La vida después del terror: los niños del 11 de septiembre de 2001 La vida después del terror: los niños del 11 de septiembre de 2001
Ronald Milam: ‘No siento la necesidad de un cierre, no estuve ahí. Debes seguir adelante’. Foto: Arrow Pictures

Ronald Milam Jr, 19 años, Texas

Como para la mayoría de los jóvenes estadounidenses que están creciendo, el 11 de septiembre de 2001 fue una presencia bastante continua, con videos en internet y documentales de televisión, memoriales y referencias sobre el acontecimiento en las noticias. Nunca quise preguntarle demasiado a mi mamá, sino que fui atando cabos mientras crecía. Creo que siempre supe que mi padre había muerto ese día, pero nunca he sentido una reacción enormemente emocional. Conozco lo básico de lo que pasó, pero no hay nada que pueda hacer al respecto ahora.

Mientras crecía, la vida en la casa era bastante tranquila. Tanto mi mamá como mi papá eran militares, así que nací en la base aérea de Andrews, en Maryland. Cuando tenía tres años, ella se fue y nos mudamos a San Antonio, Texas. Después de eso, viajamos mucho, durante mucho tiempo solo fuimos yo, mi mamá y mi hermana. Mi mamá estuvo casada nuevamente durante un tiempo, y mi hermano menor llegó hace 10 años.

Sé que mis padres estaban trabajando en el Pentágono en septiembre de 2001, en lados opuestos del edificio. Sé que mi mamá sobrevivió a ese día, pero mi papá no. Mi mamá y yo nunca nos hemos sentado para platicar sobre los detalles. ¿Hacerla revivir ese día? No, gracias. No siento la necesidad de un cierre, no estuve ahí. Cuando suceden cosas así, cuando pierdes a un ser querido, tienes que seguir adelante.

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El padre de Ronald Milam Jr, con su esposa Jacqueline y su hija, Myejoi. Foto: Arrow Pictures

Mi mamá siempre se ha esforzado para que nuestro hogar y nuestra vida estén llenos de diversión, amor y alegría. Así que prefiero no detenerme en el pasado, sino mirar hacia el futuro. ¿Por qué centrarme en cosas que sucedieron antes de que yo estuviera presente? Tengo mucho tiempo por delante, espero, no quiero desanimarme. En nuestra familia no hay demasiado sentimentalismo, no somos personas emotivas.

Dicho esto, comparto el nombre de mi padre: él era Ronald Senior, y yo soy Ronald Junior. Significa mucho para mí que tengamos el mismo nombre. Significa que es una presencia continua, que siempre está ahí.

Han pasado 20 años desde el 11 de septiembre de 2001, y sé lo que quiero para mí en las próximas dos décadas. Estoy decidido a asegurarme de alcanzar todo mi potencial. Ahora estudio biología y quiero ser asistente médico. Pero lo que más me importa es ser estable y feliz. Y me gustaría tener una familia; ser padre también sería estupendo.

Claudia Szurkowski, 19 años, Florida

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‘Algunos dicen que nunca ocurrió. Pero yo soy prueba viviente’: Claudia Szurkowski. Foto: Arrow Pictures

El año pasado me inscribí en la universidad para estudiar justicia penal. En un momento dado quise estudiar antiterrorismo, pero para marcar la diferencia que quiero en el mundo he decidido que tengo que ir a la facultad de Derecho, ya sea que acabe escribiendo, interpretando o luchando por defenderlo. Es algo natural para mí. Mi mamá les dirá que nunca me ha gustado quedarme con la boca cerrada desde que aprendí a abrirla. Pero esa no es la única razón por la que me atrae el mundo jurídico.

En agosto de 2001, un mes antes del 11 de septiembre de 2001, mi mamá descubrió que estaba embarazada de mí mientras ella y mi papá estaban de vacaciones en Polonia. Mi papá era contratista y mecánico, y a su regreso le asignaron su trabajo para la primera semana después de su regreso. El mismo 11 de septiembre se suponía que iba a realizar un trabajo en Nueva Jersey, pero la noche anterior recibió una llamada en la que le dijeron que lo enviarían al piso 104 de la Torre Norte del World Trade Center a la mañana siguiente. Era un trabajo breve: solo debía estar ahí dos horas, de 7 a 9 de la mañana. Nunca antes había puesto un pie en el edificio.

