Las dos Claudias Sheinbaum
La Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo, en la inauguración del nuevo Parque Cantera en lo que fue la planta de asfalto, en la alcaldía Coyoacán. Foto: Maritza Ríos /Secretaría de Cultura de CDMX

No hay ‘una’ Claudia Sheinbaum Pardo: hay al menos dos. 

Junto a la seria, casi monótona, inexpresiva, primera jefa de gobierno electa de la Ciudad de México, la quinta megalópolis del mundo (tras Tokio, Nueva Delhi, Shanghai y Sao Paulo) hay otra mujer muy distinta.

Está la que tiene sentido del humor, con risa contagiosa y que no teme reírse de sí misma. Que es una gran anfitriona en su casa, que le gusta la bohemia y canta afinada, sobre todo trova. Que comparte memes con sus hijos, Rodrigo y Mariana; que es solidaria con sus amigas y tiene un ‘algo’ espiritual, aunque fue criada como atea por sus padres, un ingeniero químico, Carlos Sheinbaum Yoselevitz, y una bióloga Annie Pardo Cemo, ambos de origen judio. Que les dice a sus colaboradores que los quiere; que le habla personalmente a cada persona de su gobierno contagiada con Covid-19.

Está la científica de formación impecable, que perteneció a un grupo por el cambio climático que ganó en 2007 el Premio Nobel de la Paz junto con Al Gore; que promueve el uso del cubrebocas sin chistar, que hace seguimiento de contagios y promueve pruebas rápidas. Pero también la política que, aunque se ha diferenciado tímidamente con sus medidas en la Ciudad de la política federal, capotea cualquier crítica al gobierno de Andrés Manuel López Obrador porque pertenecen al mismo proyecto y eso… va más allá. 

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Es la primera mujer electa como jefa de gobierno de la Ciudad de México y para muchos, de facto precandidata presidencial. La han llamado la “favorita” o la “protegida” del actual presidente. 

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Gobierna una ciudad donde viven 9 millones de personas, pero que tiene que dar servicios para al menos 20 que transitan por ella todos los días. No es raro que se haya convertido en el epicentro de la pandemia en el país, también porque es una ciudad comercial con La Viga, La Central de Abastos y el mismo Centro Histórico. Era imposible de cerrar del todo solo por razones sanitarias porque la mitad de su población vive al día.

La veo vía Zoom en su oficina que da al Zócalo de la Ciudad de México. Hoy está bajo fuego, pero se le ve tranquila. Con lentes puestos, aretes largos, el cabello recogido. Está sentada frente a la ventana y detrás de ella se ven unas orquídeas moradas y una bandera con el escudo de la Ciudad de México.

Hablamos de todo, de su infancia, de la disciplina, de su visión de “gobernar como ciudadana”, de lo que no soporta entre sus colaboradores, de que le gusta ver comedias románticas y que si no hubiera sido física daría clases en un kínder porque ama a los niños. También, para retratarla mejor, platiqué con otras personas de su equipo. 

La científica que se volvió política

Sheinbaum estudió Física en la UNAM. Luego tiene maestría y doctorado en ingeniería eléctrica. En su casa siempre se habló de política, pero ella reconoce como experiencias formadoras, sobre todo, ser una de las lideresas del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) a finales de los 80: “Me dio un sentido de comunidad muy amplio, de la importancia que tiene la movilización social. Te forma para la vida, no sólo para la política. Para la defensa, construcción de un discurso que gane voluntades”.

Aunque la ciudad sí se ha diferenciado de la estrategia nacional del combate para la pandemia es también muy cuidadosa en hablar de sus obvias diferencias con Andrés Manuel López Obrador: las capotea, como torera.

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De antemano se niega a llamar su relación algo así como de padre a hija política. “Es de compañeros de lucha, pero también de un enorme reconocimiento a lo que él representa en términos de liderazgo y político. Es de mucha confianza que se ha construido a lo largo de muchos años de momentos difíciles. Cuando ahora lo veo como presidente, en eventos oficiales, es muy emotivo”.

