¿Qué posibilidades tiene la diplomacia de poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania?
Volodímir Zelenski pronuncia un discurso en el Foro Económico Mundial de Davos el 23 de mayo, en el que instó a imponer las máximas sanciones contra Rusia. Foto: Arnd Wiegmann/Reuters

La disputa diplomática, cada vez más amarga, en torno a la negativa de Alemania a suministrar armas pesadas a Ucrania, amenazó con desembocar en una disputa más general entre los aliados sobre si están dispuestos a aceptar un acuerdo de paz que deje a Vladimir Putin en condiciones de reclamar la victoria

Un funcionario occidental señaló que los líderes occidentales están divididos entre aquellos que piensan que pueden trabajar con la Rusia de Vladimir Putin una vez que la guerra haya terminado, y aquellos que piensan que no pueden hacerlo.

La polémica está dando lugar a disputas sobre la dotación de armas a Ucrania, la viabilidad de imponer un embargo a las importaciones de petróleo ruso y si Kiev tendrá que aceptar una nueva pérdida de territorio al final de la guerra como precio para lograr la paz.

El punto de conflicto inmediato entre Ucrania y algunos de sus aliados gira en torno al suministro de armas a Ucrania, y al empeño que parece estar poniendo Alemania en dificultar la creación de una elaborada cadena en la que el país suministre armas a sus vecinos del Este –principalmente Polonia y la República Checa–, que a su vez enviarían armas a Ucrania.

Kiev está sufriendo graves pérdidas debido a la falta de armas de largo alcance. El comandante en jefe del ejército ucraniano, Valerii Zaluzhnyi, indicó que no se podía retrasar el suministro de armas: “Tenemos una gran necesidad de armas que permitan atacar al enemigo a larga distancia”.

Citando a sus fuentes en la OTAN, la agencia nacional de noticias Deutsche Presse Agentur informó que los miembros de la alianza acordaron extraoficialmente no suministrar cierto tipo de armas a Ucrania, por temor a que Rusia considerara la entrega de tanques y aviones de combate como la entrada de Occidente en la guerra y tomara medidas de represalia. El significado de esta decisión en términos prácticos es controvertido.

También aparecieron informes de fuentes estadounidenses según los cuales Israel había rechazado una petición de Estados Unidos para que Alemania enviara misiles antitanque Spike a Ucrania. Los misiles Spike son fabricados en Alemania con tecnología israelí con licencia israelí. Desde el inicio de la invasión a gran escala de Rusia contra Ucrania en febrero, Israel ha adoptado una postura neutral y se ha negado a suministrar armas a Ucrania.

Los conflictos se producen en un momento en el que algunas voces influyentes de Estados Unidos, desde el veterano diplomático Henry Kissinger hasta el periódico New York Times, instan a Ucrania a que se dé cuenta de que es posible que tenga que perder territorio frente a Putin.

En referencia a las tensiones, la ministra de Relaciones Exteriores del Reino Unido, Liz Truss, una firme defensora de la guerra, previno a Occidente contra las recaídas y el apaciguamiento, insistiendo en que la necesidad de suministrar armas era apremiante en un discurso pronunciado en Sarajevo: “Lo que no podemos tener es ningún tipo de levantamiento de sanciones, ningún apaciguamiento, que sencillamente volverá más fuerte a Putin a largo plazo”. La ministra insiste en que no se pueden levantar las sanciones privadas aplicadas a Rusia hasta que Putin haya abandonado por completo Ucrania y su ejército se encuentre irreversiblemente debilitado. Truss tiene fuertes aliados en Europa del Este y en el Báltico, pero no en París o Berlín.

Truss ha argumentado que cualquier tipo de reincidencia desembocaría en un conflicto más prolongado y doloroso.

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Un hombre empuja su bicicleta junto a un tanque ruso destruido en Trostianets, al noreste de Ucrania. Algunos dirigentes, como la secretaria de Relaciones Exteriores del Reino Unido, Liz Truss, han argumentado que no se pueden levantar las sanciones impuestas a Rusia hasta que las tropas de Putin abandonen por completo Ucrania. Foto: Chris McGrath/Getty

El ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, adoptó esta semana en el Foro Económico Mundial de Davos un tono irónico, casi de incomprensión, respecto a la lentitud de los envíos de armas: “Estamos llevando a cabo esto con paciencia estratégica. No entiendo por qué es tan difícil”. El presidente, Volodímir Zelenski, intuyó que la renuencia alemana se debía al deseo de reconstruir sus relaciones con Putin una vez finalizada la guerra. “No importa qué haga el Estado ruso, hay alguien que dice: ‘Vamos a tomar en consideración sus intereses'”, dijo Zelenski.

Polonia también ha criticado duramente la lentitud de Alemania, y dentro de Alemania el canciller, Olaf Scholz, se ha visto atacado por dar la impresión de no querer que ninguno de los dos bandos salga victorioso de la guerra, postura que Scholz niega.

Marie-Agnes Strack-Zimmermann, presidenta de la Comisión de Defensa del Bundestag (Cámara baja) y miembro del partido Democrático Libre, señaló: “No puede ocurrir que al final de la guerra el mundo considere a Alemania como un completo frenador y perdedor solo porque no somos capaces de organizarnos y comunicarnos”.

