La multimillonaria colección privada de arte de los Windsor podría incluir regalos oficiales
Se supone que Carlos heredó casi todas las obras de arte que antes pertenecían a la reina, al príncipe Felipe y a la reina madre. Foto compuesta: Guardian Design/Getty Images/Alamy

El príncipe Felipe acompañaba a la reina Isabel II en una visita oficial a Dinamarca cuando el venerado pintor modernista Marc Chagall le entregó en sus manos un regalo. Era el año 1960 y los dos acababan de conocerse en una ceremonia en la que Chagall fue galardonado con el prestigioso premio Erasmus. Felipe recordaría posteriormente la “actitud graciosa” del artista mientras le mostraba su exposición.

“Me dio esta Biblia que él mismo había ilustrado, así de repente. Era un hombre muy extraño”, supuestamente comentó Felipe. También se trataba de un regalo extraño. En el interior de la Biblia, Chagall había pintado coloridas ilustraciones con acuarelas, gis y tinta. Esas dos ilustraciones podrían valer en la actualidad hasta 60 mil libras (aproximadamente un millón de pesos).

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Imagen de la Biblia de Chagall obsequiada al príncipe Felipe. Foto: His Majesty King Charles III 2023

En lo que respecta a las obras de arte contemporáneo, no se trata de una cantidad enorme. No obstante, la Biblia de Chagall forma parte de una extraordinaria colección de casi 400 obras de arte, algunas de ellas con un valor mucho mayor, que los Windsor han exhibido en colecciones “personales” o “privadas”.

En total, es probable que su valor ascienda a decenas de millones de libras, posiblemente más, y entre ellas figuran obras de Salvador Dalí, LS Lowry, Claude Monet y Lucian Freud.

No obstante, muchos de estos objetos plantean interrogantes para los Windsor sobre si todas estas obras de arte deberían pertenecerles realmente.

A grandes rasgos, el arte real se puede dividir en dos categorías. La mayor parte de las obras pertenecen a la colección real, compuesta por más de un millón de objetos que el rey tiene en un fideicomiso para beneficio de la nación. Descrita como una de las mejores colecciones de arte del mundo, es lo más parecido que tiene el Reino Unido a un guardián público del arte vinculado a la realeza.

La segunda categoría, mucho más imprecisa, es aquella que la realeza trata como propia: la colección privada de los Windsor. No existe un registro público de estas obras y el palacio de Buckingham se niega a ofrecer detalles acerca de aquello que considera patrimonio privado. Sin embargo, objetos como la Biblia de Chagall plantean interrogantes sobre qué corresponde a esa definición.

Al no figurar en la colección real, al parecer la obra de arte obsequiada casualmente a Felipe en una visita de Estado fue absorbida por su propia colección. En una exposición especial organizada en el palacio de Holyrood en 1994, se exhibió la obra de Chagall como parte de la “colección personal” del príncipe.

La política de regalos del palacio de Buckingham, establecida al año siguiente, hace una distinción entre los “regalos oficiales”, que suelen ser aquellos que se reciben en el desempeño de deberes y funciones formales, y los “regalos personales”, que proceden de personas a las que los miembros de la familia real conocen personalmente. La política añade: “En todos los casos, y en particular en los viajes oficiales al extranjero, se debe disuadir a las organizaciones y a los particulares de ofrecer regalos extravagantes, esto es, regalos de alto valor monetario”.

Contactado por The Guardian, el palacio declinó realizar comentarios sobre quién es el propietario de la obra de Chagall o de más de una docena de otras obras de arte que aparentemente fueron regalos oficiales, pero que han sido expuestas como parte de las colecciones personales o privadas de los Windsor. “Es incorrecto sugerir que todas las obras de arte que usted enumera fueron regalos oficiales”, señaló un vocero. “No comentaremos sobre el valor de las obras de arte”.

Un Monet que vale millones

El rey Carlos III, pintor de acuarelas, es un gran aficionado a las bellas artes. Los cuatro pisos de su residencia londinense, Clarence House, están repletos de obras de arte, muchas de las cuales son inequívocamente propiedad privada de los Windsor.

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La presentadora de televisión Claire Balding (izquierda) conversa con Camila, la reina consorte, durante un evento en Clarence House en abril de 2010. Foto: Leon Neal/AFP/Getty Images

Carlos puede agradecerle en gran medida a su abuela las obras de arte que adornan las paredes de Clarence House. Ávida coleccionista privada, la reina Isabel, la reina madre compró docenas de valiosas obras de arte entre los años 1930 y 1950, cuando los precios eran más bajos debido a la guerra y se podían encontrar ofertas en las frecuentes ventas de las casas rurales de aquella época.

