Estudio revela que a los simios jóvenes les encanta molestar a sus mayores
Los simios jóvenes se burlan y molestan a sus mayores en un comportamiento lúdico. Foto: Envato Elements

Grabaciones a simios jóvenes han revelado que los humanos no son los únicos que soportan las interminables bromas de sus crías, más pequeñas y débiles, que parecen querer tentar a la suerte.

Las grabaciones de chimpancés, orangutanes, bonobos y gorilas revelan que los animales son maestros en este dudoso arte, embarcándose en una impresionante variedad de actos juguetones y, en ocasiones, algo agresivos, que van desde lo descarado y simplemente tonto hasta lo fabulosamente irritante.

A partir de 75 horas de grabaciones tomadas en los zoológicos de San Diego y Leipzig, los científicos documentaron 142 casos claros de simios burlándose de sus compadres, la mayoría instigados por jóvenes de entre tres y cinco años.

Los simios jóvenes se burlan y molestan a sus mayores en un comportamiento lúdico. Video: The Guardian

Los simios pellizcaban, empujaban y huían, ofrecían objetos y luego los retiraban, golpeaban, metían la cara justo frente a la cara de los demás, tiraban del pelo, algo especialmente común en los orangutanes, cuyo pelo es bastante largo, jalaban partes del cuerpo, hacían cosquillas y agitaban cosas frente a los demás.

Y eso sólo para empezar. En total, los investigadores de Alemania y Estados Unidos contaron 18 variedades distintas de bromas en las imágenes. Más de una quinta parte empleaba el elemento sorpresa, con un simio acercándose a su objetivo por detrás o mientras miraba hacia otro lado.

“No podemos decir por qué lo hacen, pero podemos observar que lo hacen”, afirma Isabelle Laumer, del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal de Constanza (Alemania). “Esta broma juguetona es provocativa, intencionada y normalmente unilateral. Proviene en gran medida del provocador y a menudo se mantiene así durante toda la interacción”.

Como ocurre con las mejores bromas, la falta de respuesta a un empujón inesperado o la aparición repentina de la cara de un simio se respondía con más de lo mismo: en el 84% de los casos, los simios repetían el movimiento elegido o intensificaban la situación con actos para molestar más elaborados.

El estudio de nueve bonobos, cuatro orangutanes, cuatro gorilas y 17 chimpancés fue demasiado pequeño para encontrar diferencias importantes entre las especies, pero los adultos y los jóvenes tenían estrategias diferentes. Los golpes eran la forma más común de broma tanto para adultos como para jóvenes, pero mientras los jóvenes golpeaban y agitaban partes del cuerpo de los otros, los adultos eran más suaves y preferían las cosquillas y los robos.

“Lo interesante es que encontramos similitudes con las bromas de los bebés humanos”, explica Laumer. “Cuando los bebés humanos le hacen bromas a su madre, tienden a mirar a la cara de su madre en busca de una reacción. También lo vemos en estos simios”.

Los bebés humanos hacen bromas a su madre ya a los ocho meses y antes de poder pronunciar palabras. Los científicos creen que este comportamiento puede ayudar a poner a prueba los límites sociales y fortalecer las relaciones.

Según el estudio publicado en Proceedings of the Royal Society B, aunque la mayoría de los simios jóvenes se dirigían a los adultos, solían evitar a sus propios padres. Sin embargo, hubo excepciones: Denny, el gorila, hacía bromas a sus padres repetidamente, probablemente porque había pocos gorilas cerca, y Aisha, la orangutana, se convirtió en una experta en lanzar una cuerda a la cara de su padre mientras éste estaba ocupado en sus propios asuntos.

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Habrá que observar más para entender por qué los animales se burlan unos de otros. Pero dado que este comportamiento es evidente en nuestros primos primates más cercanos, las bromas y las habilidades cognitivas que las sustentan podrían remontarse 13 millones de años hasta el último ancestro común que los humanos comparten con los simios modernos, afirma Laumer.

“Se ha hablado de las bromas en relación con el humor, pero también pueden contribuir a comprender a los compañeros sociales”, explica Marina Davila-Ross, que estudia la evolución de la comunicación en la Universidad de Portsmouth. “Si, por ejemplo, un simio joven se burla de otro y este no responde, le dice al primer individuo hasta dónde se puede llegar con el segundo, proporcionando información vital sobre el crecimiento dentro de un grupo social y el establecimiento de jerarquías”.

Traducción: Ligia M. Oliver

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