Historia de los Cobertores San Marcos: ¿cómo nacieron y qué pasó con ellos?
Con estampados vibrantes y una calidad insuperable, pasaron de ser un producto cotidiano a convertirse en herencia familiar y símbolo de identidad.

Cuando el frío cala, pocos objetos despiertan tanta nostalgia como los icónicos cobertores San Marcos. En un rincón del tiempo y el espacio, estos cobertores no son solo una pieza de tela, sino el cálido abrazo de una historia que atraviesa generaciones. En cada hogar mexicano, un cobertor San Marcos representa algo más que comodidad; es un símbolo de resistencia, identidad y, para algunos, un mito que sobrevive en el invierno de los recuerdos.
Sin embargo, la historia de estos cobertores, famosos por sus vibrantes estampados, la promesa de calidez y por qué no decirlo famosos de uno que otro meme en estos tiempos de frío es también un relato de adversidad industrial y el inexorable paso del tiempo. Fabricados por primera vez en la década de 1970 en Aguascalientes, bajo la visión del empresario Jesús Rivera Franco, los cobertores San Marcos rápidamente se convirtieron en un elemento esencial de los hogares mexicanos. Sus diseños de grandes felinos, unicornios y cascos de la NFL, tejieron un lugar en la cultura popular y se ganaron el cariño de familias enteras.
¿Cuál es la historia de los cobertores San Marcos?
En sus años de esplendor, estos cobertores se fabricaban en el Grupo Textil San Marcos, un emporio industrial fundado por Rivera Franco. Hechos de fibra acrílica, combinaban durabilidad y abrigo como pocos productos en el mercado. Aunque en su momento se consideraban “corrientes” por ciertos sectores de la clase media, su uso traspasó barreras sociales. No importaba si cubrían una cama, una ventana o un sillón; los cobertores San Marcos estaban en todas partes, desde casas modestas hasta hogares de familias más adineradas.
A través de los años, muchos de estos cobertores se han convertido en piezas de colección, casi reliquias familiares que viajan entre generaciones. En el extranjero, particularmente en Estados Unidos, son considerados objetos de culto entre comunidades mexicanas que encuentran en ellos no solo abrigo, sino un pedazo de patria.
Como toda gran historia, la de los cobertores San Marcos también tiene un giro trágico. En 1992, Rivera Franco vendió su empresa al consorcio regiomontano Cydsa, marcando el inicio de una debacle. Las dificultades financieras del nuevo propietario, junto con la apertura comercial que trajo una avalancha de productos importados, sellaron el destino de esta emblemática industria. En 2004, las puertas de la planta en Aguascalientes cerraron definitivamente, dejando atrás una estela de nostalgia y melancolía.
Hoy, los cobertores San Marcos viven en la memoria y en los clósets de muchas familias mexicanas. Su etiqueta original, que mostraba la entrada del jardín de San Marcos en Aguascalientes, es casi un trofeo para quienes aún conservan uno de estos tesoros. En mercados y tiendas, la frase “tipo San Marcos” se ha vuelto un genérico que evoca la calidad y el estilo de aquellos cobertores originales, aunque estos ya no se fabriquen.
Así que, en estas noches frías, si tienes la suerte de arroparte con un cobertor San Marcos, recuerda que estás envuelto en más que una manta: estás abrazando una historia de ingenio, lucha y calor mexicano.