¿Qué une a los baguettes, las abejas y la caza de osos? Todos entran en la lista de la Unesco
El baguette es el último alimento francés propuesto para formar parte del selecto patrimonio cultural de la humanidad. Foto: SimonSkafar/Getty

A primera vista, no parece que exista un gran vínculo entre el baguette francés, las danzas rituales japonesas furyu-odori, un platillo de fideos fríos norcoreano llamado naengmyeon, las fiestas del oso pirenaicas y el Kun L’bokator, las artes marciales tradicionales de Camboya.

Sin embargo, todos ellos acaban de ser reconocidos como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por un comité de la UNESCO compuesto por 24 miembros, reunido esta semana en Rabat para analizar si 56 “tesoros humanos” propuestos merecen ser añadidos a los 600 que ya figuran en la lista.

Entre los otros contendientes figuran los juegos ecuestres tradicionales de Georgia, la pasta de chile picante del Magreb conocida como harissa, el brandy de ciruela šljivovica de Serbia, el canto oral para llamar a los camellos en Arabia Saudita y Omán, y un laúd de Asia Central llamado Rubāb.

Francia recibió con alegría patriótica el anuncio de que “el conocimiento y la cultura artesanales del pan baguette” fueron inscritos en la lista, y los delegados franceses que asistieron a la conferencia de la UNESCO blandieron las barras de pan en el aire y vitorearon.

Esto “celebra el estilo de vida francés: el baguette es un ritual diario, un elemento estructurador de la comida, sinónimo de nuestra cultura de compartir y cordialidad”, dijo la jefa de la UNESCO, Audrey Azoulay, exministra de cultura francesa.

Cada segundo se venden en Francia alrededor de 320 baguettes –descritos por Emmanuel Macron como “250 gramos de magia y perfección”–, y estos panes alargados, con su exterior crujiente y su centro blando, han formado parte de la vida cotidiana francesa desde hace al menos 100 años.

No obstante, el número de panaderías artesanales en el país ha disminuido de 55 mil en 1970 a 35 mil en la actualidad, debido a la expansión de las panaderías industriales y de los puntos de venta fuera de la ciudad. “Es importante que estos conocimientos y hábitos sociales sigan existiendo en el futuro“, señaló Azoulay.

Cuatro de las otras propuestas de inclusión en la lista de la UNESCO –un tipo de cerámica chilena, el antiguo trabajo en piedra Ahlat de Turquía, la cerámica del pueblo vietnamita Chăm y una falda en forma de campana de Albania conocida como xhubleta– son consideradas como elementos tan amenazados que necesitan urgentemente una protección internacional.

El resto, aunque en menor grado de riesgo, siguen siendo considerados por los gobiernos que los proponen como dignos de reconocimiento por formar parte de los “conocimientos y habilidades necesarios para que la artesanía tradicional y las prácticas culturales sean transmitidas de generación en generación”.

El programa de sitios del patrimonio mundial, también administrado por la UNESCO, quizás sea más conocido por juzgar lugares como Stonehenge, el Taj Mahal y las pirámides egipcias como de “valor universal excepcional para la humanidad”.

Pero la música, la artesanía, la comida, la bebida, los rituales, las danzas y las costumbres que figuran en la lista del patrimonio inmaterial constituyen, explica la UNESCO, “un patrimonio vivo que, transmitido de generación en generación, confiere a las comunidades un sentimiento de identidad y continuidad considerado como esencial para el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana”.

La convención de 2003 ha sido firmada hasta la fecha por 180 países, aunque no por el Reino Unido, lo cual explica parcialmente las razones por las que rituales exclusivamente ingleses, como la danza Morris, el consumo de té y el festival del queso rodante, aún no han sido reconocidos por la UNESCO.
Sin embargo, la cultura del chai de Azerbaiyán y Turquía y “las técnicas tradicionales de preparación del té y las prácticas sociales asociadas” en China están muy presentes este año, al igual que el “conocimiento de los maestros del ron ligero” de Cuba.

Entre los otros contendientes figuran las festividades del 15 de agosto de dos comunidades de las tierras altas de Grecia, el banquete de al-Mansaf en Jordania, la blusa bordada altiţă de Rumania, y –de manera menos llamativa– la apicultura en Eslovenia, el toque de campanas en España y la “cultura de feria” en Bélgica.

En la lista ya figuran el funambulismo coreano, la gastronomía francesa y la persuasión de camellos mongoles, junto con platillos célebres como la pizza napolitana, el cuscús norteafricano, la masa madre aplastada maltesa y las galletas de jengibre croatas.

También se encuentra la procesión de Luxemburgo con danzas en Echternach, una excéntrica procesión tradicional de Pentecostés de 500 años de antigüedad hasta la tumba de St. Willibrord, en la que miles de personas saltan de un pie a otro a lo largo de todo el recorrido con la misma melodía tradicional.

También figuran el concurso anual de corte de césped con guadaña del municipio de Kupres en Bosnia y Herzegovina, las fiestas tradicionales de la granada de Azerbaiyán conocidas como Nar Bayrami, la cultura de la sauna de Finlandia, el reggae de Jamaica y la dieta mediterránea.

En años anteriores el comité ratificó casi todas las candidaturas y está previsto que haga lo mismo este año. Sus deliberaciones, que son transmitidas en vivo y, cabe decir, considerablemente menos entretenidas en comparación con muchas de las especialidades gastronómicas, costumbres e instrumentos que están considerando, continúan hasta el sábado.

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