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Una de las Claudias Sheinbaum.

Pero ella usa cubrebocas y él no. Ella insiste en mantener la sana distancia y él no, incluso en sus conferencias de la mañana. Ella hizo un modelo científico desde el primer día y él sacó una estampa religiosa de un “Deténte” y dijo que estaban protegidos los que no “mentían, robaban o traicionaban”. ¿Se lo dice?, le pregunto.

Ella capotea: “Busco siempre decir lo que pienso, hay circunstancias para decir las cosas, no en cualquier reunión. Ahora, desde la ciudad tengo mi autonomía porque fui electa. No es un punto de fricción. Yo digo lo que considero importante decirle a la población. Si el gobierno (federal) no está de acuerdo en ese tema o en otro no significa que el proyecto de transformación del país está en duda”. 

¿Pero cómo puede estar de acuerdo alguien que está por la acción para combatir el cambio climático con con la actual apuesta petrolizadora del país, la construcción de la Refinería de Dos Bocas? 

De nuevo capotea: “Pero (el proyecto de AMLO) es también Sembrando Vida -para plantar un millón de hectáreas en los tres primeros años del gobierno-, tiene un proyecto muy importante de rescate de las fibras eléctricas. A lo mejor no se le ha dado suficiente construcción discursiva en términos del cambio climático”. 

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Andrés Manuel López Obrador, Claudia Sheinbaum y Paola Felix Diaz en Cuajimalpa en la campaña electoral 2018. Foto: Sara Gálico Felix 13/Wikicommons

Pensé que se quedaría ahí, pero no. También defiende el concepto de “soberanía energética” como parte fundamental para la energía del país. Curioso que lo diga justo tras el apagón que vivieron 12 estados del norte del país, por un desabasto de gas natural desde Texas. 

‘Gobernar como ciudadanos’

“En algún momento de agosto o septiembre había una fiesta detrás de su casa. ¿Qué crees que alguien como ella haría? Llamar al jefe de la policía, ¿no? Pues no, marcó al 911 y nunca dijo que era ella”, cuenta José Merino, titular de la Agencia Digital de Innovación Pública, quien a pesar de que lleva poco trabajando con ella se ha vuelto muy cercano. También pasó lo mismo cuando quiso renovar digitalmente su licencia de manejo. Lo intentó tres o cuatro veces ella misma y cuando vio que no se podía le llamó a él y a Andrés Lajous para que lo arreglaran ya, en pocos días. O cuando, antes de la pandemia, y había problemas con las escaleras eléctricas del Metro iba personalmente a checarlas en una hora que tenía disponible. No es raro, pues, que ahora se de vueltas para ver cómo va el proceso de vacunación de personas mayores.

“Claudia siempre dice: tras que le das los datos: ‘¿Y ya fuiste a la calle a platicar con la gente? ¿A estar ahí y que te cuenten?’”, dice Luz Elena Escobar, secretaria de Finanzas, quien trabajó con ella desde que era titular de la secretaría de Medio Ambiente con AMLO. Relata que siempre dice cuando llega el caso de un ciudadano que se queja de un trámite: “gobernamos para el 100% y si hay un 20% que se queja hay que resolverlo para todos. Tienes que ir a ver”. 

Sheinbaum se despierta a la 4:30 todos los días. Checa la prensa. Sus primeros mensajes a colaboradores son cerca de las 5:30 horas. Algunos días tiene audiencias con gobernados a la 6 y para las 7 ya está en el gabinete de seguridad. Luego hace un poco de ejercicio en una caminadora que se trajo de su casa y que ahora está en su oficina. Tiene una historia de disciplina debido al ballet que estudió desde los 6 años y hasta antes de que comenzara a estudiar Física por dos horas diarias. 

“Siempre repite que hay que ‘gobernar como ciudadanos’”, dice Merino. 

La sonrisa -y carcajada- de Claudia

Pese a su formación científica y que disfrutó muchísimo su tiempo de académica al cual regresó tras ser secretaria del gobierno de la ciudad con AMLO, hay otros rasgos de la personalidad de Sheinbaum que la hacen parecer otra mujer absolutamente distinta. 