Con el paso de los años, la reina madre llenó Clarence House, su residencia londinense en aquel entonces, con una colección digna de cualquier gran galería, aunque su exposición fuera más casera.

En un rincón de la Morning Room (salón de la mañana), detrás de una mesita cubierta de fotografías familiares y a la sombra de una lámpara de mesa, cuelga la que probablemente es la obra de arte más valiosa de toda la colección privada de la realeza: Estudio de rocas de Claude Monet; Creuse: Le Bloc.

La reina madre compró la pintura en 1945, en la galería Wildenstein en París. La Segunda Guerra Mundial había reducido los precios de las obras de arte y la reina lo compró por 2 mil libras (unos 40 mil pesos), el equivalente a 110 mil libras (unos dos millones de pesos) en la actualidad.

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Camila reunida con el presentador Chris Evans en Clarence House en 2015 con Estudio de rocas de Monet; Creuse: Le Bloc colgado en la pared detrás de ella. Foto: Heathcliff O’Malley/Shutterstock

Susan Orringe, de la firma de tasación Prestige Valuations, comentó a The Guardian que la pintura podría alcanzar los 20 millones de libras (unos 400 millones de pesos) si se vendiera en la actualidad. No obstante, aclaró que el precio estimado era sumamente especulativo y que la escasez de Monets en el mercado, aunada al hecho de que había estado colgada durante décadas en el salón de la reina madre, podría elevar su valor a un nivel muy superior.

Clarence House, que solía estar abierta al público, ha permanecido cerrada desde 2019. Se pueden ver el Monet y otras obras de arte en un recorrido virtual de la residencia.

Entre las obras de arte también se encuentran Fylde Farm, de LS Lowry, valorada en aproximadamente 120 mil libras (unos dos millones de pesos), y un retrato de George Bernard Shaw, de Augustus John, valorado en unas 70 mil libras (aproximadamente un millón de pesos). En otras partes de la casa hay otras muchas obras, entre ellas pinturas de Paul Nash, Raffaellino del Garbo y Alfred Sisley. La víspera de Santa Inés. (The Eve of St Agnes), de John Everett Millais, que la reina madre compró en una subasta en 1942 por 630 libras (unos 14 mil pesos), podría valer hoy en día alrededor de 1.5 millones de libras.

El rey Carlos se mudó a Clarence House en 2003, tras la muerte de la reina madre ocurrida el año anterior. Carlos comentó anteriormente que entre sus obras favoritas se encuentra una inquietante serie de cuadros del castillo de Windsor pintados por John Piper. Están colgados en la pared de su comedor. La reina madre pagó 10 libras por cada uno de ellos (lo que equivale a 646 libras en la actualidad). Hoy el conjunto podría valer 150 mil libras (unos tres millones de pesos).

Se supone que Carlos heredó casi todas las obras de arte que anteriormente pertenecieron a la reina madre, a la reina y al príncipe Felipe. Como monarca, está exento del impuesto a la herencia que se aplicaría sobre cualquier herencia de alto valor que recibieran sus hermanos.

No obstante, es imposible saber con exactitud quién es el dueño de cada una de las piezas de la colección privada de los Windsor y cuánto puede valer cada una de ellas.

The Guardian consultó a expertos para conocer el valor de 60 de las obras más significativas de una lista de 392 piezas identificadas como propiedad privada de los Windsor. El valor total de las 60 obras se estimó en al menos 24 millones de libras (unos 500 millones de pesos). Sin embargo, esa valoración está basada únicamente en una fracción de una colección mucho mayor.

En 2020, el historiador David McClure calculó que la colección privada de la reina madre, de la que se decía que comprendía mil 200 grabados, pinturas y dibujos, tenía un valor de 30 millones de libras. Llegó a la conclusión de que la colección del Príncipe Felipe, de la que se decía que incluía más de 1.500 objetos, tenía un valor de 2 millones de libras (unos 600 millones de pesos).

En 2001, el experto en arte Robin Simon hizo una tasación de la colección de la reina para el periódico Mail on Sunday y llegó a la conclusión de que valía 150 millones de libras (el equivalente a 261 millones de libras, unos cinco mil millones de pesos, en la actualidad).

Esto indicaría que la colección privada de los Windsor podría superar los 290 millones de libras (unos seis mil millones de pesos). Sin embargo, la falta de un registro público de estas obras significa que todas estas estimaciones son especulativas. Resulta imposible determinar con certeza el valor de la colección de arte privada, aunque no cabe duda de que vale muchos millones de libras.

