‘Te estremeces ante el más mínimo ruido’: un soldado ruso habla sobre la vida como prisionero de guerra
Las consecuencias de la batalla entre los ejércitos ucraniano y ruso, en Mykolaiv, Ucrania, el 29 de marzo. Foto: Louai-Barakat/Sipa/Rex/Shutterstock

Acostumbrándose todavía al tacto de su arma y a su traje militar, Anton se vio repentinamente rodeado por las fuerzas ucranianas mientras las balas pasaban volando, con una de ellas impactando en su brazo.
“Era nuestro primer enfrentamiento con el enemigo; ni siquiera habíamos disparado. Nos tendieron una emboscada y no pudimos defendernos. Tuvimos que rendirnos”, comentó Anton, un militar ruso de 21 años, en una entrevista con The Guardian.

Anton fue capturado por las fuerzas ucranianas cerca de Mykolaiv el 2 de marzo, junto con otros cinco soldados de su unidad, cuando las fuerzas rusas organizaban una ofensiva sobre la ciudad de construcción naval, de importancia estratégica, situada cerca del Mar Negro.

Anton, que pidió no ser identificado con su nombre real, pasaría los siguientes 45 días en cautiverio ucraniano. Finalmente fue liberado a mediados de abril después de que Moscú concertó un intercambio de prisioneros con Ucrania, y habló con The Guardian desde el territorio ruso.

La historia de Anton es un relato muy poco frecuente de un prisionero de guerra ruso que posteriormente fue intercambiado, ya que tanto Rusia como Ucrania han proporcionado muy poca información sobre el destino de los cientos de rusos cautivos.

Moscú no hace públicos los nombres de sus militares capturados en Ucrania. No obstante, durante su cautiverio, Anton fue entrevistado en calidad de prisionero ruso por un destacado vlogger ucraniano. También fue mencionado como soldado ruso capturado en páginas web cercanas a las autoridades ucranianas.

Uno de los familiares de Anton también confirmó a The Guardian que el hombre fue capturado en Ucrania y posteriormente intercambiado. The Guardian no pudo verificar todos los detalles de su historia.

Anton, que proviene de una pequeña y remota ciudad de Siberia, comentó que firmó un contrato para alistarse en el ejército el pasado mes de diciembre, poco después de graduarse de la escuela vocacional.
En retrospectiva, comentó, debió “haber hecho todo” para evitar el ejército.

La unidad de Anton fue trasladada por primera vez durante los últimos días de diciembre a la península de Crimea anexionada a Rusia, donde se le dijo que iba a participar en un curso de entrenamiento de “una semana”.

En ese momento, aseguró que prácticamente no había recibido ningún tipo de entrenamiento militar que lo preparara de forma adecuada para una guerra a gran escala.

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Un hombre pasa en bicicleta frente a un hotel destruido en la ciudad de Mykolaiv, al sur de Ucrania. Foto: Genya Savilov/AFP/Getty

A medida que pasaban las semanas en Crimea, Anton contó que algunos miembros de su unidad comenzaron a preocuparse de que los enviaran a la guerra, una perspectiva que él seguía considerando completamente “absurda”.

“Muchos de los jóvenes ni siquiera podían imaginar que iríamos a la guerra. Nos lo dijeron hasta el último momento, la noche antes de la invasión”, explicó.

“En definitiva, en verdad no es justo cómo me trataron las autoridades rusas. Me enviaron a Ucrania completamente desprevenido”.

El relato de Anton, que describe una unidad militar a la que no le informaron sobre la invasión, hace eco de otros soldados rusos que han contado de forma similar que sí sabían que iban a la guerra hasta que cruzaron la frontera con Ucrania. Los expertos militares han argumentado que la decisión de no informarle a un gran número de sus tropas sobre la invasión es una de las razones por las que Moscú ha detenido su campaña militar.

El 25 de febrero, el día después de que las tropas rusas entraron a Ucrania, la unidad de Anton recibió la orden de cruzar al país desde Crimea.

Señaló que fueron conducidos en vehículos blindados hasta las afueras de la ciudad de Mykolaiv, que fue objeto de fuertes ataques por parte de las fuerzas rusas durante los primeros días de la guerra.

Mientras continuaban a pie, parte de la unidad se separó del grupo principal y fue emboscada por las fuerzas ucranianas el 2 de marzo, menos de una semana después de haber entrado al país. Anton comentó que fue alcanzado por una bala ucraniana mientras era capturado, fracturándose un hueso de la mano.

