Mona Lisa vs ‘lo monstruoso’: el lado grotesco e impactante de Leonardo da Vinci
Posible trabajadora sexual... Retrato de una anciana de Quinten Massys (conocida como La duquesa fea) fue copiada de una obra actualmente perdida de Leonardo da Vinci. Foto: Quinten Massys/The National Gallery, Londres

Leonardo da Vinci comenta en sus cuadernos que, aunque son pocos los que están capacitados para juzgar retratos, todos se sienten con derecho a criticar a las personas reales: “que si alguien está jorobado (gobbo), o tiene un hombro más arriba o más abajo que el otro, o la boca o la nariz demasiado grandes, u otros defectos”. Es una observación reveladora, pero a simple vista algunos de sus dibujos más inquietantes sugieren que él compartió esos prejuicios contra las personas que tienen un aspecto diferente.

Pensamos en él pintando lo bello: Ginebra de Benci, Cecilia Gallerani y Salai brillan con sus cabellos relucientes y su buena estructura ósea. Sin embargo, además de su fascinación por la juventud y la belleza, Leonardo estaba obsesionado con los rostros irregulares, enfermos y envejecidos, cuyas distorsiones “monstruosas” dibujó con una precisión abrumadora.

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Dibujo de Francesco Melzi del busto de una anciana, otra copia de la caricatura perdida de Leonardo. Foto: Francesco Melzi/Royal Collection Trust / © His Majesty King Charles III 2023

Las caricaturas de Leonardo, como se les denominó en el siglo XVIII, son algunos de sus dibujos más impresionantes y escandalosamente modernos. Con frecuencia se asume que el arte renacentista es prolijo y tranquilizador, sin embargo, estos rostros anticipan la ansiedad de Munch y el horror de Francis Bacon.

Se pueden vislumbrar sus poderes hipnóticos en una nueva exposición en la National Gallery en Londres, titulada The Ugly Duchess: Beauty and Satire in the Renaissance (La duquesa fea: belleza y sátira en el Renacimiento). La obra retrato de una anciana de Quinten Massys recibe el sobrenombre de La duquesa fea porque sirvió de inspiración para una ilustración de John Tenniel en Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas. Massys, que trabajó en Amberes, Bélgica, en 1513, representa un rostro que es un caos de deformidades óseas bajo la piel, enormes distorsiones estructurales que estiran el labio superior de la mujer, hunden sus mejillas e hinchan su frente. No obstante, está vestida para impresionar, con un voluminoso sombrero que realza sus inusuales rasgos. ¿Está orgullosa de ellos? De hecho, parece estar vendiéndose a sí misma por su apariencia, ya que sostiene una flor, muchas veces un anuncio del trabajo sexual en el arte renacentista. La pintura se exhibe con su pendant –un cuadro que la acompaña–, que representa a un anciano cuyas atenciones solicita la mujer.

Sin embargo, esta pintura no es lo que parece. Massys no está creando su propia sátira surrealista. Ni siquiera es el verdadero autor de esta imagen. Se trata en realidad de una cuidadosa copia de una caricatura perdida de Leonardo da Vinci. Un boceto pintado con gis rojo por el alumno de Leonardo, Francesco Melzi, que la National Gallery exhibe junto a la pintura, reproduce el mismo dibujo desaparecido: Melzi fue un alumno fiel y su copia sin duda es fidedigna. Por tanto, Leonardo diseñó a esta persona única, incluso los senos arrugados que emergen de su vestido. Lo único que hizo Massys fue ampliarla en óleo.

Esta pintura constituye una muestra de la sorprendente serie de rostros escandalosos y “anormales” que dibujó Leonardo. Otra de sus caricaturas incluidas en la exposición representa a un hombre y una mujer de edad avanzada en sus mejores galas, saludándose coquetamente: él tiene el rostro de un cadáver momificado y ella apenas tiene nariz. ¿Podría eso ser consecuencia de la sífilis? En otro de los desconcertantes dibujos de Leonardo, un hombre que da la espalda, retratado de perfil, tiene una boca que sobresale como la de un burro, un grueso cuello flácido, una nariz que parece suturada y, sobre estos rasgos dislocados, una espiral en su pelo enmarañado como un remolino, como si fuera un pozo hundido en su cerebro. Además, hay varios ancianos cuyas barbillas sobresalen de sus rostros, sus narices se hunden en sus bocas o se elevan hacia arriba como las de un cerdo.

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Sátira sobre los amantes ancianos, de Leonardo da Vinci, hacia 1490. Foto: Leonardo da Vinci/Royal Collection Trust / © His Majesty King Charles III 2023

¿Qué son estos dibujos? ¿Son simplemente bromas crueles? Tanto Leonardo como su alumno Melzi, que copió sus caricaturas, presuntamente eran muy apuestos. El retrato que Melzi hizo de su maestro cuando este ya era un anciano confirma la afirmación del escritor del siglo XVI Vasari de que Leonardo poseía una “belleza corporal”. Vasari también señala que Melzi, a quien conoció personalmente, “era un muchacho muy hermoso”. De modo que tal vez sea posible imaginar a estos dos perfectos especímenes en el castillo de Leonardo en la ciudad francesa de Amboise durante sus últimos años, riéndose de dibujos de personas feas.

