Detenidos en el desierto: migrantes atrapados en campamentos con el clima extremo de la frontera EU-México
Migrantes reciben comida de voluntarios en Jacumba Hot Springs, California, el 11 de noviembre. Foto: Go Nakamura/Reuters

Son las 8 horas de una fría mañana de otoño cuando el camión se detiene en el muro fronterizo entre Estados Unidos y México en Jacumba Hot Springs, California. Decenas de migrantes salen de tiendas de campaña improvisadas y de alrededor de pequeñas hogueras para darle la bienvenida, y hacen cola para conseguir algunas botellas de agua y sándwiches de mantequilla de cacahuate que llevan sus voluntarios.

Más de 200 personas acampan en este lugar a la sombra del muro fronterizo, uno de los tres que hay en el desierto al este de San Diego. Los defensores de los migrantes llaman a estos campamentos centros de detención al aire libre. La mayoría de sus residentes han cruzado a través de brechas en el muro y luego han acudido a las autoridades federales para solicitar asilo. Según afirman, la patrulla fronteriza estadounidense los dirigió a estos lugares para que esperen a ser atendidos.

Yazmín Calderón, colombiana de 40 años, solicitante de asilo que dice huir de la violencia intrafamiliar y de las amenazas de grupos delictivos, dijo que había sido detenida por las autoridades estadounidenses hacía cuatro días. La patrulla fronteriza le dio una pulsera que indica el día de su llegada, dijo, aparentemente para ayudar a dar atención a los migrantes en el orden en que llegaron a través de la frontera. Pero no sabía qué le ocurriría a continuación, ni cuándo.

Los guardias no respondieron cuando fue a hacerles preguntas. “Te miran con rabia, asco y desprecio. Así que estamos a la deriva porque no sabes a quién preguntar”.

Tras el largo viaje hacia el norte, las condiciones en el desierto eran difíciles de soportar, dijo. Lo peor era el frío nocturno, pensaba. A mediados de noviembre, en el desierto, las temperaturas nocturnas pueden descender hasta los -2°C, y hace poco llovió. “Entre nosotros nos acurrucamos, nos abrigamos, buscamos la manera de mantenernos calientes porque la noche es difícil”. Dice que las botellas de agua se congelan durante la noche.

La patrulla fronteriza afirma que las personas que se encuentran en estos lugares no están detenidas, dijo Jacqueline Arellano, directora de programas estadounidenses de Border Kindness, una organización sin fines de lucro de ayuda a los migrantes. “Sin embargo, sí se les entrega un brazalete y se les dan los parámetros de dónde estar, no se les dan diversas instrucciones desde el momento en que cruzan y saben que tiene que cooperar con la patrulla fronteriza para cumplir con el proceso de asilo al que tienen derecho legalmente, entonces, ¿cómo es que no están detenidos?”, preguntó.

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Un agente de la patrulla fronteriza vigila las tiendas de campaña junto al muro fronterizo en Jacumba Hot Springs, California, el 11 de noviembre.
Fotografía: Go Nakamura/Reuters

Según Arellano, ningún organismo gubernamental estadounidense se ocupa de los migrantes detenidos al aire libre sino que la ayuda se deja en manos de organizaciones de voluntarios como la suya. Los voluntarios de Border Kindness suelen adentrarse en los desiertos y montañas de la frontera entre Estados Unidos y México para llevar agua y suministros a los migrantes. Ahora también ayudan con la asistencia diaria a los migrantes en los OAD de Jacumba Hot Springs.

Los migrantes suelen permanecer en los campamentos unos días hasta que las autoridades los llevan a otro centro para tramitar sus solicitudes de asilo. La patrulla fronteriza a veces les pide a los voluntarios que lleven artículos específicos para los migrantes que los necesitan, dijo. “En el pasado hemos recibido algún tipo de rechazo por este trabajo por parte de las autoridades, y ahora confían en él”.

Aduanas y Protección Fronteriza respondió con un comunicado después de la publicación que decía que la agencia estaba “aprovechando todos los recursos y asociaciones disponibles para investigar y procesar a los migrantes de manera eficiente y consistente con la ley”.

“La agencia continúa aumentando el personal, el transporte, el procesamiento y los recursos humanitarios a las áreas más activas y arduas en toda la región fronteriza de San Diego, donde los migrantes son abandonados cruelmente por organizaciones de contrabando con fines de lucro, a menudo sin la preparación adecuada”.

Es un desastre

Mientras los voluntarios daban una vuelta para ver cómo estaba la gente, llegaron otros 30 migrantes a pie. Llevaban mochilas y se les veía polvorientos y cansados. Una furgoneta de la patrulla fronteriza pasó sin detenerse.

Entre los voluntarios de Jacumba Hot Springs se encuentra una mujer a la que algunos migrantes llaman “tía Bunny”, y a la que The Guardian no identifica para proteger su identidad.

Nacida y criada en la región desértica, dijo que formaba parte de su cultura aprender habilidades básicas de paramédico, como tratar las mordeduras de serpiente de cascabel y apagar incendios. Y desde hace más de un mes, la tía Bunny dirige la respuesta médica en los centros de detención al aire libre. Los visita varias veces al día: clasifica a los recién llegados, controla a las personas con enfermedades crónicas y trata las lesiones, todo ello con suministros donados cargados en la parte trasera de su todoterreno. Para ella, la situación es caótica.

