‘Pedir a un pirómano que apague un incendio’: el infractor climático Nicolás Maduro regresa a la COP27
Nicolás Maduro fue visto en la cumbre con importantes figuras internacionales como Emmanuel Macron y John Kerry. Foto: Miraflores Palace/Reuters

Se desconoce si la COP27 tendrá algún impacto real en los esfuerzos para detener el cambio climático, pero es probable que uno de los mandatarios regrese de la cumbre internacional con la sensación de que el viaje a Egipto realmente valió la pena: el presidente venezolano Nicolás Maduro.

Después de años de permanecer congelado en las relaciones internacionales, Maduro utilizó la COP27 para demostrar claramente –aunque de forma controvertida– que está de vuelta en la escena internacional.

Durante la conferencia, Nicolás Maduro fue visto con varias personalidades internacionales influyentes, entre ellas el enviado presidencial especial de Estados Unidos para el clima, John Kerry; el presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro de Portugal, António Costa.

El vocero del Departamento de Estado de Estados Unidos, Ned Price, restó importancia a la “interacción totalmente imprevista” de Maduro con el enviado del país para el clima, John Kerry. El exsecretario de Estado “fue sorprendido” en la COP27, indicó Price. Sin embargo, la presencia de Maduro –que tiene uno de los peores historiales medioambientales y de derechos humanos de Latinoamérica– provocó que los líderes de la cumbre se sintieran visiblemente incómodos y desconcertó a los analistas.

“Mi reacción inmediata fue: ‘¿Qué demonios está haciendo uno de los peores infractores del clima del mundo en una cumbre que pretende abordar la crisis climática?”, comentó Geoff Ramsey, director para Venezuela de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, un centro de estudios con sede en Washington DC.

Maduro fue un paria internacional desde su reelección en 2018 en medio de acusaciones generalizadas de fraude, lo cual impulsó un esfuerzo mundial para destituirlo del poder.

Más de 50 países reconocieron al líder opositor Juan Guaidó como presidente de Venezuela, no obstante, Maduro se aferró obstinadamente al poder, utilizando las fuerzas de seguridad para reprimir la disidencia.

Su regreso a la escena internacional fue posible, en parte, gracias a la guerra en Ucrania. Funcionarios estadounidenses han visitado en dos ocasiones Caracas mientras Washington analiza cómo sustituir las importaciones de petróleo ruso, y las dos naciones intercambiaron prisioneros en octubre. Washington incluso está discutiendo el levantamiento de algunas sanciones impuestas a Venezuela si Maduro convoca elecciones libres.

Después de reconocer que los esfuerzos para forzar la salida de Maduro han fracasado y que el apoyo a Guaidó ha decaído, los países desarrollados están reincorporando al líder venezolano en nombre del pragmatismo, explicó Ramsey.

“Los líderes occidentales están volviendo a relacionarse con la persona que realmente está al mando”, señaló.

Y Maduro aprovechó la COP27 como la oportunidad para informar con regocijo a sus homólogos extranjeros que está de vuelta en la escena internacional en una serie de incómodos encuentros ante las cámaras.

“¿Cuándo nos vas a visitar?”, bromeó un sonriente Maduro a Emanuel Macron, cuyo gobierno reconoce oficialmente a Guaidó como presidente de Venezuela.

Incluso organizó un evento en colaboración con el presidente de Colombia, Gustavo Petro, y el de Surinam, Chan Santokhi, para pedir una nueva alianza para proteger la selva del Amazonas.

Petro, quien apenas restableció las relaciones diplomáticas con Caracas, forma parte de una ola de líderes latinoamericanos de izquierda recientemente elegidos que han favorecido las relaciones con Nicolás Maduro.

No obstante, las improvisadas discusiones diplomáticas del venezolano podrían haber socavado una cumbre de la que podría depender el futuro de la selva del Amazonas –y del planeta–, según señalaron los expertos.

“La COP debería haber girado en torno a planes futuros para marcar una diferencia tangible en la protección del Amazonas y la lucha contra el cambio climático, en lugar de conceder una plataforma política a personas que utilizan la cumbre para una agenda política secundaria”, comentó Bram Ebus, consultor de International Crisis Group.

Además de supervisar un sinfín de atroces abusos de los derechos humanos cometidos por el Estado, entre ellos el encarcelamiento y la tortura de periodistas y políticos, el gobierno de Maduro ha impulsado discretamente la destrucción de la selva tropical del país.

Venezuela tiene la tasa de pérdida de selva tropical más rápida de Latinoamérica, según indica Clima21, una ONG que investiga la degradación medioambiental en el país caribeño.

Gran parte de esa destrucción se produce en el Arco Minero del Orinoco, una extensión de 110 mil kilómetros cuadrados de densa selva tropical en el este del país que se extiende hasta el Amazonas.

Maduro habilitó la zona para la minería en 2016 y desde entonces se ha convertido en una región sin ley y plagada de enfermedades que se encuentra bajo el control de grupos armados que talan la selva y envenenan sus ríos.

Los militares venezolanos ignoran las actividades que llevan a cabo las milicias del narcotráfico, como los rebeldes colombianos del Ejército de Liberación Nacional (ELN), a cambio de obtener una parte de sus ganancias.

“Invitar a Maduro a una conferencia climática es como pedirle a un pirómano que apague un incendio”, señaló Ramsey. “Él ha presidido la destrucción masiva de los hábitats de la selva tropical, supervisando una batalla campal en la minería ilícita que ha envenenado grandes extensiones de la cuenca del río Orinoco”.

Es posible que la diplomacia de pasillo de Maduro sea poco más que un oportunismo astuto y un poco de óptica televisiva, sin embargo, reforzará el apoyo que tiene el dictador en su país, dijo Ebus.

“Estas imágenes saldrán constantemente en la televisión estatal venezolana. El simple hecho de que aparezca ante una cámara estrechando la mano de presidentes y políticos extranjeros es algo que será utilizado en Venezuela para convencer a su propia base política de que él todavía importa en la escena mundial”.

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