El impacto oculto de la depresión posparto en los hombres
'Es difícil admitir que algo tan natural como la paternidad ha sido muy dura para uno'. Ilustración: Sarah Tanat-Jones/The Guardian

Cuando llevaban 70 horas esperando el nacimiento de su primer hijo, Lewis recibió la noticia de que debían llevar a su esposa al quirófano para practicarle una cesárea de emergencia. El embarazo había sido sencillo y estuvo lleno de nervios de emoción, pero cuando se presentó la crisis, Lewis se dio cuenta de que no estaba preparado.

“Todavía no puedo hablar de ello adecuadamente, cinco años después”, dice este hombre de 35 años. “Fue horrible. No sabía qué estaba pasando y no podía hacer nada, salvo quedarme ahí y ver cómo las vidas de mi esposa y mi bebé estaban potencialmente en peligro. Todo estaba borroso, pero parecía que iba a durar para siempre”.

Una hora aproximadamente después, su hijo había nacido. Su esposa estaba bien y el bebé estaba sano. Sin embargo, el recuerdo del traumático parto seguía reproduciéndose en la mente de Lewis, mucho tiempo después de que la familia regresara a casa. “Mi esposa seguía recuperándose de una operación importante, por lo que me quedé solo con mi hijo, pero no sentí esa conexión especial de la que todo el mundo habla”, explica. “Solo quería asegurarme de que mi esposa estaba bien. Mi bebé se convirtió en algo con lo que tenía que lidiar”.

Lewis tuvo que cumplir con los deberes de la crianza –dormir de forma irregular cada noche, cambiar pañales constantemente, observar cómo la madre y el hijo establecían un vínculo a través de la lactancia materna–, pero le costaba conectar con su hijo. Empezó a sentirse profundamente triste, como si algo estuviera mal en él; tantos otros padres primerizos parecían estar enamorados de sus bebés.

El impacto oculto de la depresión posparto en los hombres - postparto
‘Se sentía como si no hubiera escapatoria’. Foto: Justin Paget/Getty Images (modelos posando)

Como descubrió más adelante, estaba experimentando los síntomas de la depresión posparto (DPP), que aún no se ha estudiado en profundidad en el caso de los hombres. La depresión posparto es un trastorno sólidamente reconocido del estado de ánimo que afecta a las mujeres, y se cree que la padecen entre el 10% y el 15% de las madres. En el Reino Unido, durante las consultas rutinarias del Servicio Nacional de Salud se hace un seguimiento de las madres primerizas para detectar la aparición de la DPP. No obstante, los padres primerizos no tienen acceso a una atención estandarizada ni a revisiones rutinarias en el Servicio Nacional de Salud, a pesar de que las investigaciones han revelado que hasta el 10% de ellos presentan síntomas.

“Ambos progenitores son igualmente susceptibles a padecer problemas de salud mental durante y después del parto”, explica la Dra. Sharin Baldwin, responsable académica clínica de enfermería del London North West University Healthcare NHS Trust. “En los últimos años se ha observado cómo se han dividido las responsabilidades del cuidado de los hijos y existe la expectativa de que los padres tienen que involucrarse más. Esta combinación puede generar una mayor presión sobre los hombres que quieren ser buenos padres, pero que pueden sentir que no son lo bastante buenos o que no pueden agobiar a sus parejas con sus propias preocupaciones”.

Baldwin, asistente sanitaria, es una de las pocas investigadoras que estudian la prevalencia de la depresión posparto en los hombres. Su interés por el tema comenzó cuando su esposo le contó cómo se sintió excluido por los servicios de salud infantil tras el nacimiento de su primer hijo, ya que todas las publicaciones o servicios de ayuda para lactantes aparentemente mencionaban solo a “madres y bebés”. En 2016 inició un estudio de tres partes sobre los padres primerizos, titulado New Dad Study, en el que entrevistó a 21 hombres de diferentes etnias y orígenes acerca de sus experiencias al tener hijos.

Baldwin descubrió que había varios temas que los unían. “Muchos hombres hablaron de su agotamiento por tener que volver al trabajo y seguir cuidando a sus hijos cuando estaban en casa, así como de la dificultad que supone estar separado de ellos”, comenta.

“También se planteó la preocupación de que las expectativas no coincidieran con la realidad, como que los padres se sintieran sorprendidos de que su pareja tuviera problemas con la lactancia y después sintieran que no eran capaces de ayudar. En última instancia, es posible que sus problemas no les parezcan tan importantes como los de la pareja que da a luz, por lo que con frecuencia desatienden sus propias necesidades”.

Lewis se sintió en conflicto cuando regresó al trabajo tras dos semanas de licencia de paternidad. “La oficina era verdaderamente agotadora, pero necesitaba descansar de estar en casa”, explica. “Me sentí tan culpable cuando volví, por habérmelo perdido, así como en ocasiones aliviado. No quería complicarle la vida a mi esposa contándoselo”. Sin embargo, ella notó su apatía y su humor inestable; lo animó a buscar ayuda. “Me dijo que si yo no lo solucionaba enseguida, esto afectaría la vida de nuestro hijo y nuestra relación”, explica. “Ella no quería que trabajara hasta el cansancio y dejara de estar presente”.

