El bigote ha regresado, pero ¿debería desaparecer otra vez?
'Lucir mi bigote por la calle es como andar con un nuevo y provocador amigo'... Rhik muestra su nuevo look. Foto: Linda Nylind/The Guardian

Cuando llegué a la mayoría de edad, los bigotes eran el colmo de lo que no estaba de moda. Eran pervertidos, anticuados y espeluznantes. El ideal masculino era estar bien afeitado, a menos que fueras Des Lynam. Algo extraño ocurrió 20 años después, cuando se pusieron de moda los bigotes ridículos y la iconografía del bigote, y la gente incluso se los tatuaba en los dedos. Eso desapareció, y no dijimos nada más al respecto. Pero he empezado a verlos otra vez, como fantasmas de la guerra civil. Desde el mercado de alimentos Heist, en St Leonards-on-Sea, hasta el festival All Points East, en el Victoria Park en Londres, jóvenes con bigote, en todas partes. ¿Qué está pasando?

Si eres viejo como yo –alguien que cree que tanto la década de 1990 como la de 2010 fueron hace 10 años– no te gustará la respuesta. El clásico ciclo de tendencias de 20 años de la moda ya no tiene sentido. En TikTok, todo aquello que tenga más de cinco años de antigüedad es considerado vintage, y apto para ser revivido. De este modo, los bigotes se unen a la sordidez independiente, a los audífonos alámbricos y a las Polaroids, a las chicas de Tumblr y al twee como parte del reempaquetado maldito del estilo hipster de 2014. Es la nostalgia de la nostalgia, hipster al cuadrado. Que Dios nos ayude.

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De izquierda a derecha: Eugene Hutz, Mark Owen, James Franco. Foto compuesta: Lauren Withrow/The Guardian; Getty

“Los bigotes atraen la mirada hacia el centro de la cara”, comenta Chris Foster, director creativo del salón de belleza Refinery, en Mayfair, al que he acudido para darle forma a mi barba incipiente como la de Rhett Butler. “Para los hombres con rostros regordetes, son más favorecedores que la barba“. La barba fue la evidente ganadora de la década de 2010, dando el salto de no estar a la moda a casi la ubicuidad. Sin embargo, resulta imposible traer de vuelta las barbas hipster, porque todos las siguen teniendo. Esto deja el campo libre para los bigotes, su primo más rococó. (El auge del mullet es otra de las formas en las que se presenta esto, y trágicamente las dos no son mutuamente excluyentes).

Lucir el mío por la calle es como andar con un nuevo y provocador amigo: uno que no sé si les gustará a mis otros amigos, uno capaz de hacer un chiste vulgar en una conversación educada. Las primeras reacciones a mi nuevo look oscilan entre “no puedo tomarte en serio” y “pareces un villano de Agatha Christie”. Es posible que refleje mi propia incomodidad. “No puedo recordar cómo te veías antes, sinceramente”, bosteza mi amiga Suzie. En cuanto a los cumplidos, pocos; pero en la presentación de un libro, Grayson Perry me dice que el bigote se ve bien, y que ganó un premio Turner.

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Clark Gable como Rhett Butler con Vivien Leigh como Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó. Foto: Masheter Movie Archive/Alamy

Los hipsters simplemente saquearon los libros de historia. Los bigotes siempre han sido populares, ya que transmiten dignidad y virilidad. De forma clásica, los militares los tenían (las normas del ejército siguen prohibiendo que los soldados tengan barba, porque impide el sellado eficaz de las máscaras de oxígeno). También ha habido hippies con bigote de Zappa y bohemios con bigotes retorcidos, como Salvador Dalí. Nietzsche, Einstein y el general de la guerra civil estadounidense Ambrose Burnside siguen siendo instantáneamente reconocibles por los suyos. Hitler arruinó el bigote de cepillo de dientes, aunque Robert Mugabe y Michael Jordan intentaron resucitarlo en el último cuarto del siglo XX.

Por otra parte, tienen un aspecto ridículo, Groucho-Marxista, para disfrazarse. En una ocasión me alojé en una habitación totalmente decorada con bigotes cómicos, desde el papel tapiz hasta la funda de la almohada. Cualquier cosa que pueda cambiar drásticamente la apariencia de uno resulta graciosa.

También han servido como símbolos de la poca confianza en uno mismo, o de la meticulosidad. A diferencia de la aspereza de la barba, los bigotes requieren ser afeitados y aseados, incluso ser depilados y rizados. (Las normas de la Iglesia de Inglaterra prohíben que los clérigos tengan bigote, por razones de vanidad).

“Un bigote es algo intrigante… es genial”, comenta Luke Jefferson Day, editor de estilo asociado de la revista GQ, mientras sopesa estas asociaciones. Para él, evocan a los protagonistas enigmáticos, guapos y coquetos de su adolescencia en Australia. Actores como Tom Selleck y Burt Reynolds eran ídolos de matiné modernos, los Clark Gables de su época. La sexualidad sigue siendo el punto fuerte del bigote, señala, lo cual explica su ambiguo prestigio. “Es el atractivo sórdido del Lotario”. Menciona al personaje de Star Wars Lando Calrissian, hábilmente traicionero, señalando su glamour en el bajo mundo. “Muchas veces parece una estrella porno de los 70, o un traficante de cocaína”.