Cuando dieron las 9 de la mañana, mi mamá intentó llamarle tras ver las noticias en la televisión. Esperaba con todas sus fuerzas que él ya hubiera salido. Mamá no pudo contactarlo, temiendo con razón que hubiera ocurrido lo peor. Hasta el día de hoy creemos que probablemente había terminado su trabajo y que estaba saliendo del edificio cuando lo atacaron. Papá nunca logró salir.

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‘Mi papá nunca había puesto antes un pie en el edificio’: padres de Claudia. Foto: Arrow Pictures

Cada vez que pienso en ello, me siento súper enojada. Debería haber salido, su trabajo había terminado. ¿Por qué no lo hizo? Mi mamá siempre dice que todo pasa por una razón. Es solo que no entiendo cuál es la de esa ocasión.

Durante gran parte de mi vida, he leído sobre los acontecimientos que condujeron a ese día: me parece que hubo muchas cosas que Estados Unidos pudo haber hecho para evitar toda la situación. Sabíamos sobre Al Qaeda, esos nombres eran conocidos. Saber esto siempre me ha hecho querer poner un pie en la puerta del sistema de justicia, para asegurarme de que sucesos como este no puedan ocurrir de nuevo.

Cuando crecí éramos yo, mi mamá y dos hermanas. Nací en Brooklyn, después vivimos en Staten Island. Cuando tenía ocho años nos mudamos a Florida, donde nos hemos quedado desde entonces. Las cuatro somos muy unidas: un equipo de mejores amigas. En la escuela, me resultaba difícil contarle mi historia a las personas. Sabía que me etiquetarían, que me verían de otra manera. No se lo contaba a la gente que conocía, a menos que confiara realmente en ella: no quería su lástima. Se sentía muy falsa.

Con el tiempo, he superado un poco eso. Es más importante recordar que miles de personas están en la misma situación que yo. Puede que hayan pasado 20 años, pero no les enseñamos lo suficiente a las personas sobre lo que ocurrió ese día. Nuestras vidas están constantemente marcadas por lo que pasó, sé que nunca dejaré de estar de duelo. Mientras tanto, hay gente en Estados Unidos que difunde teorías de conspiración, o que finge que el 11 de septiembre de 2001 nunca ocurrió. Esto es una parte de la historia estadounidense que destruyó las vidas de muchos: soy una prueba viviente.

Recuerdo haber asistido al memorial de la Zona Cero antes de que se erigiera. El 11 de septiembre fuimos a escuchar los nombres. Caminamos por un largo sendero hacia dos estanques de agua en los que arrojamos rosas. A mi madre le impresiona que tenga estos recuerdos. Era tan pequeña. Puede que no hubiera entendido lo que estaba ocurriendo, pero incluso en ese momento sabía la importancia de ese día. No recuerdo si mi mamá me sentó alguna vez para contarme lo qué había pasado exactamente con papá. Siempre supe que solo seríamos nosotras las chicas.

Aún así, él es una presencia real en mi vida. Tengo fotos de él en mi habitación con las que hablo todas las noches a la hora de dormir. Platicamos todo el tiempo en familia sobre él. Ya conoce mi sueño: ocupar un puesto en la Corte Suprema de Estados Unidos.

Nicholas Bellini Gorki, 19 años, Nueva York

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‘Si mi mamá no hubiera tenido náuseas matutinas, hubiera muerto’: Nicholas Bellini Gorki.
Foto: Arrow Pictures

No tengo mucha familia en Estados Unidos. Mi mamá emigró aquí hace casi 30 años desde Brasil. La mayoría de sus familiares siguen en Sudamérica. Mi padre, por su parte, vino a Estados Unidos desde Alemania por motivos de trabajo en la década de 1990. A través de mis abuelos paternos, siento una fuerte conexión con mi papá y su herencia europea. Es una forma, creo, de estar cerca de él.

