Joyas valoradas en cientos de millones figuran en la colección privada del rey Carlos III
COTC-LK-JewelsPrivate-01. Foto compuesta: Guardian Design/Getty Images/ Tim Graham Photo Library

Un diamante en forma de pera de 94.4 quilates desempeñará un inesperado papel protagonista en la coronación del rey Carlos III. La piedra será la pieza central de la corona que lucirá Camila, la reina consorte, y sustituirá al Koh-i-noor, la joya más conocida pero polémica que fue saqueada de India.

A diferencia del Koh-i-noor, el diamante que lo sustituirá no forma parte de las joyas estatales de la corona. De hecho, el Cullinan III es uno de los dos grandes diamantes conocidos como las Estrellas Menores de África –el segundo es el Cullinan IV– que eran propiedad privada de la difunta reina Isabel. Normalmente forman parte del que probablemente es el broche más valioso del mundo; un broche que, con sus conexiones reales, podría valer más de 180 millones de libras (unos 4 mil millones de pesos). Ahora también son las estrellas de lo que probablemente será el propio cofre del tesoro de gemas del rey.

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La reina Isabel II luciendo el broche Estrellas Menores de África en un servicio religioso en la catedral de San Pablo con motivo del jubileo de diamante en 2012. Foto: Ben Stansall/AFP/Getty Images

Abrir el joyero del monarca

Separar las joyas privadas que poseía la reina Isabel de las que eran propiedad del Estado no es fácil: con frecuencia se usaban conjuntamente. Sin embargo, gracias a un minucioso análisis, The Guardian identificó más de 90 piezas que formaban parte de la colección personal de la reina. Se trata de algunos de los adornos más valiosos del mundo, entre los que figuran diamantes, esmeraldas, rubíes, amatistas, aguamarinas y collares de perlas, todos ellos brillando en juegos de algunos de los más finos collares, aretes, brazaletes, broches, relojes y, por supuesto, tiaras jamás fabricados.

Una ventaja que se concede a los monarcas es que sus testamentos son secretos, por lo que resulta difícil saber qué heredó la reina al nuevo rey. Sin embargo, un acuerdo preferencial alcanzado en 1993 con el entonces primer ministro, John Major, garantizó que las herencias privadas de un monarca a otro quedarían exentas del impuesto a la herencia.

La extraordinaria generosidad de este acuerdo se vuelve evidente cuando se analiza a través del prisma de la colección de joyas de la reina y casi con toda seguridad significa que todas las gemas habrán pasado al rey Carlos.

Cada pieza tiene una profunda conexión con la monarquía y es esta interacción entre lo privado y la corona lo que las convierte en objetos tan valiosos.

Las Estrellas Menores de África, por ejemplo, se cortaron del diamante en bruto más grande jamás descubierto, el Cullinan. Dos piedras más grandes talladas a partir de esa roca forman parte de las joyas de la corona. La mayor, llamada Cullinan I, es la piedra principal que se encuentra en el cetro del soberano y también se exhibirá en la coronación, mientras que el Cullinan II se encuentra en la Corona imperial del Estado.

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La corona imperial del Estado, el orbe y el cetro sobre el ataúd de la reina Isabel II en septiembre de 2022. Foto: Reuters

No obstante, el gobierno de Sudáfrica le regaló de forma privada a la reina María siete piedras más pequeñas, incluidas las Estrellas Menores de África, a las que en ocasiones se les denomina “Granny’s chips”, y otras 96 piezas talladas, que posteriormente pasaron a su nieta Isabel.

Esta procedencia única y la asociación real hacen que el broche de las Estrellas Menores de África sea casi imposible de tasar. Solo la calidad de las piedras haría que el broche tuviera un valor de 18 millones de libras (unos 400 millones de pesos), pero simplemente se desconoce cuánto pagaría una persona por poseer una gema con semejante procedencia real.

En 2006, una subasta de las joyas de la difunta princesa Margarita ofreció un atisbo del nivel de entusiasmo que podría suscitar una venta de objetos de la realeza. Las piezas de Margarita eran pequeñas baratijas en comparación con los destellos del joyero de su hermana, y sin embargo se vendieron por un precio promedio 18 veces superior a la estimación máxima de la casa de subastas.

Uno de los objetos, un dije bañado en oro con forma de orquídea, se vendió por 3 mil 600 libras (unos 80 mil pesos), es decir, por un valor 120 veces superior a su estimación de 30 libras (unos 600 pesos).

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Un empleado de la casa de subastas Christie’s sostiene la tiara Poltimore que lució la princesa Margarita en su boda. Foto: Murdo Macleod/The Guardian

Incluso utilizando una estimación más conservadora que la empleada en el pasado, es probable que las joyas de la reina alcancen al menos 10 veces su valor básico. Utilizando esta metodología, 54 de las piezas privadas tasadas por The Guardian y que ahora son propiedad del rey tendrían un valor conjunto de 533 millones de libras (unos 11 mil millones de pesos).

