The Guardian

La familia real asiste al funeral de la reina Isabel II con una vestimenta impecable

Desde los sombreros sin ala hasta las perlas y los trajes elegantes hechos a la medida, el código de vestimenta fue de una solemnidad resplandeciente.

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No había ni un cabello fuera de lugar, ni un zapato sin lustrar. No se veía ni una mota de pelusa en las chaquetas. Para la ocasión más grande y magnífica, el código de vestimenta era de una solemnidad resplandeciente, con perlas y sombreros sin alas, tacones altos y trajes elegantes hechos a la medida.

Para la familia real se trataba, como indicó el arzobispo de Canterbury, de un retrato de dolor bajo los focos más brillantes. La reina consorte, la princesa de Gales y la duquesa de Sussex encontraron un poco de privacidad bajo los sombreros de ala ancha, o los velos, o ambos. Y mientras Gran Bretaña observaba a la familia real, el resto del mundo miraba a Gran Bretaña.

La princesa de Gales en el cortejo ceremonial. Foto: Tim Goode/PA

Los cuellos blancos con volantes del clero y los suntuosos uniformes militares de color escarlata y dorado contrastaron con la sencillez de los dolientes vestidos de negro, un recordatorio de que la muerte de la reina Isabel II ha puesto en el punto de mira no solo a los actuales Windsor, sino a toda la noción de lo que es la Gran Bretaña.

Han sido 10 días muy ajetreados para el sombrerero Stephen Jones, quien tras el fallecimiento de la reina dedicó su tienda situada en el centro de Londres a la venta exclusiva de sombreros negros anticipándose a los pedidos fúnebres.

“Todos querían estar adecuadamente vestidos, no a la moda”, explicó Jones. “Los sombreros fueron un símbolo del reinado de la reina Isabel, porque ella misma los usó siempre”. Los estilos más populares han sido los sombreros negros discretos, en texturas neutras.

Las arcanas reglas que decretaron que, como miembro de la realeza que no está en activo, el príncipe Harry no podía vestir el uniforme militar, a pesar de haber prestado un mayor servicio activo que la mayoría de la familia, son el tipo de cuestiones que hacen que la monarquía parezca mezquina y absurda a los ojos de sus críticos.

Elegantes: La princesa Ana y el príncipe Harry después del servicio fúnebre de la reina en la Abadía de Westminster. Foto: Hannah McKay/AP

No obstante, Harry aplacó la tensión emitiendo un comunicado por adelantado en el que indicaba que vestiría un traje normal, y ese día fue la princesa Ana, ataviada con su elegante sombrero blanco y sus guantes almidonados, la que lució más elegante en su traje militar de gala.

En el último funeral de Estado de Gran Bretaña, es decir, el de Winston Churchill en 1965, los dolientes acudieron ataviados con sombreros de copa y abrigos de piel de visón, mientras que Lady Churchill iba dramáticamente sumergida bajo toneladas de encaje negro.

La modernidad ha acabado con el velo largo, con un largo tipo “birdcage”, el cual cubre la mitad superior del rostro, elegido esta vez por Kate y Camilla. Los otros toques de modernidad incluyeron el guiño a la sustentabilidad de Carrie Johnson con un vestido tipo abrigo alquilado de Karen Millen.

Boris y Carrie Johnson, quien lució un vestido tipo abrigo alquilado de Karen Millen. Foto: Peter Byrne/PA

Kate y Meghan estaban vestidas con una armonía casi especular, una discreta réplica –o al menos, ningún comentario– al procaz interés por la ruptura entre los Sussex y los nuevos Gales. Ambas mujeres llevaron sombreros en forma de plato, el de Kate, atenuado con un pequeño velo, y el de Meghan, con una onda en el ala.

Ambas escogieron prendas de sastrería de líneas claras y sencillas de diseñadoras británicas, Meghan con un vestido de Stella McCartney y Kate volviendo a usar uno de sus vestidos tipo abrigo favoritos de Alexander McQueen. Solo la exclusiva gargantilla de perlas de cuatro hileras de Kate y el brazalete a juego que pertenecía a la colección de la difunta reina, que eclipsaron los sencillos aretes de perlas de Meghan, dejaron entrever la diferencia entre sus posiciones.

Fuera del círculo de dolientes cercanos hubo toques de glamour individual. Jacinda Ardern vistió un kākahu, una capa tradicional maorí hecha con plumas, que es un símbolo de ritos y prestigio en Nueva Zelanda.

Jacinda Ardern, vestida con una capa de plumas tradicional maorí, y su prometido, Clarke Gayford. Foto: John Sibley/Reuters

El tradicional sombrero negro de la princesa Carlota evocaba el sombrero de paja con cinta que usaba Madeline Fogg, la estudiante protagonista de los libros infantiles de Ludwig Bemelmans en la década de 1940, mientras que el broche de herradura de diamantes colocado en su abrigo hacía una dulce referencia a la afición por los caballos que compartía con su bisabuela.

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