‘Están robando Rusia’: Adam Curtis habla sobre cómo el hipercapitalismo arruinó una nación
'Un cataclismo destrozó los cimientos de la sociedad' ... imágenes de TraumaZone. Foto: BBC

El misterio principal de nuestra época es por qué, en un momento en que todo el sistema político y social está fuera de control y sumido en el caos total, nadie parece ser capaz de concebir ninguna alternativa. El sistema económico no está proporcionando la buena vida que una vez prometió, sino que está creando caos y dificultades para millones de personas. Mientras tanto, quienes están a cargo del sistema se benefician masivamente de ese caos, alimentándose de la incertidumbre. Y la clase política es esclava de una teoría económica que se ha vuelto absurda y corrupta.

Acabo de realizar TraumaZone, una serie de películas sobre otra época en la que eso ocurría. Fue en Rusia, en los años 90, después de que cayera el comunismo. Quienes estaban al mando comenzaron un experimento para crear una forma extrema de capitalismo.

La hice porque creo que en Occidente no entendemos lo que vivieron los rusos: un cataclismo que destrozó los cimientos de la sociedad.

Las películas están realizadas con una fuente de material única: miles de horas de material sin editar grabado por los equipos de la cadena BBC en Rusia durante esa época, gran parte de él nunca antes visto. Lo que lo convierte en algo tan extraordinario es que registra las experiencias de los rusos en todos los niveles de la sociedad mientras su mundo se desmoronaba: desde el interior del Kremlin hasta las heladas ciudades mineras del círculo polar ártico, desde la vida en los diminutos pueblos de las vastas estepas hasta las extrañas guerras libradas en las montañas y bosques del Cáucaso.

Mientras veía las imágenes, decidí que no debería usar mi voz ni poner música sobre ellas. El material era tan fuerte que no quería entrometerme vanamente, sino dejar que los espectadores simplemente experimentaran lo que estaba ocurriendo, porque fue a partir de esto –la ira, la violencia, la desesperación y la abrumadora corrupción– que surgió Vladimir Putin. Sin embargo, mientras grababa las películas, el creciente caos aquí en Gran Bretaña me hizo ver los paralelismos. Existen, por supuesto, enormes diferencias entre nuestra sociedad y la Rusia de hace 30 años, pero cuanto más descubres el experimento económico extremo de allá, y lo que está sucediendo aquí ahora con el gobierno actual, más comprendes que ambos comparten raíces muy similares que no están relacionadas ni con el capitalismo ni con el comunismo.

La pista se encuentra en el hombre que impuso el experimento de la “terapia de shock” en Rusia. Llamado Yegor Gaidar, se encontraba en el corazón de la clase dirigente comunista. Su abuelo era el más famoso escritor de libros infantiles de la Unión Soviética, y Gaidar se había casado con la hija de uno de los hermanos Strugatsky, escritores de ciencia ficción que escribieron la novela en la que se basó la película Stalker. Este economista que se convertiría en primer ministro interino se propuso crear un sistema capitalista perfecto en Rusia. Tenía que hacerlo rápido, explicaba, para evitar que regresara el comunismo. De la noche a la mañana, eliminó todos los controles sobre los precios, mientras que el gobierno renunció a cualquier intento de gestionar el sistema. El objetivo, comentó Gaidar, era crear una nueva zona de libertad perfecta en la que, a pesar del dolor inicial, el sistema encontraría su propio equilibrio natural.

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‘A partir de esta ira, violencia, desesperación y corrupción surgió Putin’ … La serie de Curtis capta la difícil situación de los rusos comunes. Foto: BBC

Pero si uno observa con más detenimiento, verá que su plan no tenía mucho que ver con la libertad. De hecho, se trataba de una extraña y maquinal visión del mundo impulsada por ideas pseudocientíficas. Gaidar creía que al desatar las “fuerzas del libre comercio” a una escala extrema, estas actuarían como “estímulos de mercado” que después conducirían automáticamente a las personas hacia patrones de comportamiento “racionales”. En realidad, era un sistema de ingeniería simplificado en el que se remodelaría a los seres humanos, convirtiéndolos en los tipos de seres adecuados para hacer funcionar el nuevo sistema. En ese sentido, era como una versión inversa del plan soviético. Seguía siendo una especie de control del comportamiento a través de palancas, pero de una manera diferente.

Y no funcionó. Condujo al caos total.

El gobierno actual de Gran Bretaña, dirigido por Liz Truss, acaba de anunciar su propio experimento con el capitalismo extremo. Las raíces de su idea se encuentran en el famoso economista austriaco-británico Friedrich Hayek. Tanto la derecha como la izquierda lo consideran el hombre que ideó el regreso del libre comercio, lo que es denominado como “neoliberalismo”. Pero creo que Hayek, que fue una poderosa influencia para Gaidar, en realidad era mucho más extraño que eso.

Hayek creía que la economía era la clave para el futuro del mundo porque impediría que los gobiernos intentaran idear nuevos tipos de sociedades. Escribió un libro titulado Camino de servidumbre, en el que afirmaba que, en la nueva era de las masas, resultaba imposible imponer una visión sobre el futuro a millones de personas sin que ello condujera al horror, como ocurrió con el fascismo y el comunismo. En cambio, Hayek tenía una visión épica en la que millones de personas crearían juntas un sistema social estable a través de las señales que se envían entre ellas. En el centro de todo ello se encontraba el sistema de precios. Los gobiernos deberían retroceder y no controlar los precios, y en su lugar permitir un “orden espontáneo” sin control central. Las personas, y no los políticos, crearían juntas la nueva sociedad como “actores económicos”.

