La nueva ola de cineastas que se enfrentan a la violencia contra las mujeres en México

Cuando la joven Ana se ve obligada a cortarse el cabello en la película Noche de fuego, de Tatiana Huezo, sus lágrimas indican el desgarro de la juventud perdida. Es una medida de protección tomada por su madre, que está desesperada por evitar que Ana sea secuestrada, como lo fueron tantas otras jóvenes de su pueblo, por los cárteles de la droga que patrullan los alrededores. Noche de fuego, el primer largometraje de ficción de la documentalista mexicana-salvadoreña Huezo, capta la brutalidad y el miedo de crecer en tales circunstancias.

Los hechos son sombríos. Un informe de Amnistía Internacional publicado en septiembre de 2021 reveló que 10 mujeres y niñas son asesinadas cada día en México. En términos más generales, el Servicio de Investigación del Congreso calcula que, desde 2006, 150 mil personas han sido asesinadas en México a causa de la violencia del crimen organizado. Impulsadas por las guerras del narcotráfico y las batallas entre los cárteles por nuevos territorios desde la década de 1980, ¿cómo pueden el arte o la cultura reflejar una amenaza tan aterradora?

Ahora, en México, un grupo de mujeres cineastas, emergentes y consagradas, abordan la violencia en sus obras, creando un cine urgente e inquietante que saca a la luz los horrores del país. Noche de fuego se suma a Sin señas particulares, de 2020, y a la próxima Manto de gemas, que recientemente ganó el Oso de Plata del jurado en el festival de cine de Berlín.

Sin señas particulares, dirigida por Fernanda Valadez y coescrita por Valadez y Astrid Rondero, ha recibido un gran reconocimiento. Sigue la historia de una madre que busca a su hijo, que desaparece mientras intenta cruzar la frontera con Estados Unidos. Ignorada por las autoridades, Magdalena (Mercedes Hernández) emprende su propia odisea para averiguar qué le ocurrió.

Manto de gemas, escrita y dirigida por Natalia López Gallardo, es un retrato igualmente contundente de mujeres que sortean la creciente amenaza del peligro, entrelazando las historias de una agente de policía, una rica propietaria de una casa y su “criada” indígena para crear un retrato de la violencia a través de las divisiones de clase y las posiciones sociales. Las tres películas se centran en las mujeres en sus exploraciones de un país inmerso en el caos, y sitúan sus historias contra un fondo de maravilla visual, las vastas extensiones de México y los detalles granulares de su tierra que agregan textura e intimidad a la obra.

Este enfoque es importante y bienvenido. Los éxitos de México han sido liderados durante años por figuras como Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y el más experimental Carlos Reygadas. En la última década, el equilibrio de género en el cine en México solo se ha producido en la realización de documentales, pero ahora Huezo, Valadez, Rondero y Gallardo lideran un movimiento de cineastas centrado en la mujer.

“Creo que en los próximos años veremos más y más historias contadas desde la perspectiva femenina procedentes de México“, comenta Huezo, citando como factores clave el aumento de las oportunidades de financiamiento, los puestos en el equipo y la aceptación de las mujeres en las escuelas de cine. Sentar las bases, añade, fue la labor de María Novaro, Dana Rotberg y Marisa Sistach, cineastas que surgieron en México en la década de 1980 y que fueron de las primeras mujeres en graduarse de las escuelas de cine mexicanas.

El hecho de enfocarse en contar historias sobre mujeres y niñas, también es fundamental para Huezo. “Hay muchas niñas en México que crecen teniendo que esconder su feminidad para evitar ser atacadas o abusadas, cuando en realidad esa identidad debería ser celebrada y cuidada”, comenta. “Pensé que era un tema interesante y muy urgente de abordar”. Y añade: “Cuando somos chicas jóvenes, todavía somos lo suficientemente audaces como para hacer preguntas curiosas muy directas, como: ‘¿Por qué no estamos ayudando a mi profesora que fue abusada o secuestrada?’ Para mí era muy importante mostrarles el cuestionamiento de este mundo violento“.

Esta reciente ola de obras dirigidas por mujeres que abordan la violencia de México, también se ve reflejada en los círculos literarios, más notablemente en la obra de la autora Fernanda Melchor. Temporada de huracanes, publicada en 2017 y traducida al inglés en 2020, es implacable en su retrato despiadado del descenso al infierno de un pequeño pueblo. El último libro de Melchor, Páradais, es un estudio igualmente escalofriante del machismo sádico. A medida que surge un creciente movimiento feminista en México en respuesta a las alarmantes tasas de feminicidio del país, Melchor y este grupo de cineastas contemporáneas destacan como voces clave para liderar la respuesta cultural.

Mientras que la obra de Melchor es impactante en su representación de la violencia, Noche de fuego adopta un enfoque más sensorial. “Es una película que tiene una sensación de terror muy fuerte dentro de la violencia que subyace en la historia, y para mí era muy importante construir este miedo que sienten las niñas y sus madres, cómo destruye a una persona desde dentro”, explica Huezo. “Pero elegí el camino de no ser explícita porque la violencia es algo que vemos todos los días en México. Vemos imágenes de mujeres asesinadas, de cuerpos mutilados. Creo que el sobreconsumo de este espectáculo de violencia nos ha distanciado de la realidad de la misma“.

Junto con Sin señas particulares y Manto de gemas, la película de Huezo encuentra su fuerza en la tensión y la amenaza del trauma no visto, y muchas veces no hablado, que se cierne sobre estas comunidades, ofreciendo nuevas perspectivas y nuevas voces sobre un problema que ha durado décadas.