Me casé con mi pareja cuatro veces
Helen Paris (derecha) y Leslie Hill se casaron cuatro veces. Fotografía: Peter Flude/The Guardian

La primera vez que vi a Leslie fue en 1994; ella estaba en el escenario del Instituto de Arte Contemporáneo (ICA) de Londres. Yo estaba entre el público y realmente fue amor a primera vista.

Ambas somos actrices y, aunque entonces no lo sabía, Leslie me había visto en un espectáculo en Glasgow ese año y experimentó un flechazo similar. Su novia le dio un codazo en las costillas y le susurró: “¡te gusta!”. Pensaba mucho en ella, pero ambos estábamos en una relación. Un año después, estábamos actuando en la misma temporada en el ICA y nos reunimos por primera vez. Definitivamente hubo una chispa.

Leslie es de Albuquerque y yo vivía en Londres. Poco después de que nos conocimos, regresó a Estados Unidos para terminar su doctorado. Pasamos un año comunicándonos a través de cartas y casetes con grabaciones de voz. Aunque solo éramos amigas, había un subtexto de romance.

En la primavera de 1996, Leslie volvió para rodar una película y quedamos en encontrarnos en el cementerio de Abney Park, en el norte de Londres. Para entonces ambas estábamos solteras. Yo llevé sándwiches de queso, ella trajo gin tonic, compartimos nuestro primer beso y comenzamos una relación. Las dos creamos una compañía de teatro en Londres. Nuestra primera pieza, en 1997, implicó realizar un viaje por carretera a lo largo de la Ruta 66 de Estados Unidos y subir grabaciones de nuestras interacciones diarias a un sitio web.

Al inicio de nuestro viaje, en una habitación de hotel en Chicago, Leslie dijo: “Cuando lleguemos a California, casémonos”. La miré directamente. “Hagámoslo”, dije. Acordamos hacerlo dos semanas después, cuando llegamos a San Francisco, donde las parejas homosexuales podían formar parejas de hecho.

Nos casamos en Marin Headlands, mirando al otro lado del puente Golden Gate, con una maravillosa vicaria lesbiana con un caftán naranja. El matrimonio era reconocido solo en la ciudad, no en el estado. Llevábamos vaqueros y camisetas y ojales con espuelas de caballero que nos había regalado ese día un florista. No teníamos anillos, así que nos compramos unos tenis Converse y los intercambiamos junto con sencillos votos. Sabía que podía amar a Leslie desde el momento en que la vi, así que me sentí feliz.

Llevábamos ocho años viviendo en Londres cuando, en julio de 2008, decidimos casarnos por el civil. Tuvimos una ceremonia en el ayuntamiento de Marylebone y una fiesta en un barco en el Regent’s Canal. Vinieron nuestros amigos y familiares, nos pusimos vestidos de seda e intercambiamos anillos.

En 2011, nos mudamos a California para trabajar como profesores de teatro en la Universidad de Stanford. Nuestra unión civil británica no era reconocida allí, por lo que solicitamos una sociedad civil legalizada por el estado.

Luego, dos años después, en junio de 2013, estábamos en una playa de California cuando nos llegó la noticia de que la Corte Suprema había revocado Doma, la ley que prohibía el matrimonio entre personas del mismo sexo. Nos miramos y pensamos: “Por fin”. Sabíamos que teníamos que casarnos de nuevo.

Dos semanas después, nos casamos en el ayuntamiento de San Francisco junto a una estatua del líder de los derechos de los homosexuales, Harvey Milk. Leslie vestía una camisa de vaquero y yo un vestido de época. El edificio estaba lleno de parejas gays y lesbianas, desde hombres de 80 años hasta mujeres de 20. Fue abrumadoramente emotivo ser parte de ello; incluso nuestro oficiante lloró. Lo celebramos con ostras y champán. El día se sintió políticamente significativo.

Cada uno de nuestros matrimonios ha sido fundamental para lo que somos. El primero estableció nuestro compromiso de permanecer juntas. La segunda fue nuestra boda, donde invitamos a las personas que amamos. El tercero fue un papel legal que nos ayudó a establecernos en California y el cuarto fue el más político.

Ahora vivimos en Hastings, East Sussex. Nuestros cuatro casamientos me hicieron pensar en cómo han cambiado las cosas para las mujeres de cincuenta y tantos como nosotras a lo largo de los años y me inspiraron a escribir un libro, The Invisible Women’s Club, que presenta un romance lésbico en la vejez.

En el Reino Unido todavía no hemos celebrado una ceremonia de matrimonio entre personas del mismo sexo además de nuestra unión civil. En la práctica, no lo hemos necesitado, pero nunca digas nunca. Nuestro compromiso mutuo nunca ha estado en duda: nuestros cuatro matrimonios simplemente lo han cimentado en el camino.

Traducción: Ligia M. Oliver

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