Nikki Haley debe actuar con cuidado para ser la próxima presidenta republicana
Nikki Haley habla en un evento patrocinado por el grupo de presión pro-Israel AIPAC en Washington en marzo de 2019. Foto: Kevin Lamarque/Reuters

Como gobernadora republicana de Carolina del Sur en 2015, Nikki Haley se unió hombro con hombro a los líderes políticos de todo el estado para pedir que se retirara la bandera confederada de los terrenos del palacio estatal. Días antes, un supremacista blanco declarado que posó con la bandera en unas fotografías masacró a nueve feligreses afroamericanos en una iglesia en Charleston.

Mientras su estado –y la nación– estaban conmocionados por el atroz acto, Haley argumentó que la bandera que muchos sureños adoptaron como símbolo de tradiciones “nobles” era para muchos otros “un símbolo profundamente ofensivo de un pasado brutalmente opresivo”.

Fue un momento determinante para la gobernadora, un momento que le hizo ganar la atención nacional y consolidó su estatus como estrella emergente republicana. El martes, Haley, de 51 años, entró oficialmente a la carrera por la presidencia, convirtiéndose en la primera y hasta la fecha única gran contrincante republicana del expresidente Donald Trump.

En un anuncio en video, Haley intentó capturar un poco de ese optimismo inicial sobre su futuro político. “Es hora de que haya una nueva generación de liderazgo”, dice.

Hija de inmigrantes indios, Haley nació en la pequeña ciudad de Bamberg, Carolina del Sur, y creció profesando la religión sij. “No era afroamericana, ni blanca, era diferente”, comenta Haley, que posteriormente se convirtió al cristianismo.

Desde muy joven, Haley participó en el negocio de ropa de su familia, y comenzó a ayudar en las labores de contabilidad a los 13 años. Empezó su carrera política en la legislatura estatal como discípula del pequeño gobierno que con el tiempo atraería el apoyo del movimiento Tea Party. En 2010, hizo historia al convertirse en la primera gobernadora de Carolina del Sur que no era ni blanca ni hombre. Cuatro años después, ganó la reelección.

Para defender su candidatura, Haley argumentó que ha destacado en la dura prueba de la política de Carolina del Sur. En una entrevista en la cadena Fox News a principios de año, presumió que “nunca había perdido una contienda”.

Haley es una conservadora incondicional. Como gobernadora, se negó a ampliar la cobertura del programa Medicaid y promulgó una ley que prohibía los abortos después de las 20 semanas de embarazo y que no incluía excepciones por violación o incesto. También amplió las leyes de portación oculta de armas, a pesar de los llamados a favor de una reforma de la ley de armas como consecuencia de los asesinatos ocurridos en Charleston.

En la página web de su campaña, Haley destaca su papel como impulsora de la retirada de Trump del acuerdo nuclear con Irán, así como su apoyo a la decisión del expresidente de trasladar la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén.

Haley se enfrentó a la reacción negativa y a acusaciones de hipocresía en 2019, cuatro años después de que ordenara retirar la bandera confederada, por comentar al presentador de podcasts conservador Glenn Beck que la bandera de batalla confederada representaba “el servicio y el sacrificio y el legado” antes de que fuera “secuestrada” por Dylann Roof, el pistolero de Charleston.

En un artículo de opinión, Haley argumentó que sus opiniones no habían cambiado y culpó a la “cultura de la indignación” de avivar la respuesta.

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La gobernadora Nikki Haley firma un proyecto de ley para retirar la bandera confederada que ondea en el palacio estatal de Columbia, Carolina del Sur, el 9 de julio de 2015. Foto: Richard Ellis/EPA

El episodio evidenció la delgada línea que Haley está intentando recorrer a medida que se lanza a una competencia ya marcada por las luchas culturales en torno a la raza y el género.

Aunque Haley ha hablado sobre la discriminación que sufrieron ella y su familia como inmigrantes en el sur del país, rechaza la idea de que exista un racismo sistémico en Estados Unidos.

“Algunos consideran nuestro pasado como prueba de que los principios fundacionales de Estados Unidos son malos”, señala, mientras su anuncio en video muestra imágenes de manifestantes a favor de la justicia racial y fragmentos de noticias sobre el Proyecto 1619. “Nada podría estar más alejado de la verdad”.

Mientras transita por el emergente campo republicano, Haley también tiene que enfrentarse a sus declaraciones pasadas sobre el expresidente y su principal rival en las elecciones primarias.