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Una madre migrante da de comer a su hijo mientras espera a ser trasladada por la patrulla fronteriza en Jacumba Hot Springs, California, el 11 de noviembre. Foto: Go Nakamura/Reuters

“Si nuestro gobierno va a permitir que esto ocurra, y lo está haciendo, tiene que abordarlo de una manera más adecuada. Una botella de agua al día y una barrita de cereales, que es lo que el CBP le está dando a la gente, no tiene un aporte calórico lo suficientemente alto”, afirmó. La deshidratación es un gran problema que el frío nocturno no hace sino agravar. Las personas con diabetes, hipertensión y otras enfermedades no pueden controlarlas adecuadamente en los campamentos improvisados, y algunas han perdido su insulina, inhaladores y otros medicamentos al cruzar la frontera. También se ocupa de las heridas sufridas durante la travesía hacia el norte, sobre todo las hechas en el Darién, la traicionera selva de Panamá. “Las heridas traumáticas del Darién se infectan y empiezan a supurar”, explica. “Es un desastre. Es un desastre”.

“Nos sentimos orgullosos del trabajo que hacemos”

El viaje desde Sudamérica hasta Estados Unidos ha sido traicionero desde hace mucho tiempo, pero la crisis climática lo está haciendo más peligroso durante todo el trayecto.

Con temperaturas récord en el sur de Estados Unidos, los voluntarios que atienden a los migrantes en el desierto trabajan sin descanso para cubrir necesidades cada vez mayores. Entre octubre de 2021 y septiembre de 2022, al menos 853 personas murieron cruzando ilegalmente la frontera entre Estados Unidos y México, según datos internos de la patrulla fronteriza obtenidos por la CBS, una cifra récord. La cifra es un recuento insuficiente, ya que solo consta de los cuerpos que se han recuperado.

Los voluntarios del grupo de búsqueda y rescate Armadillos (Ni Un Migrante Menos) se adentran en el desierto de California y Arizona para buscar restos cada fin de semana.

“Es un trabajo realmente peligroso”, afirma César Ortigoza, cofundador del grupo. “Tenemos que congelar el agua que llevamos, porque cuando nos adentramos en el desierto muy temprano por la mañana, dos o tres horas después, el agua ya está caliente”.

Cuando los voluntarios encuentran un cadáver, a menudo un esqueleto rodeado de objetos personales, publican fotos en las redes sociales para ver si los familiares pueden identificarlo. Un año, cuenta Ortigoza, la mujer de un desaparecido identificó la pulsera de los restos que encontraron en el desierto. Era uno de los cuatro primos que habían viajado al norte desde México; Armadillos acabó encontrando dos de sus cuerpos en el desierto.

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Tiendas de campaña improvisadas utilizadas por los migrantes en Jacumba Hot Springs. Foto: Go Nakamura/Reuters

A continuación, los Armadillos avisan a la patrulla fronteriza de las coordenadas exactas de los restos, para que puedan recogerlos y realizar las pruebas forenses pertinentes. Por último, ponen en contacto a las familias con sus consulados, que trabajan con el gobierno estadounidense para repatriar los cuerpos de sus seres queridos. “Somos la única esperanza que tienen nuestros hermanos y hermanas de recuperar a sus seres queridos”, afirma Ortigoza. “Cuando ayudamos a devolver el cuerpo a su familia, también sentimos una paz interior y nos sentimos orgullosos del trabajo que hacemos”.

“Alguien va a morir”

Grupos como Border Kindness y Armadillos argumentan que están haciendo un trabajo que debería corresponder al gobierno. En la propuesta de gastos de la Casa Blanca publicada el mes pasado, Joe Biden incluyó fondos para la seguridad fronteriza con el fin de aumentar el número de personas que trabajan en casos de asilo y añadir más agentes a la patrulla fronteriza. Ortigoza, Arellano… todos ellos tienen trabajos diurnos, y trabajan en la ayuda a los migrantes de madrugada y los fines de semana. La tía Bunny y otros voluntarios locales son jubilados.

Arellano, de Border Kindness, dijo que los recursos de los grupos de ayuda mutua y los voluntarios locales se están agotando. “Los programas que ya estaban proporcionando apoyo vital a lo largo de la frontera ahora están involucrados en proporcionar apoyo vital en los OAD. Estamos increíblemente tensos, y alguien va a morir”.

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Migrantes queman leña para mantenerse calientes mientras esperan a ser transportados por agentes de la patrulla fronteriza en Jacumba Hot Springs, California, el 10 de noviembre. Foto: Go Nakamura/Reuters

Es insostenible, dijo, tanto a corto como a largo plazo. “No creo que el público en general, ni siquiera la propia gente, sea consciente de que el clima es un aspecto directo que está alimentando la migración mundial, pero sin duda lo es. Y está dificultando enormemente las labores de socorro. La necesidad de proporcionar suministros ha sido mayor que nunca. Las muertes han sido mayores que nunca. Tenemos que reponer suministros más rápido”.

“La parte que más me agravia, creo, es que esto es innecesario”, dijo la tía Bunny. “He oído a agentes fronterizos decir que los migrantes contarán a sus amigos cómo es aquí, y que eso convencerá a sus amigos de que no vengan. Sus amigos vendrán de todos modos. Mi abuela quería venir a Estados Unidos desde Irlanda y lo hizo. Y si no lo hubiera hecho, mis nietos no existirían”.

Calderón, la solicitante de asilo de Colombia, se siente frustrada esperando en las duras condiciones del desierto. Pero está en la última etapa de un viaje largo y difícil, así que también se siente esperanzada. “Es satisfactorio pensar que puedes conseguir tus objetivos, porque eso es lo más importante: proteger nuestras vidas”. Conseguir asilo, empezar a ganar dinero y ver si podemos ayudar a proteger la vida de nuestras familias”.

Más que suministros, lo que quiere es poder tramitar su solicitud de asilo y ponerse a trabajar. “Si me preguntas qué necesito ahora mismo, no es comida ni mantas. Es que nos saquen de aquí”.

Traducción: Ligia M. Oliver

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