Puede que mi mamá lo recuerde de otra manera, pero yo recuerdo con total claridad la primera vez que el 11 de septiembre de 2001 surgió en una conversación en casa. En la televisión, los niños siempre llamaban “father” a sus padres, era una palabra que nunca usábamos en casa. Cuando le pregunté a mi mamá por qué, me sentó y me explicó cuidadosamente: el hombre que yo conocía como papá, su pareja en ese momento, no compartía mi ADN en realidad.

Yo era solo un niño, pero ese día me contó la historia. Mis padres se habían conocido en una fiesta en Nueva York y sintieron una conexión instantánea. Como dice ella, lo suyo fue amor a primera vista. Ambos trabajaban en el sector financiero: mi mamá en Morgan Stanley y mi papá en el Deutsche Bank. Empezaron a salir, y habían hecho planes para irse a vivir juntos después de descubrir que ella estaba embarazada de mí.

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‘La gente siempre dice “el 11 de septiembre de 2001, nunca se olvida”, pero mi mamá siempre me contaba sobre la compasión que le mostraron después’: Los padres de Nick. Foto: Arrow Pictures

La mañana del 11 de septiembre de 2001 fue una de sus primeras mañanas después de haber conseguido juntos un departamento. Mi papá trabajaba en el centro de la ciudad, pero ese día se había ofrecido para asistir a una reunión matutina en el World Trade Center. Mi mamá siempre trabajó dentro de las Torres Gemelas, pero esa mañana, golpeada por las náuseas matutinas, llegó tarde. Era un día hermoso, así que decidió tomarse un minuto para respirar afuera de la oficina. Fue entonces cuando escuchó un ruido por encima de ella, y miró hacia arriba para observar una gran bola de fuego. Si no le hubiera provocado náuseas, ella también habría subido 70 pisos. Mi papá murió ese día, cuando tan solo tenía 27 años.

Mientras ella recordaba aquel día, vimos videos en YouTube. Antes de eso, no sabía nada del 11 de septiembre de 2001. De repente, era consciente de este terrible episodio de la historia de Estados Unidos y de cómo había marcado a nuestra familia. No estoy seguro de que pudiera comprenderlo todo.

Solo un par de años después de saber lo que había pasado, en mayo de 2011, iba en el autobús de regreso a casa desde la escuela primaria. Estaban hablando del 11 de septiembre de 2001 en la radio. Era extraño, y dado que estaba jugando con mis amigos, me pareció un auténtico bajón de ánimo: si estoy intentando pasarla bien, no es un tema en el que quiera pensar, gracias. De vuelta a casa, subí las escaleras y encontré a mi mamá furiosa frente a la televisión. Le pregunté qué había pasado y me dijo que habían matado a Osama. Pensé que me estaba diciendo que Barack Obama había sido asesinado. Una vez aclarada la confusión, aprendí por primera vez quién era Osama bin Laden.

Tanto mi madre como mis abuelos dicen que les recuerdo a mi padre: la forma de la cara, el cabello largo y los dientes sin caries que heredé de él. Dicen que también compartimos el entusiasmo por la vida. Su pasión era la banca; las mías son la animación deportiva y la informática. De la misma manera que él persiguió sus sueños, llegar a ser vicepresidente a los 20 años, yo quiero seguir los míos. Me gusta pensar que sigo la vida que él llevó, a pesar del hecho de que nunca lo conocí.

Pienso mucho en lo que pasó aquel día. Es como si mi mamá y yo hubiéramos sido perdonados, ya sea que le agradezca a Dios, al universo o simplemente a nuestra suerte, por la gracia de algo que sobrevivimos. ¿El hecho de que hoy esté vivo? No puedo decirles cuántas veces me siento agradecido.

La gente siempre dice “el 11 de septiembre de 2001, nunca se olvida“, pero mi mamá siempre me contaba sobre la compasión que le mostraron después. En los días siguientes al atentado, estuvo buscando a mi padre en los hospitales. Conoció a gente de todo el país, que le ayudaron en sus esfuerzos por localizarlo. Así que por supuesto, nunca debemos olvidar la tragedia de lo que ocurrió, pero espero que tampoco olvidemos el 12 y el 13 de septiembre y los días posteriores: la atención y el amor que le mostraron a las familias como la nuestra.

