La-Lista de 5 estilos arquitectónicos curiosos que encontrarás en México

México es un país catalogado como de gran legado arquitectónico. Hay pirámides prehispánicas, jardines surrealistas, zócalos de colonialismo español, kioscos franceses en espacios públicos, estaciones del Metro art nuevau, un distrito Art Deco, paraboloides hiperbólicos o cascarones, voltas catalanas en cavas, edificios brutalistas…

Parte de esta gran variedad se debe a la migración, tanto de los que llegan como a los que se marchan. Porque cuando una comunidad se mueve, se lleva parte de su cultura de origen y ello, incluye su forma de entender el espacio.

Más allá de los movimientos o estilos arquitectónicos más reconocidos, les presentamos La-Lista de otros cinco que quizás no sabías que existían en México. En ellos, tan importante es el continente (el edificio) como el contenido (las personas que ahí habitan o trabajan), y el dinero con el que se financia, también es clave a la hora de identificar de qué movimiento se trata. 

1. Arquitectura de las remesas

La bautizó la arquitecta Sarah López, profesora de la Universidad de Texas, en su libro “El paisaje de las remesas: Los espacios de la migración en el México rural y los EU urbanos”. 

Posiblemente sea el único que se define por el dinero que lo financia: las remesas. Es de los estilos más sui generis y democráticos que existen hoy en México. 

Sui generis, porque existe ahí donde hay migración masiva que regresa a los lugares de origen a construir la casa de sus sueños, como en Oaxaca, Michoacán,Jalisco o el Estado de México. 

Democráticos, porque también se la ha llamado la arquitectura sin arquitectos: son los emigrados los que deciden la estética y distribución de los espacios, aunque hay veces que se sirven de artesanos locales, como los albañiles.

Las casas de las remesas se identifican fácilmente porque utilizan materiales como la piedra, que destaca con el adobe del estilo vernáculo del lugar donde las construyen.

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Además, mezclan elementos que los propietarios observan en las residencias de ciudades de destino, como frontones triangulares o patios frontales, muy característicos de las casas en Estados Unidos. 

“Definitivamente, son una pieza de ostentación, pero hay parte de divertimento en ello. Por primera vez en sus vidas, estas personas tienen dinero para tomar decisiones estéticas”, explica Sarah López.

2. Arquitectura de la esperanza

Es el estilo característico de las montañas de concreto que hay en la Zona Metropolitana del Valle de México, aunque puede hallarse por todo el país. Son las viviendas de autoconstrucción de las familias más pobres. Las llaman así porque nunca se terminan del todo. 

“Las varillas es uno de los elementos aspiracionales. No las cortaron, a veces les ponen una botella para que no se oxiden, con la aspiración de que en un futuro levantarán otro piso”, explica el arquitecto Oscar Ramírez. Muchas veces esta aspiración viene de la idea que la familia crecerá o las dejan a medias porque se les acaba el presupuesto. 

Los otros dos elementos aspiracionales son el tinaco, de color negro o crema marca Rotoplas, y la antena azul, que usan para ver la tele de paga. “Es propio de la idiosincracia mexicana porque no les alcanza para terminar la casa pero sí para ver la tele por cable”, explica el experto.

3. Menonita

Esta comunidad étnico-religiosa canadiense de origen holandés llegó a México a principios de la década de 1920. Se establecieron en Chihuahua, donde siguen asentados en diferentes colonias, la más poblada, la Manitoba, en el municipio de Cuauhtémoc. 

Los miembros de este grupo evitaron mezclarse con los locales y preservaron sus rasgos culturales propios. Y ello incluye  — y en gran parte se debe — a la arquitectura. La configuración de los espacios ha garantizado el aislamiento de los menonitas en México.

Si bien con el paso del tiempo se han ido adaptando y hoy usan, por ejemplo, electricidad, hay colonias en las que aún persiste el estilo de vida tradicional. 

Su arquitectura aún conserva rasgos de las tradicionales que recuerda a las construcciones tradicionales holandesas, con frontones triangulares, fachadas de madera, decoraciones con flores de colores y ubicadas en amplias extensiones de terreno.

4. Colonial californiano

Llegó después de la Primera Guerra Mundial. Se plasmó en viviendas de las colonias más pudientes de la Ciudad de México: Hipódromo Condesa, Del Valle Norte, Polanco, Lomas de Chapultepc y Tecamachalco.

Es una influencia de una influencia, es decir, arquitectos mexicanos se inspiraron en el estilo neocolonial o hispanoamericano de California para construir principalmente residencias. Lo llamaron el “Spanish colonial revival”. 

Se identifica porque son edificios muy ornamentados: utilizan columnas y arcos en las ventanas, elementos sinuosos o florales de piedra cantera para enmarcar las aperturas del edificio, algunas entradas tienen porches con arcos, balcones y rejas de fierro forjado de las entradas.

5. Narcoarquitectura

Otra forma de autoconstrucción que se encuentra en toda la América Latina, sobre todo, en Colombia y México. 

“La arquitectura del narco incluye dos tipos de construcciones: la primera corresponde a ranchos y fincas espectaculares, así como a mansiones palaciegas con extensos jardines exóticos, piscinas techadas y capillas privadas que, a la vez, fungen como fortalezas o casas de seguridad. La segunda hace referencia a la arquitectura funeraria: tumbas, capillas y mausoleos”, escribe la investigadora de la Universidad de Nayarit América Tonantzin Becerra, en “Investigación documental sobre la narcocultura como objeto de estudio en México”. 

En México, este estilo se encuentra en los estados más vinculados al tráfico de drogas, como Sonora. Los edificios más característicos datan de los años sesenta a ochenta, porque a partir de 1990, cuando empezaron las persecuciones de los cárteles, los propietarios optaron por construcciones más discretas. Sus construcciones más icónicas son ostentosas y exageradas, con materiales como em mármol o granito, poco comunes en el estilo vernáculo de sus zonas. Las construcciones se convierten así en una forma de manifestar la jerarquía económica y social de quienes ahí residen.