Credit Suisse y UBS: El orgullo nacional de Suiza sufre un duro golpe con la fusión de sus titanes bancarios
La estatua de Alfred Escher, padre fundador de la Suiza moderna, vigila la plaza Paradeplatz en Zúrich. Escher fundó el banco Credit Suisse en 1856, pero los analistas sugieren que su adquisición por parte de su rival UBS constituye un indicio siniestro para la república. Foto: imageBROKER/Alamy

Afuera de la estación central de Zúrich, los monstruos aparecen a los pies del padre fundador de la Suiza moderna. La imponente estatua del empresario industrial del siglo XIX Alfred Escher solía simbolizar la calma y la estabilidad de Suiza en medio de las tormentas geopolíticas: de espalda al ferrocarril cuya expansión él dirigió, con el rostro dirigido hacia la plaza Paradeplatz y el banco que creó para financiar sus empresas. Sin embargo, después de unos días de agitación que perturbaron viejas certezas sobre la república alpina, son las dos gárgolas de dragón rugiendo, sujetas por cadenas, las que resumen de forma siniestra el estado de la nación.

En la tarde del lunes, el presidente de Suiza anunció que Credit Suisse, el banco de inversión fundado por Escher en 1856, sería adquirido por su mayor y viejo rival, UBS, a un precio mínimo. Se trató de un acuerdo de rescate de emergencia diseñado para frenar el creciente pánico en los mercados financieros que desató la quiebra de dos bancos estadounidenses a principios de este mes.

Aunque la operación calmó, por el momento, los temores de que se repita el efecto dominó de 2008, la fusión dejó a Suiza con un nuevo megabanco en la plaza Paradeplatz.

El zombi ya no existe, pero está naciendo un monstruo“, escribió el periódico suizo Neue Zürcher Zeitung.

“Lo que presenciamos en los últimos días es la prueba de que el centro financiero de Suiza pasó de ser una fortaleza a ser una carga“, señaló Cédric Wermuth, copresidente del Partido Socialdemócrata de la república poliglota.

Con unos activos totales que ascenderán a 1.5 billones de francos suizos y un PIB nacional de 771 mil millones de francos suizos en 2022, el nuevo banco será dos veces más grande que la economía nacional. “El riesgo de que este banco monstruoso pueda utilizar su posición de monopolio para chantajear al gobierno y dictar su propia regulación es enorme”, indicó Wermuth. “Es absolutamente demasiado grande como para quebrar“.

La ironía de que UBS absorba a Credit Suisse es que el rescatador fue considerado en su momento como el chico malo de la banca suiza. En 2008, el Banco Nacional Suizo rescató a UBS garantizando hasta 54 mil millones de dólares de deudas incobrables, después de que el banco hubiera emprendido una expansión de alto riesgo en el mercado estadounidense.

Posteriormente, UBS optó por un enfoque más adverso al riesgo, centrado en los servicios de asesoría para la gestión de patrimonios, gestionando el dinero de las personas más ricas del mundo. No obstante, Credit Suisse, cuya sede central se encuentra a escasos metros de la de UBS y que sobrevivió a la quiebra sin necesitar la ayuda de las arcas públicas, se mantuvo fiel a su estilo intrépido.

En los últimos años, el banco –que cuenta con departamentos de gestión de activos, inversiones y banca nacional– ha dado la impresión no solo de asumir riesgos, sino de ser verdaderamente imprudente.

En 2018, un exbanquero de Credit Suisse fue condenado a cinco años de prisión por falsificar firmas de clientes para desviar dinero y hacer apuestas bursátiles sin que ellos lo supieran, provocando pérdidas de más de 150 millones de dólares. Dos años después, el banco perdió a su director ejecutivo, Tidjane Thiam, en una saga que implicaba casos de espionaje corporativo, una supuesta persecución en automóvil y venganzas personales.

En 2021, el banco se vio afectado por el hundimiento del prestamista británico a corto plazo Greensill y del fondo de cobertura estadounidense Archegos, y su importante inversión en estas empresas suscitó interrogantes sobre su estrategia de gestión de riesgos. El año pasado, The Guardian reveló que Credit Suisse tenía clientes implicados en casos de tortura, tráfico de drogas, lavado de dinero, corrupción y otros delitos graves.

“Credit Suisse se desvió de sus prudentes y quizás un tanto aburridas costumbres suizas de antaño e intentó imitar los modelos de negocio anglosajones con bonos excesivos”, señaló Thierry Burkart, presidente del Partido Liberal Radical FDP.