Después de que lo pusieran en una lista de espera para recibir orientación en el Servicio Nacional de Salud, Lewis decidió pagar sesiones privadas para que pudiera empezar de inmediato. “A los pocos meses empecé a entender mis sentimientos y a darme cuenta de que el parto fue difícil para los dos”, comenta. “Me ayudó mucho poder hablar de ello y me quitaron un peso de encima. Pude empezar a sentir un amor incondicional por mi hijo. Ojalá hubiera sabido antes que, aunque quizás al principio hubiera una falta de conexión, esta llegaría”.

Baldwin explica que la DPP puede afectar a los hombres que adoptan niños, así como a aquellos que forman parte de parejas del mismo sexo; es posible que exista la expectativa de ser padres sin quejarse después de haber pasado por un largo proceso de adopción o gestación subrogada. “El apoyo es muy importante”, señala. “Si los hombres no disponen de una red social en la que puedan hablar o compartir sus sentimientos, es posible que se sientan aislados y entonces las situaciones pueden empeorar”.

Cuando James, de 38 años, se convirtió en padre, se sintió extremadamente aislado. Después de que él y su pareja hubieran pasado por dos intentos fallidos de fecundación in vitro y empezaran a considerar la adopción, ella quedó embarazada de forma natural en 2019 y dio a luz a su “bebé milagroso” en plena pandemia de Covid-19. “Los confinamientos implicaron que estuviéramos casi completamente solos, lo cual se volvió realmente difícil”, explica. “Habíamos pasado por tantas cosas para tener un hijo y estaba tan emocionado por su llegada que no me imaginaba cuán duro podía ser. Me sentía fatal”.

James, que solo dormía cuatro o cinco horas cada noche, empezó a sentirse profundamente afectado por los llantos de su hija, anticipaba su llegada y en ocasiones escuchaba ruidos inexistentes. “Parecía que no había escapatoria, especialmente porque ni siquiera podíamos salir a la calle”, comenta. “Todos los demás también estaban viviendo sus propias experiencias difíciles por el Covid-19, de manera que no había mucho espacio para compartir cómo me sentía. Me guardaba todo y empecé a temer las largas noches”.

Ian Coleman, terapeuta de Counselling Directory, describe el “círculo vicioso” que descubre en los padres primerizos que acuden a él en busca de ayuda. “Los hombres pueden tener estas ideas tradicionalmente masculinas de que necesitan sobrellevar la situación, lo que significa que no hablan de sus sentimientos y que después se sienten culpables por no hacerlo bien, lo cual empeora la depresión”, explica.

“Cuidar de uno mismo puede ser considerado como algo egoísta, pero es necesario. Los hombres muchas veces no tienen una guía para la paternidad y puede que no quieran repetir cómo fueron sus propios padres, por lo que necesitan una perspectiva para entender que sus vidas son objetivamente difíciles en esos momentos”.

James comenta que su padre fue muy ausente, estaba ocupado con el trabajo cuando él estaba creciendo. James estaba decidido a dedicarse más a su hija, aunque tuviera problemas. “Ni siquiera sabía que los hombres podían tener depresión posparto, pero cuando levantaron los confinamientos y volví a conectar con mis amigos y mi familia, les pregunté a los otros padres que conocía sobre sus experiencias y empezaron a contarme hasta qué punto fue difícil para ellos también”, comenta.

La presión que había sentido James empezó a disminuir y sintió que podía ser padre a su manera. “Ahora que lo recuerdo, no puedo creer que no exista una mayor concientización sobre el tema y que no haya más recursos disponibles, ya que parece ser algo tan común”, señala.

La organización benéfica Pandas que brinda apoyo en casos de DPP ha visto cómo su grupo privado de Facebook para padres primerizos ha crecido hasta alcanzar los 800 miembros desde su creación en 2020. Se ha registrado un “aumento lento, pero constante” de personas que acuden a sus servicios de apoyo específicos para hombres, explica Annie Belasco, directora de la organización benéfica.

Belasco comenta que muchas veces se ignora la salud mental de los padres primerizos. “Entre el 25% y el 50% de los padres experimentan ansiedad o depresión cuando la madre también padece una enfermedad mental perinatal, por lo que la demanda no hará más que aumentar”.

Baldwin está de acuerdo con este punto y destaca la necesidad de disponer de más recursos. “Necesitamos una guía nacional para evaluar a los padres de forma rutinaria. El número de consultas médicas en Inglaterra ha caído un 40% desde 2015 y, con esta disminución de la inversión, nos cuesta identificar a los padres que necesitan más apoyo”, explica. “Entre el 8% y el 10% de los padres podrían experimentar DPP, pero esos son solo aquellos de los que tenemos conocimiento. La cifra real podría ser mayor”.

A medida que avanza la investigación sobre la salud mental de los hombres, incluidos los estudios según los cuales los padres experimentan cambios hormonales tras el parto, parece evidente que es necesario aumentar la concientización sobre las realidades de la paternidad. El estigma todavía prevalece, como demuestra el hecho de que todos los hombres con los que hablé sobre sus experiencias no quisieron compartir su nombre completo.

“Es difícil admitir que algo tan natural como la paternidad ha sido muy duro para uno, pero me parece importante hacerlo”, comenta Lewis. “Nosotros, los padres, tenemos que cuidarnos a nosotros mismos, así como a nuestras parejas e hijos”. Cinco años después de aquella cesárea de emergencia, el hijo de Lewis ya empezó a ir a la escuela y Lewis y su esposa tuvieron otro hijo.

“Los quiero profundamente a los dos”, dice. “Aunque ha sido muy difícil en algunos momentos, son lo mejor de mi vida”.

En este reportaje se cambiaron algunos nombres.

Síguenos en

Google News
Flipboard