“Es una persona normal, con un humor genial, que se emputa como todos. Quien no mienta madres de vez en cuando es extraterrestre”, dice Escobar. 

“Sí es pesado trabajar con alguien que siempre trabaja más que tú, pero no le importa tener la razón sino que las cosas salgan bien. Le entregas un paper y te hace ver un typo. Uno ve la presión, la angustia en momentos coyunturales complicados, pero no se paraliza”. Y cita cuando el jefe de la policía, Omar García Harfuch, sufrió un atentado en junio del año pasado, cuando no dudó en tomar control ella misma de la fuerza pública. 

Por otro lado, dice Merino, “También es muy afectuosa. Es la primera jefa o jefe en la vida que me ha dicho que me quiere. Su risa es contagiosa”. 

Pero hay reglas y ella misma las dice: “no soporto que haya personas que por negligencia no estén trabajando. Que digan ‘voy a hacer esto’ y no lo hagan. No porque no se pudo o se presentaron complicaciones, sino porque no trabajó lo suficiente. La corrupción para mi es intolerable”. 

Su equipo es claro en que hace una distinción clara entre su vida profesional y personal. Es una jefa que comienza a mandar pendientes temprano pero que rara vez pide algo después de las 9 de la noche, a menos de que sea una emergencia y entonces, es la primera que está ahí.

El Rébsamen: la imagen de un padre que pierde un hijo no se olvida jamás

Como delegada de Tlalpan, le tocó el improbable sismo (porque sucedió el mismo 19 de septiembre, como en 1985) de 7.1 grados Richter, cuando se cayó el Colegio Rébsamen y ahí murieron 26 personas: 7 adultos y 19 niños y niñas.

Sus amigas coinciden que fue un momento muy difícil a nivel personal y como política. 

Marina Robles, titular de la secretaría de Medio Ambiente, quien la conoció desde los 90 en un programa de liderazgo medioambiental del Colegio de México y fueron compañeras de cuarto en visitas, congresos, nacionales e internacionales recuerda: “Tuvimos algunas comunicaciones, intercambios de afecto, pero no lo viví de cerca. Parte del pequeño grupo de amigas le decíamos que nos comentara si quería, pero ella estaba ensimismada, resolviendo, por supuesto que muy angustiada”.

Amiga suya desde hace más de 30 años, la actual titular de la Secretaría de las Mujeres, 

Ingrid Gómez Saracíbar, recuerda: “vi a una Claudia devastada, preocupada. Con esa impotencia que te da no haber podido actuar, salvar vidas. La vi triste, pero se sobreponía”. Ahora la ve igual por temas de pandemia. “No ha sido para menos, es complejo. La veo preocupada y muy dedicada”. 

La misma Sheinbaum lo recuerda así: “Me subí a una motocicleta con un policía. Me quedé ahí prácticamente tres días. Se dijo en algún momento que no estaba en la ciudad, porque no quise sacarme ninguna fotografía ahí, no me parecía correcto”.

Asegura que no tiene remordimiento alguno de lo que ahí pasó: el cuarto piso (construcción ilegal que propició el colapso) no se construyó en su tiempo como delegada, fue corrupción anterior. La dueña del Colegio, Mónica García Villegas, está en la cárcel. 

“Pero la imagen de un padre que ha perdido a su hijo no se me olvida nunca. Nunca”- dice negando moviendo su cabeza. Se nota que le duele aún.

La mujer enamorada, la madre, la amiga

Estuvo casada durante dos décadas con Carlos Imaz Gispert, a quien conoció en el CEU. De ese matrimonio queda un hijo: Rodrigo, artista, quien, aunque no es biológico lo es de convivencia y de corazón. “Digamos que tiene dos madres”, resume Sheinbaum. También otra hija, Mariana, filósofa e historiadora, quien estudia en California, Estados Unidos, gracias a una beca de Conacyt. Con ellos hace videollamadas dos veces a la semana y tienen un chat donde se mandan “memes tontos y nos morimos de la risa”.

