Los médicos que dejan los estados antiaborto en EU: ‘No podía hacer mi trabajo en absoluto’
Cuatro meses después de la anulación del caso Roe vs. Wade, algunos proveedores han abandonado los estados que restringen los abortos o cambiaron de profesión.
Cuatro meses después de la anulación del caso Roe vs. Wade, algunos proveedores han abandonado los estados que restringen los abortos o cambiaron de profesión.
Tras la anulación del caso Roe vs. Wade, el aborto ahora está prohibido en 13 entidades de Estados Unidos y sujeto a restricciones y litigios en más de una docena de otros. En algunos estados, los tribunales se encuentran inmersos en una batalla intermitente que puede hacer que el aborto quede prohibido en un estado un día, que no esté prohibido al día siguiente y que vuelva a estar prohibido dos semanas después.
Los médicos se encuentran en la primera línea de este caótico panorama, temerosos de incumplir la siempre cambiante legislación, y en algunos casos luchando por prestar una atención que puede salvar vidas. En la mayoría de los casos, los médicos han permanecido en los estados que restringen el aborto, porque a pesar de las restricciones impuestas a su práctica médica, tienen vínculos con sus pacientes, sus comunidades y sus familias.
Sin embargo, otros han decidido irse. ¿Qué dejan atrás? En un país en el que, según un análisis de la organización March of Dimes, casi la mitad de los condados carecen de un solo obstetra, ¿qué servicios quedarán? ¿Y qué nos indica su situación sobre lo que supone trabajar en el ámbito de la salud reproductiva en gran parte de Estados Unidos?
A continuación, presentamos cinco de sus historias.
Alireza Shamshirsaz, 48 años
Alireza Shamshirsaz tenía una casa en Houston, Texas. En el patio trasero había una pequeña alberca, donde sus hijos aprendieron a nadar. Conoció a su esposa en Texas, formó su familia ahí y sintió que era su hogar. Pero después de que Texas aprobó la prohibición del aborto después de las seis semanas a finales del año pasado, una decisión a la que se enfrentó en el trabajo terminó por estropearle las cosas.
Una pareja cuyo embarazo no iba a ser viable acudió a él para que la atendiera, pero debido a la prohibición del aborto en Texas, tuvo que remitirla a cientos de kilómetros de distancia.
La madre tenía 21 semanas de embarazo de gemelos idénticos, que compartían una placenta. Uno de los gemelos iba a morir casi con toda seguridad, lo cual probablemente habría matado al otro gemelo si no se intervenía.
Shamshirsaz quería utilizar un procedimiento selectivo que permitiera salvar la vida: deteniendo el flujo sanguíneo al gemelo enfermo, podría salvar la vida del otro.
En Texas, no tenía esa opción.
“Estaban llorando, llorando en medio de mi consultorio”, comenta Shamshirsaz.
La peor parte para él fue saber cuán urgente era la situación.
“Tenían que llegar hasta la Costa Este o la Costa Oeste antes de encontrar un médico que pudiera ayudarles, y tenían que hacerlo en las próximas 24 o 48 horas. Incluso en el mejor de los casos, no creo que el 99% de las personas pudieran haber hecho ese viaje en el tiempo que tenían”, señala.
Shamshirsaz no sabe qué le pasó a la pareja, pero su caso lo afectó profundamente.
“La mayoría de las personas no tienen la opción de viajar a otros estados. Los ricos pueden viajar”, comenta, pero los demás no pueden.
La espera es la nueva norma en los estados que restringen el aborto: incluso en los casos en los que la supervivencia del feto es algo imposible, los médicos muchas veces deben esperar para intervenir hasta el último momento, con un enorme riesgo para las personas embarazadas.
“Si esperamos hasta el último momento, tenemos un mayor número de casi accidentes. En medicina, cuando tienes demasiados casi accidentes, al final erras de verdad. Eso significa terminar con una madre muerta”, explica Shamshirsaz.
Shamshirsaz ahora trabaja en Boston. Desde que cayó el caso Roe, se siente aliviado de no estar en un estado que restringe el aborto, rodeado de otros estados restrictivos. Sin embargo, teme por Texas.
“Si no se puede realizar la interrupción del embarazo, ¿quién mantendrá a estos niños después del nacimiento? ¿Quién pagará las cuentas que necesitarán para la atención médica? Nadie. Destruimos estas familias”, comenta.
Catherine Romanos, 43 años
Cuando Catherine Romanos tenía 28 años, se enamoró de la idea de ser proveedora de servicios de aborto. En la universidad, se inscribió para recibir formación como parte de un movimiento para capacitar a los jóvenes en la práctica del aborto, y después de su primer trabajo en una clínica de Planned Parenthood en Boston, decidió dedicarse a ello. Le encantaba la forma en que podía crear confianza con las pacientes, apoyándolas en un momento íntimo de sus vidas, a veces calmando su vergüenza.
