‘Completamente ordinaria’: la pareja suburbana en Suecia acusada de espiar para Rusia
La casa situada en Nacka, Suecia, donde los servicios de seguridad detuvieron a dos personas sospechosas de espionaje. Foto: Fredrik Sandberg/TT/EPA

Para el frondoso suburbio de Nacka, en Estocolmo, fue un brusco despertar antes del amanecer: sirenas sonando, dos helicópteros Black Hawk sobrevolando ruidosamente y fuerzas especiales con equipo de combate descendiendo y entrando a toda velocidad por las ventanas de una imponente villa blanca, todo ello a las 6:01 de la mañana.

La redada llevada a cabo a finales del mes pasado por los servicios de seguridad de Suecia, las unidades de élite de la policía y el ejército, que duró poco más de un minuto, tenía como objetivo a una pareja rusa sospechosa de llevar a cabo “actividades ilegales de inteligencia” contra Suecia y Estados Unidos durante más de una década.

Ocurrió pocos días antes de que comenzara en Estocolmo el juicio contra dos hermanos suecos detenidos el pasado otoño y acusados de vender secretos a los servicios de inteligencia de Rusia.

La pareja, que no ha sido identificada por la fiscalía sueca, llegó a Suecia en 1997, adquiriendo la nacionalidad sueca aproximadamente 15 años después.

Descritos como “completamente ordinarios” por sus vecinos, están registrados como propietarios de varias pequeñas empresas de importación y exportación de equipos informáticos, productos electrónicos para barcos y aviones, y de financiamiento de proyectos, con una facturación de aproximadamente 30 millones de coronas (2.4 millones de libras) al año. Su hijo de 20 años es estudiante en Estocolmo.

La pareja, que en su momento fue una entusiasta usuaria de las redes sociales rusas –publicaba fotos de la ópera La Scala de Milán y de las vacaciones familiares esquiando en Noruega–, desapareció del radar en 2013, más o menos cuando, según alegan los documentos judiciales, empezaron a espiar contra Estados Unidos y Suecia.

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Agentes de policía en Nacka entran a la casa de dos sospechosos de espionaje. Foto: Fredrik Sandberg/TT/EPA

Según los medios suecos, la pareja llamó la atención de las autoridades suecas por primera vez en 2016, a causa del impago de impuestos de una de sus empresas, cuyo nombre, según informan los medios locales, también figura en un informe de la agencia de defensa de junio de 2022 en el que se identificaron 75 “intereses económicos rusos” presentes en Suecia tras la invasión de Ucrania.

Oscar Almen, uno de los autores del informe, comentó al periódico Svenska Dagbladet que la empresa despertó el interés de los investigadores porque, en última instancia, estaba controlada por una empresa con sede en Chipre que era propiedad de un diplomático soviético retirado y presunto coronel del servicio de inteligencia militar GRU que en una ocasión fue expulsado de Francia por espionaje.

Tras indagar en los antecedentes de la pareja en Rusia, el grupo de periodismo de investigación digital Bellingcat también comprobó que figuraban como propietarios de un departamento en Moscú, en el número 36 de la calle Zorge, desde octubre de 1999, aunque posiblemente nunca llegaron a vivir realmente ahí.

Sin nombrar formalmente a la pareja, un tribunal de Estocolmo ordenó el encarcelamiento del hombre, bajo sospecha de “actividades ilegales de inteligencia agravadas contra Suecia y una potencia extranjera”, pero dejó en libertad a su esposa –sospechosa de ser su cómplice– en espera de las investigaciones. Ambos niegan todas las acusaciones.

El fiscal, Henrik Olin, indicó que el esposo estaba “vinculado al GRU”, sin proporcionar más detalles, y añadió que los probables cargos –en los cuales, según señaló él, los servicios de inteligencia suecos contaron con la ayuda del FBI– implicaban “adquisiciones técnicas para la industria militar-industrial rusa”.

Tony Ingesson, profesor titular de análisis de inteligencia en la Universidad de Lund, comentó que si la pareja realmente era espía, podría haber sido enviada por Moscú o reclutada cuando ya estaba en Suecia. “En cualquier caso, no son los clásicos ilegales (agentes encubiertos durmientes), en el sentido de que utilizaban sus propios nombres”, explicó. “Es muy parecido a lo que hacían los soviéticos y los alemanes del Este durante la guerra fría”.

Las detenciones efectuadas a finales de noviembre coincidieron con el juicio de Peyman y Payam Kia, de 42 y 35 años respectivamente, dos hermanos nacionalizados que llegaron a Suecia con sus padres en la década de 1980 tras huir de Irán, y que están acusados de espiar para Rusia y el GRU entre 2011 y finales de 2021.

Peyman Kia presuntamente trabajó como topo (agente encubierto) para la agencia sueca de seguridad y contrainteligencia Sapo, pero también para el servicio de inteligencia de las fuerzas armadas, incluida la agencia de inteligencia extranjera Must y KSI, una unidad de alto secreto perteneciente a la agencia que se ocupa de los espías suecos en el extranjero. Payam se encarga de ayudar a su hermano en cuestiones logísticas.

Joakim von Braun, experto en inteligencia, señaló que el caso parecía ser uno de los más perjudiciales de la historia de Suecia debido a la acusación principal –enérgicamente negada, junto con todas las demás acusaciones de irregularidades, por ambos hermanos– de que se envió a Moscú una lista completa de todos los agentes de Sapo.

“Si se da el caso de que se ha identificado a personas que trabajan para Suecia en otros países, por supuesto existe un gran riesgo de que las cosas puedan acabar muy mal para ellos”, dijo Von Braun a la emisora pública SVT. “No quiero utilizar la palabra escándalo. Pero creo que este es el peor caso que hemos tenido en Suecia”.

El fiscal, Mats Ljungqvist, también describió el caso Kia como único, señalando que Suecia “no había visto nada igual en más de 20 años”. El juicio de los hermanos se desarrolla en su mayor parte de forma privada, y el acceso de los medios de comunicación está estrictamente limitado por motivos de seguridad nacional.

“Es sorprendente que alguien parezca haberse infiltrado hasta ese nivel”, comentó Ingesson. “Eso significa que es poco probable que lleguemos a saber mucho al respecto y que la mayor parte de los procedimientos serán clasificados. Sin embargo, en conjunto, estos casos reflejan dónde nos encontramos actualmente: Rusia necesita urgentemente información de inteligencia tanto política como militar, y desde su invasión contra Ucrania, se ha vuelto mucho más difícil obtenerla”.

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