‘Había inconscientes y ensagrentados; nunca había sentido tanto miedo’: pareja narra la violencia en el Estadio Corregidora
Un año después de los hechos violentos que se vivieron en el Estadio Corregidora, ninguno de los implicados se encuentra en prisión. Foto: Adriana García/Cortesía para La-Lista.

“Juega el campeón, ¿vamos a verlo?”. Así fue como Adriana García convenció a Jorge Espinoza, su esposo, de trasladarse desde León, la ciudad en la que viven, hasta Querétaro para ver el partido entre Gallos Blancos y Atlas, un juego que se convirtió en un episodio en el que, según cuenta ella, temió por su vida.

A la pareja se le hizo extraño el operativo que montaron los cuerpos policiacos de Querétaro antes de entrar al Estadio Corregidora. Notaron que en las avenidas periféricas para entrar al inmueble había un operativo policiaco que registraba a los automovilistas, especialmente a los que eran simpatizantes del Atlas, el equipo visitante.

El matrimonio no se dio cuenta que el partido al que asistieron es un encuentro con una rivalidad entre ambas aficiones, la cual surgió cuando los Zorros provocaron el descenso de los Gallos hace 15 años, en el 2007. Los aficionados de los tapatíos, desde entonces, se burlan del cuadro queretano.

“Había muchos policías afuera del estadio y en las avenidas cercanas, pero cuando entramos al estadio no vimos ninguno, solo había elementos de seguridad privada que no estaban armados y no se veían que tenían entrenamiento”, explica Espinoza en entrevista para La-Lista. “Nos sentamos en la parte alta del estadio, a la altura de la media cancha. Ahí pudimos ver todo”.

Las trifulcas se desataron, coincide la pareja, en la cabecera del estadio en la que estaban ubicados los barristas (aficionados radicales) del Querétaro. Espinoza narra que empezaron a pelear entre ellos y posteriormente una segunda riña se desató entre simpatizantes del Atlas y de los propios Gallos, en la parte baja del inmueble.

Cuando menos se dieron cuenta, las peleas se multiplicaban en toda la parte baja del estadio, mientras los elementos de seguridad privada hacían nada por detenerlos. Tampoco intervinieron los elementos policiacos que estaban afuera del Corregidora.

“Eran tantas peleas que los aficionados del Atlas comenzaron a tratar de invadir el campo para resguardarse”, relata García. “Algunos cayeron a la zona de foso que tiene el estadio e incluso los jugadores se dieron cuenta, pero el árbitro no detuvo el partido. Solo lo detuvo cuando un aficionado invadió la cancha“.

En los partidos de futbol es común que cuando se presentan incidentes violentos en las tribunas, el árbitro detenga el partido por la seguridad de los propios aficionados, jugadores y cuerpo técnico. Sin embargo, no fue el caso del silbante Fernando Guerrero, quien decidió continuar el partido pese a que por varios minutos se observaban las riñas en las gradas. Solo hasta que un aficionado del Atlas se metió al terreno de juego fue cuando detuvo el encuentro.

Mientras el partido se detuvo por la invasión de campo, las peleas estaban por todas partes. Espinoza le dijo a su esposa que se pusiera su chamarra para cubrir el jersey del Atlas que traía puesto, por temor a que la golpearan. Tenía dos opciones: permanecer en su asiento hasta que todo se calmara, pero con el riesgo de que las peleas los alcanzarán hasta donde estaban, o huir del estadio.

La pareja eligió escapar. Se juntaron con otras familias. Había niños y adultos mayores con ellos. Cuentan que bajaron por una rampa que conecta la parte alta del inmueble con la parte baja. La pareja se separó de sus acompañantes, posteriormente se encontraron con una escena de horror.

Corrimos y nos encontramos a cerca de 10 muchachos inconscientes, ensangrentados y a uno de ellos lo habían desnudado. A ese le estaban poniendo una bolsa negra en el torso, la gente de Gallos les pegaba pese a que estaba en el piso. Unos de los que estaban en el piso no se movían”, relata García.

La pareja recorrió unos metros más y se percató de que un grupo de aficionados le reclamaba a los elementos policiacos. Les decían que era su responsabilidad lo que estaba pasando. Adriana cuenta que los efectivos solo se paraban al lado de algunos de los aficionados inconscientes, pero que no hacían más.

La gente les reclamaba que hicieran algo y los policías solo eran espectadores. Hubo uno que incluso amedrentó a un aficionado, que lo increpó y le dijo que le reclamara a la cara”, añade García.

Dentro del estadio, la violencia no se detenía. Pseudoaficionados del Querétaro golpeaban entre los pasillos a aficionados del Atlas hasta dejarlos inconscientes. En imágenes que circulan en redes sociales se puede apreciar que algunas de las víctimas no se movían. Una pareja con jerseys del Atlas que había invadido el campo, por otro lado, era golpeada por barristas del Querétaro.

Espinoza y García, al tiempo, recorrían el estadio en busca de su auto. Cuentan que la gente que traía jerseys del Atlas se los quitaba para evitar que fueran agredidos. La violencia, explica la pareja, alcanzaba a todos: mujeres, hombres, adultos mayores y hasta niños.

“Vimos como un niño de 13 años era golpeado por gente del Querétaro. Estaba bañado en sangre y no lo dejaban de golpear. Nunca había sentido tanto miedo en mi vida“, agrega García, quien reconoce que sigue en shock al contar lo sucedido.

La pareja al fin encontró su vehículo. Tomaron rumbo a Celaya y en menos de una hora llegaron a León. Espinoza cree que la gresca se pudo evitar si los policías hubieran intervenido en la primera riña que se desató entre los barristas de Gallos Blancos.

García, por su parte, también crítica la falta de respuesta de los policías y la falta de preparación de la seguridad privada que fue contratada para el partido. Dice que en todo su recorrido por el estadio, apenas vieron ocho elementos de seguridad privada. La pareja calcula que había al menos 15 mil aficionados en el estadio.

La Coordinación de Protección Civil del Estado de Querétaro informó la noche del sábado que tenía reportes de 22 heridos y solo dos de ellos de gravedad. El organismo no reportó fallecidos por las trifulcas.

“No les creemos. Nosotros vimos algo diferente. Habría que ver porque minimizan o niegan lo sucedido”, sostiene García.

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