Durante las elecciones primarias presidenciales republicanas de 2016, Haley se opuso firmemente a la presidencia de Trump, respaldando en su lugar al senador de Florida Marco Rubio. Designada para pronunciar la respuesta republicana al último discurso sobre el Estado de la Unión de Barack Obama, instó a los estadounidenses a que resistieran el “canto de sirena de las voces más airadas”, algo que muchos interpretaron como una crítica indirecta contra Trump. (Más tarde insistió en que no lo era).

No obstante, Haley superó rápidamente lo que describiría como sus “reservas” iniciales sobre Trump y lo apoyó como candidato del partido.

En 2017, se unió al gobierno de Trump como embajadora ante las Naciones Unidas. Durante sus dos años de mandato, defendió la política exterior de aislamiento de Trump en la escena mundial. En particular, lideró los esfuerzos encaminados a retirar a Estados Unidos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, al que calificó de “protector de los violadores de los derechos humanos y cloaca de parcialidad política”.

También anunció la imposición de sanciones contra Rusia, lo que suscitó las críticas de los asesores de la Casa Blanca, quienes señalaron que se había adelantado al gobierno. El principal asesor económico, Larry Kudlow, insinuó que Haley sufrió una “confusión momentánea” sobre las acciones del gobierno, a lo que ella respondió: “Con el debido respeto, yo no me confundo”.

La frase With All Due Respect (Con el debido respeto) se convirtió en el título de su libro de memorias, publicado después de dejar el gobierno en 2018. A pesar de su inesperada salida, Haley es una de las pocas funcionarias que dejó el gobierno de Trump en términos relativamente buenos con el presidente.

Desde entonces, ha andado con cuidado con su exjefe, elogiando el historial de Trump al tiempo que ofrecía algunas críticas que podrían ayudarla a atraer a los votantes conservadores más moderados. “Debemos aceptar los éxitos de la presidencia de Trump y reconocer la necesidad de atraer más apoyo”, escribió en un artículo de opinión publicado en el periódico Wall Street Journal el año pasado.

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Haley, fotografiada en el momento de su renuncia como embajadora ante la ONU en 2018, es una de las pocas funcionarias de Trump que dejaron su administración en términos relativamente buenos. Foto: Jonathan Ernst/Reuters

A raíz del ataque del 6 de enero contra el Capitolio estadounidense, Haley condenó las acciones de Trump y dijo que el exmandatario sería “juzgado duramente por la historia”. No obstante, después se esforzó por volver a ganarse su simpatía y se opuso a su juicio político por su papel en el ataque al Capitolio.

Haley prometió anteriormente que no se postularía en caso de que Trump fuera candidato. Sin embargo, Trump dijo recientemente que Haley le informó que estaba considerando la posibilidad de postularse y él la animó a hacerlo.

Es posible que el entusiasmo de Trump refleje las encuestas, que muestran que sus probabilidades de ganar la candidatura aumentan en un campo dividido entre más candidatos republicanos. Casi un año antes de que comiencen las votaciones primarias, la mayoría de las primeras encuestas indican que Haley se sitúa entre el 1% y el 3%, muy por detrás de Trump y del gobernador de Florida, Ron DeSantis. Aunque podría cambiar bastante, su posición ha suscitado algunas conjeturas de que podría estar aspirando a otro puesto, tal vez como compañera de fórmula del candidato republicano.

Carolina del Sur tradicionalmente ha desempeñado un papel temprano y decisivo en la elección de los candidatos presidenciales de los partidos, y este año las lealtades entre los republicanos más prominentes del estado están divididas.

Como gobernadora, Haley nombró en 2013 a Tim Scott para que sustituyera al senador por Carolina del Sur Jim DeMint, que se iba a jubilar. Scott, el único republicano afroamericano actual del Senado, ganó unas elecciones especiales un año después y ahora está considerando su propia candidatura presidencial.

El senador de Carolina del Sur Lindsey Graham, que elogió a Haley como agente de cambio compasiva en un artículo en el que la nombraba una de las 100 personas más influyentes de la revista Time en 2016, ya dio su apoyo a Trump.

No obstante, Haley rebosaba confianza en sí misma en su anuncio en video del martes, declarando que estaba preparada para enfrentarse a los adversarios extranjeros de Estados Unidos, y quizás también a sus propios adversarios políticos.

“Todos ellos creen que nos pueden intimidar, patear”, dice Haley en el video. “Deberían saber esto de mí: Yo no soporto a los bravucones. Y cuando les devuelves la patada, les duele más si estás usando tacones”.

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