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‘Orden espontáneo’ … los trabajadores se encuentran en ‘la jaula de hierro de la economía pseudocientífica’. Foto: BBC

Hasta ese momento, la economía había sido importante en el gobierno, pero únicamente como herramienta para ayudar a gestionar las sociedades que los políticos querían construir. No obstante, en 1979, cuando Margaret Thatcher llegó al poder, dio comienzo a un experimento que situó la lógica económica en el corazón mismo del sistema político. El problema fue que casi de inmediato fracasó. No solo creó una inflación masiva, sino que fue una de las principales razones de la desindustrialización de la sociedad británica. Como reconocieron sus principales asesores, Thatcher desistió rápidamente del experimento y se dirigió a los bancos para que le prestaran dinero a la población. Y una ola de dinero prestado y deuda encubrió los problemas hasta la crisis financiera de 2008.

En realidad, las grandes ideas de Gaidar y Hayek no estaban muy relacionadas con las ideas del libre comercio. En realidad, estaban arraigadas en viejos sueños que nacieron en el siglo XIX, según los cuales la ciencia y los sistemas racionales podían ser utilizados a gran escala para sustituir a la política, porque eso evitaría el desorden humano y las incertidumbres que continuamente desvían a la política. De hecho, el sistema que Gaidar se propuso reemplazar –el plan soviético– también tenía sus raíces en esos sueños pseudocientíficos. No tenía mucho que ver con el comunismo.

En la década de 1930, en la Unión Soviética bajo el mando de Stalin, la antigua ideología decayó y fue sustituida por un gigantesco experimento. Los seres humanos se convirtieron en componentes de un sistema que podía ser gestionado de forma racional con resultados predecibles. Estas ideas también florecieron en Estados Unidos en la década de 1930. Surgió un movimiento de masas llamado “tecnocracia”. Cientos de hombres y mujeres, vestidos “racionalmente” con trajes grises, recorrieron Estados Unidos pidiendo lo que llamaban un “Tecnoestado”, un nuevo tipo de sociedad que estaría dirigida de forma racional por ingenieros. Uno de sus principales miembros fue el abuelo de Elon Musk.

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Saqueo del Estado en decadencia … se cuentan los billetes y se llevan al extranjero. Foto: BBC

Sin embargo, todos estos movimientos en realidad fueron el resultado de una extraña expansión de la ciencia que intentaba apoderarse y colonizar el ámbito político. Y en realidad, esos experimentos siempre fracasaron. Ya sea en la Unión Soviética, o en la Gran Bretaña de los años 80, o durante la terapia de shock de Gaidar, y ahora con Liz Truss, nunca crea un sistema racional. De hecho, crea lo contrario: un sistema que se vuelve cada vez más inequitativo y abierto a la explotación por parte de una pequeña élite. Y no hay palancas políticas para detenerlos.

En Rusia, las películas muestran momentos que captan la aterradora velocidad con la que se abrió el abismo entre ricos y pobres. Miles de personas no podían siquiera comprar comida o pagar los gastos de calefacción mientras el servicio de salud se derrumbaba a su alrededor. A los compradores desconcertados se les dice que “no hay papas en Moscú”, mientras la nueva élite vuelve a organizar sofisticados bailes del siglo XVIII en viejos palacios situados en las afueras de San Petersburgo.

Vemos el despiadado interés personal de los directivos y los gánsteres cuando descubren nuevas formas de saquear el Estado en decadencia, con máquinas en los “bancos” de los oligarcas que cuentan sin cesar millones de billetes de rublos antes de trasladarlos a zonas offshore. Y nadie en el sistema político podía detenerlos. En el centro de todo esto había un presidente Yeltsin cada vez más borracho que se sentaba en el Kremlin viendo la pared diciendo a su guardaespaldas: “Están robando Rusia”.

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Impotente para detener las nuevas fuerzas que actúan en Rusia… El presidente Yeltsin. Foto: BBC

Y en Gran Bretaña, la flexibilización cuantitativa y el aumento extremo de los precios de los activos y de las propiedades que provocó son tan destructivos para la vida de millones de personas comunes como lo fueron los oligarcas en Rusia en la década de 1990. El tipo de libertad que ofrece este tipo de tecnoestado siempre es muy limitado: las personas son simples componentes de un sistema, libres de hacer lo que quieren, pero solo dentro de la estrecha lógica de la jaula de hierro de la economía pseudocientífica. Un mundo en el que bailan, pero solo dentro de esas cadenas.

En esta época de caos económico, parece imperativo volver a evaluar lo que tanto Occidente como Rusia han vivido en los últimos 50 años. Quizás no fueron ni el comunismo ni el libre comercio los que fracasaron, sino el Tecnoestado. Deberíamos eliminar la pseudociencia de la economía que tiene acorralados a los políticos, y volver a analizar tanto el capitalismo como el comunismo por los valores humanos y las aspiraciones que contienen. Y a partir de ahí podrían surgir verdaderas visiones alternativas sobre el futuro.

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