Las inundaciones seguidas por el terremoto acumulan más traumas sobre Haití
Una persona herida es sacada de su casa derrumbada en Jérémie, Haití, después de que se produjera el terremoto. Foto: Ralph Simon/AP

Los habitantes del departamento de Grand’Anse notaron al instante el impacto del terremoto del mes pasado. En cuestión de minutos, el terremoto de magnitud 5.5 que sacudió la costa occidental de Haití el 6 de junio destruyó casas, bloqueó carreteras principales e inundó de pacientes las instalaciones de atención médica.

En el hospital Saint-Antoine en Jérémie, la capital de la región, las personas que tenían heridas abiertas y articulaciones dislocadas se vieron obligadas a permanecer de pie en los pasillos quejándose, dicen los doctores.

Aunque el terremoto no fue el más fuerte de la desoladora historia de catástrofes naturales de Haití, sacudió los cimientos menos sólidos. Ocurrió cruelmente pocos días después de que las inundaciones repentinas desplazaran a más de 13 mil personas y provocaran la muerte de al menos 50 personas.

“Los desastres siguen azotando a Haití, a diestra y siniestra. La gente no ha tenido tiempo suficiente para recuperarse de los desastres anteriores, como para verse afectada por inundaciones repentinas, un terremoto y deslaves en cuestión de días”, comenta el Dr. Didinu Tamakloe, director para Haití del Project Hope, una organización de ayuda humanitaria que presta ayuda en la crisis de Jérémie.

Oficialmente, cuatro personas murieron y 37 resultaron heridas como consecuencia del terremoto, pero muchas no pudieron llegar a los hospitales debido a los deslaves y a que las carreteras estaban bloqueadas, así como a los precios prohibitivamente elevados del combustible.

El colapso del Estado haitiano en los últimos años significa que la gente recibe poca ayuda para reconstruir sus hogares y sus vidas. “El gobierno local no tiene capacidad para responder. Cada vez que ocurre una catástrofe, un ciclón, un terremoto, tenemos que ayudarnos nosotros mismos”, explica Orelin Esnaille, de 51 años. Su brazo está en un cabestrillo debido a que se dislocó el hombro durante el terremoto. En los próximos meses necesitará ayuda para recuperarse de una importante operación de hombro y tendrá que depender de sus amigos para que lo alimenten, lo alojen y lo cuiden.

“Sin trabajo no puedo pagar los gastos escolares de mis hijos, no puedo pagar mis medicamentos, ni siquiera consigo dinero para comer”, explica.

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Haitianos cruzan la carretera Route Nationale 2, que quedó inundada por el agua de lluvia, después de que las lluvias torrenciales azotaran el país a principios de junio. Foto: Richard Pierrin/AFP/Getty Images

Desde que el presidente de Haití, Jovenel Moïse, fue asesinado en julio de 2021, el país ha caído en el descontrol mientras las pandillas armadas luchan por el control. La economía está paralizada, millones de personas pasan hambre y volvió a brotar el cólera. El 1 de julio, el Ministerio de Salud informó que desde el terremoto se han registrado 400 casos semanales de esta enfermedad bacteriana, es decir, una cifra cuatro veces superior a la registrada el 31 de mayo.

Algunos centros de salud siguen siendo solamente escombros tras el terremoto de magnitud 7.2 que asoló el sur del país en 2021, mientras que las camas de otros hospitales están colocadas sobre tabicones y las atienden enfermeras saturadas de trabajo que carecen de medicamentos y suministros médicos básicos.

“Se espera que estas condiciones continúen -y potencialmente empeoren- durante toda la temporada de huracanes”, señala Brenda Rivera-García, directora senior de programas para Latinoamérica y el Caribe de Americares. Esta ONG está preparando actualmente un equipo para enviarlo a Jérémie.

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Edificios dañados en Jérémie después del terremoto. Foto: Richard Pierrin/AFP/Getty Images

“La gente está dejando el país por cualquier medio legal o ilegal. Ya no hay esperanza”, comenta Flavia Maurello, directora para Haití de la ONG italiana AVSI. Numerosas ONG también se han retirado porque el país se ha vuelto demasiado inseguro o es difícil trabajar en él.

Médicos Sin Fronteras (MSF) suspendió en varias ocasiones sus operaciones en sus hospitales o cerró centros en Puerto Príncipe en los últimos dos años. El viernes, suspendió todas las actividades en su hospital ubicado en el distrito de Tabarre de la capital, después de que 20 hombres armados irrumpieran en el edificio y se llevaran a punta de pistola a un paciente.

La organización señaló que Puerto Príncipe “sigue hundiéndose en una violencia exponencial”. Alrededor de 90 pandillas controlan actualmente cerca del 80% de la ciudad, sin embargo, los civiles siguen atrapados en las riñas callejeras que libran las facciones rivales, las brigadas de autodefensa y la policía.

Un mes después del terremoto, las ONG advierten que el impacto mental y emocional derivado de la catástrofe, sumado a la violencia y las calamidades anteriores, se percibirá durante generaciones a menos que se afronte.

Los traumas acumulativos que han experimentado los haitianos los han vuelto frágiles, comenta Hannah Mackynzie Archer, responsable de seguimiento y aprendizaje de Project Hope. “Todo esto pasa factura a la salud mental de una persona, al bienestar de una comunidad y a la capacidad de recuperarse de una forma fortalecida que permita superar los obstáculos”, explica.

Marie Joseph, que vio cómo se derrumbó la casa de sus vecinos, matando a las tres personas que había en su interior, comenta que constantemente le preocupa el momento en que ocurrirá el próximo temblor. “No nos sentimos seguros ni cómodos… sabemos que nuestras casas no son seguras”, señala.

“Conocía a esas personas que murieron. Eran mis vecinos y es traumático salir corriendo, ver cómo se cae su casa y a ellos morir bajo ella. No tengo apoyo para esto. Nuestros hijos crecen rodeados de traumas. Toda la comunidad siente estrés… y ese estrés se transforma en otros síntomas, no puedes dormir, te enfermas, no puedes trabajar, no puedes vivir así… no tenemos tiempo para recuperarnos”.

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Habitantes de Puerto Príncipe huyen de sus hogares tras los enfrentamientos entre las pandillas armadas en abril. Foto: Ralph Tedy Erol/Reuters

Líderes de todo el mundo coinciden en que Haití necesita urgentemente ayuda internacional para restablecer el orden y poner fin al desdichado sufrimiento del país, pero no existe un consenso diplomático en cuanto al modo de hacerlo.

El primer ministro de Haití, Ariel Henry, pidió a la ONU que enviara tropas, no obstante, ello supondría respaldar a un gobierno que tiene poca legitimidad. Las anteriores misiones internacionales también han estado envueltas en escándalos, lo cual dificulta las resoluciones diplomáticas.

El mes pasado, el funcionario de la ONU, William O’Neill, pidió un embargo de armas, alegando: “Está en juego la supervivencia de toda una nación”.

Mientras tanto, a los haitianos solo les queda reconstruir sus casas sabiendo que pronto ocurrirá otra catástrofe y que es poco lo que pueden hacer para prepararse.

“No tenemos los materiales de construcción o edificación para construir mejores viviendas que no se caigan durante un terremoto. Muchas personas saben que sus casas no son seguras, pero ¿qué otra cosa podemos hacer?“, comenta Esnaille.

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