Trabajo sexual: entre el derecho y la opresión
Foto de Romina Farías en Unsplash

Desde hace años hay una fuerte discusión entre diferentes colectivos y grupo sociales y políticos, sobre la despenalización del trabajo sexual. El tema es, por lo menos, controversial.

En mayo de 2016 Amnistía Internacional publicó su política sobre la protección de las trabajadoras y los trabajadores sexuales frente a los abusos y las violaciones de derechos humanos. La política indica que los gobiernos deben tomar medidas para proteger de los abusos y violaciones de derechos humanos a quienes se dedican al trabajo sexual.

“…están especialmente expuestos a sufrir abusos contra los derechos humanos, como violación, violencia, extorsión y discriminación. Con demasiada frecuencia la protección de la ley y los medios de resarcimiento con los que cuentan son escasos o inexistentes”, dijo Tawanda Mutasah, director general del Programa de Derecho Internacional y Política.

Los abusos a los que se exponen van desde el ridículo y el hostigamiento social, hasta violaciones (actos sexuales que se realizan sin su consentimiento), violencia física por parte de clientes (quienes sienten que han pagado por el derecho de agredirles), y exclusión de servicios de salud por discriminación a causa de su profesión. Además, cuando sufren de estos abusos y crímenes, dudan en denunciar o contactar a las autoridades porque es bien sabido que serán revictimizados—similar a las denuncias por violencia de género—con argumentos como “pues eres trabajadora sexual, a eso se dedican”.

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Les trabajadores sexuales se enfrentan a la ley, al feminismo abolicionista y a otros grupos regidos por la religión y la moral social, que siempre se han enfocado en salvar a las mujeres del comercio sexual y no en apoyar la lucha por los derechos humanos y laborales. Argumentan que el objetivo del organismo debería ser acabar con la demanda de prostitución y no al contrario.

Quienes apoyan la visión de Amnistía Internacional están de acuerdo en ese sentido. Cuando se habla de trabajo sexual, muy a menudo se está hablando de mujeres y niñes con oportunidades extremadamente limitadas y que vienen de la periferia de la sociedad hegemónica. Y claro, están de acuerdo en que lo ideal sería vivir en un mundo en el que ninguna persona tuviera que recurrir al trabajo sexual como resultado de la opresión económica y social. Sin embargo, hay tres cosas que tienen que tomarse en cuenta:

  • Ese no es el mundo en el que vivimos hoy. El capitalismo y el patriarcado que hoy forman el sistema bajo el que vivimos, ha creado una necesidad por la que muchísimas personas acuden al trabajo sexual. Y esa brecha tomará generaciones y mucho trabajo para resarcirse. Mientras eso sucede, si es que sucede, no debemos dejar a quienes realizan este trabajo desamparados.
  • La postura de los abolicionistas asume que absolutamente todo el trabajo sexual es opresión. ¿Qué pasa con quienes—aunque sean pocos—genuina y voluntariamente quieren dedicarse a esta profesión? ¿Porqué no deberían de gozar de las condiciones humanas, laborales, legales y sociales que gozan otros trabajos?
  • ¿Cómo se compara el trabajo sexual con otros trabajos a los cuales muchísima gente tiene que recurrir, en los que igualmente va de por medio su salud física y mental? Reconocemos los peligros y la explotación de trabajos como la minería, la agricultura o las fábricas, pero en lugar de buscar prohibir estas industrias por completo, se busca mejorar las condiciones de trabajo y la autonomía del trabajador.

“¿Me gustaría vivir en un mundo donde nadie tuviera que hacer trabajo sexual? Por supuesto. Pero no es el caso, así que quiero vivir en un mundo donde las mujeres lo hagan en gran medida voluntariamente y de manera segura. Que si las viola un policía o un cliente, puedan presentar una denuncia y saber que el asunto se investigará, que no expulsen a su hijo de la escuela y su casero no las eche, y se les atienda en un hospital”.

Un análisis publicado por The Lancet, dijo que “la despenalización del trabajo sexual podría tener un efecto enorme en la epidemia del VIH”, pues aumentaría el acceso a condones y tratamientos médicos para trabajadores sexuales. Los defensores de derechos humanos afirman que los gobiernos tendrían muchos más recursos para el combate al tráfico y la prostitución de menores si dejarán criminalizar a adultos que actúan con consentimiento.

Criminalizar el sexo adulto, voluntario y consensuado, incluido el intercambio comercial de servicios sexuales, es incompatible con el derecho humano a la autonomía personal y la privacidad.

El movimiento de trabajadores sexuales, además sostiene en otra ideología: que el derecho penal no debería usarse como instrumento de castigo o vergüenza. El trabajo sexual no es inherentemente inmoral ni degradante, y puede incluso ser feminista y empoderador (siempre que sea consensual y voluntario).

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La corriente contraria tiene varios puntos en desventaja: asume que todes les trabajadores sexuales son mujeres cis hétero, cuando en realidad existe un gran número de trabajadores sexuales hombres, homosexuales y transgénero. Tampoco todes les clientes son hombres cis hétero. Este grupo se ocupa exclusivamente de las mujeres y niñas víctimas de la trata de personas que forzadas a realizar trabajo sexuale, pero hay muchos más grupos y matices dentro de la industria del trabajo sexual.

Se utiliza el derecho penal como un arma de desaprobación moral y social. El objetivo es perseguir clientes (hombres cis hétero), proxenetas y traficantes, pero esta aproximación termina por poner a les trabajadores sexuales en un enredo legal y social.

Referencias:

  • Amnistía Internacional publica su política y su investigación sobre la protección de los derechos de las trabajadoras y los trabajadores sexuales (2016) Amnesty International
  • HIV and sex workers (2014) The Lancet
  • Time to Get Specific About Sex Work Decriminalization (2021) Gay City News
  • All labour involves selling our bodies in some form, so what is different about sex work? (2018 D. Rigg, The Journal

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