Crítica de <i>La Casa del Dragón</i>: la precuela de <i>Juego de Tronos</i> es magnífica
Esta vez habrá torneos, juegos y batallas sangrientas en Westeros, y muchos dragones volando. Foto: HBO/2022 Home Box Office, Inc. Todos los derechos reservados. HBO® y todos los programas relacionados son propiedad de Home Box Office, Inc.

El episodio inicial de La casa del dragón (Sky Atlantic) es sencillamente espectacular. Durante una hora, recorre rápidamente todo lo que convirtió a su predecesora, Juego de Tronos, en un titán de la pequeña pantalla, especialmente cuando estuvo en su mejor momento. Es una lista de grandes éxitos de Westeros en su máxima expresión. Los miembros de las familias hacen promesas que no pueden cumplir mientras conspiran y se traicionan unos a otros, en secreto y a plena vista. Hay torneos, juegos y peleas. Hay dragones, por supuesto. Hay una orgía de borrachos, un hachazo en la cara, una cesárea sin anestesia, heridas supurantes, miembros y órganos amputados, también. El mundo de George R. R. Martin regresa a nuestras pantallas con absoluta confianza y brío.

Es tan cautivadora como horripilante. La precuela de Juego de Tronos comienza 172 años antes del nacimiento de Daenerys Targaryen, y narra la caída de la dinastía Targaryen, aunque después de ver los primeros seis episodios que muestran las disputas y los complots, la verdadera pregunta consiste en saber cómo es posible que haya tardado dos siglos en derrumbarse. Comienza con la perspectiva de un rey en decadencia que elige a su heredero al estilo rey Lear, y aunque las personas cambian un poco en el transcurso de la serie, la sucesión es el hilo que mantiene todo unido.

Los episodios del primero al quinto se centran en la joven princesa Rhaenyra (interpretada por Milly Alcock), la única hija del rey Viserys I (Paddy Considine). Rhaenyra es una adolescente fuerte, ambiciosa y valiente, y sería una heredera ideal, si no fuera por el hecho de que los Lores ya dejaron claro, en tiempos muy recientes, que la tradición exige un rey, y no una reina, para el Trono de Hierro. En este mundo, las mujeres de la realeza son máquinas reproductoras y fichas de cambio. “Me alegra no ser una mujer”, dice un personaje masculino, más adelante en la serie. Este podría ser el eslogan de toda la serie.

Entre muchas quejas sobre Rhaenyra, el hermano de Viserys toma la iniciativa. Daemon es un fanfarrón exaltado que se niega a seguir las reglas que él considera indignas. La rueda política gira en torno a un rumor, y a medida que Viserys comienza a parecer frágil, aumenta la sensación de urgencia respecto a dónde se detendrá la rueda. Yo argumentaría que Juego de Tronos prosperó gracias a la fuerza de sus villanos, mucho más que por las virtudes de sus héroes, y Matt Smith interpreta a Daemon como un hombre vanidoso y amargado que, sin embargo, no puede traicionar del todo el nombre de su familia. Él es una pieza desagradable, sin duda, un misógino y un sádico, pero hasta el sexto episodio, es el único personaje principal realmente despreciable en King’s Landing. La casa del dragón se toma su tiempo para introducir a los malos que son tan agradables de criticar.

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‘Comienza con la perspectiva de un rey en decadencia que elige a su heredero, al estilo rey Lear’. Foto: HBO/2022 Home Box Office, Inc. Todos los derechos reservados. HBO® y todos los programas relacionados son propiedad de Home Box Office, Inc.

En parte, esto se debe a que se trata de una versión más adulta de este mundo. Por decirlo con las palabras de Elvis Presley, hay un poco más de conversación y un poco menos de acción. Hay extensas peleas y palizas sangrientas, y una escena de batalla particularmente épica (para quienes no estén familiarizados, “Crab Feeder” puede sonar bonito, aunque hay que esperar para ver cómo se desarrolla), no obstante, después del comienzo, la mayor parte consiste en rumores y discusiones acaloradas sobre lealtades, traiciones, alianzas y qué hijos se deberían unir en matrimonio con el objetivo de minimizar las consecuencias políticas. Hay mucho diálogo.

Existe una particularidad que juega a su favor y que, en ocasiones, debilita su impacto. Es increíblemente rica, y tiene un enfoque narrativo que es necesario, tomando en cuenta el enorme elenco de personajes. Obviamente, se trata sobre la dinastía Targaryen, y aunque se mencionan otros nombres conocidos –un Tully por ahí, un Stark por allá, un arrogante Lannister que pasa por acá– esta es la historia de los Targaryen. Con semejantes detalles, si la historia hubiera alternado entre las Casas y sus diferentes sedes de poder, no estoy segura de que hubiera sido capaz de seguir el ritmo. Aun así, extrañé la amplitud de Juego de Tronos, y su capacidad de alternar entre lugares, cada uno de ellos tan vívido a su manera.

Después de haber adelantado algunos años por aquí y por allá, se salta otra década para el sexto episodio, durante el cual todos tienen un montón de hijos. (Hay tantos nacimientos como en un episodio de One Born Every Minute, aunque, extrañamente, carece de esa sensación de calidez). Un puñado de personajes aparecen como adultos, y la acción se reinicia, aunque no de forma tan definitiva como parece al principio. Este salto temporal podría haber resultado molesto, pero es tan elegante y adecuado, tan evidentemente bien hecho, que no había ninguna posibilidad real de que se produjera un error de este tipo. La casa del dragón es una serie magnífica y opulenta, cinematográfica y grande, que supera los límites de lo que la televisión puede hacer. Solo que es un poco menos divertida que su predecesora.

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