Roger Waters promete: ‘no seré cancelado’
Roger Waters se presenta en el Utilita Arena, Birmingham, Reino Unido. Foto: Steve Thorne/Redferns

“Si eres uno de esos que dicen ‘me encanta Pink Floyd, pero no soporto la política de Roger’, entonces harías bien en irte al carajo al bar”, anuncia el cantante a través de un mensaje grabado antes del concierto. No se produce ninguna estampida masiva, aunque las personas que “no soportan la política de Roger” sin duda se han manifestado con fuerza últimamente. Polly Samson, esposa de su excompañero de banda David Gilmour, lo llamó antisemita y “defensor de Putin” y Gilmour dio su aprobación al tuit.

Waters condenó la invasión de Ucrania, pero lo denunciaron en el país por decir también que “no fue sin provocación”, opiniones que desembocaron en la cancelación de sus conciertos en Polonia. Ganó una batalla legal para presentarse en Frankfurt después de nuevas acusaciones de antisemitismo (que él niega). La semana pasada se informó que la policía alemana lo está investigando por un disfraz “de estilo nazi” que lució en el escenario en Berlín.

En esta ocasión, Waters aborda todo esto de frente. Una declaración proyectada señala que la “representación satírica de un demagogo fascista desquiciado” ha formado parte de sus conciertos desde The Wall en 1980 y que su padre murió luchando contra los nazis. Después, lanza críticas durante 10 minutos en las que denuncia el trato “brutal” que recibe en Alemania y señala que los periódicos Daily Mail, Times y Daily Telegraph intentan destruirlo por su apoyo a los derechos humanos en Palestina.

“Ellos intentan cancelarme como cancelaron a Jeremy Corbyn y a Julian Assange”, despotrica. “No me cancelarán”. Cuando agradece a la multitud su apoyo, el hombre de 79 años está llorando. “Me estoy muriendo aquí, carajo”, suplica.

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Roger Waters en el escenario en Birmingham. Foto: Steve Thorne/Redferns

No hay ningún rastro del abrigo de piel “estilo nazi” en esta actuación. Tampoco, a diferencia de giras anteriores, hay una estrella de David sobre el cerdo volador de estilo Pink Floyd ni ningún otro tema antisemita.

Cuando Waters se adentra en el tema de la situación en Palestina/Israel, lo hace con una sensibilidad de la que no siempre ha demostrado. Hay imágenes de palestinos que viven en chozas y el slogan: “No puedes tener derechos humanitarios y una ocupación”.

En particular, entre las imágenes de personas asesinadas por cuerpos policiales, como Blair Peach y la joven iraní de 22 años Mahsa Amini, figura una de Ana Frank, sobre las palabras “¿Su crimen? Ser judía”, aunque para muchos esto pueda parecer tardío, incluso insultante.

Como siempre ocurre con Waters, gran parte del concierto oscila entre lo antibélico, lo antiimperialista y lo humanitario. Una versión fúnebre de Comfortably Numb, de Pink Floyd, está acompañada de imágenes de edificios bombardeados, como para sugerir que somos insensibles a la guerra. Se califica a varios presidentes estadounidenses como “criminales de guerra”.

Los mensajes que aparecen en pantalla apoyan todo tipo de iniciativas, desde el movimiento Black Lives Matter hasta los derechos de las personas trans.

Algunas de las imágenes –dólares cuando suena Money– resultan un poco sensibleras, pero los rostros de los niños asesinados en la guerra son inquietantes.

Waters sugiere de manera escalofriante que “estamos más cerca que nunca de una confrontación nuclear”. Sin embargo, aparte de un slogan que aparece en la pantalla sobre los “malditos oligarcas” y una imagen fugaz de Putin, las referencias a Rusia o Ucrania brillan por su ausencia, lo cual podría constituir un intento de disipar la polémica, pero parece ser una omisión extraordinaria por parte de un supuesto activista contra la guerra.

A pesar de todas las apariciones de slogans (“¡Que se pudra el patriarcado!”, “¡Liberen a Assange!” o “¡Controlen la narrativa!” durante Another Brick in the Wall), gran parte de este concierto resulta personal.

La nueva canción a piano titulada The Bar –compuesta durante el confinamiento sobre las virtudes del bar– es encantadora y guarda conmovedores recuerdos de Syd Barrett cuando eran niños. Hay muchas cosas que entusiasmarán a aquellos que dicen “me encanta Pink Floyd”, con fragmentos de los álbumes clásicos Dark Side of the Moon y Wish You Were Here interpretados por una banda estelar. El tema que da título a este último, interpretado por todo el público como un amplio himno a la pérdida, es maravillosamente conmovedor.

El concierto constituye un triunfo de la puesta en escena, con ovejas voladoras dirigidas por control remoto, pantallas en forma de cruz a lo largo de todo el recinto y casi dos horas y media de música que terminan con una ovación. La política de Waters seguirá enojando a muchas personas, pero quienes huyan hacia el bar se perderán un auténtico concierto.

Se actualizó este artículo para aclarar el uso que hizo Waters de la estrella de David y de la fotografía de Ana Frank.

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