La película musical de <em>Matilda</em> es traumática para las víctimas de maltrato infantil. Hollywood debe tener cuidado
Emma Thompson como Agatha Tronchatoro en Matilda, el musical. Foto: Dan Smith/Netflix

No se puede negar que la última transformación de Emma Thompson en la sádica Agatha Tronchatoro en la nueva película de Netflix titulada Matilda: el musical es un acto de brillantez, tanto por parte de la propia ganadora del Oscar como de un ejército de maquilladores. Sin embargo, es probable que las escenas explícitas del comportamiento violento de la señorita Tronchatoro supongan una experiencia traumática tanto para los niños como para los supervivientes de maltrato infantil.

El autor de Matilda, Roald Dahl, es muy conocido por su enfoque de la crueldad hacia los niños, que abarca desde las brujas asesinas de niños hasta la deformación corporal de los niños traviesos en Charlie y la fábrica de chocolate. La propia Matilda contiene frases gráficas como: “Tronchatoro simplemente me agarró de una oreja y me llevó a toda prisa al Agujero y me metió dentro y cerró la puerta con llave… Cuando salí tenía cortes y heridas por todas partes”.

Este interés literario por el maltrato infantil se remonta a mucho tiempo atrás: en los cuentos de hadas de los hermanos Grimm, The Juniper Tree es una historia en la que un niño es decapitado por su madrastra antes de que lo descuarticen y lo cocinen en un guisado que luego sirven a su padre. Entonces, ¿deberían suprimirse por completo estos libros basados en el maltrato infantil? No lo creo –porque al leer las historias, existe cierta distancia con respecto a las imágenes visuales y hay espacio para la interpretación–, pero ver una experiencia horrible en la pantalla de cine no deja espacio para escapar, ni una forma de evitar que las imágenes violentas se graben en la mente de un niño.

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Crueldad en la ciencia ficción estadounidense … M3gan. Foto: Geoffrey Short/Universal Pictures

Resulta particularmente flagrante en la nueva adaptación de Netflix de Matilda, una adaptación del musical teatral de Tim Minchin y Dennis Kelly. No solo por la famosa escena de las trenzas (que también apareció en la versión de Matilda dirigida por Danny DeVito en 1996), en la que vemos cómo le dan vueltas por las trenzas a la inocente Amanda Thripp mientras escuchamos sus gritos y el chirrido de sus trenzas al ser arrancadas de su cabeza, sino que hay una nueva escena de mutilación aún más traumática en la que Eric es levantado en el aire por las orejas mientras la señorita Tronchatoro le jala las orejas varios centímetros lejos de su cabeza.

Hablando con franqueza, ver estas escenas gráficas de crueldad en la pantalla y escuchar los gritos de los niños agonizando constituyen una experiencia mucho peor que leer las novelas de Dahl. La película hace que el maltrato parezca cada vez más real; está justo enfrente de tu cara, traumatizando a los niños y proporcionando una visión igualmente incómoda para aquellos que han sufrido maltrato infantil. Aunado a los grandes números musicales y los efectos especiales terminan por minimizar el sufrimiento.

La capacidad del cine para encontrar el entretenimiento en el maltrato infantil no es nada nuevo. Basta con fijarse en el drama de 1981, Mamita querida, en el que vemos escenas gráficas de violencia cometidas por Joan Crawford contra su hija adoptiva, Christina, desde el estrangulamiento que casi acaba con su vida hasta la famosa escena en la que Christina es golpeada salvajemente con un gancho de ropa. Sin embargo, desde su estreno, más que constituir un legado educativo para el público sobre el maltrato infantil, se ha convertido en un icono de la cultura pop que ha dado lugar al eslogan “nada de ganchos de ropa”. Como dijo la propia Faye Dunaway, se convirtió en algo exagerado.

O la adaptación de 2017 de IT, de Stephen King, en la que Pennywise le arranca el brazo a Georgie, un niño de siete años, antes de arrastrarlo a las alcantarillas para matarlo. En la nueva película de terror y ciencia ficción estadounidense M3gan vemos cómo una muñeca de inteligencia artificial le arranca la oreja a un niño. La crueldad contra los niños en el cine aumenta cada vez más y, en una época en la que somos tan conscientes del impacto a largo plazo de los traumas, parece muy reductivo y contradictorio que estas escenas gráficas de maltrato sean difundidas en el cine, y con un tono que convierte este tema serio en un entretenimiento.

Sin embargo, una diferencia clave es que M3gan e IT son películas de terror, ambas con una clasificación para mayores de 15 años, mientras que Matilda: el musical tiene una clasificación PG. De hecho, el Consejo Británico de Clasificación de Películas incluso califica la película de “violencia cómica”. ¿En serio? Si existe una forma segura de faltarle el respeto a los supervivientes de maltrato infantil es asociar la violencia contra los niños con la comedia. No obstante, también plantea la importante cuestión de si se debería permitir cualquier tipo de violencia contra los niños en una película con clasificación PG, como Matilda, en la que el público se encuentra en un momento tan crucial de su desarrollo psicológico.

Por supuesto, se debería educar a los niños sobre el maltrato infantil en la sociedad actual, pero ¿un musical cinematográfico que mezcla grandes números de baile con crueldad física y mutilación es realmente la mejor opción?

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