Dina Retik, 19 años, Vermont

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‘Cuando una gran parte de Estados Unidos estaba llena de odio, mi madre estaba llena de amor’: Dina Retik. Foto: Arrow Pictures

Hasta hace poco, no había hablado mucho sobre el 11 de septiembre de 2001 con mis amigos o familiares. Por supuesto que aparecía en mis relaciones, es una presencia continua, pero nunca me había tomado el tiempo de profundizar en ello. De alguna manera, todo se sentía profundamente privado y extremadamente público al mismo tiempo: no estaba segura de cuál era la mejor forma de manejarlo. Yo no había nacido cuando ocurrió, estaba en el vientre de mi madre, así que mi relación con este tema y lo que me hace sentir está en constante evolución.

Creo que eso se debe a que fuimos “la familia del 11 de septiembre” durante tanto tiempo que prácticamente se convirtió en una etiqueta. Significaba que recibía atención y desempeñaba un papel. No llegué a experimentar realmente el aspecto emocional. En los 20 años que han pasado, creo que mi familia ha tenido tiempo para reflexionar y procesar lo que ocurrió. Ahora, al hacerme un poco mayor, parece que, al fin, yo también estoy pasando por eso.

Mi padre iba en el vuelo AA11, el primer avión que se estrelló contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. No sé mucho sobre ese día desde su perspectiva, pero cuando mi mamá dio una conferencia TED, escuché sobre cómo lo vivió. Hay algunos detalles que sobresalen, cosas que dijo en su conferencia que se me han quedado grabadas.

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Bebé en brazos: el papá David con la hermana de Dina. Foto: Arrow Pictures

Mi mamá estaba en el estacionamiento del supermercado cuando escuchó en la radio que un avión se había estrellado contra el World Trade Center. Acababa de estacionarse, el carro seguía en marcha. En lugar de hacer las compras, decidió regresar a casa para comprobar el número de vuelo de mi padre. Es un momento humano que hizo que la historia fuera real. Pude ponerme en su lugar.

También supe durante su conferencia que mi papá iba sentado al lado de uno de los terroristas en el avión. De nuevo, es un hecho que de repente hizo que todo se sintiera real.

También hubo un mensaje en su conferencia, un mantra que me ha marcado de verdad: nuestras experiencias y lo que hacemos con ellas moldean lo que somos.

Después del 11 de septiembre de 2001, mi mamá recibió mucho amor y apoyo de parte de sus amigos, de su familia, de sus vecinos y de todo el país. Dio un paso atrás y miró hacia el otro lado del mundo: hacia Afganistán, vio cómo trataban realmente mal a muchas viudas como ella que se sintió asqueada. Las mujeres que habían perdido a sus esposos eran tratadas como si no valieran nada. Al principio, mi mamá quiso tratar de ayudar a solo una mujer que estuviera en una situación como la suya; empezó con algo pequeño.

Estoy muy orgullosa de que, a partir de su dolor, mi mamá decidiera mostrar su bondad hacia los demás. Cuando una gran parte de Estados Unidos estaba llena de odio, guerra, fanatismo y violencia, ella estaba llena de amor. Hoy dirige una organización sin fines de lucro llamada Beyond the Eleventh, que apoya a las viudas afganas que intentan rehacer sus vidas después de la muerte de sus esposos. Realizamos actividades de recaudación de fondos y eventos, así como una rodada en bicicleta de beneficencia desde la Zona Cero hasta nuestra casa en Boston. Hice el recorrido en mi último año de bachillerato, y lo volveré a hacer este año, junto con toda mi familia, para conmemorar los 20 años que han pasado desde que perdimos a papá.

Estoy decidida a conocer más sobre él a través de todos los que lo conocieron. Estoy recolectando sus recuerdos e historias, las cuales podré guardar y transmitir en el futuro, por lo que sé que siempre vivirá.

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