Dalí y Freud

El valor de la colección privada es una cuestión importante porque, aunque gran parte del arte privado de los Windsor es inequívocamente suyo, se podría decir que una parte de él pertenece a la nación. La política real sobre la aceptación de regalos establece que los objetos entregados en el desempeño de funciones oficiales, por personas no consideradas amigos cercanos personales, “no son propiedad privada del miembro de la familia real que los recibe”.

Al parecer, más de un tercio de las 392 piezas identificadas por The Guardian que forman parte de colecciones reales privadas fueron regalos de uno u otro tipo. Algunas fueron obsequios de boda, mientras que otras fueron regalos oficiales recibidos en viajes al extranjero, incluso de parte de los propios artistas. Todas estas piezas se exhibieron en exposiciones de colecciones de arte “personales”. Ninguna forma parte de la colección real pública.

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Carlos entrega las Medallas a la Filantropía en el Arte del príncipe de Gales en Clarence House en noviembre de 2011. Foto: Anwar Hussein/Getty Images

Uno de esos casos fue un obsequio del artista surrealista español Salvador Dalí, a quien Felipe conoció en 1972 durante su estancia cerca de Aviñón en una visita de Estado al sur de Francia. No se saben muchos detalles de aquel encuentro, pero en algún momento Dalí le regaló a Felipe un grabado titulado Hommage, así como una edición especial de su libro adornada con bocetos hechos con bolígrafo.

Esos obsequios podrían valer en la actualidad alrededor de 10 mil libras esterlinas (unos 200 millones de pesos). El príncipe Felipe los incluyó en 1994 en una exposición de obras descritas como su colección personal.

Un infame retrato de la reina Isabel II pintado por Lucian Freud es otro ejemplo de un obsequio directo por parte de un artista. La obra de 2001 dividió a la opinión pública, provocando que el fotógrafo real del periódico The Sun, Arthur Edwards, declarara: “Freud debería ser encerrado en la Torre (de Londres) por esto”.

Sin embargo, parece que a la reina le gustó lo suficiente como para adoptarlo como parte de su colección personal. El pequeño óleo ahora pasó a ser propiedad del rey, quien lo prestó para una exposición de Freud realizada a finales del año pasado.

La pintura se une a otra de Freud, Small Fern, que Carlos recibió como obsequio por su 50 cumpleaños en 1998 y que se exhibió como una de sus obras de propiedad privada en 2018. Se considera que los óleos de Freud son extremadamente valiosos; Orringe calculó que la pintura botánica podría alcanzar un precio de hasta 600 mil libras (unos 13 millones de pesos).

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FOTO: Un conservador desempolva el retrato de la reina Isabel II pintado por Lucian Freud como parte de la exposición The Queen: Portraits of a Monarch (La Reina: Retratos de una monarca) en el Castillo de Windsor en 2012. Foto: Steve Parsons/PA

Otras obras de arte obsequiadas a los miembros de la realeza en visitas de Estado incluyen una acuarela de un pájaro australiano de Carol O’Connor, regalada al príncipe Felipe en una visita oficial a Perth en 1990; un acrílico sobre masonita de unos pelícanos de Robert Bateman, obsequiado al príncipe Felipe en 1987 con motivo del centenario de los parques nacionales de Canadá; ambos regalos fueron expuestos como parte de la “colección personal” del príncipe Felipe.

Una acuarela de Charles Decimus Barraud, obsequiada a la reina madre por parte del alcalde de Auckland, Nueva Zelanda, en 1958, fue incluida en una lista de su colección, que tras su muerte pasó a manos de la reina.

En su comunicado, el vocero de palacio no aclaró si determinadas obras de arte expuestas en colecciones privadas estaban consideradas como regalos oficiales o personales.

“Los regalos oficiales no son propiedad personal del miembro de la familia real que los recibe, pero pueden estar en posesión del monarca por derecho de la corona o ser designados en su momento como parte de la colección real”, indicó. “Incluso cuando algunas obras de arte son propiedad privada de miembros de la familia real, con frecuencia se prestan a exposiciones públicas”.

El palacio declinó explicar las razones por las que ninguna de las obras de arte formaba parte de la colección real.

Regatear los precios

La colección real comprende 5 mil 600 pinturas, entre ellas obras de Mantegna, Rubens, Rembrandt y Canaletto. Los miembros de la realeza tienen el privilegio de tomar prestadas de forma gratuita algunas piezas de la colección para colgarlas en sus residencias privadas, mientras que otras figuran en el castillo de Windsor y en el palacio de Buckingham.

No obstante, se decía que Felipe, que se casó con la monarquía con muy poca fortuna propia, consideraba que el arte de la colección real era monótono. Sin quedar impresionado, comenzó a coleccionar artistas más contemporáneos, quizás recurriendo a los fondos de su esposa para hacerlo.