Al principio del conflicto, Alemania propuso suministrar con rapidez a Ucrania armas pesadas en una “red en anillo”, mediante la cual los países de Europa del Este, como Polonia y República Checa, proporcionarían a Ucrania tanques de la época soviética, que serían repuestos con modernos tanques Leopard alemanes. Resulta difícil saber si el hecho de que todavía no se haya logrado esto se debe a la inercia burocrática, a una cínica postergación o a un reflejo del estado de agotamiento de las fuerzas armadas alemanas. Si uno se encuentra en el frente, probablemente poco importe.

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‘No puede ocurrir que al final de la guerra el mundo considere a Alemania como un completo frenador solo porque somos incapaces de organizarnos’, dijo Marie-Agnes Strack-Zimmermann. Foto: Lisi Niesner/Reuters

En un discurso pronunciado en Davos, Scholz intentó desestimar las afirmaciones de que no comprendía la magnitud de las cuestiones que estaban en juego. Dijo que la invasión del 24 de febrero llegó como un trueno.

Describió la guerra de Putin como un “imperialismo” que está “intentando bombardearnos de vuelta a una época en la que la guerra era una herramienta común. No solo está en juego la condición de Estado de Ucrania, sino un orden mundial que vincula el poder a la ley”. Sostuvo que Putin ya había perdido todos sus objetivos estratégicos. “La captura de toda Ucrania por parte de Rusia parece más lejana actualmente que al comienzo de la guerra. Ahora más que nunca, Ucrania insiste en su futuro europeo”.

Añadió que “nuestro objetivo es claro. Putin no debe ganar esta guerra”. Sus comentarios, haciendo hincapié en que no puede existir una paz dictada por Putin, contrastan con los de Boris Johnson, quien siempre ha insistido en que Putin debe perder la guerra y ser considerado como tal.

Truss fue una de las primeras figuras europeas en hacer eco de las afirmaciones ucranianas de que no puede perder territorio en la guerra, sino que debe recuperar el terreno que perdió a manos de los separatistas rusos desde 2014. El presidente polaco, Andrzej Duda, expresó esta semana en Kiev: “Solo Ucrania tiene derecho a decidir sobre su futuro. No se pueden tomar decisiones sobre su futuro sin ella”.

Aunque existen diferentes opiniones dentro del panorama diplomático ucraniano, la postura pública de Zelenski parece coincidir en términos generales. Comentó en una reunión en Davos a la que se unió por enlace de video: “Cuando Ucrania dice que está luchando para recuperar sus territorios, significa que Ucrania luchará hasta que recupere todo su territorio. No significa otra cosa. Se trata de nuestra soberanía, nuestra integridad territorial y nuestra independencia”.

Y añadió: “Este estado de hostilidades ‘calientes’, de guerra sangrienta, solo puede pasar a las negociaciones diplomáticas contando con la auténtica participación de los presidentes ruso y ucraniano, con el apoyo de nuestros socios estratégicos, cuando veamos que la Federación Rusa muestra una verdadera disposición y deseo de pasar de la guerra sangrienta a la diplomacia. Esto solo será posible cuando Rusia conceda al menos algo, como la retirada de las tropas a las fronteras, tal como estaban el 24 de febrero”.

En la actualidad no parece que Rusia vaya a dar señales de tal retirada. Todo lo contrario.
Sin embargo, eso no significa que los países no se presenten para ofrecer sus servicios de mediación. El primer ministro italiano, Mario Draghi, por ejemplo, elaboró un complejo plan de cuatro puntos que fue presentado formalmente al secretario general de la ONU, António Guterres.

La primera etapa del plan implicaría un alto al fuego supervisado y la “desmilitarización” del frente. Se trataría de una negociación multilateral en una conferencia sobre el futuro estatus de Ucrania, que retomaría la propuesta de una futura neutralidad ucraniana respaldada por garantías de seguridad proporcionadas por las principales potencias. Esto podría brindar una cobertura de seguridad a Ucrania antes de que finalice el proceso de paz, y actuar como sustituto de la única aspiración ucraniana de ingresar a la OTAN”.

La siguiente etapa consistiría en un tratado bilateral entre Ucrania y Rusia sobre “cuestiones fronterizas”. Los términos de la propuesta indican la libre circulación de personas y de la vida económica, una autonomía de facto para los territorios ocupados y una zona económica única, así como garantías civiles para las minorías rusas, incluso en lo que respecta al idioma. Esto sería algo muy parecido a los acuerdos de Minsk, un formato que Francia y Alemania supervisaron y que nunca les gustó a los ucranianos.

La etapa final supondría un gran acuerdo sobre las relaciones entre la Unión Europea y Rusia, la reanudación de las conversaciones sobre estabilidad estratégica, una nueva función para la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa y la revisión de algunas de las otras cuestiones que fueron discutidas entre Estados Unidos y Rusia el verano pasado.

Rusia parecía disfrutar mucho el hecho de ridiculizar tanto el plan como a quienes lo propusieron. El expresidente ruso Dmitry Medvedev arremetió contra las propuestas de Draghi: “Parece que no fue elaborado por diplomáticos, sino por politólogos locales que han leído periódicos provinciales y actúan solo con falsos ucranianos”. No obstante, otras voces en Rusia piensan que hay algunos aspectos del plan que podrían ser adoptados más adelante, cuando ambas partes se hayan enfrentado hasta el final.

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