Inmunidad de Trump sugiere un nuevo papel para el tribunal supremo: hacedor de reyes
La gente protesta frente a la corte suprema en Washington DC el jueves. Foto: Kevin Dietsch/Getty Images

Los alegatos orales sobre la declaración de inmunidad del expresidente parecen haber dejado más contento a Trump que al Departamento de Justicia.

“Bueno”, dijo un reportero a otro mientras salían de la sala del tribunal supremo, en algún momento después del mediodía del jueves. “Parece que vamos a tener un rey”.

A pesar de cierta exageración mordaz en un día trascendental en la historia de Estados Unidos, el sentimiento parecía dentro de los límites.

Los alegatos orales en el caso Donald Trump contra Estados Unidos, sobre la declaración de inmunidad del expresidente por actos cometidos en el cargo, en el asunto de su imputación por subversión electoral, deben haber dejado más contento a Trump que al Departamento de Justicia estadounidense.

Jack Smith, el abogado especial que acusó a Trump de cuatro cargos relacionados con su intento por anular su derrota en 2020 ante Joe Biden, expuso su caso de forma sencilla en su escrito: “Un principio fundamental de nuestro orden constitucional es que ninguna persona está por encima de la ley, incluido el presidente”.

Michael Dreeben, abogado del consejero especial, dejó claro ese caso ante el tribunal.

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Pero los abogados de Trump, dirigidos en el juicio por John Sauer, estaban esperado una amistosa recepción por parte de la mayoría de los integrantes del tribunal, dominado por la derecha y, en general, la obtuvieron.

Samuel Alito y Clarence Thomas, conservadores tanto del núcleo duro como de la vieja escuela, se mostraron previsiblemente abiertos a la idea de que los presidentes deberían tener algún tipo de inmunidad por las acciones realizadas durante su cargo.

De forma característica, Alito planteó una pregunta a la vez provocadora y, dadas las circunstancias, perversa: ¿no sería terrible que los presidentes que perdieran unas elecciones reñidas e intentaran impugnar el resultado pudieran ser procesados por tales acciones?

Trump está siendo procesado tras perder unas elecciones reñidas e intentar impugnar el resultado.

Thomas, que con frecuencia se reclinaba en su silla y enviaba a los secretarios detrás de él a hacer mandados, mantuvo sus preguntas breves y amistosas.

Por supuesto, ninguno de los jueces, ni siquiera los tres nombrados por Trump en sus cuatro caóticos años en el poder, estaba preparado para decir que el presidente estaba realmente, totalmente por encima de la ley: un rey del tipo que los revolucionarios rechazaron en 1776. En la sala del Tribunal Supremo, hay principios constitucionales que hay que observar y a los que hay que someterse.

Pero también hay realidades políticas. Antes de la audiencia, se consideraba probable que Neil Gorsuch se uniera a Alito y Thomas y se pusiera razonablemente del lado de Trump, pero también se consideraba posible que otros tres derechistas se unieran a los tres liberales para aceptar el caso del gobierno y enviar a Trump a juicio. Al final, Brett Kavanaugh, Amy Coney Barrett y el presidente, John Roberts, parecían estar a favor de al menos considerar la cuestión de cuánta inmunidad debe tener un presidente.

Eso significará devolver el caso a un tribunal inferior. Y eso logrará sustancialmente el objetivo de Trump: más retrasos, casi asegurando que el caso no llegue a juicio antes de las elecciones presidenciales de noviembre.

Trump tiene otros tribunales por los que preocuparse: en Nueva York se está celebrando su juicio por los sobornos a Stormy Daniels e impide su asistencia al tribunal supremo; en Florida, su juicio por la retención de documentos clasificados se acerca al inicio; y en Georgia, donde se enfrenta a otros 10 cargos por subversión electoral.

Pero el jueves, durante casi tres horas, la atención nacional se centró en la sala del tribunal supremo, en el Capitolio de Washington DC. Hubo agudos intercambios. Entre los conservadores, Alito y Kavanaugh fueron duros con Dreeben. Los liberales, Ketanji Brown Jackson, Elena Kagan y Sonia Sotomayor, hicieron duras preguntas a Sauer.

Jackson hizo un comentario mordaz que llamó la atención entre la prensa.

La única persona designada por Biden dijo a Sauer: “Parece que le preocupa que el presidente se relaje” ante la perspectiva de ser procesado tras dejar el cargo.

“Creo que tendríamos un problema en sentido contrario realmente importante si el presidente no estuviera relajado. Si alguien con ese tipo de poderes, la persona más poderosa del mundo, con la mayor cantidad de autoridad, pudiera llegar al cargo sabiendo que no habría ninguna pena posible si cometiera delitos, estoy tratando de entender cuál es el disuasivo para convertir el Despacho Oval en … la sede de la actividad criminal de este país.”

Sauer, que defiende a un expresidente que enfrenta cuatro cargos penales en este caso y 84 más en otros, dijo que no “creía que hubiera ninguna sospecha de eso en este caso”. Luego volvió a citar a George Washington y Benjamín Franklin.

En momentos menos dramáticos, la atención podía desviarse. Por ejemplo, cuando los magistrados preguntaban a los abogados sobre cuestiones relativamente intrincadas de derecho en su laberíntica jerga. Pero en medio de tales intercambios se escondían más verdades del asunto. Alito y Kavanaugh pensaban que el estatuto de fraude utilizado para acusar a Trump era demasiado vago. Sauer también lo pensaba. Dreeben no. Alito y Kavanaugh dijeron que el Congreso debería hacer esa ley menos vaga. A Sauer le pareció bien. Los argumentos continuaron, pero en la actuación de Kavanaugh residía una gran preocupación para el gobierno.

En la sala del Tribunal Supremo, la mayoría de los asientos de la prensa tienen una vista obstruida. En el caso de The Guardian, esto significaba que lo que se podía ver del alegato, además de oír, era sobre todo el lado de las cabezas de Gorsuch y Barrett. Si se inclinaban con cuidado, mientras se cuidaban de que los guardias censuradores decían que eso no estaba permitido, se podía ver a todo el mundo menos a Kagan, de baja estatura en su silla junto al relativamente corpulento Kavanaugh.

Era difícil distinguir las expresiones. La intención había que deducirla por el tono de voz. Eso fue fácil en el caso de Alito, con su persistente toque venenoso. El abogado, sin embargo, estaba totalmente bloqueado a la vista, hablando desde detrás de un enorme pilar envuelto en damasco rojo (adecuadamente digno de la realeza). Eso significó que las últimas palabras de Sauer, quizás las más reveladoras del día, surgieron como del éter.

Se dio las gracias a Dreeben por exponer sus argumentos. Entonces Roberts preguntó: “¿Refutación, Sr. Sauer?”

Sauer dijo: “No tengo nada más, Señoría”.

Entre los periodistas presentes, los más avezados pensaron que se trataba de algo inusual y que indicaba que el equipo de Trump pensaba que había ganado la partida.

Traducción: Ligia M. Oliver

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