La flota privada de autos de lujo del rey Carlos asciende a 6.3 millones de libras esterlinas
Foto compuesta: Guardian Design/Tim Graham Photo Library/Getty Images/AFP

La familia real tiene a su disposición una flota de vehículos de lujo, entre ellos Rolls-Royces de época, Bentleys, Jaguars y un Aston Martin. Sin embargo, no es fácil determinar qué vehículos son propiedad privada, cuáles pertenecen al monarca por derecho de la corona y qué vehículos les rentan los fabricantes.

Las caballerizas reales del palacio de Buckingham son el hogar principal de la caravana de limusinas y otros vehículos de lujo que la familia utiliza para las ocasiones formales. Con frecuencia se les denomina “autos de Estado”, pero el término no necesariamente significa que son propiedad del Estado.

Muchos de ellos fueron proporcionados a la casa real por los fabricantes de automóviles, que presumiblemente desean asociar su marca con la familia real británica.

Bentley, por ejemplo, proporcionó dos limusinas en 2002 para el jubileo de oro de la reina Isabel, y supuestamente la empresa envió una a Alemania para la primera visita de Estado de Carlos como rey el mes pasado. Una estimación del valor de los autos reales sugiere que solo estos dos vehículos podrían valer al menos 1.4 millones de libras.

Bentley declinó explicar cuáles son los términos de su suministro de vehículos al palacio, sin embargo, se tiene entendido que se devuelven al fabricante algunos vehículos prestados o rentados después de que la realeza los haya utilizado.

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El rey Carlos y Camila, la reina consorte, en una limusina de Estado después de una ceremonia de bienvenida en la Puerta de Brandemburgo en Berlín el 29 de marzo. Foto: Ronny Hartmann/AFP/Getty Images

Aunque el palacio de Buckingham declinó realizar comentarios sobre quiénes son los propietarios de determinados vehículos que se encuentran en las caballerizas reales, parece ser que algunos de ellos pertenecen al monarca por derecho de la corona, lo que significa que no son propiedad personal del rey. No obstante, una visita de The Guardian a las caballerizas sugiere que otros vehículos son propiedad privada de los Windsor.

Por ejemplo, Isabel y Felipe compraron un Rolls-Royce Phantom IV de 1950, valorado en al menos 2.5 millones de libras, antes de que ella se convirtiera en reina. Solo se fabricaron 18 Phantom IV. Cuando Isabel subió al trono, lo pintaron de nuevo de color rojo oscuro y lo convirtieron en “auto de Estado”, pero no hay nada que indique que haya cambiado de propietario.

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El Rolls-Royce Phantom IV en la caballeriza real en el centro de Londres. Foto: AFP/Getty Images

Las caballerizas también albergan un Rolls-Royce Phantom V de 1962, que compró la reina madre y se cree que pertenece a Carlos.

Un vocero del palacio señaló que los autos de Estado guardados en las caballerizas reales eran “predominantemente propiedad del monarca en derecho de la corona o rentados”. Sin embargo, no refutó que algunos de los vehículos fueran de propiedad privada.

Para mayor confusión, incluso los vehículos que se encuentran en las caballerizas reales y que están designados como “autos de Estado” se utilizan en ocasiones con fines privados.

Durante su boda en 2018, la princesa Eugenia, que nunca ha sido una miembro activa de la realeza, llegó en un Rolls-Royce Phantom VI de 1977 valorado en 1.3 millones de libras. Este auto de Estado fue entregado a la reina como obsequio oficial por parte de la industria automotriz del Reino Unido para conmemorar su jubileo de plata.

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Personal de limpieza trabaja en el Rolls-Royce Phantom VI obsequiado a la reina con motivo de su jubileo de plata. Foto: Tim Graham Photo Library/Getty Images

Flota de Sandringham

Hay otra flota de automóviles en la finca privada de los Windsor en Sandringhamen Norfolk. Alojados en un antiguo establo, se encuentra una colección de 12 automóviles de época, cuyo valor total se calcula en al menos 1.8 millones de libras. Todos fueron utilizados anteriormente por la casa real y se cree que son propiedad privada.

El vehículo más costoso es un Rolls-Royce Phantom V de 1961, valorado en al menos 700 mil libras (unos 15 millones de pesos). Se desconoce su procedencia, pero fue utilizado como auto de Estado entre 1961 y 2002.

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El príncipe Guillermo y su esposa, Catalina, conducen desde el palacio de Buckingham hasta Clarence House en el Aston Martin del padre de Guillermo el día de su boda en 2011. Foto: Tom Jenkins/The Guardian

El palacio no precisó cómo el exauto de Estado terminó en la propiedad privada de la familia. Un vocero declinó realizar comentarios sobre quiénes son los propietarios de los vehículos que se encuentran en Sandringham, y añadió: “No haremos comentarios sobre ninguna propiedad privada de los miembros de la familia real”.

Además de los vehículos que hay en el palacio y en Sandringham, Carlos posee un Aston Martin DB6 Volante de 1970, que fue un regalo que le dio la difunta reina cuando él cumplió 21 años. El vehículo, reacondicionado en 2008 para que funcione con bioetanol –o, como lo describió Carlos, “vino y queso”–, podría valer al menos 2 millones de libras (unos 40 millones de pesos) en una subasta.

El análisis realizado por The Guardian sugiere que, en total, el rey posee a título privado una flota de automóviles cuyo valor asciende al menos a 6.3 millones de libras.

Y algo para los ponis

En la lista no figura otro Aston Martin, un V8 Vantage Volante de 1987, que el emir de Baréin le regaló a Carlos en una visita de Estado. El auto estaba personalizado hasta el punto de incluir en la guantera un tarro de terrones de azúcar forrado de piel para los ponis de polo del rey Carlos.

En diciembre de 1995, Carlos vendió el automóvil en la casa de subastas Sotheby’s por 110 mil libras (unos dos millones de pesos) y donó la recaudación al Prince’s Trust, su propia organización benéfica. Antes, ese mismo año, el palacio introdujo por primera vez una política sobre los regalos, actualizada en 2003, la política ahora indica: “Bajo ninguna circunstancia deberían venderse o intercambiarse regalos oficiales”.

El palacio declinó realizar comentarios sobre cómo la venta de un regalo oficial de Estado era compatible con las normas.

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