Poco después, las fuerzas ucranianas le pusieron una bolsa en la cabeza mientras lo trasladaban a una celda, cuya ubicación, según dijo, todavía desconoce.

Al principio, la vida en cautividad estuvo dominada por el miedo. “Te estremeces ante el más mínimo ruido. Todos los días esperas que no sea el último y que no te maten“, recordó Anton.

Comentó que no fue agredido físicamente durante su tiempo en cautividad, pero alegó que los guardias ucranianos lo atormentaban mentalmente a él y a otros soldados rusos.

“Nos decían constantemente que Rusia estaba acabada, que pertenecíamos al fondo de la sociedad. Nos amenazaban con matarnos de hambre”.

Anton agregó que, aunque algunos guardias parecían “querer hacerte daño”, la mayoría mantenía la calma y “no se dejaba llevar por su instinto animal”.

La viceprimera ministra ucraniana, Iryna Vereshchuk, responsable de negociar los intercambios de prisioneros, no respondió de forma inmediata las peticiones de comentarios. En virtud de los Convenios de Ginebra, la detención de los prisioneros de guerra tras su captura no debe ser considerada como una forma de castigo, sino como un medio para evitar que sigan participando en un conflicto.

Sin embargo, fue el aburrimiento diario lo que pronto se convirtió en el mayor desafío, explicó Anton.
“Si teníamos suerte, nos daban algo al azar para que leyéramos. A veces nos dejaban ver propaganda ucraniana en la televisión”.

“La mayoría de los días nos limitábamos a observar las paredes que teníamos delante”, dijo, añadiendo que fue trasladado tres veces durante su cautiverio.

En un determinado momento, le pidieron que grabara una entrevista sobre su captura con un destacado vlogger ucraniano.

Los funcionarios ucranianos les han permitido a los periodistas y vloggers acceder a las entrevistas con sus prisioneros de guerra rusos. Estos videos han sido vistos por cientos de miles de personas en YouTube, pero también se han enfrentado a críticas por violar los Convenios de Ginebra.

“En una situación así, como prisionero, entiendes que en realidad no existe la opción de decir que no. Aceptas a pesar de que te dicen que puedes negarte”, dijo Anton.

Finalmente, a principios de abril, le informaron a Anton que iba a ser intercambiado por un soldado ucraniano.

Aunque Rusia y Ucrania han llevado a cabo varios intercambios de prisioneros, ambos países prácticamente no han proporcionado detalles sobre los mecanismos subyacentes a los intercambios. El 4 de abril, Ucrania indicó que tenía alrededor de 600 prisioneros de guerra militares rusos. Rusia no publica cifras exactas, sin embargo, a finales de marzo su defensora de los derechos humanos señaló que había más de 500 prisioneros de guerra ucranianos en Rusia.

Desde entonces, ese número ha aumentado considerablemente después de que al menos mil combatientes ucranianos, incluidos miembros del batallón Azov, fueron trasladados a territorio controlado por Rusia cuando las fuerzas rusas tomaron la planta siderúrgica de Azovstal en la ciudad de Mariúpol la semana pasada. Ucrania ha indicado que los combatientes de Azovstal participarían en un intercambio de prisioneros, pero algunos funcionarios rusos señalaron que podrían ser juzgados o incluso ejecutados.

De acuerdo con Anton, él formó parte de un intercambio de uno por uno en el que participaron otros 17 soldados rusos, que se llevó a cabo cerca de la ciudad ucraniana de Melitopol.

En cuanto regresó a Rusia, los servicios de seguridad lo interrogaron exhaustivamente sobre su permanencia en Ucrania.

“Querían saber si podían seguir confiando en mí. Era el procedimiento habitual”, explicó

Sin embargo, solo unos días después de que lo dieran de alta en un hospital ruso, empezó a sentir todo el daño que su tiempo en cautividad le había causado a su mente y a su cuerpo.

“Durante mi cautiverio, bloqueé la mayoría de mis emociones. Simplemente intenté no pensar en mi vida”, dijo.

“Pero ahora tengo sueños horribles, apenas puedo dormir. He subido mucho de peso”, explicó.
Anton comentó que las autoridades le dieron alrededor de 2 mil libras como indemnización por sus lesiones. Según la legislación militar rusa, los militares no reciben ningún tipo de compensación especial por estar retenidos como prisioneros de guerra, y se esperaba que Anton regresara al servicio una vez que se hubiera recuperado de las lesiones.

No obstante, tras su experiencia en Ucrania, Anton ahora busca la forma de dejar el ejército para siempre.

“Solo quiero regresar a casa, hombre, eso es todo. Todo lo que quiero es regresar a casa”.

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