El Premio Mercury de Harry Styles sería la cereza del pastel de un año venturoso
Harry Styles se presenta en el escenario durante el Big Weekend 2022 de Radio 1, en Coventry, en mayo. Foto: Dave J Hogan/Getty Images

Cuando se anuncie el ganador del Premio Mercury de este año en Londres el próximo mes, Harry Styles no estará presente. En lugar de codearse con sus compañeros nominados, entre los que se encuentran el actor nominado al Oscar Jessie Buckley y el aclamado cantautor de Newcastle Sam Fender, el exintegrante de One Direction estará en Nueva York, presentándose en el Madison Square Garden como parte de una gira de 15 espectáculos aclamada por la crítica.

La mayoría de los artistas sueñan con el aumento de popularidad que supone ganar el Premio Mercury, por no mencionar el cheque de 25 mil libras que lo acompaña. Sin embargo, Styles, cuyo álbum nominado ha vendido alrededor de 100 mil copias más que su rival más cercano, Fender, juega un juego diferente.

Lanzado en mayo, Harry’s House ya es el mayor álbum del año. Debutó en el número 1 en Reino Unido –uno de los tres nominados al Mercury de 2022 que lograron llegar a la cima– y se mantuvo ahí durante seis semanas, superando a 30, de Adele, y a Sour, de Olivia Rodrigo, para convertirse en el líder de la lista de éxitos más duradero de la década hasta ahora. En Estados Unidos, Harry’s House registró 521 mil 500 unidades equivalentes a un álbum en su primera semana, la mayor semana de ventas de cualquier disco este año, y dio lugar a cuatro sencillos en el Top 10, incluido el número 1, As It Was.

Además de ser un éxito comercial, Harry’s House ha recibido críticas elogiosas por parte de un amplio espectro de la prensa musical. Resulta difícil pensar en un nominado reciente al Mercury que haya disfrutado de esta mezcla de aclamación de la crítica, ventas y popularidad en ambos lados del Atlántico.

La transformación de Styles, de rompecorazones de una boyband a rockero aclamado por la crítica, no ocurrió de la noche a la mañana. En los siete años que han transcurrido desde la disolución de One Direction, este joven de 28 años se ha esforzado para consolidarse como una especie de heredero espiritual del trono del rock clásico, evitando los rasgos del pop moderno en favor de la maestría escénica inspirada en Jagger y de un sonido que, a su vez, alude a Led Zeppelin, al folk de Laurel Canyon y al britpop.

Styles es un artista descaradamente clásico, hasta en la forma en que su imagen es exaltada y seleccionada en los medios de comunicación: para su primera portada en la revista Rolling Stone, fue descrito por el afamado crítico de rock Cameron Crowe, guionista y director de Almost Famous, mientras que una apasionada reseña de su primer álbum en NPR lo describió como “el salvador del rock”.

“Tenemos una taquigrafía cultural para que los artistas pop sean tomados seriamente, y consiste en tocar una guitarra, no en cantar con una pista de acompañamiento”, comenta Brodie Lancaster, un crítico cultural que ha escrito extensamente sobre One Direction, y quien pronunció un discurso de apertura sobre las boybands en la EMP Pop Conference de 2016. El homónimo debut en solitario de Styles de 2017 dio comienzo a lo que Lancaster denomina “una campaña muy calculada y deliberada para que su imagen fuera la de un artista indie que estaba en ascenso con su propia música”.

Desde sus días como concursante de X Factor en 2010, el éxito de Styles se ha visto reforzado por un ejército de admiradores obsesivos, la mayoría de ellos mujeres jóvenes, que siguen sus movimientos, promocionan sus canciones y mantienen su nombre en la cima de la lista de trending topics de Twitter. Su relación con sus admiradores está basada en el respeto mutuo. En las entrevistas, las defiende de los clichés misóginos sobre las fangirls, y Boyfriends, una canción de Harry’s House, les habla directamente: “Boyfriends / Te dan por sentado / No saben que solo te están malinterpretando”.

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El cantante Harry Styles. Foto: Twitter / Howard Stern Show


“La relación que tiene con sus admiradores ocurre en gran medida en los conciertos, los fans se comunican con él a través de carteles que dicen (cosas como) ‘Quiero salir del armario con mis padres'”, explica Lancaster. “Se sabe que les da la oportunidad de anunciarlo en el recinto”.

En los últimos años, Styles también se ha hecho conocido por sus llamativos atuendos que desafían los roles de género, que han incluido boas de plumas brillantes, trajes con estampados y, en la portada de Vogue, un vestido de Gucci. Rachel Seville Tashjian, directora de noticias de moda de la revista Harper’s Bazaar US, señala que Styles, junto con su estilista Harry Lambert, ha contribuido a abrir paso a una era de moda “muy colorida y casi provocativa”.

“(Styles) está dispuesto a lucir diseñadores que no necesariamente son de renombre”, explica, citando a la marca estadounidense Bode como una marca cuyo perfil Styles ayudó a impulsar. “Le entusiasma mucho vestir no solo la ropa de diseñadores de los que no hemos escuchado hablar, sino también las siluetas o formas de estos que son poco ortodoxas para alguien que es un hombre joven y blanco”.

El extravagante sentido de la moda de Styles, así como su continua negativa a etiquetar su orientación sexual públicamente, ha llevado a algunas personas en internet a acusarlo de “queerbaiting“, es decir, el acto de apropiarse de una estética supuestamente queer con el objetivo de ganar admiradores e influencia. Tashjian sugiere que estas acusaciones no tienen sentido. “No puedo exagerar –especialmente después de haber trabajado en GQ– cuán significativo es ver a los hombres usando faldas, y considerarlo como algo alegre y placentero e incluso casual”, comenta. “Él es alguien que parece entender el impacto potencial de las siluetas que viste”.

En fechas más recientes, las críticas sobre la relación de Styles con la comunidad LGBTQ+ han ido más allá de la moda. A principios de esta semana, los comentarios que hizo sobre su papel en la próxima adaptación de My Policeman, de Bethan Roberts, una película de época sobre dos hombres que se enamoran cuando la homosexualidad todavía era un delito, provocaron indignación y burlas. Styles comentó que la película “no es como ‘Esta es una historia gay sobre estos chicos siendo gay”’, y comentó que incluiría más “ternura” en sus escenas de sexo que el drama homosexual promedio. “Es decepcionante… leer a Styles restandole importancia a la homosexualidad de la película de una manera que huele al pánico de una época pasada”, escribió Guy Lodge en The Guardian esta semana.

Aun así, se trata de una leve controversia comparada con las que han experimentado muchas estrellas del pop de la talla de Styles. El pasado año de la carrera de Styles ha sido, en todos los sentidos, un éxito rotundo; es probable que los próximos 12 meses también lo sean. Días antes de que se anuncie el Premio Mercury, se estrenará en el festival de cine de Venecia Don’t Worry Darling, un thriller psicológico que Styles protagoniza junto a Florence Pugh, dirigido por su novia, Olivia Wilde, y un mes después llegará My Policeman.

Mientras tanto, Styles seguirá actuando en estadios de todo Estados Unidos, incluyendo una gira de 15 noches en el Forum de Los Ángeles. La victoria de Harry’s House en los premios Mercury no cambiaría la vida de Styles de ninguna manera, pero sería la cereza de un año venturoso.

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