No obstante, en junio de 2022 entró en vigor la prohibición del aborto a partir de las seis semanas en Ohio. Romanos, que ahora tiene 43 años, pasó de trabajar en un consultorio de Columbus que realizaba entre 40 y 50 abortos al día a atender a menos de un par de pacientes diariamente.
“Pasé de sentirme muy necesitada a casi tres meses en los que realmente no podía hacer mi trabajo. Fue muy desalentador”, comenta. “Lo peor fue para la gente que atendía los teléfonos. Recibían cientos de llamadas a la semana de personas que intentaban averiguar a qué lugar podían acudir”.
El día en que se dictó la sentencia Dobbs, Romanos pidió licencias para ejercer en otros lugares, en Michigan e Illinois. La prohibición del aborto en Ohio está bloqueada desde entonces.
Cerca de ahí, la prohibición casi total de Indiana también se encuentra suspendida debido a las impugnaciones legales. En noviembre, Michigan decidirá si va a proteger el aborto en su constitución estatal o a prohibirlo utilizando una ley de 1931.
“Es realmente difícil planear tu vida cuando las órdenes del juez llegan en intervalos de 14 días”, dice Romanos.
Romanos ve el impacto de estas leyes cambiantes en sus pacientes: a finales de septiembre, ayudó a una paciente del estado de Indiana que descubrió que estaba embarazada el primer día en que el aborto fue ilegal en Indiana. Durante el tiempo que tardó la paciente en ir a Ohio, después regresar a Indiana para su periodo de espera obligatorio de 24 horas, y volver a Ohio de nuevo para abortar, la prohibición en Indiana quedó suspendida temporalmente.
“Es muy ofensivo para ella”, comenta Romanos.
Zevidah Vickery, 51 años
Zevidah Vickery nunca debió ser gineco obstetra. Estudió teoría feminista y pensó que algún día sería una académica o una socióloga. Entonces empezó a trabajar como asistente médica en una clínica de aborto en Seattle, y todo cambió.
Sus primeros casos fueron difíciles. Vio a pacientes que se veían obligadas a dedicarse al trabajo sexual, a dejar a sus hijos con los vecinos o a viajar desde los pueblos de Alaska sin el apoyo de sus familias para encontrar un proveedor de servicios de aborto.
Fue entonces cuando decidió iniciar su carrera: “Simplemente me sorprendió la valentía y la desesperación de las pacientes”, explica Vickery. “De repente, escribir una visión feminista de los fenómenos sociales parecía menos útil de forma inmediata”.
Lo que siguió fueron 15 años de estudio para ser el tipo de proveedora que soñaba: Vickery tomó clases nocturnas de matemáticas, fue a la facultad de medicina y realizó otros cuatro años de residencia y dos más de becaria para convertirse en experta en aborto y anticoncepción.
En 2020 consiguió el trabajo de sus sueños en Ohio, como proveedora de servicios de aborto de tiempo completo que también daba clases a los estudiantes. Por fin tenía los fines de semana para ella, lo que significaba que podía pasar tiempo con su hijo.
“Me encantaba la gente. Me encantaba la organización, me encantaba mi jefe”, comenta.
Entonces, Vickery vio el borrador de la sentencia filtrado que sugería que el derecho constitucional al aborto desaparecería pronto. Sabía que la prohibición del aborto llegaría rápidamente a Ohio, un estado ya restrictivo. Así que tomó una decisión. Después de años de hacer mudar a su hijo de un lado a otro por su carrera, se iba a quedar ahí.
“Soy su única familia en realidad”, explica. “No podía hacer que se mudara más”, dice.
Ahora, Vickery está estudiando de nuevo para convertirse en especialista en adicciones. Describe el hecho de dejar el trabajo que amaba como un largo proceso de duelo.
“Realmente es como el duelo. (Estoy haciendo) todas las cosas que haces cuando estás de duelo, como de repente llorar en tu camino a casa”, comenta. “No estoy casada, mi profesión es mi esposo. Invertí todo en llegar a donde me encontraba”.
Lo más difícil para Vickery es pensar en lo que han perdido sus pacientes.
“No somos suficientes en este momento”, dice. “La gente ya ni siquiera quiere ejercer en los estados republicanos. Así que no se trata únicamente de la pérdida de una persona que es experta en la atención médica del aborto. Es la reacción en cadena de eso”.
