Derecho a la desconexión: Adiós al home office de 24 horas, 7 días de la semana
Foto: Wirestock/Freepik.

Su celular comenzaba a timbrar desde temprano. Una, dos, tres alertas de WhatsApp. Después el timbre de la primera llamada, la segunda y la tercera. Su jornada laboral empezaba a las 8:30 de la mañana, pero desde antes Brenda Rangel ya tenía acumulados ‘pendientes’ en su smartphone.

Y si a las 8:00 no se reportaba con la palabra ‘Conectada’ en el grupo de WhatsApp de la oficina, sus jefes comenzaban la persecución:

–¿Brenda, por qué no te has conectado?
–¿Tienes algún inconveniente?
–No veo tu hora de conexión, contesta.
–¿Cómo vas?

“Es incómodo, no puedes trabajar así, no puedes desarrollarte de una manera saludable porque te están acosando todo el tiempo“, dice. Tiene 29 años y trabajaba como ajustadora de seguros en el Estado de México. El sueldo no era malo y disfrutaba el empleo, aunque le detonó episodios de estrés, colitis y gastritis. Durante poco más de dos años aguantó maratónicas jornadas que, en alguna ocasión, iniciaron a las 7:00 de la mañana y terminaron a las 11:30 de la noche. “Yo terminaba llorando y mi mamá con ganas de quitarme el teléfono y mandarlo a la fregada“, cuenta.

Renunció en octubre porque estaba cansada del monitoreo excesivo a distancia y de las largas jornadas de trabajo, que se extendieron todavía más cuando llegó el home office por la pandemia. “Ahí se volvió peor mi pesadilla, todo el día estaban acosándome en el teléfono”.

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Cuatro de cada 10 mexicanos reconoce que en la pandemia aumentó el tiempo que permanecen conectados para asuntos de trabajo. Es un dato de The Wellness and Productivity Project, iniciativa a favor del bienestar y la productividad, que entrevistó a 1,039 personas. “A los trabajadores se les bombardea exigiéndoles trabajo fuera de los horarios. Es una realidad“, dice Enrique Larios, presidente del Colegio de Profesores de Derecho del Trabajo UNAM.

Solía ocurrir antes de la pandemia, pero, cuando muchas empresas migraron al home office, la línea de los horarios se desdibujó todavía más. Un panorama lejano de aquella especulación que en 1930 hizo el economista británico John Maynard Keynes, quien imaginó que en 2030 las jornadas laborales diarias serían solamente de tres horas. El resto del tiempo, las personas podrían dedicarse al ocio.

“Ante la situación de cambio, producida sobre todo por esta emergencia y por la falta de una regulación y de una experiencia en este manejo, se han generado condiciones que no son favorables para la salud física y mental de los trabajadores porque se han extendido mucho las jornadas laborales. Era necesario que se establecieran algunos límites”, considera Jaime Bustamante, director jurídico de la firma de persona ManpowerGroup.

Momento de establecer fronteras

El límite llegó el 11 de enero, cuando se publicó la reforma a la Ley Federal del Trabajo que regula el teletrabajo en México y que, entre otras disposiciones, establece que se tiene respetar el derecho a la desconexión al término de la jornada laboral. Tal como se promueve en países como Francia, Corea del Sur, Filipinas, Chile y Argentina.

“Lo que estaba sucediendo es que el trabajador tenía que estar en disponibilidad todo el tiempo que se le requiriera, independientemente de las jornadas laborales”, describe Erick López Medrano, profesor del Tec de Monterrey campus Ciudad de México. “El punto con la reforma es muy claro: no debe exceder de los términos que establece la ley para otro tipo de trabajos, es decir, máximo ocho horas“.

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Para Eduardo Olivares del Castillo González, socio del despacho de abogados Olivares del Castillo Legal Compliance, la reforma era necesaria por dos razones. La primera es que el entorno no es el mismo que cuando nació la ley. La segunda es que el avance tecnológico que ha hecho que desaparezcan las fronteras tanto espaciales como temporales de los trabajadores.

Alicia Zapata sabe lo que es trabajar sin fronteras. Es maestra en una preparatoria de Yucatán y responde a sus alumnos y jefes fuera del horario. “En el sector educativo nos ha tocado bien duro, muchos estudiantes se han dado de baja o de alta y hay cosas urgentes que no sólo ocurren en los horarios laborales. He tenido que contestar llamadas o a veces me buscan en las tardes y me dicen: ‘maestra, disculpe la hora, pero tengo una pregunta’. Porque las clases en línea no son suficientes y necesitan reforzamiento extra fuera“. 

¿Y si las fronteras no se respetan?

El 11 de enero, Ivet Hernández se enteró de las reformas a la ley y del derecho a la desconexión. De inmediato, la ingeniera en computación decidió encabezar una cruzada para promover que la medida se respetara en la consultora de desarrollo de software para la que trabaja en la Ciudad de México.

Comencé a escribirles a todos mis compañeros para que a las 6 nos fuéramos, que aplicáramos nuestro derecho a la desconexión“, cuenta entre risas y asegura que tenían razones para exigirlo. En general, las jornadas de los programadores son largas, a veces terminan a las 4 de la mañana, y este ritmo se normalizó a raíz de la pandemia. “Ahora que estamos en home office, aprovechan que estamos en la casa y se alargan las jornadas hasta la madrugada. Por estar pegada a la computadora no puedo ni siquiera atender a mis mascotas”.

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La recomendación de Bustamante para las empresas es que apliquen de forma adecuada la regulación, a través de los contratos individuales donde se establezcan las condiciones del teletrabajo y los límites de la jornada en cuanto a tiempos. No hacerlo puede traer consecuencias.

“Si tu jefe te habla a las 6:10 y tu sales a las 6, claramente es una violación a la jornada laboral y esto debería estarse considerando como tiempo extraordinario“, afirma Rolando Silva, integrante de la comisión técnica de seguridad social del Colegio de Contadores Públicos de México. “Responder a tu jefe es trabajar. Y si es adicional a la jornada que se pactó es tiempo extra y deberían remunerarlo“.

Cada hora después de la jornada se debe pagar al doble. Si se rebasan las nueves horas extra a la semana, el pago será al triple. “Al patrón le sale muy claro”, dice Larios. ¿Y si nada de esto se cumple? Los especialistas consideran cuatro opciones: plantear la situación al área de Recursos Humanos, poner una queja ante el inspector del trabajo, iniciar una demanda laboral o renunciar, como lo hizo Brenda. “No me arrepiento, mi tranquilidad no la cambio por nada”

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