Martin Scorsese sobre Ray Liotta en Buenos muchachos: ‘El nuevo nunca perdió el ritmo’
El gran director recuerda la asombrosa interpretación del actor en su clásico de gánsteres, y el día en el que la angustiada estrella tuvo que interpretar una escena eufórica justo después de haber recibido una trágica noticia.
El gran director recuerda la asombrosa interpretación del actor en su clásico de gánsteres, y el día en el que la angustiada estrella tuvo que interpretar una escena eufórica justo después de haber recibido una trágica noticia.
Tuvimos algunos problemas para lograr la producción de Buenos Muchachos. Se produjo en un momento difícil de mi carrera y los estudios no estaban precisamente dispuestos a trabajar conmigo. Además, era una gran producción, con locaciones en todo Nueva York y muchas partes habladas.
También necesitábamos encontrar al actor adecuado para interpretar al protagonista, Henry Hill. El papel requería una extraña combinación de cualidades. Tenía que ser peligroso. Tenía que ser encantador.
Tenía que ser vulnerable. En el contexto del mundo que estábamos abordando, tenía que ser algo parecido a un inocente, el tipo que siempre estaba ahí, presenciando todo, a lo largo del camino. Y, no hace falta decirlo, tenía que parecer y actuar como si hubiera salido de ese mundo.
Finalmente, se redujo a unos cuantos nombres. Uno de ellos era Ray Liotta.
Como todo el mundo, dentro y fuera del mundo del cine, quedé sorprendido por su actuación en Something wild (Algo salvaje), de mi amigo Jonathan Demme. A mitad de la película, entró y más o menos se apoderó de ella. No podías quitarle los ojos de encima. Sin embargo, el papel de Ray en Something wild era limitado, y me preguntaba si sería capaz de sostener toda una película.
Sucedieron dos cosas muy interesantes. Mi productor, Irwin Winkler, no consideraba a Ray en el papel. No creía que tuviera el suficiente encanto para contrarrestar toda la violencia y el exceso. Una noche, mientras Irwin cenaba en un restaurante de Santa Mónica con su esposa Margo y su amigo Richard Zanuck, Ray se le acercó amablemente y le pidió un par de minutos de su tiempo. Se dirigieron a un rincón tranquilo, hablaron, y justo en ese momento Ray convenció a Irwin.
Cuando La última tentación de Cristo se estrenó mundialmente en el festival de cine de Venecia, yo cruzaba el vestíbulo del hotel Excelsior para ir a una entrevista. Ray y yo nos vimos desde el otro lado del vestíbulo, y él caminó hacia mí para saludarme y comprobar que estaba bien. Se acercó y entonces chocó con un muro de seguridad. En lugar de montar un berrinche y exigir que lo dejaran pasar, reaccionó con tranquilidad y calma, respetó las normas y calmó con paciencia la situación. Me vio, lo vi y nos dijimos que íbamos a hablar, y se fue. Lo observé todo con mucha atención, y lo vi manejar la situación con tranquila autoridad y una verdadera elegancia. En realidad, eso era justo lo que necesitaba el papel. Cuando lo recuerdo, creo que ese fue el momento en que supe que quería que Ray interpretara a Henry Hill.
La palabra “intrépido” se emplea con frecuencia para describir a los actores, y con buena razón: los actores tienen que ser intrépidos. Tienen que lanzarse y actuar sin más, y tienen que tropezar y fallar y arriesgarse a parecer ridículos mientras encuentran la manera de meterse en un papel. Eso simplemente forma parte del trabajo. En Buenos Muchachos, trabajamos de forma improvisada en la mayoría de las escenas, y muchos miembros del equipo se conocían y habían trabajado juntos durante años, incluidos mi madre y mi padre. A eso se incorporó el nuevo, Ray Liotta, y nunca perdió el ritmo. Parecía que llevábamos años trabajando juntos.
Nunca olvidaré el día en que filmamos la escena en la que Henry, Tommy (Joe Pesci) y Jimmy (Robert De Niro) le llevan a Paulie, interpretado por Paul Sorvino, el dinero del atraco de Air France. Cuando se estaban preparando, me informaron que Ray acababa de recibir una llamada con malas noticias. Fui directamente a su remolque y lo encontré completamente turbado. Su madre se estaba muriendo.
Recuerdo que no dejaba de decir: “Ella me adoptó y me crió, es la mujer más dulce que existe, ¿por qué tiene este horrible cáncer? ¿Por qué?”
Le dije que tenía que ir para estar con ella, pero se mantuvo firme: quería grabar la escena antes de irse. Nos dirigimos juntos al set de rodaje, se le dijo a todos lo que pasaba, y cuando grabamos ocurrió algo extraordinario. La escena se centraba en la euforia de los personajes tras conseguir su primer gran logro, y todos se unieron en un vínculo emocional en torno a Ray: mientras todos reían y celebraban, lloraban con él al mismo tiempo. Risas y lágrimas, lágrimas y risas… eran una misma cosa. Ray hizo la escena de manera maravillosa, y luego se fue para estar con su querida madre. Fue una experiencia única.
Teníamos muchos planes para volver a trabajar juntos, pero el momento siempre era inoportuno, o el proyecto no era el adecuado. Ahora me arrepiento. Cuando vi a Ray en su papel de abogado de divorcios en Marriage Story –realmente es aterrador en ese papel, razón por la que es tan divertido– recuerdo que sentí que quería volver a trabajar con él en ese momento de su vida, para explorar la gravedad de su presencia, tan diferente de la del joven y vivaz actor que era cuando lo conocí.
Ojalá también hubiera tenido la oportunidad de verlo una vez más, para decirle lo mucho que significó para mí el trabajo que hicimos juntos. Pero tal vez él lo sabía. Eso espero.