poca iluminación.

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Parte del trabajo de Kéré en la remodelación del parque nacional en Bamako, Malí. Foto: Francis Kéré

La escuela primaria de Gando de Kéré estableció los principios básicos que posteriormente definirían su obra, utilizando ladrillos de adobe fabricados in situ, cubiertos con un techo perforado coronado por un delgado “techo volador”. Mientras que los techos de lámina ondulada de muchas casas de las aldeas de Burkina Faso provocan un calor insoportable en su interior, Kéré suspendió su toldo metálico por encima de las aulas para favorecer la ventilación de efecto chimenea, introduciendo el aire fresco por las ventanas laterales del edificio y liberando el aire caliente a través de los agujeros del techo. Toda la aldea participó en la construcción: los niños juntaron rocas para los cimientos y las mujeres acarrearon agua para la producción de ladrillos, comenzando un modelo colaborativo de práctica que ha mantenido desde entonces. La escuela ganó un premio Aga Khan en 2004, lo cual catapultó a Kéré a la fama internacional y lo impulsó a fundar su estudio en Berlín al año siguiente.

“Llegó una invitación tras otra”, comentó. “No para edificios, sino para conferencias pagadas, que me ayudaron a subvencionar el trabajo y a seguir recaudando fondos para más proyectos en mi país”.

Expandió la escuela de Gando con viviendas para los profesores, distribuidas en un patio curvado que evoca el recinto de una aldea tradicional, seguido de la ampliación de la escuela en 2008, y de una biblioteca en 2015 con tragaluces fabricados con vasijas de barro aserradas fundidas en el techo. Los encargos internacionales, como el pabellón Serpentine en 2017 y una instalación para el festival de música Coachella en 2019, le han ayudado a recaudar fondos y a dar a conocer su trabajo en África.

La relación con Aga Khan desembocó en proyectos en Malí, entre ellos la remodelación del parque nacional de la capital, Bamako, y un centro de arquitectura de tierra en Mopti, ambos terminados en 2010 para conmemorar los 50 años de independencia. De regreso en Burkina Faso, Kéré comenzó a experimentar con diferentes materiales. Para una escuela secundaria en Koudougou, en 2016, utilizó laterita local para absorber el calor durante el día e irradiarlo durante la noche, junto con una segunda fachada de madera de eucalipto para crear espacios de sombra entre las aulas donde los estudiantes se pudieran reunir entre las clases. Su diseño para la primera fase del Instituto de Tecnología de Burkina en 2020, también en Koudougou, incluyó paredes de barro refrigerante fundidas in situ para acelerar el proceso de construcción, junto con paredes con rejillas en las aulas para mejorar la ventilación y eucaliptos utilizados para revestir el expresivo techo metálico en zigzag.

Kéré sigue experimentando con alternativas naturales al aire acondicionado, la más reciente para un campus tecnológico en Kenia, terminado el año pasado, que incorpora torres de viento inspiradas en las estructuras de los montículos de termitas cercanos. “Constantemente estoy buscando”, dijo. “No me limito a un lenguaje formal”.

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Propuesta de edificio de la Asamblea Nacional de Kéré en Benín. Foto: Kéré Architecture Render

Excepcionalmente para un ganador del premio Pritzker, que suele ser considerado un premio a la trayectoria profesional, los edificios más ambiciosos de Kéré están aún por llegar. Entre sus proyectos actuales figuran el nuevo Instituto Goethe de Senegal, un museo en Ruanda y un imponente centro cívico para el campus universitario de Múnich, donde es profesor. Su proyecto más importante hasta la fecha, para la Asamblea Nacional de Benín, ya se encuentra en construcción, emergiendo del suelo en la capital, Porto-Novo, en forma de un majestuoso árbol de la palabra. “El lugar está junto a un jardín botánico”, explicó, “así que propusimos ampliar el jardín y situar el árbol más grande en el centro, con una sala de debates bajo el dosel del árbol figurado, lo que refleja la forma en que siempre se ha desarrollado la democracia en África occidental”.

Su proyecto equivalente en su país, para la Asamblea Nacional de Burkina Faso en Uagadugú, actualmente pende de un hilo, después de que el presidente fue destituido por un golpe militar en enero. Kéré recibió el encargo del proyecto en 2015, tras una revuelta nacional en la que incendiaron el parlamento y expulsaron al entonces presidente del país. Concibió el nuevo edificio como un zigurat inclinado, cubierto de terrazas ajardinadas, en el que la gente se pudiera sentar y disfrutar de las vistas elevadas de la ciudad, subiendo simbólicamente por encima de los políticos.

“Quiero que el pueblo se apropie del edificio del Parlamento”, dijo, “para que, un día, cuando llegue la próxima revolución, lo proteja como si fuera suyo”.

Francis Kéré conversará el miércoles con Oliver Wainwright y Asta Gröting en la Neue Nationalgalerie en Berlín.

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