Un vocero del palacio de Buckingham indicó: “No realizamos comentarios sobre bienes privados que pertenecen a miembros de la familia real”.

De la India a Rusia: Las adquisiciones de la reina María

La colección de la reina incluía otras piezas que se han convertido en prácticamente legendarias, y por ello casi invaluables, debido a su historia y a sus conexiones reales. Estas piezas abarcan desde la tiara rusa con flecos estilo kokoshnik que lució Isabel el día de su boda hasta un collar de 14 grandes zafiros oblongos entremezclados con diamantes que le regaló su padre, el rey Jorge VI.

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La princesa Isabel y el duque de Edimburgo saludan desde el balcón del palacio de Buckingham el día de su boda, el 20 de noviembre de 1947. Foto: AP

Una parte considerable de la colección privada de la familia Windsor, incluyendo las piezas Cullinan, fueron adquiridas por la reina María.

En la década de 1920 adquirió joyas de la despojada dinastía zarista rusa de los Romanov, entre ellas una tiara de diamantes y perlas creada por el joyero de la corte imperial para la gran duquesa María Pavlovna, o gran duquesa Vladimir, que María compró para su hija Elena, que era la princesa Nicolás de Grecia.

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La tiara Vladimir con perlas. Foto: John Phillips/UK Press/Getty Images

Supuestamente la tiara favorita de la difunta reina, que la llevó en varias ocasiones, la tiara Vladimir tiene un valor de hasta 30 millones de libras (unos 600 millones de pesos). En ocasiones, Isabel le quitaba las 15 perlas que cuelgan entre los arcos de diamantes y las reemplazaba por grandes esmeraldas. Lució la tiara de esta forma en un banquete celebrado en 2014 con motivo de la primera visita de Estado de un presidente irlandés al Reino Unido, la de Michael D. Higgins.

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El presidente de Irlanda, Michael D Higgins, con la reina Isabel II antes del banquete de Estado en Windsor en abril de 2014. Foto: Dan Kitwood/Getty Images

En 1929 tuvo lugar una adquisición menos costosa pero no menos histórica. La emperatriz viuda María Fiódorovna, madre del último zar Nicolás II, huyó de Rusia después de que los revolucionarios bolcheviques asesinaran a su hijo y a su familia. La acompañaban dos hijas y una maleta de piel que contenía las joyas de la familia. Diez años después y tras la muerte de María, una de las hijas, que necesitaba dinero para llegar a fin de mes, vendió su parte de la herencia a precios bajos y María se quedó con ellas.

Entre sus adquisiciones figuraba una gargantilla de 164 perlas, intercaladas con barras incrustadas de diamantes, y un gran broche de zafiro. Con tales conexiones reales, el collar, que ha lucido la princesa Ana en varias ocasiones, incluida una visita a Canadá en 1974, podría llegar a valer hasta 2 millones de libras (44 millones de pesos).

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La princesa Ana luciendo la gargantilla de perlas, diamantes y un zafiro en un evento de su gira por Canadá en 1974. Foto: Graham Bezant/Toronto Star/Getty Images

El broche de 50 millones de libras

Una de las piezas más valiosas de la colección es otro broche de diamantes. Con forma de flor, el broche Williamson contiene el que se considera el mejor diamante rosa jamás descubierto, desenterrado en la colonia británica de Tanganica, actualmente Tanzania, en 1947.

El propietario de la mina, el excéntrico y solitario John Williamson, le regaló la piedra en bruto a Isabel como regalo de bodas. Ella le encargó a Cartier que la incrustara en un broche de platino junto con más de 200 pequeños diamantes que también le había regalado Williamson. Su valor en la actualidad podría ascender a 50 millones de libras (unos mil millones de pesos).

La reina lució el broche en numerosas ocasiones oficiales, incluidas las bodas de sus hijos Carlos y Eduardo y de su sobrino, David Armstrong-Jones, conde de Snowdon. Lució el mismo broche durante su reunión de 2009 con el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, durante la cual su esposa, Michelle, rompió el protocolo al darle un abrazo a la reina.

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La reina saluda a Michelle y Barack Obama luciendo el broche Williamson. Foto: Getty Images

Sin embargo, las joyas obtenidas del diamante Cullinan siguen siendo las joyas privadas más valiosas de la reina. Y ahora, con una de ellas a punto de desempeñar un papel tan fundamental y destacado en la coronación, un momento histórico en el que se reencontrará con el Cullinan I, el diamante más valioso del mundo, la coronación del nuevo rey podría hacer que sus diamantes privados alcancen un valor aún mayor.

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