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De izquierda a derecha: Jimmy Q, estilo urbano en la semana de la moda de Londres, Henry Cavill. Foto compuesta: Getty

¿Será por eso que no hay ningún galán de Hollywood actual que se atreva a lucir bigote? Jonathan Rhys Meyers coquetea con un lápiz, James Franco tiene un coqueteo intermitente con un alguacil del salvaje oeste. Henry Cavill es el que más se acerca, pero su bigote cayó en la comedia cuando fue ineptamente pintado con IGC de repeticiones de las grabaciones de la Liga de la Justicia. Los hombres que enarbolan el estandarte son Nick Offerman y Sam Elliott, cuyo bigote de morsa en películas como El gran Lebowski parece inmune a las modas, más viejo que el tiempo. Sus labios se erizan con el secreto de una masculinidad pasada, más segura de sí misma.

Nadie intenta comprarme cocaína, pero no es el Zen y el arte del mantenimiento del bigote. Sigo afeitando accidentalmente partes del mío y después tengo que hacer lo mismo con el otro lado. Es como arreglar un pastel al que ya le di una mordida. La sensación de vello en el borde de mi boca me hace pensar que tengo migas allí. Me froto compulsivamente las comisuras, un nuevo tic inquietante. ¿Cómo puede alguien tolerar estas cosquillas en los labios?

“Creo que son sexys, una especie de Tom of Finland”, refuta Sammy, un tipo de moda que abordo mientras saca sus botes de basura. Se dejó crecer el suyo durante el caluroso verano, como una forma más ligera de lucir una barba. “Me siento infantil sin él”, añade, refiriéndose a su cara de niño. Más tarde, me reúno con Duncan Smith, quien viste una chamarra de camuflaje y trabaja en la industria discográfica. Se dejó crecer el suyo después de ver a un hombre que se parecía a él, pero con un bigote setentero que completaba el look. No los considera anticuados, ni tampoco que los vuelve indeseables.

“Vi una foto de mi padre en la que se parecía exactamente a mí. El padre de mi madre tenía uno y parecía agradable”. ¿A su novia le importaría que se lo afeitara? Ella se encoge de hombros. “Yo no tendría problema, pero él estaría triste”.

Los padres ocupan un lugar destacado en las conversaciones sobre el bigote. Cuando recientemente habló de su propio bigote, el cantante Mark Owen admitió lo mucho que envidiaba el ejemplar “fuerte y pesado” de su padre, “el mejor bigote que he visto nunca”.

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Donald Glover como Lando Calrissian en Han Solo: una historia de Star Wars. Foto: Everett Collection Inc/Alamy

Durante las siguientes semanas, dejo de cuidar mi tira de vellos con lamentos de que lo hago por trabajo. No se ve ridículo, confiesa alguien. En cierto modo te queda bien, dice otro. Parece bonito, me dice una profesora de preparatoria americana. Tengo la sensación de que podría estar en un viaje, que esto es un bigote que tiene una trayectoria narrativa.

Por supuesto, se puede subtitular la mayoría de las conversaciones sobre tendencias: “¿Qué hacen los blancos?”. Los clientes de The Refinery son, en su mayoría, hombres de Medio Oriente que usan prendas que cubren la cabeza, para quienes el bigote ha sido durante mucho tiempo un medio de expresión. “Los sauditas tendrán un diseño de barba y bigote completamente diferente al de alguien de Kuwait”, destaca Foster. Los clientes afroamericanos, explica, prefieren bigotes y barbas de chivo limpios y estilizados. Los estilos más largos y circenses de hombre fuerte que he observado son exclusivos de los hombres caucásicos, quienes los utilizan para mostrar una individualidad excéntrica.

Los bigotes han sido desde hace mucho tiempo un elemento central de la cultura homosexual, que también fue el nido de las Nuevas Barbas. “Eso supuso un alejamiento de todo lo gay sin vello y brillante”, señala Day, de una tendencia que se desplazó a través de los hipsters neoyorquinos, luego de los londinenses del este, hasta llegar a la corriente principal. Los hombres homosexuales suelen ser los “primeros en adoptarla”, indica, animados y libres. “Hay más espacio en nuestra comunidad. En el mundo hetero, te quedas en lo tuyo”. Otros estilistas comparten esta opinión: los hombres heterosexuales temen cambiar drásticamente su look, llegar al trabajo con cualquier cosa que pueda exponerlos al ridículo. Sin embargo, eso está cediendo un poco.

Dado que cada vez hay más personas que trabajan desde casa o en turnos alternados, hay menos posibilidades de que se conviertan en chismes de oficina. La mayoría de los hombres experimentaron con su cabello durante el confinamiento, dejándolo crecer o afeitándolo. La disminución de las bromas y la constante evolución de la moda hacen que las condiciones sean propicias para un poco de heteroextravagancia. Debo admitir que, tras un comienzo difícil, la respuesta a mi bigote ha sido positiva, a pesar de que lo luzco sin ninguna confianza. Si hubiera tenido el valor de apoyarme a mí mismo, probablemente tendría un contrato discográfico o estaría en la portada de una revista.

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