Como toda madre que trabaja fuera de casa, sintió culpa en algún momento: “Se llena de muchas culpas también porque crees que no le estás dedicando suficiente tiempo a tus hijos”.

“Los divorcios son duelos, no son nada sencillos, sí son complicados”, recuerda Gómez Saracibar, quien fue su vecina muchos años de su divorcio. “Tuvo ratos de tristeza, de falta de calor. No todo fue miel sobre hojuelas, pero creo que lo tiene ya muy estructurado y superado y qué bueno”.

Ahora Sheinbaum tiene un nuevo amor: fue su novio en la facultad, es físico, como ella, aunque trabaja en el sector financiero y se reencontraron por Facebook. “Vivo con mi novio hoy, estamos enamorados. El tener un compañero con el que llegues y puedas platicar permite compartir muchas de las angustias, estrés; él, además, es muy paciente, tiene un carácter muy especial en ese sentido”.

Como amiga es muy buena anfitriona. La sala de su casa es acogedora y solía ser centro de reuniones de amigos, de bohemia, hasta la madrugada. “Le gusta bailar y cantar, es buena para el karaoke, canta re bien”, recuerda Gómez Saracíbar. Si bien fueron impactadas por la trova cubana y mexicana, también ella acepta que le gustan las “viejitas de rock” de Los Beatles a los Rolling Stones. También Serrat, Aute. Y Natalia Lafourcade.

Le encantan las comedias románticas. Ella recuerda mucho Notting Hill con Julia Roberts y Hugh Grant. Ingrid lo confirma: “Bajábamos Cuevana y veíamos películas de mucho amor y melcocha. También la serie 24, nos gustaba la acción y el protagonista (Kiefer Sutherland en su papel de Jack Bauer)”. 

En el 2011, Ingrid enfermó de cáncer de cérvix. Sheinbaum estuvo muy cerca. “Hubo tres cosas que me llamaron la atención de la Claudia científica. Me regaló dos libros: Three cups of tea, de Greg Mortenson y Comer, rezar y amar, que luego fue película. Me dijo: ‘éste es un buen momento, para que, si te sale, conectes con la espiritualidad’. ¡Claudia! ¡La científica!”. Otro día de Puebla, le trajo la imagen del Santo Niño Doctor de Tepeaca.
“Sé que tiene algo espiritual, pero no lo tengo claro. No profesa alguna religión, pero en momentos cuando se requieren consuelo y esperanza…”, no alcanza a completar la frase su ex vecina y amiga. Pero sí tiene algo claro: “si me preguntaras cuál es uno de sus handicaps, yo diría que es su corazón, su alma. Porque le pueden mucho. Es lo que más me gusta de Claudia, pero también me preocupa”.

El 2024

El jefe de gobierno de la Ciudad de México -en este caso jefa- es una pre candidata natural a la silla presidencial. Ella ha negado pensarlo, siquiera, en estos momentos… aunque no cierra la puerta (y eso sí es la primera vez que lo escucho).

“Hace mucho daño estar pensando en otra cosa cuando estás en puesto así. Si lo haces todo es en función de lo que quieres ser después y te empiezas a cuidar, todo lo calculas políticamente. Hay que dedicarse a gobernar la ciudad y después ya se verá si es factible o no”. 

Merino dice lo mismo: “Nunca habla del futuro, jamás. Cuando mucho del 2024 en términos de qué deberíamos dejar, como un deadline inevitable para un millón de cosas”. 

“Si alguien llega diciendo: ‘estás arriba en las encuestas’, te manda a trabajar. “Deja de pensar en esas tonterías y vete a trabajar”, agrega Escobar. 

En la videollamada, ella extiende ligeramente su mano y me enseña un cuaderno sencillo. Ahí apunta dice, los pendientes que faltan, las reflexiones que por lo general hace un domingo en la tarde, cuando también lee investigaciones científicas sobre el Covid-19, sobre lo que le falta para llegar a sus 100 compromisos de campaña, nada más.

Por ahora.

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