Leilah Zahedi-Sprung, 34 años
Leilah Zahedi-Sprung ha pasado su trayectoria profesional zigzagueando por los estados que restringen el aborto. Empezó en Georgia, justo antes de que entrara en vigor la prohibición del aborto a partir de las 22 semanas en 2019. Se mudó a Missouri más adelante ese mismo año, cuando el estado aprobó una prohibición a partir de las ocho semanas (que no entró en vigor ya que las protecciones del caso Roe vs. Wade seguían en pie). El año pasado se mudó a Tennessee, donde el estado recientemente prohibió el aborto sin ninguna excepción. Esa fue la gota que derramó el vaso.
Zahedi-Sprung se siente agotada. Está harta de enviar fuera del estado a todas las pacientes que acuden a ella en busca de un aborto y se pregunta si está poniendo en peligro sus vidas. Una de las pacientes que envió fuera del estado tuvo que viajar en una condición deteriorada. Después de cruzar la frontera a cinco horas de distancia para recibir atención, los riñones de la paciente habían empezado a fallar. La paciente estaba bien, pero Zahedi-Sprung deseó haber podido intervenir antes.
“Ahora soy cómplice de un sistema que me obliga a hacerle daño a la gente”, comenta. “Es un golpe en el estómago cada vez que tengo que decirle a alguien: ‘Lo siento, su feto y este niño que tanto deseaba no va a sobrevivir fuera de este embarazo, porque tiene alguna anomalía horrible’. Y no existen excepciones a la ley en Tennessee, y ahora tiene que viajar fuera del estado para recibir la atención que merece'”.
Es especialista en medicina materno-fetal y le horroriza el número de mujeres que se verán obligadas a dar a luz, sobre todo si se toma en cuenta que los estados que tienen las restricciones más estrictas sobre el aborto son los que tienen las peores tasas de mortalidad materna. (Tennessee ocupa el cuarto lugar entre los peores del país).
“Me siento culpable por dejar a las pacientes de una comunidad que me importa mucho”, explica.
Pero está deseando ejercer en Colorado, estado al que se mudará. Siente alivio por empezar otra vez en un nuevo estado “donde no estoy bajo la lupa. Que nadie me va a denunciar a la policía ni aparecer en mi casa para arrestarme por hacer mi trabajo”, comenta.
Anne Banfield, 44 años
A Anne Banfield le alegra haber dejado Elkins, Virginia Occidental, en abril de 2022 para ejercer como gineco obstetra en Maryland. Poco después de marcharse, el estado introdujo la prohibición casi total del aborto. Con frecuencia piensa en las decisiones a las que no tendrá que enfrentarse ahora que ya no vive en ese lugar. No tiene que preocuparse de si sus pacientes podrán acceder a la atención médica o de si podrá darles el consejo adecuado sin infringir la ley. No tiene que preocuparse de que se enfermen innecesariamente o incluso de que mueran por problemas evitables.
En 2013, cuando todavía se encontraba en Virginia Occidental, atendió en urgencias a una paciente que tenía 17 semanas de embarazo cuando se le rompió la fuente. La pareja de la paciente, un veterano del ejército estadounidense, se encontraba fuera del país mientras ella se enfrentaba a una terrible noticia: sin la interrupción del embarazo, era poco probable que su bebé sobreviviera y, si lo hacía, probablemente tendría problemas importantes. La paciente corría el riesgo de sufrir una infección mortal, lesiones renales e incluso la muerte.
Pudo interrumpir el embarazo con Banfield como su doctora. En un Estados Unidos postRoe, habría tenido que viajar fuera del estado o esperar hasta que su propio estado se deteriorara.
“No quiero decirles (a las personas) en una situación horrible, que no pueden recibir la atención médica que necesitan en su estado natal, debido a la ley”, señala Banfield.
Tras haber ejercido en el estado durante casi 14 años, todavía tiene amigos que trabajan en Virginia Occidental bajo la prohibición del aborto. Cada vez que uno de ellos le cuenta que tuvo que enviar a otra paciente a otro estado, Banfield se siente aliviada de que ya no trabaja ahí.
Sin embargo, le preocupan sus dos sobrinas y cuál será su futuro.
“No quiero que nunca se encuentren en una situación en la que no tengan elección”, comenta Banfield.
Ahora, su mayor preocupación es que las personas del estado que ama sufran enfermedades evitables, y mueran de forma evitable por embarazos ectópicos o hemorragias debido a que tengan miedo de recibir tratamiento para un aborto espontáneo que pueda ser motivo de sospecha.
“Si temes que el servicio de urgencias de tu localidad te investigue por un aborto espontáneo, o que entregue tu información a la policía debido a alguna restricción absurda en tu estado, entonces las personas van a retrasar la atención. Eso me asusta”, explica.