“Podríamos haber pedido prestado, por supuesto”, comentó en una entrevista con el periódico Scotsman en 1994, “pero pensé que sería más divertido que tuviéramos las nuestras”.

De las 392 obras identificadas por The Guardian, 80 fueron adquiridas de forma privada por Felipe o la reina madre, y son, en ese sentido, indiscutiblemente suyas.

Al príncipe Felipe, en particular, le gustaban las gangas, y presumía sus óleos de James Morrison: “Los compré, no sé, por mil libras o algo así. No sé cuál es su precio ahora, unas 30 mil libras o algo por el estilo”. (En 2014 se estableció el precio récord por un Morrison, 81 mil libras, aproximadamente un millón de pesos).

Las cartas que intercambiaron Felipe y Feliks Topolski, un artista de origen polaco al que consideraba su amigo, muestran cómo Felipe regateó durante dos años el precio de un retrato ecuestre. Al final logró que le bajaran el precio y consiguió la obra por 834 libras, el equivalente a 12 mil libras (unos 200 mil pesos) en la actualidad. Se trataba de un descuento del 63% respecto a lo que los expertos le habían dicho que debía valer.

Se sabe que el príncipe Felipe y la reina madre aprovecharon los viajes a la Commonwealth para enriquecer sus colecciones privadas, las cuales, por ejemplo, incluyen 27 obras de artistas australianos e indígenas.

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La reina Isabel y el príncipe Felipe en Adelaida, Australia, en 1963. Foto: Reginald Davis/Rex/Shutterstock

La más valiosa de ellas es Home Leave, de Russell Drysdale, que adquirió la reina madre y que ahora tiene un valor estimado de 1.7 millones de libras. Felipe compró obras de Sidney Nolan y le obsequiaron dos pinturas de William Dobell, cuyo valor conjunto asciende actualmente a aproximadamente 570 mil libras (unos 12 millones de pesos).

Jane Raffan, experta en arte y tasadora australiana, comentó que en las décadas de 1950 y 1960 los visitantes reales se comportaban como “turistas de alto nivel en el sentido de que buscaban adquirir algo, un recuerdo de su viaje, pero no compraban nada en una tienda de baratijas para turistas… en muchos sentidos se trató de un caso del momento y el lugar adecuados en lo que respecta a los Dobell, los Nolan y los Drysdale”.

‘No puedo resistirme’

Otro aspecto impreciso de la colección privada de los Windsor está relacionado con las obras que crean los artistas que los acompañan en sus viajes oficiales. El príncipe Felipe entabló amistad con Edward Seago en el transcurso de los años, y el artista de Norfolk les regaló a él y a la reina muchas pinturas. Sesenta de ellas procedían de un viaje que Seago hizo con Felipe en el yate Royal Yacht Britannia, cuando, después de una visita de Estado a Australia en 1956, navegaron hacia la Antártida.

“Él pintó todos estos cuadros y me dijo: ‘Puedes quedártelos'”, contó Felipe al periódico Scotsman. Aunque los dos hombres eran amigos en aquel momento, las pinturas fueron creadas y obsequiadas como parte de un viaje oficial de la realeza. Sin embargo, ninguna de ellas forma parte de la colección real. El tesoro de óleos que Seago regaló a los miembros de la realeza podría alcanzar actualmente un valor de hasta 2.6 millones de libras.

También se sabe que Carlos invitó a artistas a participar en viajes reales al extranjero; un vocero del palacio destacó que el rey los “financió personalmente”. Artistas como John Ward, Susannah Fiennes, Robbie Wraith y Warwick Fuller acompañaron a Carlos, cuando era Príncipe de Gales, a diversos destinos, desde Omán hasta Sudáfrica.

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Carlos pintando en el Himalaya butanés, durante una excursión a un monasterio en 1998. Foto: John Stillwell/PA

En 1989, Carlos indicó explícitamente que la práctica de llevar artistas con él al extranjero beneficiaría a la colección pública de arte conservada en un fideicomiso para beneficio de la nación. “Es una forma estupenda de dejar constancia, enriquecer la colección real, obtener algunos consejos sobre pintura y conocer a otros artistas, que simplemente no puedo resistirme”, señaló.

The Guardian identificó 25 piezas realizadas por los artistas en estos viajes al extranjero. Ninguna forma parte de la colección real. Presumiblemente, se incorporaron al patrimonio privado del rey.

El Palacio de Buckingham declinó precisar el lugar en el que estaban guardadas o la razón por la que no formaban parte de la colección real. La ubicación de las obras que Dalí, Chagall y Freud regalaron a la familia real también sigue siendo un misterio.

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