Cuando el principal inversionista de Credit Suisse, el Banco Nacional Saudita, dijo a la prensa el pasado miércoles que no proporcionaría más dinero al banco, los inversionistas y depositantes comenzaron a retirarse en estampida, retirando cientos de millones de dólares.

La solidez de Credit Suisse es mucho mejor de lo que se indica“, comentó George Sheldon, profesor emérito de la Facultad de Negocios y Economía de la Universidad de Basilea. “Pero esto se ha convertido en una cuestión de confianza. Lo que observamos es que un banco en el que no se tiene confianza no puede hacer nada para detener una fuga“.

En Zúrich, el temor radica en que la pérdida de confianza en Credit Suisse se pueda traducir también en un daño más amplio para la marca Made in Switzerland.

Se puede encontrar el logotipo de Credit Suisse en todas partes, desde la playera de entrenamiento de la selección nacional de futbol hasta la galería de arte Kunsthaus Zúrich. Roger Federer es embajador de la marca desde hace más de 20 años.

El banco patrocina exposiciones de arte en todo el mundo, y su propia colección está compuesta por más de 10 mil obras (un vocero del banco señaló que era “demasiado pronto para sacar conclusiones” sobre si estas se fusionarían con la propia colección de arte de UBS, o se venderían).

Ahora que la reputación del sector bancario se ha visto manchada, existe el temor de que el concepto de “lo suizo” en general pierda su brillo como factor de valor añadido.

“El daño que sufrirá la reputación de Suiza será enorme”, comentó Daniel Binswanger, analista suizo y editor de la revista política en línea Republik. “Destruirá el mito de este Estado eficiente, confiable y casi extraterritorial”.

También se tambalean otros pilares de la imagen que Suiza tiene de sí misma: la guerra en Ucrania provoca que algunas partes del país cuestionen su principio de neutralidad en asuntos exteriores, de 500 años de antigüedad, y una encuesta reciente sugería que una mayoría sin precedentes de ciudadanos suizos está a favor de reforzar los lazos con la OTAN.

Tras dos décadas de fructíferas relaciones con la Unión Europea a través de acuerdos bilaterales y no como miembro de pleno derecho, las relaciones de Suiza con su socio comercial más importante están estancadas desde 2021 debido a las normas sobre la libertad de circulación y las ayudas estatales.

Incluso el modelo suizo de democracia directa, único y aclamado, se vio manchado por el escándalo bancario. En los últimos 12 meses, los votantes suizos tuvieron la oportunidad de votar en referéndums sobre todo tipo de asuntos, desde la agricultura industrial hasta el financiamiento cinematográfico. No obstante, no tuvieron voz en el acuerdo de rescate alcanzado el domingo, en virtud del cual el Estado apoyará a los bancos con tres paquetes de liquidez y préstamos, así como con el compromiso de absorber hasta 9 mil millones de francos en pérdidas potenciales.

La indignación en el país ha sido evidente, aunque contenida. El domingo, alrededor de 200 manifestantes se reunieron afuera de la sede en la plaza Paradeplatz, coreando “revolución” y “comerse a los ricos”. Lanzaron huevos a la policía. Al final de la tarde, solo un pulcro altar colocado frente a la puerta cerrada del banco, compuesto por dos latas de cerveza vacías y una vela en un tarro, expresaba los sentimientos de la nación respecto al banco caído en desgracia.

El jubilado Alois Riedweg, de 72 años, viajó en la mañana del martes a la sede de Credit Suisse desde su ciudad natal, Lucerna, para comprobar la situación del banco, del que es accionista minoritario. “Deberían haberse concentrado en sus negocios en Suiza“, comentó. “Quiero decir, yo también soy codicioso con mis propias acciones, pero definitivamente fueron demasiado lejos“. Mientras hablaba, Riedweg inspeccionaba las obras de arte instaladas en el patio interior con columnas de las oficinas del banco.

Una “fuente de los deseos” hexagonal, obra de la artista Silvie Defraoui, es la pieza central del patio de mármol desde 2002. Se supone que las luces emiten una serie de cosas que el dinero no puede comprar: “entender el lenguaje de los pájaros”, “ser invisible” o “tener más tiempo”.

No obstante, las luces estaban apagadas y la fuente estaba vacía. La fuente de los deseos del Credit Suisse, explicó un guardia de seguridad, no funciona desde hace unos dos años.

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