‘Alguien será azotado, los hombres blancos’: el asombroso drama de época que reescribe las historias de la esclavitud
Karla-Simone Spence como Frannie (derecha) y Sophie Cookson como Marguerite Benham en The Confessions of Frannie Langton. Foto: ITVX/Drama Republic

No confesaré algo que no creo haber hecho. Frannie Langton es una criada que ha sido acusada de los asesinatos de sus amos tras despertarse con un vestido bañado en sangre. Ella no puede reconstruir lo que realmente sucedió, pero jura su inocencia. “Estoy harta de que gente como usted decida quién soy o qué soy en cuanto me mira”, le gruñe a su abogado, que, al igual que todos los demás, asume que ella lo hizo. Y con esto, The Confessions of Frannie Langton promete una tremenda historia llena de valentía.

Ambientado en el siglo XIX, el programa está protagonizado por Karla-Simone Spence en el papel de Frannie, que creció en una plantación de Jamaica, y que después fue llevada a Inglaterra y entregada a Marguerite (Sophie Cookson) y George Benham (Stephen Campbell Moore). “Sin duda estarás pensando que esta será simplemente otra de esas historias de esclavos endulzadas con miseria y desesperación”, narra. “No lo será”.

De hecho, esta es una historia de amor; una inesperada e ilícita aventura con Marguerite (o “Madam”, como la llama Frannie).

¿Podría Frannie realmente haber matado a su amante? Por otra parte, ¿quién le creería a una mujer negra homosexual que tiene adicción al opio? A lo largo de cuatro episodios de flashbacks, giros, cambios y suspense, la verdad saldrá a la luz. Esperemos que así sea.

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Sara Collins con su novela premiada. Foto: Will Oliver/EPA

Sara Collins, autora de la premiada novela que dio origen a la historia, suele odiar cuando los libros se convierten en programas de televisión. “No suelen funcionar”, comenta desde su casa. “Nunca me ha gustado una adaptación tanto como el libro”. Se trata de una opinión bastante justa, pero suscita la pregunta: ¿por qué aceptó que se adaptara su propia novela debut? “Me debatí entre hacerlo o no”, explica. “Pero habría sido ridículo rechazarlo”. Desde entonces ha dado un giro de 180 grados: “Quiero que las personas digan: ‘Carajo, eso estuvo bueno”.

El éxito del libro y el cambio radical de la adaptación fueron rápidos: tras ser publicado en 2019, The Confessions of Frannie Langton (Confesiones de una criada) ganó el premio Costa a la mejor primera novela meses después, y al año siguiente fue adquirido. Spence comenta que ni siquiera tuvo la oportunidad de leerlo hasta la tercera ronda de audiciones… y la hizo sollozar. “Frannie simplemente lucha por contar su historia”, comenta.

Collins nunca había escrito un guion, así que “lo afrontó como una abogada”, probablemente porque esa era su profesión. “Tuve que convencerme de que sabía lo que estaba haciendo”, explica. “Creé un montón de archivos codificados por colores. Fue muy parecido a ir a juicio”.

Un enfoque tan metódico resulta lógico, puesto que en esta historia suceden muchas cosas. Es un drama policíaco de época que abarca la esclavitud, el romance entre personas homosexuales, la raza y la adicción. Sin embargo, Collins rechaza estas etiquetas: “No la considero una novela LGBT ni una novela afroamericana… es solo una historia sobre seres humanos”. La relación entre Frannie y Marguerite, señala, era lo único que tenía sentido. “Cuando piensas en quién más había alrededor, hombres increíblemente odiosos… ¡Si yo estuviera en esa casa, Madam habría sido la única opción para mí!”.

Aun así, el hecho es que las historias con mujeres afroamericanas como protagonistas son escasas en los dramas de época. Con clásicos del romanticismo gótico como Rebeca, Jane Eyre y Cumbres borrascosas como grandes influencias, Collins deseaba situar a una mujer afroamericana en el centro del escenario. La época que eligió fue concretamente entre 1807 –la abolición del comercio internacional de esclavos en el Reino Unido– y 1833, la emancipación, que liberó gradualmente a todas las personas esclavizadas. “Era una buena oportunidad para poner a prueba nuestra memoria sobre el imperio”, señala Collins.

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Spence con Steven Mackintosh como John Langton. Foto: ITVX/Drama Republic

A medida que se va desvelando la historia de Frannie, descubrimos que aprendió a leer durante su infancia en la plantación de Jamaica y que recibió educación de su amo, el irritante John Langton (Steven Mackintosh), quien le pidió ayuda para sus horribles “investigaciones científicas”. Aunque Frannie era una esclava, Spence cuenta que “gozaba de ciertas libertades en cuanto a poder opinar más sobre las cosas, ella sentía que tenía una posición más elevada que los demás”.

Por eso, cuando Langton la lleva a Londres, la realidad de su cautiverio la golpea, especialmente cuando oye hablar de otras personas afroamericanas que han vivido bajo su techo. “¡Ustedes creen que pueden venir aquí y arrebatarle el pan de la boca a un inglés!”, grita el ama de llaves, que rápidamente pone a trabajar a Frannie.

La relación con Marguerite, que nace de un amor común por la literatura, está condenada al fracaso desde el principio. Ella también es una mujer oprimida, casada por conveniencia con un ogro e incapaz de expresar su verdadero intelecto y talento. Sin embargo, como dice Collins, tiene “un privilegio increíble del que no es consciente. Está tan consumida por la autocompasión que es incapaz de comprender el dolor de otra persona”.

Si esto parece lúgubre, es porque lo es. No obstante, hay una mujer en la vida de Frannie cuya lealtad nunca flaquea y que seguramente se convertirá en una de las favoritas de los fanáticos: su amiga Sal (Amarah-Jae St Aubyn), que administra un burdel cercano. “Estar con Sal es el único momento en que Frannie puede ser vulnerable”, explica Spence, que adora al personaje de la “hermana mayor”.

Para Collins, Sal era una forma de explorar el número de mujeres afroamericanas que en el siglo XIX eran conocidas como trabajadoras sexuales independientes y autosuficientes. “Subvierte lo que esperamos”, dice Collins, “una mujer afroamericana en control financiero y emocional. Es una alusión juguetona a lo que se espera de una historia de esclavitud: alguien va a ser azotado, pero no te das cuenta de que van a ser los hombres blancos”.

En última instancia, sin embargo, se trata de un gran romance gótico. “Es una historia de amor tan oscura y retorcida como los asesinatos que ocurren al final”, comenta Collins, que la compara alegremente con una Jane Eyre “más jugosa” (“si Jane se hubiera acostado con la mujer del ático…”). Spence lo resume con las palabras que la propia Frannie dedica a Madam: “Los hombres escriben para poder separarse de la historia, pero las mujeres escriben para unirse a ella”.

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