No obstante, eso no evoca realmente el espíritu de estos dibujos. Para empezar, no son realmente divertidos. Poseen una fuerza desesperanzadora, incluso aterradora. Y si en ocasiones parece que a Leonardo le repugnan los ancianos que fingen ser jóvenes amantes, otras caricaturas son trágicas y compasivas. El hombre que tiene un loco remolino en el cabello, mirando al mundo con un ojo saltón, es una figura de la soledad y el aislamiento: Leonardo siente por él. Incluso se identifica con él. Lejos de la burla cruel, se trata de un estudio compasivo de un marginado.

También parece ser un dibujo del natural. Leonardo ve al hombre desde atrás, como si lo dibujara a escondidas. Parece muy probable que este retrato haya sido creado a partir de un boceto que realizó en la calle. Leonardo aconsejaba a los artistas que siempre llevaran consigo un cuaderno para dibujar a la gente de la ciudad, “discutiendo, riendo o peleándose”. Entonces, ¿sus caricaturas son en realidad observaciones de personas reales? No cabe duda de que tomó nota de los rostros extravagantes que se veían en la plaza, porque en otra nota en la que recomienda dibujar a desconocidos, añade: “De los rostros monstruosos no diré nada porque naturalmente se quedan en la mente“. Incluso soñaba despierto con esos rostros. Si uno mira fijamente durante mucho tiempo las manchas y grietas que hay en una pared, sugiere, empezará a ver cosas que incluyen “todo tipo de rostros extraños”.

Una nota sorprendente revela hasta qué extremos era capaz de llegar para alimentar su fascinación. Entre observaciones sobre La Última Cena, anota: “Giovannina, rostro fantastico (viso fantastico); vive en Santa Caterina en el hospital”.

La palabra que utiliza para referirse a su rostro, fantastico, es lo más cerca que estaremos de saber cómo llamaba el propio Leonardo a estos dibujos. El término “rostro fantástico o fantastico” sugiere el tipo de rostros que él podía ver en una pared: Giovannina hace que sus sueños se hagan realidad.

Hay otra pista en esta breve nota sobre lo que tramaba Leonardo. Giovannina se encuentra en el hospital, y Leonardo tenía la costumbre de frecuentar los hospitales. Iba a esos lugares a visitar a los enfermos y, cuando morían, a diseccionarlos. Es de suponer que Giovannina estaba bajo tratamiento médico por lo que podría haber sido una enfermedad discapacitante y desfigurante, como Joseph Merrick, el “Hombre Elefante”, en el Londres de la época victoriana. Y la nota de Leonardo sobre ella sugiere el verdadero significado de sus denominadas caricaturas. Están íntimamente ligadas a sus sangrientas disecciones y audaces investigaciones sobre la anatomía humana.

Observando de nuevo La duquesa fea se puede apreciar que se trata de algo mucho más que de una caricatura aleatoria: Leonardo la diseñó de dentro a fuera, imaginando –u observando– huesos faciales distorsionados y extrañamente conectados. En la copia de Melzi, las protuberancias de su cabeza no son un peinado o un tocado, sino que parecen más bien tumores óseos: tiene un cráneo “fantástico”. Los primeros estudios prácticos de Leonardo sobre la anatomía humana incluyen dibujos detallados de cráneos humanos, que cortaba por la mitad y escarbaba para revelar la anatomía interna del rostro. En sus caricaturas aplica estos conocimientos y deja que cambien: ¿qué pasaría si los huesos faciales crecieran demasiado, o muy poco? ¿Y si el cráneo siguiera expandiéndose?

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La caricatura más famosa de Leonardo… la Gioconda. Foto: World History Archive/Alamy

Sin embargo, algunos de los cambios que dibuja no son inusuales ni enfermizos. Simplemente son el efecto del envejecimiento. El envejecimiento del cuerpo fue uno de sus principales intereses en la anatomía. Los viejos, escribió, tienen la piel como de madera. Sus caras se hunden, sus barbillas sobresalen, añaden sus caricaturas. El tema central de estos dibujos es la decadencia humana.

Se trata de una visión biológica de la humanidad. Nacemos, nos enfermamos y morimos. Lejos de reírse de los demás, Da Vinci retrata en estos dibujos la condición humana universal, de la forma más desoladora posible. Todos estamos en el mismo barco porque somos máquinas biológicas cuya energía se agotará.

La caricatura más famosa de Leonardo no suele ser considerada “fea” en absoluto. La Gioconda es una de las máximas bellezas del arte, ¿verdad? No obstante, la forma en que creó su retrato más hipnótico surge directamente de sus caricaturas. De hecho, la Gioconda suele sorprender a los espectadores por su extraño aspecto. ¿Su rostro, dibujado con sombras, es masculino o femenino? Si se observa con atención, da la impresión de que se ve una cara gruesa y rectangular en la cara dorada y ovalada.

Leonardo le da a este rostro supuestamente perfecto su trasfondo perturbador para hacer que permanezca en tu mente para siempre. Subvierte la misma contraposición de “belleza” y “fealdad”. En lugar de perfección, la Gioconda posee singularidad. Tiene un viso fantastico igual que Giovannina en el hospital, incluso igual que La duquesa fea.

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